CAMINA EN SU PRESENCIA / CONFÓRMATE A LO QUE DIOS DESEA (Sorbos Místicos), François Fenélon




CAMINA EN SU PRESENCIA

El meollo de tu vida como cristiana se contiene en las palabras de Dios a Abraham, “camina en Mi presencia, y serás perfecto”. La presencia de Dios calma tu espíritu, te da un sueño reposado, y aquieta tu mente. Pero debes entregarte a Él por completo.

No lleva mucho tiempo amar a Dios, renovarte en Su presencia, y  adorarle en las intimidades de tu corazón. El Reino de Dios está dentro de ti y nada puede perturbarlo.

Cuando las distracciones externas y una imaginación caprichosa te impidan tener una vida interior pacífica, debes entonces traerte, por un acto de la voluntad, ante la presencia de Dios. No es que puedas forzar tu entrada a la presencia de Dios, pero incluso venir a la presencia de Dios ya es de por sí una poderosa ayuda para tu espíritu.

Cultiva un propósito puro y recto para con Dios. De cuando en cuando debes avivar tus más íntimos deseos de total dedicación a Dios. Debe haber ocasiones cuando sólo pienses en Él, con un amor pleno y alerta. En esas ocasiones consagra hasta el último de tus sentimientos ante Él. 

No te inmiscuyas en cosas que sabes que te distraen de Dios tanto en lo externo como en lo interno. En el momento en que te distraes de Dios es difícil volver a Él.

Siempre que notes que deseas algo con demasiado anhelo, detente de inmediato. Dios no habita en medio del caos y el desorden. No te veas inmiscuida en lo que se dice y hace a tu alrededor. Acabarás profundamente aturdida si lo haces. Averigua lo que Dios espera de ti en una situación en concreto y aférrate estrictamente a eso. Esto te ayudará a mantener tu espíritu interior tan libre y pacífico como sea posible. Deshazte de cuanto te impida acercarte con facilidad a Dios.

Una forma excelente de mantener un espíritu manso es dejar de actuar por completo en cuanto hayas acabado tu quehacer. ¡No sigas pensando en lo que has hecho o no has hecho! Y no te culpes por haber olvidado algo, o por haber hecho algo que lamentas. Serás mucho más feliz si mantienes tu mente sólo en las tareas que haces sobre la marcha. Piensa en algo sólo cuando sea momento de pensar en ello. Dios te dirá cuando llega el momento de tratar con algo. Agotarás tu mente al intentar imaginarte la voluntad de Dios antes de que llegue el momento oportuno.

Toma la costumbre de volver tu atención a Dios con regularidad. Entonces serás capaz de aquietar toda tu conmoción interna en el momento en que empiece a revolverse. Apártate de todo placer que no provenga de Dios. Busca a Dios por dentro, y sin duda le hallarás en paz y gozo. Ocúpate de Dios más que de cualquier otra cosa. Haz todo sabiendo que estás actuando ante Dios por su causa. Ante la vista de la majestad de Dios, tu espíritu debería llenarse de tranquilidad y bienestar. Una Palabra del Señor amansó el furioso mar y un vistazo de Él hacia ti, y de ti hacia Él, hará lo mismo en ti.

Eleva tu corazón a Dios. Él te purificará, te iluminará, y te dirigirá. David dijo, “Siempre he puesto al Señor delante de mí. Repite Sus maravillosas palabras, “a quién tengo en los cielos sino a ti, nada en la tierra es comparable a ti”.

No esperes a cuando puedas cerrar la puerta sin que te interrumpan. En el instante en que anheles la oración interior, ya es suficiente para traerte a la presencia de Dios. Vuélvete a Dios con sencillez, llena de confianza, y con franqueza. Incluso en esos momentos en que más te interrumpen, puedes volverte a tu Padre. En vez de estar molesta por una conversación improductiva, puedes hallar alivio al buscar un tiempo de comunión interior con Dios. Así puedes ver que todas las cosas ayudan a bien para aquellos que aman a Dios.

Lee lo que sea apropiado a las necesidades que tienes ahora. Detente, según vayas leyendo, para escuchar la voz de Dios dirigiéndote. Dos o tres sencillas palabras llenas del espíritu de Dios son como alimento para el espíritu. Las palabras se olvidan, pero siguen haciendo su trabajo en lo secreto, y el espíritu se alimenta de ellas y crece fuerte.



DESCANSA EN DIOS

La virtud empieza a crecer en un corazón que desea la voluntad de Dios. No es cuestión de saber mucho, o tener mucho talento, o siquiera hacer grandes hazañas ... todo cuanto realmente necesitas es un anhelo de pertenecer por completo a Dios. Mas, ¿cómo llega tu voluntad a este lugar? Conformándote, poco a poco, a lo que Dios desea. Debes aprender a afinar tu débil voluntad con la todopoderosa voluntad de Dios. Aquí hallarás una paz y un gozo interminable e inagotable.

¡Adora, alaba, y bendice a Dios por todo! Contémplale en todas las cosas. Ya que le amas, no hay nada que sea verdaderamente maligno en tu vida, pues Dios utiliza incluso los más terribles sufrimientos para obrar a tu favor. ¿Podrían tenerse por malignos los problemas que Dios usa para purificar tu vida? Piensa en lo que estos problemas llevan a cabo en tu vida.

Descansa de todas tus cuitas en el seno de tu Padre. Estate contento con seguir su voluntad en todas las cosas y aunar tu voluntad en perfecta armonía con Él. No le resistas a medida que obre dentro de ti. Si sientes que se levanta resistencia dentro de ti, vuélvete a Él y toma su punto de vista en contra de tu propia naturaleza rebelde. Él sabrá qué hacer. Aprende a no entristecer al Espíritu Santo dentro de ti, pues Él cuida de tu vida interior. Aprende de los errores que has hecho en el pasado sin desanimarte.

¿De qué mejor modo puedes glorificar a Dios que renunciando a tus propios deseos y permiténdole hacer lo que a Él le agrada? En verdad Él es tu Dios cuando no veas otra cosa que la mano de Dios gobernando todas las cosas de tu vida, y cuando le adores sin presiones externas e incluso sin consuelo interior.

Querer servir a Dios en ciertas circunstancias, pero no en otras, es servirle a tu propio antojo. Pero no poner límites en tu sumisión a Dios es en verdad morir a ti mismo. ¡Así es cómo se debe adorar a Dios! Ábrete a Dios sin límites. Deja que Su vida fluya a través de ti como un torrente. No temas nada en la senda que caminas. Dios te llevará de la mano. Deja que tu amor por Él deseche el temor que sientes por ti mismo. 



(Por gentileza de E. Josué Zambrano Tapias)

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