PRIMERA CORINTIOS 7 (2): El matrimonio y el celibato, Parte 2, Dr. Stephen E. Jones


24/03/2017



Pablo dice en 1 Corintios 7:8,9,

8 Pero les digo a los solteros y a las viudas que es bueno para ellos si se quedan como yo. 9 Pero si no tienen autocontrol, que se casen; porque mejor es casarse que estarse quemando.

Aquí el apóstol defiende el celibato como un estado honorable, pero nunca dice a nadie que el matrimonio es menos honorable. Pablo no era un asceta, como algunos lo eran en esos días, porque habló contra el ascetismo o “auto-degradación” en Colosenses 2:18-23. Algunos creían que para ser espiritual, uno tenía que negar todo deseo sexual natural, y por ello trataban de destruir la naturaleza humana misma. Esta no era la opinión de Pablo.

Dejó en claro en el versículo 6 que su preferencia por el celibato y por permanecer solo cuando se enviudó fue una preferencia personal, no un mandato de Dios. El celibato no era ni siquiera un camino hacia una mayor espiritualidad.

El motivo personal de Pablo para permanecer solo se da más adelante en 1 Corintios 7:26,

26 Tengo, pues, esto por bueno en vista de la necesidad que apremia, que le irá bien al hombre en quedarse como está.

Eran tiempos de persecución, y la angustia pronto iba a ser peor, ya que en la próxima década Roma iba a proscribir el cristianismo, convirtiéndolo en una religión ilícita. Pablo menciona solamente la condición presente, pero no hay duda que él ya tenía una premonición del futuro. Casarse en esos momentos podría ser desgarrador. Roma pronto utilizaría la amenaza de matar o torturar a su cónyuge como palanca para conseguir que una persona renunciara a Cristo.

En esas condiciones estresantes, Pablo dice: “le irá bien al hombre quedarse como está”. Sin embargo, en circunstancias normales, el matrimonio era bueno como una relación personal, además de ser necesario para traer la próxima generación.

Al parecer, hubo un desacuerdo en la iglesia de Corinto, AL que Pablo necesitaba hacer frente. Algunos habían empujado la defensa de Pablo del celibato para incluir a todos y atarlos con motivos espirituales. Otros habían argumentado contra el celibato. Ambas posiciones eran extremas, y Pablo trajo el equilibrio con esta enseñanza.


Divorcio y Separación
Algunos defensores de celibato pueden haber abogado por la ruptura de los matrimonios. Pablo dice en 1 Corintios 7:10,11,

10 Sin embargo, para el matrimonio, mando, no yo, sino el Señor: Que la mujer no debe dejar a su marido 11 (pero si le deja, quédese sin casar [agamos], o de lo contrario que se reconcilie con su marido), y que el marido no abandone [aphiemi, “aleje”] su esposa.

El tema en cuestión era si las parejas casadas debían separarse con el fin de lograr un mayor nivel de espiritualidad en su relación con Dios. No sabemos si esto se había convertido en un problema en la iglesia, o si Pablo estaba anticipando un posible problema en el futuro. Sin embargo, él les dice que las parejas casadas no deben separarse, porque eso rompería su voto matrimonial. Esto no era solo la opinión de Pablo, sino una instrucción del Señor.

No está claro si Pablo estaba hablando de divorcio o separación. El verso en sí no menciona el divorcio (apoluo), sino la separación (aphiemi). Las versiones anteriores de la NASB traduce, el marido no debe enviar a su esposa lejos. Sólo más tarde fue cambiado a esto por “el marido no abandone a su mujer”.

Pablo no usó el término apoluo (“divorcio”) aquí, aunque los traductores NASB decidieron insertar su propia opinión en el pasaje. Quizás estaban tratando de cambiar la Ley Divina, prohibiendo el divorcio por completo, mientras que la ley de Dios contempla el divorcio, siempre y cuando se haga sin injusticia. Deuteronomio 24:1-4 KJV permite el divorcio, pero especifica que un hombre debe dar a su esposa una carta de divorcio por escrito, para que ella tenga una prueba escrita de ello; de esta manera, puede volver a casarse sin temor a que su ex marido pudiera demandarla a ella y a su segundo marido por adulterio.

En cuanto a las causas legales de divorcio, la Ley guarda silencio en gran medida, excepto en el caso de una mujer-esclava que haya sido privada de alimentos, ropa, y relaciones conyugales (Éxodo 21:10,11). Tales causas, sin duda, se aplicarían también a un matrimonio con una mujer-libre, dándole su causa legal para exigir un certificado de divorcio.


La discusión de Pablo en 1 Corintios 7:10,11 fue en el contexto de las parejas casadas en la iglesia, que puede haber pensado que el celibato dentro del matrimonio era una cosa pía que hacer, o un sacrificio aceptable a Dios. Pablo refuta esta idea, dejando claro que esta instrucción era de Dios, y no solamente su propia opinión o preferencia.

Podemos extender este mandato más allá de la mera separación e incluir el divorcio en sí, porque esto no iría más allá del espíritu de los escritos de Pablo. El factor importante es entender el marco y el contexto de la discusión de Pablo. No es bueno para las parejas casadas abstenerse de las relaciones sexuales, ya sea por separación informal o ya sea con un divorcio formal.


El caso de un cónyuge no creyente
Pablo habla después acerca de los creyentes que están casados con incrédulos, porque algunos pueden creer que el mandato de no unirse en yugo desigual con los incrédulos (2 Corintios 6:14 KJV) requiere que un creyente se separe de o divorcie del cónyuge infiel. Tal prohibición, por supuesto, se aplica a la consideración de un nuevo matrimonio, no después del ya efectuado. 1 Corintios 7:12,13 dice,

12 Y a los demás yo digo, no el Señor: Si algún hermano tiene mujer que no sea creyente, y ella consiente en vivir con él, que no la despida. 13 Y si una mujer tiene marido incrédulo, y él consiente en vivir con ella, que no abandone a su marido.

Pablo no creía que tener un cónyuge no creyente constituyera causa de divorcio. Sin embargo, tenga en cuenta que Pablo tuvo la precaución de decir que esta era su opinión. Después de todo, puede haber casos extremos en los que un cónyuge no creyente puede hacer cosas que de hecho sean motivo de divorcio. Un golpeador de mujeres, por ejemplo, difícilmente podría ser clasificado como un marido a consentir vivir con ella. Porque insistir en que una esposa se quede con un marido tal podría ser una sentencia de muerte sobre ella.

Además, se han conocido maridos que fuerzan a sus mujeres a la prostitución, o hacen otros actos inmorales e ilegales. Tales cosas a la verdad pueden ser motivo de divorcio, y, de hecho, es por eso que Dios hizo provisión para el divorcio en Su Ley. Él sabía que en el estado corruptible en que la humanidad se encuentra, matrimonios tienen un potencial grande para el mal, así como para el bien.

En esto consiste la diferencia básica entre un matrimonio Antigua Alianza y un matrimonio Nueva Alianza. El primero contiene una disposición para el divorcio por necesidad; el segundo no encuentra ninguna necesidad de divorcio, porque ambas partes escuchan a Dios y le sirven y el uno al otro.

Sin embargo, en la mayoría de los casos, un esposo no creyente ama a su esposa creyente como mujer (y viceversa), y aparte de alguna circunstancia extraordinaria, deben permanecer juntos. Aunque la Ley permite el divorcio, tal cosa no debe hacerse a la ligera o sin causa legítima. Si nos fijamos en el ejemplo de la unión de Dios con Israel, especialmente representado en la historia de Oseas, encontramos que Dios considera la idolatría como adulterio espiritual, y que esto constituye causa de divorcio. Aún así, él no la abandonó de inmediato, sino que fue muy paciente con ella durante muchos siglos, soportando todo el dolor que los hombres y las mujeres tienen de la experiencia en la Tierra en estos casos. Al final, sin embargo, invocó su derecho al divorcio, basado en Deuteronomio 24:1-4, dando a Israel una carta de divorcio (Jeremías 3:8). Del mismo modo, Oseas se divorció de Gomer (Oseas 2:2), que era un tipo de Israel.

En 1 Corintios 7:12, Pablo, de manera inversa, extiende el derecho de divorcio a las esposas, así como a los maridos. Recomendando que la esposa creyente no abandone a su marido, reconoce la posibilidad de hacerlo. Hay algunos que piensan que las esposas no están autorizadas a divorciarse de sus maridos, como si ellas no tuvieran derechos; pero como ya hemos demostrado, incluso las esposas-esclavas tenían derecho a apelar a la Ley si habían sido privadas de comida, ropa, y derechos conyugales.

Del mismo modo, Jesús mismo menciona este derecho en Marcos 10:11,12. Pero ya que la NASB no parece reconocer la distinción entre divorciar (apoluo) y repudiar, o despedir (aphiemi), vamos a citar de La Diaglotón Enfática, que dice:

11 Y les dice: “Cualquiera que despide [aphiemi] a su esposa y se casa con otra, comete adulterio con ella. 12 Y si la que despide [aphiemi] su marido, se casa con otro, comete adulterio.

El contexto muestra que Jesús estaba comentando sobre la Ley de Divorcio de Deuteronomio 24:1-4, donde era ilegal “despedir” a la esposa de uno sin antes darle un certificado de divorcio, lo que se supone debe ocurrir antes de la despedida, pero demasiado a menudo los hombres violaron la Ley al despedir a su esposa sin un certificado de divorcio. Esta era una injusticia, porque se le impedía volver a casarse, ya que ella estaba aún legalmente casada con el marido que la había despedido. Por lo tanto, si se volvía a casar, adulteraba, y el que se casó con ella también era culpable de adulterio.

En ese contexto, Jesús asume que las esposas, también, podían despedir a sus maridos sin documentos de divorcio. El pecado no estaba en dar los papeles del divorcio, sino en despedir a un cónyuge sin esos papeles.

Vemos, entonces, que tanto Jesús como Pablo mencionan la posibilidad de que una mujer tome acciones legales contra su marido. Eso, en sí mismo, no es condenado. Es sólo cuando se hace de manera ilegal que Jesús lo condena, y en el ejemplo de Pablo, una mujer creyente no debería despedir a su marido incrédulo, al menos no en circunstancias normales.

Etiquetas: Serie Enseñanza
Categoría: Enseñanzas

Dr. Stephen Jones

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