Viviendo en fe o en esperanza |
Los
creyentes del Antiguo Testamento miraban hacia el futuro para
su salvación; miraban hacia la Obra aún por hacer en esta
dimensión, al sacrificio perfecto de Cristo. Ellos vivían en
esperanza. Vivían en esperanza en cuanto a Cristo y los
acontecimientos referentes a la dimensión temporal; a los demás
efectos, en la dimensión espiritual para ellos todo estaba
consumado, exactamente igual que para nosotros.
Los
creyentes del Nuevo Testamento miramos hacia el sacrificio perfecto
ya consumado en el pasado en el Calvario. Es decir,
nosotros vivimos en fe.
Heb.
10:38
Mas el justo vivirá por fe;
Y si retrocede, mi alma no se complace en él.
Y si retrocede, mi alma no se complace en él.
Sin
embargo, a pesar de que la Biblia enseña esto, muchos creyentes no
lo entienden en sus mentes y, por tanto, viven de espaldas a la
verdad y continúan andando
en esperanza,
en lugar de creer, tratar de crecer y cumplir las condiciones para
poder tomar lo que ya les pertenece (Hebreos
6:12
a
fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que
por
la fe y la paciencia heredan las promesas);
es decir, siguen mirando hacia el futuro como si todavía buscaran
algo que tendría que ocurrir, esperando que Dios haga algo que nunca
hará, porque ya lo hizo.
Esta
forma de vivir es absurda y muy incómoda, pues supone algo así como
tratar de entrar a una habitación donde ya se está; cosa imposible
de lograr por más empeño que se ponga. Nos nos extrañe entonces
que en este tipo de creyentes la paz se torne algo muy difícil de
lograr, pues se esfuerzan por conseguir algo que ya les fue dado y
nunca han perdido; se empeñan en ser algo que ya son.
Por
supuesto, hablamos de manera objetiva. Objetivamente todos ya
tenemos esto, la Obra ya fue consumada. Sin embargo, solo podemos
apropiarnos de ella subjetivamente, cuando la revelación la
hace accesible a nuestra experiencia.
¿Cómo
detectamos o discernimos si un hermano está en fe o en esperanza?
Muy sencillo. Cuando le oímos hablar u orar él se expone. Veamos,
por ejemplo, cómo orarían ante una misma situación dos hermanos,
uno que está en esperanza y otro estando en fe:
El
que vive en esperanza:
“Padre,
tu Palabra dice que por las llagas de Cristo fui sanado; por
ello te pido que me sanes. Gracias Padre porque vas a
sanarme. Oro en el nombre de Jesús”.
El
que vive en fe:
“Padre,
tu Palabra dice que por las llagas de Cristo fui sanado; por
ello te pido que me permitas apropiarme de la sanidad que Jesús ya
ganó para mí. Te doy las gracias por haberme sanado. Oro
en el nombre de Jesús”.
[Nota: Entendemos que esta oración y cualquier otra solo será contestada cuando previamente hayamos conocido la mente del Señor al respecto; es decir, hemos de pedir lo que Dios nos ha mostrado que quiere darnos; es decir, oramos apoyándonos en Su Palabra (Rhema)- para la sazón u ocasión específica, no en la Palabra general (Logos). En lugar de una petición por sanidad podríamos poner cualquier otra y sería lo mismo].
No
deberíamos pedir a Dios que haga cosas que ya hizo y quedaron atadas
y consumadas.
En
el ejemplo anterior hemos visto como el hermano que vivía en
esperanza, tras afirmar en su oración que ya había sido sanado,
apoyándose en la cita bíblica de Isaías, le pide que lo vuelva a
sanar. Absurdo y contradictorio. ¿No es cierto?
¿Podemos
ver ahora la enorme incongruencia de muchas de las oraciones que
hacemos los creyentes cuando ignoramos la Obra de Cristo ya consumada
en el pasado?
Cristo
ya vino y consumó su Primera Obra. Ya estamos sentados con Él a la
diestra de la Majestad en las Alturas, como lo dice Pablo en su
Epístola a los Efesios. ¿Cuán importante es que lo creamos, lo
oremos, lo proclamemos y actuemos en consecuencia!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Agradecemos cualquier comentario respetuoso y lo agradecemos aún más si no son anónimos. Los comentarios anónimos no serán respondidos.