CAPÍTULO DOCE DE "LA EXPERIENCIA DE VIDA"
LA ACEPTACIÓN DE LA DISCIPLINA
DEL ESPÍRITU SANTO 2 / 2
III. LA POSICIÓN DE LA
DISCIPLINA
DEL ESPÍRITU SANTO
La posición de la
disciplina del Espíritu Santo en la obra completa de Dios es
primeramente exterior, no es interior. A pesar de que la disciplina
del Espíritu Santo trata con cosas que hay dentro de nosotros, la
disciplina misma está en nuestro ambiente exterior. El Espíritu
Santo usa todo tipo de ambiente fuera de nosotros para disciplinarnos
y quebrantarnos.
Segundo, la
disciplina del Espíritu Santo es negativa, no es positiva. Hemos
dicho que la obra positiva de Dios por medio del Espíritu Santo es
ungir, guiar, iluminar, fortalecer interiormente, etc. La Biblia
habla mucho de estos aspectos, todos los cuales son gloriosos, dulces
y de capital importancia a los ojos de Dios. No obstante, dentro de
nosotros hay muchos elementos naturales que deben ser quitados; en
consecuencia, en la obra de Dios hay una parte adicional, la cual es
el trato o disciplina ambiental. Según nuestra experiencia, estos
tratos y disciplinas son extremadamente vitales; sin embargo, son
dolorosos y vergonzantes, y a los ojos de Dios no son de primordial
importancia, así que son negativos.
Además, la obra
positiva del Espíritu Santo dentro de nosotros es siempre llevada a
cabo por medio del Espíritu de Dios, mientras que la disciplina
negativa del Espíritu Santo en nuestro medio ambiente es efectuada
por obra de Satanás. Todas las personas, cosas y sucesos usados en
la disciplina del Espíritu Santo son manipulados por Satanás.
Por ejemplo, si alguien se nos opone y nos causa problemas, esta
oposición o problemas indiscutiblemente no vienen directamente de
Dios, sino directamente de Satanás. Además, un ladrón que roba
nuestra ropa, o un fuego que quema nuestra casa, sin duda no es
enviado directamente por Dios, sino por Satanás. Si alguien es
obstinado y rebelde y peca contra Dios, y como resultado cae enfermo
de cuidado, esta enfermedad no es enviada directamente por Dios, sino
por Satanás. Por eso, todas las personas, las cosas y los sucesos
envueltos en la disciplina del Espíritu Santo son medidas para
nosotros por Dios según nuestra necesidad. Pero aquel que
actúa tras la gente, las cosas y los sucesos para hacernos daño, es
Satanás. Por consiguiente, ésta es otra razón importante por
la cual decimos que la disciplina del Espíritu Santo no es dulce.
Ya que la posición
de la disciplina del Espíritu Santo es externa y negativa, no
debemos considerarla más importante que la unción positiva interna
del Espíritu Santo. El propósito de que nosotros experimentemos
la disciplina del Espíritu Santo es que podamos experimentar la
unción del Espíritu Santo. Si sólo tuviésemos la disciplina
del Espíritu Santo, pero no Su unción, ésta no tendría
significado.
IV. LAS
CARACTERISTICAS
DE LA DISCIPLINA DEL ESPIRÍTU SANTO
Hay dos
características de la disciplina del Espíritu Santo: una es
temporal, la otra de larga duración. La disciplina temporal es
sólo por un corto período de tiempo, y usualmente viene
repentinamente y pasa rápidamente. Tome como ejemplo uno que es
golpeado por un automóvil y gravemente herido, pero que no muere.
Luego de dos semanas en el hospital él se recuperará, y la
disciplina terminará. Eso es disciplina temporal. La disciplina de
larga duración es de un período de tiempo más largo, bien sea
varios años, o puede requerir toda nuestra vida. Así, el
dolor es grande, y el quebrantamiento es severo. Suponga, por
ejemplo, que Dios le da a un hermano una esposa que le gusta pelear,
o que El le da a una hermana un esposo poco razonable, causándole un
sufrimiento diario, quizás difícil de sobrellevar. Puesto que,
como cristianos, no se pueden divorciar, la esposa viene a ser una
disciplina de toda la vida para el esposo, y de igual manera, el
esposo para la esposa.
Las
disciplinas de larga duración son mayormente en un ambiente en el
que vivimos regularmente, tal como nuestra familia, el trabajo, la
iglesia o los parientes. Entre éstos, la disciplina de la familia es
la de mayor duración y es la más severa. Muchos en China dicen que
una familia es un cepo*
[*Un
collar cuadrado de madera como de 1 metro de lado, usado en países
orientales para aprisionar el cuello y a veces también las manos de
alguien para castigarlo].
Esto es muy significativo. La gente de este mundo toman el matrimonio
como un disfrute; pero en la práctica, cuando nos casamos, recibimos
un trato doloroso, y debemos prepararnos para ponernos el cepo y
llevar un candado. No
hay nada que ate más a la gente que la familia.
Aquel que tiene una familia recibe un yugo y una disciplina de Dios.
El
esposo es una disciplina de toda la vida para la esposa, y la esposa
para el esposo.
Los niños en la
familia son también un medio de disciplina. Aquellos que no
tienen niños siempre desean tener niños, pero a pesar de sus
deseos, algunos permanecen sin niños. Otros, que tienen muchos
niños, no quieren ni uno más, sin embargo mientras menos los
desean, más tienen. Cierta hermana puede desear tener un hijo dócil
como Jacob, pero desafortunadamente su niño es tan salvaje como Esaú
y crea muchos problemas en la casa todos los días. Ella llega a
sentir que su casa es como un horno. Los sirvientes se pueden
despedir, pero los niños se tienen que conservar ya sea que a ella
le gusten o no. Ellos la siguen por toda la vida y sirven como una
disciplina de larga duración para ella.
La iglesia es
también un lugar donde el hombre es disciplinado severamente.
Dios ordena que no podemos ser cristianos aislados; debemos estar en
la iglesia y en el Cuerpo, sirviendo al Señor y coordinando con los
hermanos y hermanas. Sin embargo, Dios también dispone que algunos
hermanos y hermanas peculiares estén con nosotros. Ellos aman al
Señor y están consagrados, pero tienen una disposición peculiar.
Ellos siempre están en conflicto con nosotros y nos hacen sufrir.
Esto también es la disciplina del Espíritu Santo a largo plazo.
A través de nuestra
vida encontramos muchos casos de este tipo de disciplina. Algunos,
como Pablo, viven continuamente con un aguijón en el cuerpo, que
puede ser una debilidad de su cuerpo físico o alguna incapacidad.
Esta es una disciplina de larga duración. La disciplina temporal
dura un corto período de tiempo, así que tenemos esperanza de ser
librados; pero la disciplina de larga duración requiere un período
largo y no deja ni cambia su sabor; siempre permanece igual. Por lo
tanto, cuando la disciplina de larga duración venga sobre
nosotros, no debemos esperar que ésta pase; más bien, debemos
abandonar toda esperanza y estar dispuestos a aceptarla a lo largo de
nuestra vida. En realidad, la disciplina de larga duración es la
más preciosa; solo ella nos puede dar un quebrantamiento largo y
severo. Las buenas lecciones son aprendidas por medio de pasar por la
disciplina de larga duración. Por lo tanto, debemos prestar atención
no sólo a la disciplina temporal, sino, aún más, a la disciplina
de larga duración.
V. EL ALCANCE
DE LA
DISCIPLINA DEL ESPÍRITU SANTO
El alcance de la
disciplina del Espíritu Santo es universal. Sus dimensiones son
iguales a las del universo. Todo lo que está en el universo está
incluido en este alcance. Por eso, todo lo que viene a nosotros,
incluyendo personas, cosas y sucesos, grandes o pequeños, es la
disciplina del Espíritu Santo. Debemos creer que nada de aquello
con lo que los cristianos se topan es lo que la gente del mundo llama
coincidencia o suerte, sino que es el arreglo y la disciplina del
Espíritu Santo. No es que ciertos aspectos, cierto tipo de cosas, o
ciertos asuntos sean la disciplina y arreglo del Espíritu Santo, y
todo lo demás no lo sea. Debemos admitir que en todo nuestro
vivir, todo asunto es la disciplina del Espíritu Santo. La razón
por la cual usted tiene cierta oportunidad de empleo es la disciplina
del Espíritu Santo. La razón por la cual usted conoce a ciertos
hermanos y hermanas es también la disciplina del Espíritu Santo.
Usted desearía ser saludable, pero desafortunadamente usted es
débil; ésta es la disciplina del Espíritu Santo. Usted espera que
su trabajo se ensanche para poder rendir un buen servicio al Señor,
pero desafortunadamente usted encuentra tantos problemas que no es
capaz de moverse, ésta también es la disciplina del Espíritu
Santo. Que usted tenga una esposa virtuosa y prudente o que se haya
casado con el esposo que usted deseaba, depende de la disciplina del
Espíritu Santo. Que tenga o no la vida de hogar perfecta depende
también de la disciplina del Espíritu Santo. Usted no desea tener
muchos hijos, sin embargo desafortunadamente sus hijos son
especialmente numerosos; ésta es la disciplina del Espíritu Santo.
O usted deseaba tener hijos pero desafortunadamente usted no tiene
ninguno; ésta es la disciplina del Espíritu Santo. Aun la pérdida
de propiedad, la mala administración de los negocios, o la carencia
en asuntos espirituales son la disciplina del Espíritu Santo.
Debemos aplicar la disciplina del Espíritu Santo a todo nuestro
vivir, a todo nuestro ambiente. Debemos admitir especialmente que
todas aquellas circunstancias que no son ni placenteras ni agradables
están dentro del rango de la disciplina del Espíritu Santo. De
este modo aprenderemos la lección en una forma completa.
VI. LA ACEPTACIÓN
DE
LA DISCIPLINA DEL ESPÍRITU SANTO
Para aceptar la
disciplina del Espíritu Santo debemos tomar nota de los siguientes
puntos:
A. Reconozca que es la disciplina
El reconocimiento
precede a la aceptación. Cuando recibimos al Señor como nuestro
Salvador, primero debemos reconocer que Él es el Salvador. De igual
manera, al aceptar la disciplina del Espíritu Santo, primero debemos
reconocer que todo lo que afrontamos proviene de la disciplina del
Espíritu Santo. En otras palabras, cada vez que nos encontramos
con algo, debemos darnos cuenta de que esto procede del Espíritu
Santo, y debemos reconocerlo como Su disciplina.
Previamente
nos hemos referido a Romanos 8:28, que dice que todas
las cosas
obran para bien. Mateo 10:29-30 también dice: “No
se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae
a tierra sin vuestro Padre. Pues aun vuestros cabellos están todos
contados”.
Estos pasajes muestran que todas
las cosas que vienen a nosotros, aun un asunto trivial como la caída
del pelo, han sido permitidos y medidos
por
Dios para que obren en nuestro beneficio espiritual.
En consecuencia, con respecto a todas las cosas, debemos admitir que
son la disciplina del Espíritu Santo.
B. Encuentre el propósito
Puesto que
reconocemos que cualquier cosa que venga a nosotros es la disciplina
del Espíritu Santo, entonces debemos descubrir cuál es el
propósito de la disciplina. Por ejemplo, alguien que haya sido
golpeado por un automóvil no puede pensar ingenuamente que puesto
que esta es la disciplina del Espíritu Santo, es suficiente alabar
al Señor; si tal es el caso, él no puede cosechar el beneficio. El
debe preguntarse: ¿Por qué fui golpeado por el automóvil? ¿Cuál
es el propósito del Espíritu Santo al darme tal disciplina? ¿Es
esto para castigarme, educarme o quebrantarme? El debe tener un
corazón anhelante y un espíritu de oración; él debe permanecer
callado delante del Señor buscándole hasta que sepa con certeza que
es un problema o una necesidad en particular lo que causa que sea
disciplinado por el Espíritu Santo. De esta manera él puede
aprender la lección espiritual y obtener un beneficio práctico.
C. Confiese en cuanto al punto específico por el cual es tratado
Una vez que nos
cercioramos de que el propósito de la disciplina del Espíritu Santo
al tratar con nosotros tiene que ver con un problema, debemos
confesarlo de una manera seria delante del Señor. Si no hubiese
sido por ese problema y dificultad no habríamos tenido necesidad de
la disciplina del Espíritu Santo. Ya que el Espíritu Santo
arregla el ambiente para disciplinarnos con respecto a un punto
específico, debemos darnos cuenta de que es en tal punto
específico que tenemos un problema delante de Dios, ya sea que
seamos obstinados u orgullosos, testarudos o desobedientes, no
dispuestos a pagar el precio, o no dispuestos a negar el yo; es una
cosa u otra la cual debe ser quitada o quebrantada, tratada o
derribada. De cualquier manera existe un problema. Debemos
recordar que la disciplina del Espíritu Santo nunca hace que
suframos sin razón; más bien, se debe siempre a que hay áreas
dentro de nosotros que necesitan ser tratadas. El Espíritu Santo
ya nos ha ungido muchas veces quizás, sin embargo, seguimos
desobedeciendo; por lo tanto, Él ha dispuesto tal disciplina para
ayudar Su unción interna. En consecuencia, una vez que
descubrimos el propósito de la disciplina del Espíritu Santo,
debemos tener una confesión cabal con relación al punto en
cuestión.
D. Sométase
Después de que
confesamos nuestros pecados, debemos someternos mediante al
Espíritu Santo. Esta sumisión implica aceptación.
Después de que vemos que el propósito de esta disciplina es
tratar con un punto específico, debemos someternos en ese punto
particular. Sólo entonces habremos aceptado la disciplina del
Espíritu Santo.
E. Adore
Después de que
aceptamos la disciplina del Espíritu Santo, debemos adorar a Dios.
La adoración es la forma más alta de gratitud. Debemos adorar a
Dios por Su obra en nosotros y la forma en que trata con nosotros.
Por Su trato con nosotros, por Su deseo en nuestra vida y por
quebrantarnos en tal manera, debemos no sólo dar gracias delante
de Él, sino también adorarle.
El cuadro más claro
en la Biblia de un hombre que adora a Dios se ve en Jacob. Cuando
estaba muriendo, él adoró a Dios apoyado en su bastón. Ese bastón,
el cual él llevó consigo a través de toda su vida, muestra por un
lado la experiencia completa de su vida, y por otro, su vida como un
peregrino. Ponemos más énfasis en el aspecto de la experiencia de
toda su vida, porque ésta incluye su vida como peregrino. Por lo
tanto, que Jacob adorara a Dios apoyado en su bastón, significa que
él adoró a Dios en conformidad con su experiencia. Cuando
una persona tiene la experiencia de ser dirigida por Dios, entonces
puede rendir adoración delante de Él. Sin embargo, si alguien nunca
ha tenido la experiencia de ser tratado por Dios, le es difícil
rendir adoración delante de Dios. Toda adoración del hombre a Dios
está basada en la experiencia del hombre delante de Dios. En
consecuencia, después de haber sido disciplinados delante de Dios
necesitamos tener una adoración muy clara, segura y solemne. En este
momento, estamos realmente aceptando la disciplina de Dios en una
manera firme.
Algunas veces parece
que hemos aceptado la disciplina delante de Dios, sin embargo, ni
hemos confesado cabalmente ante Él, ni hemos aceptado la disciplina
de Dios, ni lo hemos adorado solemnemente. Tal parece que hemos
aceptado la disciplina pero no la hemos aceptado cabalmente; por esto
la aceptación no es sólida. Que en lo sucesivo, cuando aceptemos
la disciplina del Espíritu Santo, podamos descubrir el propósito,
reconocer nuestras flaquezas y debilidades, someternos desde lo más
profundo y finalmente adorar a Dios. En esta forma nuestra aceptación
será muy firme.
VII. LA APLICACIÓN
DE
LA DISCIPLINA DEL ESPÍRITU SANTO
Aplicación
significa aceptación continua. Si la naturaleza de la disciplina es
temporal, ésta termina después de que la hemos aceptado. Sin
embargo, si la naturaleza de la disciplina es de una duración
extensa y larga, necesitamos no sólo aceptarla, sino saber cómo
aplicarla.
Tome por ejemplo el
caso dado anteriormente con respecto al accidente automovilístico.
Aquella fue una disciplina temporal. Mientras el hermano que fue
golpeado estuvo en la cama del hospital, él se dio cuenta de la
causa de ser disciplinado y se sometió. Poco después fue sanado y
de esta manera la disciplina terminó. No obstante, cuando Dios
prepara una esposa, un esposo o un colaborador para nosotros, uno que
esté diariamente a nuestro lado, esta clase de disciplina la debemos
no meramente aceptar una vez, sino que debemos aplicarla
continuamente. Aplicar la disciplina quiere decir que nosotros
cooperamos con el Espíritu Santo y le ayudamos a que nos discipline
y nos trate. Cuando los niños pequeños toman medicinas, algunas
veces necesitan que un adulto les tape la nariz forzándolos, para
que de esta manera la medicina pase por su garganta. Esto no es
necesario cuando los adultos toman medicina. A pesar de que la
medicina es amarga, ellos se la toman solos. Por esto, para aplicar
la disciplina del Espíritu Santo, no debemos ser como niños
pequeños al tomar medicinas, que tienen que ser forzados por Dios
para que la acepten, en vez de eso, debemos aplicarla voluntariamente
y de buena gana.
Debemos creer que
todas las circunstancias que se nos plantean no son sólo un arreglo
temporal o accidental del Espíritu Santo, sino que han sido
dispuestas de antemano por el Espíritu Santo en el plan eterno de
Dios. Antes de que fuésemos salvos y aun antes de que naciéramos,
Dios había dispuesto de antemano nuestros padres, cónyuge, hijos,
iglesia o colaboradores. En todo el universo, Dios ha ejercido Su
sabiduría grandemente al ocuparse de todas estas medidas
disciplinarias maravillosas para poder tratar con nosotros. Por lo
tanto, nunca debemos desear que Dios cambie a la parte contraria o el
ambiente. Debemos continuar aceptando y aplicando Su disciplina hasta
que seamos derribados y quebrantados.
VIII. LA EXAMINACIÓN DEL RESULTADO
Cuando aceptamos la
disciplina del Espíritu Santo, necesitamos echar una mirada atrás
después de un cierto período de tiempo y examinar qué resultado
hemos obtenido de esta disciplina. Algunas personas han sido
disciplinadas continuamente, sin embargo, no hay resultado alguno.
Cierto hermano pudo haber pasado a través de diez o veinte años de
disciplina y haber experimentado todo tipo de problemas, tales como
estar sin trabajo, atravesar pobreza, enfermedades, angustias y otras
amarguras de la vida; sin embargo en él no hay evidencia de ninguna
grieta, herida o quebrantamiento. Él es como una concha irrompible
de hierro. No importa cuántos tratos él haya atravesado, permanece
sellado e intacto, sin ningún resultado de la disciplina. ¡Esto es
ciertamente lamentable!
No piense que
nosotros no tenemos heridas porque no ha habido ninguna disciplina.
Realmente, a ninguno de nosotros se nos deja sin disciplina. Nuestro
Dios nunca ha errado, Su mano puede ser vista en todo lo que
emprendemos. Como regla general cada uno de nosotros debe ser
quebrantado y mostrar el resultado de haber sido disciplinado. Cuanto
más tiempo un hermano ha estado en la iglesia, más quebrantamiento
debe de tener. Ser quebrantado es ser derribado. Por medio del
quebrantamiento nuestra constitución natural llega a su fin. Sin
embargo, si pasamos por la disciplina y no hemos sido quebrantados,
ni mostramos evidencia de haber sido golpeados o derribados, esto
prueba nuestra falta de aceptación de la disciplina del Espíritu
Santo y especialmente nuestra falta de aplicar esta disciplina. Si
tal es el caso, simplemente hemos puesto todo en manos del destino,
permitiendo que las circunstancias pasen de largo sin ningún sentido
mientras el tiempo pasa.
Por esto, cada uno
de nosotros debe mirar siempre atrás y examinar el resultado
obtenido de la disciplina. El resultado mostrará si nuestra
condición espiritual es rica o pobre. Cuanto más aceptemos la
disciplina del Espíritu Santo, mayor será el resultado y más rica
será nuestra condición espiritual. Sin embargo, si aceptamos poca
disciplina, el resultado correspondiente será pequeño y la
condición espiritual pobre.
IX. LA PRUEBA
DE LA
DISCIPLINA DEL ESPÍRITU SANTO
La disciplina del
Espíritu Santo no sólo es dada para tratar con nosotros o
quebrantarnos, sino también para probarnos.
Algunas personas han
estado en aflicciones dolorosas, pero después de un período de
tiempo sus sufrimientos pasan y sus vidas se vuelven cómodas.
No se les critica sino que se les alaba; no se les oprime, sino que
se les exalta; todo les sale bien. Tal ambiente próspero prueba
dónde estamos en el camino.
Por lo tanto la
disciplina del Espíritu Santo consta no sólo de las pruebas de los
sufrimientos, sino también de las pruebas de la prosperidad.
Algunos hermanos y hermanas pueden soportar las aflicciones de la
pobreza, pero no pueden pasar la prueba de ser ricos. Algunos pueden
soportar la crítica y el ataque, pero no pueden pasar la prueba
de ser alabados y exaltados. Algunos, que nunca han sido
expuestos a las riquezas aseguran que ellos no aman el dinero. Esto
no es confiable. No es sino hasta que el oro y la plata están al
alcance de ellos que será probado si ellos realmente aman el dinero
o no. Algunos dicen que ellos amarán a sus esposas, pero esto lo
dicen porque no la tienen; una vez que ellos tienen una esposa a la
cual amar, será probado si ellos la aman o no. Para exponer nuestra
condición interior necesitamos que el Espíritu Santo no sólo use
un ambiente doloroso de aflicciones, sino que también necesitamos
que el Espíritu Santo nos ponga en un ambiente favorable para
probarnos. Por eso, la disciplina del Espíritu Santo obra por medio
de las aflicciones y de las pruebas simultáneamente. Pero
normalmente la disciplina del Espíritu Santo que viene por medio de
las aflicciones es siempre más frecuente que las pruebas que vienen
a través de la prosperidad.
X. PALABRA DE CONCLUSIÓN
La disciplina del
Espíritu Santo es una lección importante para los santos. Hay
muchas lecciones positivas para los santos, pero ésta es la única
que es negativa. A pesar de que hay otras lecciones de tratos que
tienen que ver con aspectos negativos, aún así, todos ellos
requieren la coordinación de la disciplina del Espíritu Santo. En
la Biblia, los antepasados y todos los vencedores en el camino de la
vida, según se narra en la historia de la Iglesia, han tenido
experiencias ricas y definidas en este respecto. A pesar de que ellos
no utilizaron necesariamente la expresión “la disciplina del
Espíritu Santo”, con todo, es sumamente evidente que ellos
experimentaron circunstancias diversas que les confrontaban con
aflicciones y pruebas. El apóstol Pablo, en Filipenses capítulo 4,
nos dice que él sabía vivir humildemente y tener abundancia;
esto se debe a que había aprendido las lecciones de la disciplina
del Espíritu Santo en medio de todas las circunstancias. Mucho más
nosotros, quienes buscamos el crecimiento en vida, debemos prestar
plena atención a esta lección, no sólo para conocer plenamente
estos puntos, sino para aceptar cabalmente los tratos. Entonces
permitiremos que la mano del Alfarero nos moldee y nos forme a
nosotros, los pedazos de barro, para que lleguemos a ser vasos
apropiados, llenos de la gloriosa imagen de Su Hijo.
Ver parte 1 aquí: http://josemariaarmesto.blogspot.com/2018/05/la-aceptacion-de-la-disciplina-del.html
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