ISAÍAS, Profeta de la Salvación -LIBRO IX (Is. 59-66)- Parte 26: Fe del N. Pacto es creer que Dios puede cumplir sus promesas y que la voluntad del hombre no es un impedimento para Él





05-02-2021



Isaías 65 es la respuesta de Dios a la oración de Isaías y la pregunta acerca de cuánto tiempo Dios se abstendría de restaurarnos y salvarnos de nuestro estado inmundo. Isaías 65: 1-2 comienza,


1 "Me permití ser buscado por quienes no preguntaban por mí; me permití ser encontrado por quienes no me buscaban. Dije: 'Aquí estoy, aquí estoy', a una nación que no invocó mi nombre. 2 He extendido mis manos todo el día a un pueblo rebelde, que anda por el camino que no es bueno, siguiendo sus propios pensamientos".


La “nación que no invocó mi nombre” fue Israel (todas las tribus); el "pueblo rebelde" eran los israelitas. Estos eran los que buscaron al Señor de manera religiosa en el templo, pero no lo encontraron. Pablo hace referencia al versículo 1 con respecto a Israel, diciendo en Romanos 11: 7,


7 Entonces ¿qué? Aquello que Israel busca no lo ha alcanzado, pero los que fueron escogidos lo alcanzaron y los demás fueron endurecidos; [o cegados].


Nuevamente, Pablo cita el versículo en Romanos 10: 20,


20 E Isaías es muy osado, y dice: “FUI HALLADO POR LOS QUE NO ME BUSCABAN; ME MANIFESTÉ A LOS QUE NO PREGUNTABAN POR MÍ”.


El punto de Pablo era que aunque los israelitas carnales buscaban a Dios, no podían encontrarlo a pesar de su celo religioso. Mientras tanto, los extranjeros encontraron inesperadamente a Dios sin buscarlo, porque Él se manifestó a ellos. No obstante, continúa Pablo, la promesa de Dios a Israel no había sido abrogada. “Dios no ha rechazado a su pueblo, al cual antes conoció” (Romanos 11: 2), esencialmente porque Él siempre se había revelado al “remanente según la elección de la gracia de Dios” (Romanos 11: 5).


Este Remanente de Gracia había existido en el tiempo de Elías, porque Dios dijo: “Me he reservado siete mil hombres que no han doblado la rodilla ante Baal” (Romanos 11: 4). Si bien la nación misma no había logrado encontrar a Dios, el Remanente de Gracia ciertamente lo había encontrado. La mayoría fueron cegados, pero “los escogidos lo obtuvieron” (Romanos 11: 7).


La enseñanza de Pablo se derivó en gran parte de la revelación de Isaías, porque el profeta dejó en claro que Dios es el Alfarero y que nosotros somos el barro (Isaías 64: 8). Él oró a Dios para que "rasgara los cielos" y diera a conocer su nombre para que "las naciones se estremezcan ante Tu presencia" (Isaías 64: 1-2). El pueblo mismo “se ha vuelto como vestido de inmundicia … No hay quien invoque tu nombre… Porque has escondido de nosotros tu rostro” (Isaías 64: 6-7).


Por lo tanto, no les fue posible sanar su propia ceguera, porque Dios mismo los había cegado (Isaías 6: 10; 29: 10; 44: 18). Por lo tanto, se requirió un acto de intervención divina solo por la voluntad de Dios para poner fin a la sentencia de ceguera y cambiar la situación.



¿Quiénes son el pueblo de Dios?


Hay tres revelaciones principales en la discusión de Pablo: (1) que Dios se revela a aquellos a quienes ha elegido soberanamente; (2) que la voluntad soberana de Dios inicia tal revelación por gracia, y que la voluntad del hombre es una mera respuesta a su voluntad; y (3) que las promesas de Dios no se cumplieron en los israelitas carnales per se sino solamente en el Remanente de Gracia, haciendo de ese Remanente los verdaderos israelitas elegidos según la definición de Dios.


Cuando Dios liberó a Israel de Egipto bajo el liderazgo de Moisés, los llevó al monte, donde hizo un pacto con ellos. En lugar de llamarlos mi pueblo en virtud de su descendencia de Abraham, Isaac y Jacob, Dios les dio instrucciones sobre cómo podrían convertirse en su pueblo (Éxodo 19: 5). La implicación es que su condición de pueblo de Dios dependía de su capacidad para obedecerle. Tales eran los términos del Antiguo Pacto.


Cuarenta años más tarde, después de que Israel no lograra alcanzar el estatus del pueblo de Dios, Dios hizo un segundo pacto (Deuteronomio 29: 1), que en realidad lograría convertirlo en su pueblo. Ese fue otro voto del Nuevo Pacto, en el que Dios asumió la responsabilidad de hacerlos su pueblo. En Deuteronomio 29: 12-13, le dijo a Moisés que reuniera al pueblo …


12 para que entres en el pacto con Yahweh tu Dios, y en el juramento que el Yahweh tu Dios hace contigo hoy, 13 para que Él te establezca hoy como su pueblo y Él sea tu Dios, así como Él os habló a vosotros y como lo juró a vuestros padres, a Abraham, Isaac y Jacob.


Si su estatus como “su pueblo” se hubiera basado en la genealogía, no habría sido necesario que Dios hiciera un juramento para otorgarles ese estatus. Pero es obvio que después de cuarenta años en el desierto, todavía no eran su pueblo. Tampoco habían podido lograrlo por el poder de su propia voluntad o por sus buenas intenciones a través del pacto anterior. Por lo tanto, Dios hizo un segundo pacto con ellos que fue “como lo juró a vuestros padres, Abraham, Isaac y Jacob".


La mayoría de los cristianos saben que Dios le hizo una promesa del Nuevo Pacto a Abraham. Son menos los que se dan cuenta de que la fe del Nuevo Pacto es creer que Dios cumplirá su promesa de hacernos su pueblo (Romanos 4: 21-22). La mayoría todavía basa su salvación en su propia promesa a Dios, pensando que su propia decisión y resolución de seguir a Jesús los ha salvado. En cambio, deberían ver que Dios se les reveló y que su decisión fue una respuesta, no lo que inició su salvación. “Lo amamos porque él nos amó primero” (1ª Juan 4: 19 KJV).


Este entendimiento preserva la soberanía de Dios y no le da crédito a la carne.



'No mi pueblo' se convierte en 'mi pueblo'


En Isaías 65: 1, Dios dijo: "Me dejé encontrar por los que no me buscaban", y les gritó: "Aquí estoy, aquí estoy". Sin embargo, se mantuvo en silencio ante aquellos que lo buscaban activamente. Por tanto, el plan divino parece desafiar la lógica, lo que hace que muchos luchen por una respuesta satisfactoria.


El profeta Oseas tenía más que decir sobre esto. Él muestra cómo los israelitas se habían convertido en "no mi pueblo" a través de su pecado y rebelión contra las Leyes de Dios. Por eso, uno de los hijos del profeta se llamaba Lo-ammi, "no mi pueblo". (Oseas 1: 9). Sin embargo, la promesa de Dios (basada en el Nuevo Pacto) era convertirlos en su pueblo (Deuteronomio 29: 13).


Oseas 2:23 reconoce esto, diciendo:


23 ... Y diré a los que no eran mi pueblo: "¡Vosotros sois mi pueblo!" Y dirán: "¡Tú eres mi Dios!"


Por lo tanto, aunque solo el Remanente de Gracia fue el pueblo de Dios a lo largo de la historia, basado en el voto del Nuevo Pacto de Dios y evidenciado por su fe abrahámica, al final, todos se convertirán en su pueblo. El Nuevo Pacto dado a Noé se aplicó a toda la Tierra (Génesis 9:17); el Nuevo Pacto dado a Abraham debía bendecir a “todas las familias de la tierra” (Génesis 12: 3); y la promesa a los israelitas bajo Moisés fue dada “tanto con los que están aquí … como con los que no están hoy aquí con nosotros” (Deuteronomio 29: 15). En otras palabras, todos.


La conclusión es que los israelitas, como la humanidad en general, no pudieron encontrar a Dios por el poder del voto del Antiguo Pacto que tomaron en Éxodo 19: 8. No pudieron convertirse en el pueblo de Dios sobre la base de su propia voluntad. Todos se habían vuelto inmundos, y toda su justicia era “como trapo de inmundicia” (Isaías 64: 6). Así que Dios asumió esta responsabilidad al jurar hacerlos su pueblo y ser su Dios.


El camino hacia el éxito no pareció ser fructífero, por supuesto, porque Él dice: “Todo el día extendí mis manos a un pueblo rebelde” (Isaías 65: 2). La impotencia de la humanidad, incluidos los israelitas, hizo que pareciera que las promesas de Dios seguramente fracasarían. Aquellos que pensaban que el hombre debía iniciar su propia salvación estaban en apuros para creer que Dios realmente podía cambiar los corazones de todos los hombres y hacerlos su pueblo.


Sin embargo, aquellos que tienen la revelación de la soberanía absoluta de Dios pueden descansar en el conocimiento de que Dios puede cumplir todas sus promesas, votos y juramentos, así como el mismo Abraham le creyó a Dios (Romanos 4: 21). Tal fe se encuentra solo en un "remanente" durante la era actual. Ese Remanente está llamado a dar testimonio de la gracia de Dios, mientras que la mayor parte del mundo no tiene fe en que Dios pueda cumplir sus votos. La mayor parte del mundo todavía tiene confianza en su propio “libre albedrío” y no cree que Dios tenga el derecho o incluso la capacidad de anular la voluntad del hombre.


Pero Isaías se mantiene firme en su creencia de que la voluntad del hombre no es un impedimento para la voluntad de Dios. Aunque la mayoría de los hombres permanecen en la oscuridad y la incredulidad durante su vida, llegará el día en que toda rodilla se doblará y toda lengua jurará lealtad a Cristo para la gloria de Dios el Padre (Isaías 45: 23; Filipenses 2: 10-11).


https://godskingdom.org/blog/2021/02/isaiah-prophet-of-salvation-book-9-part-26

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