SECANDO EL RÍO ÉUFRATES, John Preston Eby


Stephen Jones lo expresó muy bien cuando escribió: "La sexta copa prepara el camino para los acontecimientos de la séptima -la batalla de Armagedón y la caída de Babilonia. De esta manera, las dos están estrechamente vinculadas, y una se convierte en causa directa de la otra.
Aunque esto puede no estar claro al leer Apocalipsis 16, ciertamente es muy claro cuando vemos el precedente histórico en el cual se basa esta profecía. Este precedente es la caída de Babilonia durante los días de Daniel, cuando los Reyes del Oriente (el rey Ciro de Persia y el rey Darío de Media) desviaron el agua del río Éufrates para conquistar Babilonia. Así, la sequía del río Éufrates fue el último acto profético que llevó a la conquista de la antigua Babilonia. ¡Así también esto será repetido en un nivel superior en Apocalipsis 16! Uno no puede entender verdaderamente los acontecimientos de la sexta y séptima copas en Apocalipsis 16 sin saber algo de la historia de la antigua Babilonia y cómo cayó en los días de Daniel.
Déjeme darle el fondo. El gran reino o imperio de Nabucodonosor (Babilonia) estaba compuesto de reinos más pequeños que había conquistado. Mientras vivía, su reino era fuerte; pero tan pronto como murió, comenzó a desmoronarse. Su hijo fue hecho rey en su lugar, pero pronto fue asesinado; y un rey siguió otro rápidamente durante algunos años. El último rey se llamaba Nabonido, e hizo a su hijo Belsasar rey consigo mismo, y dejó a Belsasar para gobernar en la ciudad capital de Babilonia, mientras él cuidaba de las partes más distantes del reino. En ese momento estratégico una nueva nación estaba subiendo al poder. Lejos al este estaban los reinos de Media y Persia. Estos dos pueblos se habían convertido en uno, y estaban en guerra con Babilonia, bajo su gran líder Ciro. Mientras Belsasar gobernaba en la ciudad de Babilonia, Ciro y sus soldados persas se acercaron al exterior de la ciudad, alrededor de los enormes muros, y comenzaron a tratar de tomar la ciudad. Estos muros eran tan grandes y altos y anchos que los soldados persas no podían romperlos ni escalar sus alturas.
Esa misma noche el rey Belsasar celebraba en el palacio una gran fiesta en honor de su dios. Sobre las mesas estaban las copas de oro y las vasijas que Nabucodonosor había tomado del templo del Señor en el momento en que él conquistó la ciudad de Jerusalén. Alrededor de las mesas estaban el rey, sus muchas mujeres y mil de sus príncipes y nobles. No sabían que su ciudad iba a ser tomada pronto y que sus enemigos estaban a las puertas de la ciudad. Mientras todos estaban bebiendo vino juntos, de pronto se percibió algo extraño. En la pared apareció una gran mano escribiendo letras y palabras en un lenguaje que nadie podía leer. Todos los ojos se fijaron en el lugar, y todos vieron los dedos moviéndose en la pared y las letras escritas. El rey se llenó de miedo. Su rostro palideció y sus rodillas temblaron. Pidió a los sabios de Babilonia, que estaban con él en el palacio, que contaran lo que significaba la escritura. Él dijo: "El que pueda leer las palabras en la pared, será vestido con una túnica de púrpura y tendrá una cadena de oro alrededor de su cuello, y se colocará al lado del rey Belsasar como el tercer gobernante en el reino".
Pero ninguno de los sabios pudo leerlo. Por fin la reina de Babilonia dijo a Belsasar: "¡Oh rey, que vivas para siempre! Hay un hombre que puede leer esta escritura, un hombre en quien está el espíritu de los dioses santos, un hombre que Nabucodonosor, tu padre, hizo maestro de todos los sabios. Su nombre es Daniel. Envíale a él, y él te dirá cuáles son estas palabras y lo que significan". Daniel era ahora un anciano; y desde el tiempo en que Nabucodonosor murió, ya no había estado en su alto cargo como gobernante y consejero principal del rey. Enviaron a buscar a Daniel, y él vino. El rey le dijo: "¿Eres tú aquel Daniel que fue traído hace muchos años por mi padre a esta ciudad? He oído de ti que el espíritu de los dioses santos está sobre ti y que posees sabiduría y conocimiento. Si puedes leer esta escritura en la pared y decirme lo que significa, te daré un manto púrpura y una cadena de oro y un lugar junto a mí como el tercer gobernante en el reino.
Daniel respondió al rey. "Tu puedes guardar tus recompensas para ti mismo y puedes dar tus regalos a quien quieras, porque no los quiero; pero le leeré la escritura. Oh rey, el Altísimo Dios dio a Nabucodonosor este reino y gran poder y gloria. Pero cuando Nabucodonosor se enorgulleció y se jactó de su grandeza, entonces el Señor le quitó su corona y su trono y lo dejó vivir entre las bestias del campo hasta que supo que el Dios Altísimo gobierna sobre los reinos de los hombres. Belsasar, tú sabías todo esto, pero no has sido humilde de corazón. Vosotros os habéis levantado contra el Señor, habéis tomado los vasos sagrados de su casa, y habéis bebido vino en ellos en honor de vuestros dioses de madera y piedra; pero no has alabado al Señor Dios que te ha dado tu reino y tu poder. Por esta razón el Dios Altísimo ha enviado esta mano para escribir estas palabras en la pared. Esta es la escritura -MENE, MENE, TEKEL, UPHARSIN. Y este es el significado: numerado, numerado, pesado, dividido.
"MENE: Dios ha contado los años de tu reino y lo ha llevado a su fin.
TEKEL: Tu has sido pesado en balanza y te has encontrado falto.
UPHARSIN: Tu reino ha sido dividido y tomado de ti, y dado a los medos y persas".
El rey Belsasar apenas podía creer lo que oía; pero mandó que se diese la recompensa prometida a Daniel. Y casi mientras hablaba, llegó su fin. Porque mientras Daniel hablaba, el rey Ciro había ideado un plan para capturar la ciudad de Babilonia. Las murallas de la ciudad eran demasiado formidables y no podían ser superadas. ¡Pero había una manera, otra manera de ganar entrada a la ciudad! Las huestes de Ciro, bajo la sombra de la oscuridad, desviaron las aguas del poderoso Éufrates, alejando el río de su curso, dejando un cauce seco que corría bajo las paredes de Babilonia. En la quietud de la noche, casi antes de que se pronunciaran las últimas palabras del profeta, las huestes de Ciro se precipitaron a través del cauce seco del río y llegaron al palacio y ¡allí Belsasar fue asesinado en la mesa donde había tomado la copa del Señor, y la había hecho la copa de los demonios!
A lo largo del Antiguo Testamento, el río Éufrates era conocido como "el gran río" (Génesis 15:18, Jos. 1:4). Como hemos visto, fluyó a través de la Babilonia histórica y fue la sangre vital de la ciudad. Incluso ahora en los tiempos modernos los ríos siguen siendo la fuerza vital de muchas de las grandes ciudades del mundo. Espiritualmente hablando, las personas religiosas que sirven a Dios por el celo humano, la comprensión carnal y el poder espiritual tienen un río que fluye a través de ellos, sus aguas espirituales y flujo de vida -¡el Éufrates! El Éufrates habla de la gran cabeza o corriente de razonamiento humano, sentimentalismo anímico, tradiciones y filosofías de los hombres. Se ha convertido en el canal de la fortaleza y la riqueza de la Babilonia espiritual (confusión) en la Tierra.
Así como los ríos de la Tierra se han contaminado, también la mente del hombre y los sistemas religiosos del hombre se han contaminado. Pero cuando somos llamados a salir de Babilonia, y dejar el recinto del reino de Babilonia, somos guiados por el Espíritu de la Verdad al río del gran reino de Dios -¡el río puro de la vida! No está lejos de encontrar, porque Jesús nos ha dicho dónde puede encontrarse. “El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva”. Cuando lo que está fluyendo de nosotros al exterior está trayendo muerte y esclavitud a los que nos rodean, podemos estar seguros de que NO es el río de la vida. Si asistes a una reunión de iglesia y sales sin ser vivificado por la vida divina, puedes estar seguro de que el río de la vida no fluía allí para ti.
Ambos ríos -el Éufrates y el Río de la Vida- fluyen de nuestro propio corazón y vida. Las cabeceras de aguas del Éufrates fluyen, por un lado, desde el alma, la mente, la emoción, y los deseos de los hombres. Las cabeceras de las aguas del Río de la Vida, por el contrario, fluyen a partir del espíritu, la esencia misma de Dios, que habita en lo más profundo de la vida. ¡Oh, el misterio de eso!
La pregunta que sigue: ¿Cómo se secará este Éufrates, el río religioso? La respuesta es bastante simple -¡una sequía! Eso es lo que significa "secarse". El agua trae vida y refresca. La falta de agua trae miseria y muerte. Y apartarse del agua pura del Río de la Vida para beber de las aguas contaminadas del Éufrates también conduce a la debilidad, la enfermedad y la muerte. Cuanto más sumisos somos al Señor, más sensibles al Espíritu, más el Éufrates de nuestro propio razonamiento carnal y inclinación religiosa disminuye dentro de nosotros. Lo contrario también es cierto. Cuando no confiamos en el Espíritu, cuando desobedecemos el camino del Espíritu tal como nos es revelado, más fuerza damos a la carne para ejercer en el servicio de Dios y las aguas contaminadas del Éufrates. Como elegidos de Dios, hemos sido capacitados por el poder de Cristo para participar activamente en la "sequedad" de las aguas del Éufrates dentro de nosotros mismos. Pero para aquellos que son cautivos indefensos en Babilonia, Dios mismo se está moviendo soberanamente para secar sus aguas.

Ah, tal como los profetas de Dios están hablando en nuestros días, tal como Daniel habló al rey Belsasar en la Babilonia de antaño, el río del hombre está siendo desviado -el río que se está secando es el flujo del "ministerio" que Sale de la boca del dragón, de la bestia y del falso profeta. La "unción" de Babilonia se está secando, sus programas y métodos no funcionan más, y Dios está causando un gran vacío dentro de ellos y los está llevando al fin de sí mismos. Cuando el río Éufrates que ha alimentado el sistema de la iglesia de Babilonia se seca, será hecho el camino para los Reyes del Oriente. Pero esta vez no es sólo una horda que vierte a la tierra para devastarla y conquistarla, ¡sino que ahora algo está entrando a la tierra para purgarla, purificarla, renovarla y transformarla! ¡Oh si!
Dios está ahora en el proceso de "secar las aguas" del gran Éufrates, el río de la moderna Babilonia. Dios está llamando a "Su pueblo" en Babilonia, que durante tanto tiempo ha estado cautivo dentro de sus paredes, dentro de sus credos estáticos, sus doctrinas paganas, sus formas vacías, sus rituales fríos, sus ceremonias sin vida, sus leyes y mandamientos hechos por el hombre, sus programas carnales, sus métodos no espirituales y sus instituciones no escriturales. 
El Espíritu de Dios, pues, logrará un trabajo tan minucioso llamando a Su pueblo “para Sí”, a un andar puro y sin mácula en el Espíritu, bajo la autoridad absoluta de Jesucristo, que Juan es capaz de escribir, “Alegraos sobre ella (Babilonia) cielos (los que están sentados con Cristo en los lugares celestiales), y vosotros, santos apóstoles y profetas; porque Dios te ha vengado de ella. Y la voz de arpistas, de músicos, y de gaiteros (alabanza espiritual y de culto), y de trompetas sonando (ministerios de luz con un mensaje de Dios), no se oirá más en ti; y el sonido de muela (la molienda de harina para el pan, la palabra viva) no se oirá más en ti; y la luz de una vela (incluso la pequeña luz de la verdad que está en Babilonia) no alumbrará más en ti; y la voz del esposo (Cristo) y de la novia (los hombres de Dios purgados y purificados) no se oirá más en ti: pues por tus hechicerías (doctrinas y métodos engañosos) fueron engañadas todas las naciones” (Rev. 18:20-23).

¡Qué palabra! 

Recibido por gentileza de Byron Enrique Mansilla

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