VIVIENDO POR EL ÁRBOL DE LA VIDA Y NO POR EL DEL CONOCIMIENTO (W. Nee):
Hermanos, éste es el camino que nuestra obra debe tomar. No es un asunto de tratar con lo correcto o lo equivocado sino un asunto de tratar con el espíritu de otros. La señorita Barber no fue una persona que estaba en la esfera de lo correcto o incorrecto. Era capaz de discernir todo mi ser. Hablando externamente estaba molesto con ella, pero mi hombre interior era subyugado por ella.
Al laborar por el Señor, no debemos ocuparnos de razonamientos y argumentos de lo correcto o lo equivocado, el bien o el mal. Estamos aquí para conocer el espíritu del hombre, para tocar su espíritu y cultivarlo. Ésta es la lección que debemos aprender.
(Nee, Collected Works, 60-18).
En su testimonio personal en 1936, Watchman Nee dijo: “En la Iglesia, lo correcto y lo equivocado no tienen cabida; lo único que cuenta es llevar la cruz y aceptar su quebrantamiento. Esto produce el derramamiento de la vida de Dios y el cumplimiento de Su voluntad”.
(Lee, Watchman Nee, 21)
M. E. Barber también ayudó a Watchman Nee a distinguir entre la vida y la obra, entre la vida y la elocuencia, entre la vida y el conocimiento, y entre la vida y los dones. Un expositor cristiano, decía ella, puede ser dotado para hablar, elocuente para predicar, lleno de conocimiento, y aún exitoso en llevar a cabo una obra popular, pero eso no es vida.
De vez en cuando, él y la señorita Barber iban juntos a escuchar a un predicador cristiano. Él siempre admiraba ya sea la elocuencia, el conocimiento, la capacidad o el poder natural de persuasión del predicador. Luego la señorita Barber le mostraba que lo que él admiraba no era ni la vida ni el Espíritu. Lo que él admiraba podía ser capaz de impresionar a las personas y motivarlas para llevar a cabo ciertas obras, pero eso nunca podría ministrarles vida. Mediante tales diagnósticos espirituales, él fue educado a discernir y distinguir la diferencia entre la vida y la obra.
Empezó a darse cuenta de que la mayoría de los sermones dados por los predicadores y maestros cristianos no eran granos de vida sino copos de paja. También observó que en la mayor parte de la obra cristiana, supuestamente llevada a cabo por Cristo, se ministraba muy poca vida (ibíd. 85).
(Tomado de la biografía de la Srta. Barber)
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