28 de septiembre de 2020
Hace muchos años estaba yo calentando la banca, por imposición, en la segunda iglesia local en la que me congregaba sin poder participar de la Santa Cena durante unos 3 años, porque me habían echado de mi primera congregación. Como en esta segunda congregación lo sabían, ya que los pastores eran amigos y participantes ambos en el Consejo Evangélico de Bizkaia, me impusieron tal condición para poder asistir.
En aquellos tiempos vez tras vez el Señor dada palabras proféticas a través de diversos miembros en ambas congregaciones, siempre llamando a la santificación. La respuesta durante años fue siempre la misma: caso omiso y seguir 'evangelizando' en ropas menores. Activismo, en mi opinión, o vano intento de engañar a Dios mediante un ímprobo trabajo invertido en obras muertas, para no tener que obedecerle; es decir, para no tener que reconocer el pecado y PARAR Y SANTIFICARSE hasta sacar la inmundicia del santuario.
Una de esas actividades evangelísticas era la anual "Marcha para Jesús". Al respecto, se realizaban anuncios, se oraba con mucha antelación, se promocionaba la Marcha, etc. Yo, sin embargo, oraba en el sentido contrario de obedecer; es decir en el de obedecer las palabras proféticas y santificarse, pues una iglesia que evangeliza en pecado nunca conseguirá resultados; al menos resultados agradables para Dios. En ambas congregaciones dije varias veces que necesitábamos primero una Marcha HACIA Jesús; es decir la marcha del camino interior, del arrepentimiento y la cruz, cesando en las obras muertas para así poder entrar en el Reposo de Dios.
De hecho, en ambas iglesias jamás se conseguía un solo prosélito en las actividades de evangelización conjunta y si alguien venía nunca perseveraba y al poco salía por la puerta llevándose a alguien con él. Conversiones, si alguna hubo, se trataban de algún caso raro fruto de evangelización personal de algún miembro digno, o a través de medios con los que Dios tenía que puentear a las iglesias en desorden, como la campaña del libro "Fuerza para Vivir".
Recuerdo que algunos hermanos visitaban el previsto recorrido inicial de la Marcha, para orar al respecto. Una vez una hermana dio testimonio de que hasta se le erizaban los pelos mientras caminaban orando en voz alta todo el trazado y que sentía que ello era testimonio del agrado del Señor al respecto y presagio de que algo grande iba a ocurrir el día del evento.
Justo el día anterior las autoridades civiles cambiaron el recorrido de la Marcha y les asignaron el recorrido inverso. De la Plaza Moyúa a la Plaza del Sagrado Corazón, en lugar del previsto que era de Moyúa hacia la Plaza de España.
Cuando me enteré que ellos marcharon sobre un recorrido por el que no se había orado ni caminado previamente, justo de espaldas al previsto y de cara hacia la estatua de Jesús, situada al final del trayecto, supe en mi espíritu que el Señor estaba confirmando mi discernimiento, de que lo que Él quería es una MARCHA HACIA JESÚS y su rechazo de cualquier MARCHA PARA JESÚS de impenitentes.
Por supuesto, el resultado de tal actividad, como el de tantas y tantas similares, realizadas por una iglesia en paños menores, fue nulo.
¿Se dieron por aludidos? ¡Por supuesto que no! Y eso que yo me encargué de interpretarles el porqué de dicho cambio de recorrido por parte de las autoridades civiles. Una vez más, los hombres de guerra (Josué 5: 4-6) se negaron a deponer las armas y morir en el desierto, condición previa para poder cruzar el Jordán, y abundaron en su contumacia; ¡contumacia que aún persiste, más de 25 años después!
JOSÉ
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