15 de enero
"Y apareció Yahweh a Isaac aquella noche",
Gén. 26: 24
Apareció la misma noche, la noche en que fue a Beerseba. ¿Crees que esta revelación fue una casualidad? ¿Crees que el tiempo en que ocurrió también lo fue? ¿Crees que podría haber acontecido en otra cualquier noche lo mismo que en ésta? Si es así, has cometido una equivocación de gran gravedad. ¿Por qué le aconteció a Isaac en la noche en que llegó a Beerseba? Porque fue en la noche en que halló descanso.
En su antigua localidad había estado atormentado. Hubo una serie de riñas pequeñas sobre la posesión de ciertos pozos mezquinos. No hay molestias tan grandes como las pequeñas inquietudes, especialmente si existe una acumulación de ellas. Isaac se dio cuenta de esto.
Aun después de haber pasado la contienda, el lugar dejó un recuerdo desagradable. Él decidió marcharse. Buscó un cambio de escena. Levantó su tienda del lugar del sitio en que ocurrió la contienda. Aquella misma noche tuvo la revelación. Dios le habló cuando no tenía ninguna tormenta interior. Dios no le podía hablar cuando tenía la mente irritada. Su voz reclama el silencio del alma. Solamente en el silencio del espíritu fue como Isaac pudo oír el susurro de la voz de Dios. Su noche silenciosa fue su noche estrellada.
Alma mía, ¿has pensado sobre las palabras, "Estad quietos y conoced?" (Sal. 46: 10). En la hora de la perturbación no puedes oír la contestación a tus oraciones. ¡Con cuánta frecuencia te ha parecido que la respuesta la has recibido mucho después! El corazón no obtiene respuesta en el momento de su clamor, de su trueno, de su temblor de tierra y de su fuego. Pero cuando cesa el clamor, cuando viene la calma, cuando tu mano deja de golpear en la puerta de hierro, cuando tu interés por las vidas de otros rompe tu fijación en la tragedia de la tuya, entonces, aparece la respuesta tan retardada.
Tú debes tener paz si quieres obtener el deseo de tu corazón. La pulsación también debe no alterarse por el apremio de tus necesidades. Esconde la tempestad de tu turbación personal detrás del altar, tratándola como una tribulación común y esa misma noche el Señor se te aparecerá. El arco iris se extenderá en el lugar de la inundación calmada, y en tu quietud oirás la música eterna.
George Matheson
"Las lecciones más grandes de la vida son las que aprendemos, no en los colegios ni en las universidades, sino en el silencio del alma, en la presencia de Dios".
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