Llegamos
ahora a una de las leyes más profundas de Dios que jamás se haya
escrito. Es una ley que establece el propósito del Espíritu
Santo y revela el proceso por el cual hemos de recibir el cuerpo
glorificado en la Fiesta de los Tabernáculos.
6
Nadie
podrá tomar un molino de mano o un rueda de molino en prenda, porque
sería tomar en prenda la vida … 10
Cuando
entregues a tu prójimo alguna cosa prestada, no entrarás en su casa
para tomarle prenda. 11 Te quedarás fuera, y el hombre a quien
prestaste te sacará la prenda. 12 Y si el hombre es pobre, no te
acostarás reteniendo aún su prenda. 13 Sin falta le devolverás la
prenda cuando el sol se ponga, para que pueda dormir en su ropa, y te
bendiga; y te será justicia delante de Yahweh tu Dios.
La
aplicación práctica, terrenal de esta ley prohíbe a un acreedor
tomar una piedra de molino como prenda (seguridad o garantía) por un préstamo, ya que en esos días las mujeres hacían el pan cada
día, moliendo la harina con las ruedas de molino superior e inferior.
La piedra de molino superior era móvil y cóncava con un agujero en
la parte superior a través de la cual se vertía el grano. Tomar una
rueda de molino como prenda era sinónimo de tomar la vida como
prenda. Eso estaba prohibido.
Era
lícito, sin embargo, tomar en prenda el “manto” de un hombre que
era su chal rectangular, que se usaba para cubrirse durante la noche
mientras dormía. Sin embargo, el acreedor tendría que devolverlo al
deudor por la noche. Esta ley se explica de nuevo en Éxodo
22:26
y 27,
26
Si
alguna vez tomas el manto de tu prójimo como prenda, debes
devolvérselo antes de la puesta de sol, 27 porque ese es su único
abrigo; es su vestido para el cuerpo. ¿En qué otra cosa ha de
dormir? Y sucederá que cuando él clame a mí, yo le oiré, porque
soy misericordioso.
Esta
ley fue diseñada para proteger a los pobres de los acreedores.
Los deudores se les garantizaba el derecho a que sus prendas se les
devolvieran al atardecer. De esta manera esta ley se relaciona con
el Jubileo, donde todas las deudas son canceladas al comienzo de
cada cincuenta años en el calendario hebreo. También vemos cómo
Dios establece un descanso para Su pueblo, que es la base de las
Leyes del Sábado, porque éste es el propósito declarado de la
devolución del manto (prenda) al deudor al atardecer. Al final,
todos los deudores (pecadores) tienen el derecho de entrar en el
reposo sabático de Dios, que es el Jubileo.
El Espíritu Santo dado como prenda o garantía
Sin
embargo, hay mucho más en esta ley que lo que se ve a simple vista,
ya que en el Nuevo Testamento encontramos que Dios
nos ha dado su Espíritu como
prenda.
Por esta razón, las leyes relativas a las prendas se aplican a
nosotros en un nivel que la mayoría nunca contempla.
Si
llevamos esto de nuevo al principio, entendemos que Dios tenía un
Plan Divino para la Creación. Ese plan era expresarse en este reino
o dimensión terrenal. Cuando el pecado entró en el mundo a través
de Adán, no tomó a Dios por sorpresa, ya que por ser atemporal, el
Alfa y la Omega, conocía el fin desde el principio. Y así el Plan
Divino fue escrito antes de que se creara nada.
El
objetivo principal de este Plan era crear al hombre a Su imagen y
semejanza, y a pesar del pecado en el mundo, Dios tiene la sabiduría
y el poder para vencer al mundo y para cumplir Su propósito original
para la Tierra y para toda la humanidad.
El
Pecado hizo a los hombres deudores a la Ley, porque todo pecado es
contado por una deuda. Pero se determinó desde el principio que
Jesucristo vendría a la Tierra para pagar por el pecado (deuda) del
mundo. El éxito del Plan Divino se estableció así en la Cruz, pero
cada cual entraría en Su reposo en momentos diferentes.
5
Y
el que nos preparó para esto mismo es Dios, quien nos dio el
Espíritu como prenda [arrabon, arras].
La
palabra que usa Pablo para “prenda” es arrabon,
que en realidad es una palabra hebrea traducida por la lengua griega.
Es
la misma palabra usada en Génesis
38:17,18 y 20,
donde Judá da una promesa a Tamar para asegurar el pago de su deuda
con ella en un momento posterior.
Pero
las prendas se dan por los deudores, no por los acreedores;
los acreedores son los que reciben las prendas. Así que cuando el
Padre nos dio el Espíritu Santo “como prenda”, revela la cosa
más increíble. Él actuó como un deudor que nos dio una prenda,
como si fuéramos sus acreedores.
¿Cómo
podría ser esto? ¿Qué revela a Dios aquí?
Dios como un deudor de la Humanidad
Cuando
Jesús pagó la deuda de la humanidad en la Cruz, Dios de repente se
convirtió en el gran deudor, y la humanidad se convirtió en
acreedora de Dios.
Este fue un gran cambio de fortuna. Hasta
ese momento, la humanidad había sido la deudora a causa del pecado de
Adán;
pero cuando esa deuda
se pagó en su totalidad, la humanidad dejó de ser una deudora.
Pero
entonces, ¿cómo la humanidad se convirtió en acreedor de Dios?
Somos
herederos de las promesas de Dios. Cada
vez que alguien hace una promesa, se convierte en deudor de cumplir
con su palabra.
Dios nos ha dado promesas; por lo tanto, Él es el gran deudor por Su
Palabra. Todas
las promesas de Dios
que se hicieron a Abraham, Isaac, Jacob, y a muchos otros a lo largo de
la historia, fueron
diseñadas para hacer de Dios un deudor de Su propia Palabra,
legalmente hablando. Y nosotros somos los acreedores, los beneficiarios de Sus
promesas. En otras palabras, una vez que Jesús pagó nuestra deuda,
fuimos transformados de deudores a acreedores.
¿Qué nos debe Dios?
Entonces,
¿qué
nos debe Dios,
ahora que Jesucristo ha pagado nuestra deuda y nos ha hecho
acreedores de Dios? Es
el cuerpo glorificado,
que se nos da en tres etapas que se representan en los tres
principales días de fiesta de Israel.
Cuando Jesús cumplió la Pascua para pagar nuestra deuda, Dios
entonces nos debía un cuerpo glorificado. Pero ese cuerpo
glorificado está en el Cielo, no en la Tierra.
Pablo dice en 2
Cor. 5:1,2,
1
Porque
sabemos que si esta tienda terrenal [el
cuerpo]
que
es nuestra casa es derribada, tenemos de Dios un edificio, una casa
no hecha de manos, eterna en los cielos. 2 Y por esto también
gemimos, deseando ser revestidos de nuestra morada celestial.
Pablo
pasó a explicar que estas dos “casas” (tienda y edificio),
también se asemejan a las prendas, porque él dice que no queremos
ser “desnudados” (es decir, morir), sino ser “vestidos” con
esa prenda celestial, de manera que podamos recibir el cuerpo
glorificado. Es en ese contexto que nos dice que Dios nos ha dado
el Espíritu como prenda.
En
otras palabras, nuestro cuerpo glorificado es la promesa de Dios,
pero en la actualidad está cedido a Dios en el Cielo. Para asegurar
esa cesión o préstamo, se nos ha dado el Espíritu Santo como una prenda, una
promesa de pago. La deuda que Dios nos debe es el cuerpo
glorificado, y las leyes que regulan las prendas también regulan
este préstamo.
Cuando Adán fue el deudor
Ahora
aquí es donde Éxodo 22 se convierte en una revelación.
26
Si
alguna vez tomas el manto de tu prójimo como prenda, debes
devolvérselo antes de la puesta de sol, 27 porque ese es su único
abrigo; es su vestido para el cuerpo. ¿En qué otra cosa ha de
dormir?
Aquí
es donde hay que ir atrás en el tiempo hasta antes de la muerte de
Jesús en la Cruz. Cuando Adán pecó, él y toda la humanidad se
convirtieron en deudores a la Ley, porque todo pecado es contado como
deuda. ¿Qué
pasó cuando Adán incurrió en esta deuda? Él perdió su cubierta (cuerpo
glorioso) y
se quedó “desnudo” (Génesis
3:7).
En otras palabras, Dios tomó nuestro “manto
como prenda”.
En
otras palabras, Adán fue el deudor al que se requirió dar el cuerpo
glorioso como prenda, al Acreedor divino contra quien había
pecado.
Nuestro vestido (cuerpo glorioso) está cedido a Dios
Una
vez que la deuda de Adán se pagó en la Cruz, Dios fue requerido por
Su propia Ley a devolvernos esa prenda. De acuerdo con la Ley, ahora
es nuestra por derecho.
Sin embargo, todavía no ha regresado a nosotros, dice Pablo, porque
el manto (cuerpo glorioso) todavía está en el Cielo; y por ello
estamos caminando en nuestra tienda (cuerpo) terrenal, en la que
“gemimos
agobiados”
(2
Cor. 5:4).
Por
lo que el cuerpo glorioso, que Dios originalmente tomó como
prenda de la deuda por el pecado de Adán, está ahora esencialmente
en
préstamo o cesión a Dios,
por lo que Él nos ha dado Su Espíritu como prenda, con una promesa
de pagarnos este préstamo en algún momento. Esta es la metáfora que usa Pablo, y se
basa en la Ley de las Prendas en Deuteronomio 24 y Éxodo 22.
¿Cuando
nos debe ser devuelto?
La Ley dice que como muy tarde hay que “devolverlo
a él antes de que el sol se pone”.
La gente es por naturaleza impaciente, por supuesto, y así, como
acreedores, algunos quieren ir a la casa de Dios en el Cielo y
recuperar su cesión por la fuerza. Pero la Ley prohíbe esto,
diciendo en Deut.
24:10,11,
10
Cuando
entregues a tu prójimo alguna cosa prestada, no
entrarás en su casa para tomarle prenda.
11 Te quedarás fuera, y el hombre a quien prestaste te sacará la
prenda.
Por
lo tanto, es ilegal para nosotros “ir al Cielo” para obtener
nuestro cuerpo glorioso. Los acreedores pueden visitar a los
deudores en sus casas, pero no pueden entrar con el propósito de
recuperar una prenda. Así también, podemos ser llevados por el
Espíritu a una visita celestial, pero nadie está autorizado a
hacerlo con el fin de obtener el cuerpo glorificado.
Del
mismo modo, cuando morimos, nuestro espíritu vuelve a Dios para una
visita larga, pero no podemos obtener el cuerpo glorificado en ese
momento tampoco. Por
ley, sólo se nos permite reclamarlo fuera de la casa de Dios,
es decir, en la Tierra. Es por esto que hay una resurrección de los
muertos; es el momento y lugar para recibir el cuerpo glorificado de
acuerdo con la Ley.
Por
lo tanto, leemos que Jesús dice en Apocalipsis
22:12,
“He
aquí, yo vengo pronto, y mi galardón conmigo”.
Según la Ley, Jesús debe traer la promesa desde Su casa con el fin de
dársela a los acreedores.
¿Qué
pasa con el tiempo? ¿Cuándo va a devolvernos la prenda? La
respuesta es “antes
de la puesta de sol”.
El
texto hebreo dice más literalmente, “cuando
sale el sol”.
Al ponerse el sol el sol parece venir a la Tierra. Esto profetiza la
venida de Cristo a la Tierra porque Él es el “sol
de justicia”
(Mal.
4:2).
Por lo tanto, es una profecía de la venida de Cristo.
Así
que llegamos a la conclusión de que todavía no hemos recibido el
cuerpo glorificado, a pesar de que es nuestro por derecho.
Nuestra deuda fue cancelada a través de la Fiesta de la Pascua,
cuando Cristo murió en la Cruz. Luego recibimos la prenda o promesa de Dios
(el Espíritu Santo) en Pentecostés. Dios reconoció su deuda con
nosotros, pero optó por esperar hasta que el sol de justicia
viniera antes de devolvernos la “prenda” que Él nos debe por la
deuda de Su promesa.
En
otras palabras, la Fiesta de los Tabernáculos tiene un cumplimiento
futuro. Mientras tanto, no hay que tratar de reclamarlo (el cuerpo
glorioso) de manera ilegal. No podemos obtenerlo introduciéndonos en la casa de Dios en el Cielo y tratando de recuperarlo por la
fuerza. Estamos obligados a esperar fuera hasta que Él lo traiga.
Ley de Salarios
14
No
oprimirás al jornalero pobre y necesitado, ya sea uno de tus
conciudadanos o uno de tus extranjeros que están en tu tierra en tus
ciudades. 15 Le darás su salario en su día antes de la puesta de
sol, porque es pobre y con él sustenta su vida; para que no pueda
clamar en contra de ti a Yahweh y se halle en ti pecado.
Aquí
Dios da otra definición en contra de la opresión, esta vez en
términos de pago de salarios en tiempo y forma. Una vez más, Moisés
hace hincapié en la igualdad de trato entre los compatriotas y los
extranjeros que vivían en la Tierra. Es parte de amar al prójimo
como a uno mismo. A los oprimidos, incluyendo a los extranjeros, se
les da el derecho de apelar a la Corte Celestial por justicia divina.
Como
siempre, esta Ley expresa el corazón de Dios y revela Su trato con
todos los que trabajan para Él en el Reino de Dios. Pablo nos dice
en Ef.
6:7-9,
7
Con
buena voluntad sirviendo,
como para el Señor y no para los hombres,
8 sabiendo que el bien que cada uno haga, esto recibirá del Señor,
sea siervo o libre. 9 Y amos, haced lo mismo con ellos, y dejad las
amenazas, sabiendo que el Señor de ellos y vuestro está en los
cielos, y no hace acepción de personas.
A
pesar de que pueda parecer que servimos a los hombres, en realidad,
estamos en la nómina de Dios. Incluso los esclavos de los hombres
son reclamados por Dios, que sostiene a los amos como responsables por
cómo los traten. Dios a menudo cree conveniente subcontratar
nuestra mano de obra a los hombres.
Aprendí
esto hace muchos años durante mi experiencia en el desierto. Yo
sabía que se me había llamado al ministerio, y lo que al principio
me irritaba era el hecho de que me veía obligado a trabajar en el
sistema mundano, trabajando para producir cosas que parecían sin
importancia para mí. Mi corazón no estaba en ello, y así me
parecía que Dios estaba perdiendo el tiempo año tras año. Pero con
el tiempo, he aprendido que no era tan importante como lo había
pensado, y que Dios tenía el derecho de subcontratar mi trabajo a
cualquier persona que deseara. Entonces llegué a tratar a mis
supervisores como designados por Dios.
Durante
ese tiempo, llegué a una comprensión más profunda de Su provisión.
Las formas milagrosas en las que Él proveyó para las necesidades de
mi familia me enseñaron que yo estaba realmente en la nómina de
Dios, no importaba donde trabajara o para quién. ¡De hecho,
descubrí que en los momentos en los que estaba en paro, la provisión
era mayor que cuando estaba empleado! Cuando la vida no tiene
sentido, es porque todavía no conocemos a Dios como deberíamos.
La
recompensa final (el salario o cheque) es el cuerpo inmortal glorificado. Es el tipo de cuerpo que Jesús tenía después de Su
resurrección, con el que podía ir al Cielo o venir a la Tierra a
voluntad.
El
calendario de este pago por los servicios prestados es insinuado por
Moisés en esta Ley en Deut.
24:15.
La voluntad de Dios dice que el pago debe ser entregado “antes
de la puesta del sol”
(NASB). El texto hebreo usa el mismo texto que hemos visto
anteriormente en el versículo 13, “cuando
el sol se pone”.
Es una referencia a la llegada del sol a la Tierra (puesta del sol).
Moisés
tendrá más que decir más tarde acerca de lo que Dios nos paga por
nuestro trabajo. Pero por ahora el principio establecido en el
versículo 15 nos muestra que el pago definitivo, o recompensa, por
nuestro trabajo se nos dará cuando el Sol de Justicia llegue a la
Tierra. Esto, por supuesto, es además de la provisión diaria que Él
nos da antes de ese último día.
http://www.gods-kingdom-ministries.net/teachings/books/deuteronomy-the-second-law-speech-7/chapter-5-law-of-pledges/ |
buenisimo, justamente de lo que hablabamos hoy en la mañana !!! Byron M.
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