"¿Quien de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero
y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla?"
Lucas 14:28
Nosotros no debemos calcular el costo al que se refiere nuestro Señor, pues Él ya lo hizo: Son los 30 años en Nazaret; los tres años de popularidad, escándalo y odio; la insondable agonía que experimentó en Getsemaní; y la furiosa embestida contra Él en el Calvario, el eje central sobre el cual giran el tiempo y la eternidad. Jesucristo calculó el costo. La gente no se va a reír de Él al final diciendo: "Este hombre comenzó a edificar y no pudo acabar", Lucas 14:30.
Las condiciones del discipulado, establecidas por nuestro Señor en los versículos 26, 27 y 33, significan que las personas a quienes Él va a emplear en sus poderosas empresas constructoras son aquellas en que Él ha hecho todo. Si alguno viene a mí y no aborrece a su padre, madre, mujer, hijos, hermanos, hermanas y hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo (Lucas 14:26). Este versículo nos enseña que el Señor únicamente usará en sus obras de construcción a los hombres y mujeres que lo aman de una forma personal, apasionada, devota y que supera a cualquiera de las relaciones más cercanas en la Tierra. Las condiciones son estrictas, pero también gloriosas.
Dios inspeccionará todo lo que nosotros edifiquemos. Cuando Él nos supervise con su fuego que escudriña y purifica, ¿detectará que hemos construido un proyecto personal sobre el fundamento de Jesús? (ver 1 Corintios 3:10-15). Estos son días de empresas formidables, en los que estamos tratando de trabajar para Dios y es allí donde se encuentra la trampa. En un sentido profundo, nosotros nunca podemos trabajar para Él. Jesús, como el Maestro Arquitecto, se encarga de nosotros de la manera que pueda dirigirnos y controlarnos completamente para sus empresas y sus planes de edificación y nadie tiene el derecho de exigir donde se le debe colocar a trabajar.
La paciencia es más que resistencia, más que simplemente aguantar hasta el final. La vida de un santo está en las manos de Dios, como el arco y la flecha en las manos de un arquero. Dios está apuntando a un blanco que el santo no puede ver, pero como nuestro Señor estira y tensiona, de vez en cuando el santo dice: “No puedo soportar más”. Él no nos hace caso y sigue estirando hasta que su propósito esté a la vista, y entonces lanza la flecha.
Colócate en las manos de Dios. ¿Hay una circunstancia en tu vida para la cual necesitas paciencia, ahora mismo? Mantén tu relación con Jesucristo por medio de la paciencia que produce la fe. Declara como Job: "Aunque él me matare, en él esperaré", Job 13:15.
La fe no es una emoción débil y lastimosa, sino una confianza fuerte y energética que se fundamenta en el hecho de que Dios es amor santo. Y aunque no lo puedes ver a Él en este momento y no puedes comprender lo que está haciendo, tú lo conoces. El desastre se presenta en tu vida cuando te falta la serenidad mental que proviene de arraigarte en la verdad eterna de que Dios es amor santo. La fe es el esfuerzo supremo de tu vida y significa que tú te rindes con una absoluta confianza en Él.
Dios arriesgó todo en su Hijo Jesucristo para salvarnos y ahora quiere que arriesguemos nuestro todo con plena confianza en Él. Existen áreas de nuestra vida donde esa fe no ha obrado todavía, lugares que no han sido tocados por Dios. En la vida de Jesucristo no hubo áreas sin tocar y tampoco nosotros debemos tenerlas. Jesús oró: "Y esta es la vida eterna, que te conozcan a ti", Juan 17:3. El verdadero significado de la vida eterna es una vida que puede enfrentar todo lo que tiene que enfrentar, sin vacilaciones. Cuando asumimos esta perspectiva, la vida se convierte en un gran idilio, en una gloriosa oportunidad para ver situaciones maravillosas todo el tiempo. Dios nos está disciplinando para llevarnos a ese punto central de poder.
La paciencia es más que resistencia, más que simplemente aguantar hasta el final. La vida de un santo está en las manos de Dios, como el arco y la flecha en las manos de un arquero. Dios está apuntando a un blanco que el santo no puede ver, pero como nuestro Señor estira y tensiona, de vez en cuando el santo dice: “No puedo soportar más”. Él no nos hace caso y sigue estirando hasta que su propósito esté a la vista, y entonces lanza la flecha.
Colócate en las manos de Dios. ¿Hay una circunstancia en tu vida para la cual necesitas paciencia, ahora mismo? Mantén tu relación con Jesucristo por medio de la paciencia que produce la fe. Declara como Job: "Aunque él me matare, en él esperaré", Job 13:15.
La fe no es una emoción débil y lastimosa, sino una confianza fuerte y energética que se fundamenta en el hecho de que Dios es amor santo. Y aunque no lo puedes ver a Él en este momento y no puedes comprender lo que está haciendo, tú lo conoces. El desastre se presenta en tu vida cuando te falta la serenidad mental que proviene de arraigarte en la verdad eterna de que Dios es amor santo. La fe es el esfuerzo supremo de tu vida y significa que tú te rindes con una absoluta confianza en Él.
Dios arriesgó todo en su Hijo Jesucristo para salvarnos y ahora quiere que arriesguemos nuestro todo con plena confianza en Él. Existen áreas de nuestra vida donde esa fe no ha obrado todavía, lugares que no han sido tocados por Dios. En la vida de Jesucristo no hubo áreas sin tocar y tampoco nosotros debemos tenerlas. Jesús oró: "Y esta es la vida eterna, que te conozcan a ti", Juan 17:3. El verdadero significado de la vida eterna es una vida que puede enfrentar todo lo que tiene que enfrentar, sin vacilaciones. Cuando asumimos esta perspectiva, la vida se convierte en un gran idilio, en una gloriosa oportunidad para ver situaciones maravillosas todo el tiempo. Dios nos está disciplinando para llevarnos a ese punto central de poder.
(Por Gentileza de E. Josué Zambrano)
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