EXPONIENDO LA MÁSCARA DEL AMOR PROPIO: NO NECESITAS CURACIÓN SINO QUE TE MATEN (Sorbos místicos), François Fenélon




LA MÁSCARA DE LA PROPIA NATURALEZA

Amarte a ti misma egoístamente cierra el espíritu. Te introduces en una camisa de fuerza cuando te encierras en el yo. Cuando sales de esa prisión experimentas lo inmenso que es Dios, y cómo Él pone en libertad a sus hijos. 

Me gozo en que Dios te haya reducido a debilidad. No vas a ser convencida de la existencia de tu amor propio ni serás librada de él de ninguna otra forma. El amor propio encuentra fuerzas ocultas y escondrijos secretos a causa de tu fuerza natural y tu ingenio para sobrevivir. No puedes ver tu egoísmo. El egoísmo se alimenta del sutil veneno de una aparente generosidad de siempre sacrificarse por otrosDios obligará a tu antigua naturaleza a chillar y a salir a campo abierto. ¿Ves lo celosa que eres en realidad?

La debilidad es muy dolorosa, pero también es muy útil. Mientras el amor propio exista, vas a tener miedo de que se descubra. Siempre que quede el más mínimo rastro de amor propio en las secretas moradas de tu corazón, Dios le dará caza, y, por algún martillazo infinitamente misericordioso, obligará a tu egoísmo y envidia a salir de su escondite. El veneno entonces se convierte en cura. El amor propio, expuesto a la luz, se contempla horrorizado. Las lisonjeras ilusiones de toda la vida que has mantenido a flote son forzadas a morirDios te permite ver a quién adoras en realidad: a ti misma; No puedes hacer otra cosa más que verte a ti misma

Así mismo, eres incapaz de ocultar tu verdadero ser de otros. Así que arrancar al amor propio su máscara es el castigo más humillante que pueda infligirse. Ves que ya no eres tan sabia, paciente, educada, controlada, y valiente en tu sacrificio por otros como te habías imaginadoYa no te alimentas de la creencia de que no necesitas nada. Ya no piensas que tu “grandeza” y “generosidad” se merecen un mejor nombre que “amor propio”. Ahora ves tu egoísmo como el de un niño estúpido que berrea por la pérdida de una manzana. ¡Pero el tormento se extiende porque también gritas de rabia por tan sólo haber llegado a llorar! Nada te puede consolar porque tu venenoso carácter ha sido descubierto. Ves toda tu estúpida rudeza y condescendencia. Mira tu propio reflejo repulsivo. Di junto a Job, “el miedo que presentía me ha sobrevenido; lo que me daba terror me ha acontecido”. (Job 3:25) 

¡Bien! Aquello a lo que más miedo tiene tu vieja naturaleza es lo que necesita destrucción. Dios no necesita atacar lo que ya está muerto. Sólo lo que vive ha de morir. Lo que necesitas es convencerte de tu excesiva ñoñería. Todo cuanto tienes que hacer es estar dispuesta a verte como eres. En el momento que lo hagas, empezarás a cambiar.

Pides un remedio para ponerte bien. No necesitas ser curada, necesitas que te maten. No busques una cura; deja que llegue la muerte. Ten cuidado, no obstante, de tomar la gallarda resolución de no dejarte curar. Esto puede llegar a ser un remedio disfrazado, e incluso podría ofrecer ayuda y consuelo a la vida propia. No busques consuelo para el amor propio, y no ocultes tu enfermedad. Deja que simplemente todo se vea, y luego déjate morir. Esta muerte no ha de ser llevada a cabo por fuerza alguna que provenga de ti. 

La debilidad es lo único que debieras poseer. Toda fuerza está fuera de lugar. Sólo hace que la agonía sea más larga y dolorosaSi mueres de agotamiento, morirás más rápido y con menos violencia. Morir es necesariamente doloroso. Los estimulantes son una crueldad para los que están siendo torturados. No quieren más fuerzas ... sólo anhelan el golpe fatal. Si fuera posible ayudar al torturado debilitándole y apresurando su muerte, su sufrimiento sería acortado. Pero él nada puede hacer. La mano que le ató a su potro de tortura es la única que puede acabar con él. No pidas remedios o fuerza, ni siquiera la muerte. Pedir la muerte es falta de paciencia. Pedir comida o cura es prolongar tu agonía. ¿Qué vas a hacer? No busques nada. No te sujetes a nada. Confiésalo todo, pero no para buscar alivio, sino para ganar humildad y un deseo de rendición.

No me mires como un medio de vida, sino como un medio de muerte. Un instrumento de vida no serviría para su propósito si no ministrara vida. Un instrumento de muerte no se merecería dicho nombre si mantuviera viva a las personas en vez de matarlas. Permíteme ser, o qué menos que aparentar, duro, sin sentimientos, indiferente, inmisericordioso, molesto, y desconsiderado. Dios sabe cuán lejos está eso de la verdad, pero Él permite que todo parezca así. Te seré de mucha mayor utilidad a través de este personaje duro falso e imaginario que por medio de mi afecto y ayuda real. 

La cuestión no es saber cómo puedes mantenerte con vida, sino cómo has de perderlo todo y morir.



(Por gentileza de E. Josué Zambrano Tapias)

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