SEGUNDA DE CORINTIOS, Cap. 10 / 1: Guerra espiritual, Dr. Stephen Jones




31 de mayo de 2018



Habiendo concluido su larga instrucción acerca de la ofrenda a la iglesia de Jerusalén, Pablo luego vuelve a su defensa contra la facción de Corinto que se oponía a él y negaba su autoridad apostólica.

2 Corintios 10:1,2 comienza,

1 Ahora bien, Pablo, yo mismo os exhorto por la mansedumbre y la benignidad de Cristo, ¡que soy manso cuando estoy cara a cara con vosotros, pero osado cuando estoy ausente! 2 Ruego, pues, que cuando esté presente no sea osado con la confianza con la que propongo ser osado contra algunos, que nos miran como si anduviéramos según la carne.

¿Qué les estaba urgiendo Pablo a hacer? Nunca termina su oración, pero el resto del capítulo y más adelante muestra que Pablo los instó a aceptar su instrucción y autoridad. Pablo se interrumpe al recordar cómo sus detractores decían: "Pablo no quiere enfrentarnos directamente; él es manso y amable en nuestra presencia, pero osado y confiado cuando está ausente". En otras palabras, confundieron la gentileza de Pablo con cobardía.

De hecho, es más fácil escribir una carta oponiéndose a alguien que decir las mismas cosas cara a cara. Pero Pablo disputa esos cargos que se le hacían. En el versículo 1 usaba ironía al decir: Yo soy manso cuando estoy cara a cara con vosotros, pero osado cuando estoy ausente!" Exponía la opinión de sus detractores, que no confesaban su propia manera de manejar la disputa.

En el versículo 2, el lenguaje de Pablo es difícil de entender. Él está orando para evitar ser demasiado osado (o duro); en otras palabras, Pablo fue deliberadamente manso y gentil al confrontar a aquellos que se oponían a él. Su dulzura, entonces, parecía ser inconsistente con el tono de sus cartas más atrevidas, y por eso algunos acusaron a Pablo de caminar según la carne. Esta percepción falsa les hizo rechazar las instrucciones de Pablo como provenientes de su alma carnal, más que como una palabra de Dios viniendo a través de su espíritu.


La naturaleza de la guerra
Pablo contradice esa opinión en 2 Corintios 10:3-6, diciendo:

3 Porque aunque andamos en la carne, no combatimos según la carne, 4 porque las armas de nuestra guerra no son de la carne, sino divinamente poderosas para la destrucción de las fortalezas. 5 Estamos destruyendo las especulaciones y todas las cosas elevada (altiveces) levantadas contra el conocimiento de Dios, y llevando cada pensamiento cautivo a la obediencia de Cristo, 6 y estamos listos para castigar toda desobediencia, cuando vuestra obediencia sea completa.

Pablo entendió que esta era una batalla espiritual que no podía ser ganada por el poder de la carne. Tal guerra, si se llevara a cabo en el poder de la carne, haría que Pablo adoptara un enfoque mucho más audaz, utilizando amenazas y tácticas de miedo, para afirmar su autoridad y obligar a sus enemigos a confesar públicamente lo que no creían en privado. Tales tácticas fueron de hecho usadas por la iglesia organizada en los siglos posteriores, incluso recurriendo a la tortura para hacer cumplir la sumisión a la voluntad de la jerarquía.

Pero Pablo no dio el ejemplo de tal guerra carnal. Si bien fue en verdad osado en su insistencia de que los ancianos de la iglesia de Corinto lidiaran con el problema del incesto en la iglesia, fue más amable al tratar con aquellos que habían rechazado su autoridad apostólica. Prefería exponer sus credenciales en lugar de obligarlos a someterse a su autoridad.

La forma de guerra expuesta en los versículos 3-6 es un bosquejo general de toda guerra espiritual, pero ciertamente se aplicó específicamente a la situación en cuestión. Al presentar una descripción de la guerra espiritual en contraste con la guerra carnal, Pablo estaba estableciendo las reglas básicas para sus propias acciones al tratar con sus detractores.

Así, Pablo pinta un cuadro, donde dirige un pequeño ejército de buscadores de la verdad contra una fortaleza de pensamiento carnal. Las torres de los muros eran puntos de vista "elevados" (u orgullosos, altiveces) "levantados contra el conocimiento de Dios". La intención de Pablo era llevar "todo pensamiento cautivo a la obediencia a Cristo". Una vez que esta fortaleza había sido vencida e invadida, Pablo propuso castigar (ekdikeo, "vengar, hacer justicia") toda desobediencia.

Es importante notar que Pablo no peleaba contra las personas que se oponían a él, sino contra sus especulaciones, opiniones y puntos de vista carnales, que estaban en oposición a él. Pablo no se propuso castigar a los desobedientes, como podría hacerlo la guerra carnal, sino castigar la desobediencia misma.

La crueldad de la guerra bajo las reglas del Antiguo Pacto, como se ve en las batallas de Israel al tomar la tierra de Canaán, se vuelve a aplicar aquí en un entorno de Nuevo Pacto; donde el enemigo no es de carne y hueso, es decir, no son personas, sino anarquía, actitudes rebeldes hacia la voluntad de Dios e ignorancia de la mente de Dios. Tales cosas deben ser tomadas cautivas y destruidas por completo a fin de liberar a las personas para que puedan cumplir con el propósito para el que fueron creadas.

Habiendo dicho eso, también debemos reconocer que hay un momento y un lugar para todo. No debemos asumir la responsabilidad sobre nosotros mismos de cambiar el mundo y liberarlo de toda idolatría del corazón. Esa obra es demasiado grande para cualquiera de nosotros. Deberíamos elegir nuestras batallas cuidadosamente, siendo guiados por el Espíritu. Algunos son demasiado celosos y terminan siendo guiados por la carne.


Guerra en el Pacto Antiguo y en el Nuevo
Entonces leemos en Deuteronomio 13:14-16,

14 Entonces investigarás y buscarás y preguntarás a fondo. Y si es verdad y el asunto establece que esta abominación se ha hecho entre ustedes, 15 seguramente golpearán a los habitantes de esa ciudad a filo de espada, destruyéndola por completo y todo lo que hay en ella y su ganado a filo de espada. 16 Entonces juntarás todo su botín en el medio de su plaza, y quemarás la ciudad y todo su botín con fuego como holocausto a Yahweh tu Dios; y será una ruina para siempre. Nunca será reconstruida.

Es probable que Pablo tuviera en mente este pasaje cuando habló de guerra espiritual. Ciertamente, él no llamó a la destrucción de la iglesia de Corinto, ni abogó por ninguna guerra contra aquellos que sostenían puntos de vista que eran una "abominación" a Dios. Buscó la destrucción total de la idolatría del corazón, y luchó con la espada de la verdad.

Una vez que cada pensamiento ilegal había sido capturado e identificado, debían ser quemados en la plaza del pueblo "como un todo holocausto a Yahweh tu Dios". El fuego de Dios es la "Ley Ardiente" (Deuteronomio 33:2 KJV), por la cual el Espíritu Santo limpia y purifica nuestros corazones. Es ese Bautismo de Fuego que Juan el Bautista previó (Mateo 3:11,12). El propósito de este fuego no es destruir a las personas, sino destruir la idolatría del corazón y las opiniones falsas que les impiden conocer verdaderamente la mente y la naturaleza de Dios.

Cuando nos encontramos en conflicto con otros, también debemos tener siempre en cuenta que no luchamos contra la carne y la sangre. Es muy fácil luchar contra las personas en lugar de los ídolos de los corazones de los hombres. Debemos desarrollar la capacidad de ver más allá de la persona de carne y hueso, para que nuestra guerra sirva para liberar a los hombres, en lugar de destruirlos.

Además, como dice Deuteronomio 13:14, "investigarás, buscarás y preguntarás a fondo" antes de asumir que una opinión contraria es incorrecta. La Ley ordena la guerra para erradicar la idolatría y la rebelión contra Dios, pero solo después de una investigación exhaustiva. Se nos ordena hacer lo mismo. Todos hemos tenido que lidiar con ídolos del corazón. Cuando esos ídolos son derrocados, vemos las cosas de manera diferente.

Por lo tanto, no debemos ser prontos para participar en la guerra espiritual, ni debemos asumir que estamos correcto o del lado de la verdad. Siempre existe la posibilidad de que el lado opuesto esté en lo cierto y de que hayamos sido cegados por un ídolo del corazón. Un poco de humildad puede evitar una multitud de conflictos.


Combatiendo con humildad
Pablo reconoció el valor de la humildad en cualquier caso de guerra espiritual. 2 Corintios 10:7,8 dice:

7 Estás mirando las cosas como son exteriormente. Si alguien confía en sí mismo que él es de Cristo, que considere esto nuevamente dentro de sí mismo, que así como él es de Cristo, así también lo somos nosotros. 8 Porque aun si me glorié un poco más de autoridad que el Señor nos dio para edificaros y no para destruiros, no seré avergonzado.

La Emphatic Diaglott presenta la primera oración del versículo 7 como una pregunta: "¿Miráis las cosas según la apariencia?" ¿Fue Pablo tan osado como para acusarlos de mirar la situación con ojos carnales? El problema es que el idioma griego en ese momento no tenía signos de puntuación y ciertamente no tenía signos de interrogación. Entonces, a veces, el significado es incierto. Para mí, parece más probable que Pablo suavice su enfoque al formularlo como una pregunta en lugar de una acusación osada.

Pablo sugiere que ambos lados del presente conflicto creían que estaban del lado de Cristo. Ambas partes se creían correctas. Pablo reconoció esto y recordó a sus detractores que todos estamos del lado de Cristo. Se supone que no debemos luchar entre nosotros en una guerra carnal. Se supone que debemos trabajar para descubrir la verdad para poder derrocar las ilusiones y los ídolos del corazón que nos extravían.

También les recuerda a todos que la naturaleza de su autoridad apostólica no era destructiva sino constructiva. La autoridad no debe usarse de manera carnal para eliminar toda oposición, sino para llevar a todos al conocimiento de Dios.

Desafortunadamente, muchos líderes de la Iglesia han usado su autoridad en formas carnales que Pablo hubiera aborrecido. En años posteriores, muchos líderes de iglesias trataron de destruir la reputación de aquellos que se decía que eran herejes, e incluso condenaron a muchos a torturas y muerte por no someterse a su presunta autoridad. Se abusa de la autoridad cuando los hombres no entienden su propósito como lo hizo Pablo. Tales personas parecen pensar que la humildad es un deber para la gente, y que su propia posición de autoridad les da el derecho de conducir la guerra sin humildad.


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