23 de agosto de 2016
Juan
no dice nada acerca de la vida en el milenio, excepto por el hecho de
que los resucitados van a "reinar
con Cristo"
durante ese tiempo. Él pasa rápidamente más allá de los mil años,
ansioso, al parecer, de hablar del clímax de la historia: el Gran
Juicio de toda la humanidad. Yo, por el contrario, no tengo tanta
prisa, porque creo que es importante para nosotros entender algo
sobre la vida en la Tierra durante esta "semana" final de
la historia del hombre.
En mis
primeros años en la Iglesia, recibí una muy buena educación
cristiana en una escuela de la misión. Sin embargo, cuando se
trataba el tema del milenio, mis maestros parecían cortos en
conocimiento y largos en confusión. A veces me dijeron que cuando
muriéramos nos darían la vida eterna e iríamos al cielo. En otras
ocasiones me dijeron que nos darían nuestra recompensa en la
resurrección de los muertos.
Del
mismo modo, se nos enseñó que todas las almas eran inmortales, por
lo que la recompensa no era realmente la inmortalidad como tal, sino
la calidad
de
la vida inmortal, ya fuera como dicha eterna o tormento eterno.
La única
cosa que nunca se nos enseñó es la diferencia entre la vida
eterna y la inmortalidad, sólo con esto habrían aclarado
gran parte de nuestra confusión.
¿Almas
mortales o inmortales?
La
inmortalidad es una condición sin muerte. La mayoría de la gente
cree que el cuerpo muere y que la vida tal como la conocemos es un
proceso de morir. Los griegos, que eran dualistas, creían que el
cuerpo muere y que el alma es inmortal. Para ellos, el alma era
espiritual, por lo que utilizaban los términos alma
y
espíritu
de
manera intercambiable. La visión hebrea, sin embargo, dice en
Ezequiel
18: 4,
4
He aquí que todas las almas [nephesh]
son
mías; el alma del padre, así como el alma del hijo es mía. El alma
que pecare, esa morirá.
Dios
reclama la propiedad de todas las almas por derecho de Creación, ya
que Adán fue hecho un alma viviente (Génesis
2: 7).
Sin embargo, el alma también es responsable por el pecado, como
leemos aquí y en Números
15:28 KJV.
Por
lo tanto, cuando Pablo dice, "todos
pecaron"
(Romanos
3:23),
quiere decir que cada alma ha pecado -no sólo la gente en general,
sino específicamente sus almas.
Por esta razón, el juicio divino por el pecado es impuesto contra el
alma, no sólo sobre el cuerpo, porque "la
paga del pecado es muerte"
(Romanos
6:23),
por lo tanto, el
alma muere como un juicio por el pecado.
La
visión hebrea se desarrolla claramente en la Ley y su criterio sobre
el uso y la finalidad de la sangre. "La
nefesh
(alma)
de la carne está en la sangre"
(Levítico
17:11).
La
NASB traduce Levítico
17:14,
"Porque
la vida de toda carne está su sangre".
Las dos veces la palabra nephesh
es
traducida "vida" pero, literalmente, se refiere al "alma".
Los traductores se encargan de reinterpretar nephesh
en
el sentido de la vida misma, como para dar a entender que la
inmortalidad es residente en el alma, mientras que las Escrituras
enseñan que la nefesh
ha sido condenada a muerte por causa del pecado de Adán.
El
alma carnal y el espíritu espiritual
Mientras
que los griegos trazaron una línea clara de separación entre el
cuerpo y el alma, la Ley de Dios los ha unido entre sí, no sólo por
que ambos son mortales, sino también por la frase "el
alma de la carne"
en Levítico
17:11.
Una mejor manera de leer esta frase es "el alma de la carne"
o simplemente "el alma carnal". En otras palabras, el alma
es carne, o carnal. No es espiritual, como los griegos imaginaron.
El
apóstol Pablo consideró necesario exponer sobre esto a la iglesia
de Corinto, que estaba situada en medio de la cultura griega. En 1
Corintios 2: 10-16
que muestra la distinción entre el alma y el espíritu, diciendo:
10
Pero Dios nos las reveló [las
revelaciones de Dios] a
través del espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo
profundo de Dios. 11 Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas
del hombre, sino el
espíritu del hombre,
que está en él? Así tampoco nadie conoce los pensamientos de Dios
sino el
Espíritu de Dios.
12 Y nosotros hemos recibido, no el espíritu del mundo, sino el
Espíritu que proviene de Dios, para que conozcamos las cosas que nos
ha dado gratuitamente Dios.
En
otras palabras, la fuente del conocimiento revelado es "el
Espíritu de Dios",
El cual habla al "espíritu
del hombre".
Pablo continúa en 1
Corintios 2:14,
14
Pero el hombre natural [psykikos]
no
percibe las cosas que son del Espíritu de Dios; porque para él son
locura, y no las puede entender, porque se han de discernir
espiritualmente.
La
palabra griega psique
(alma)
es el equivalente de la palabra hebrea nefesh
en
la traducción griega del Antiguo Testamento (la Septuaginta). Por lo
tanto, cuando Pablo habla del "hombre natural" (NASB), más
literalmente, se refiere al "hombre anímico" y es el
equivalente del "hombre viejo" o identidad de Adán de
nuestra propia alma. Ese
"hombre viejo", dice Pablo, se supone que debe ser
"crucificado" con Cristo (Romanos
6: 6 KJV),
o puesto a muerte. Eso no sería posible si nuestras almas fueran
inmortales.
De
hecho, The Emphatic Diaglotón traduce psykikos
como
"animal", diciendo, "un
hombre animal no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios"
(1
Corintios 2:14).
La naturaleza animal del alma humana es el
origen de los sistemas bestias
que han surgido en el mundo y que son descritos por Daniel y Juan. Su
egoísmo y su instinto de supervivencia impide que el alma animal
escuche, obedezca, o entienda las cosas espirituales.
Pablo
expone el espíritu del hombre en unidad con el Espíritu de Dios
como el "hombre nuevo" o la nueva identidad en la cual la
verdad reveladora es comunicada a nosotros. Nuestro espíritu es
capaz de entender las cosas espirituales, mientras que nuestra alma
no lo es. Por
lo tanto, hay dos "hombres" (o seres) en nosotros: el alma
y el espíritu.
Estos son diferentes, porque el alma es carnal, mientras que el
espíritu es espiritual. Así que Pablo continúa en 1
Corintios 2:15,16,
15
Pero el que es espiritual [es
decir, nuestro ser-espíritu] juzga
todas las cosas, mas él no es juzgado por nadie. 16 Porque ¿quién
conoció la mente del Señor, o quién le instruyó? Pero nosotros
tenemos la mente de Cristo.
La
mayoría de la gente malinterpreta la enseñanza de Pablo, porque
piensan que se refería a los cristianos frente a los no cristianos
como tales. Pero Pablo estaba personificando el alma y el espíritu,
llamando a cada uno un "hombre" (KJV) o "ser"
(NASB). El alma, siendo carne, o carnal, es incapaz de recibir
o de entender las cosas espirituales. Por lo tanto, la fuente de la
revelación por la cual tenemos comunión (o
comunicación) con Dios es a través de nuestro
hombre espiritual.
Preservar
Espíritu, Alma y Cuerpo
23
Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro
ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la
venida de nuestro Señor Jesucristo. 24 Fiel es el que os llama, el
cual también lo hará ocurrir.
Está claro
que somos un ser tripartito, que tiene espíritu, alma y cuerpo. Los
dualistas griegos pensaban que el hombre era un cuerpo y un alma
espiritual. La revelación hebrea une el cuerpo y el alma y
distingue el espíritu de ellos.
Pero
Pablo ora para que las tres partes nuestras sean "guardadas
irreprensibles",
es decir, vigiladas, cuidadas, para que no se escapen, ni se pierdan
o desechen. En una breve declaración, Pablo revela la recompensa
final de los justos. También es el objetivo del Nuevo Pacto, ya que
se basa en Aquel que nos llama. Pablo
afirma que "el
cual
también lo hará ocurrir".
En otras palabras, es Su responsabilidad cumplir con Su palabra
(voto) tal como se expresa en el Nuevo Pacto.
Pablo
lo llama "el
Dios de paz",
lo que implica que el espíritu, alma y cuerpo, en última instancia,
deben conciliarse con el fin de que estemos "completos" y
"sin mancha". Esta es una
visión muy hebrea, porque restaura las tres partes del hombre que
fueron dañadas por el pecado de Adán.
La gran "guerra" interior (Romanos
7:23)
debe terminar en la reconciliación.
Mientras
que los griegos no tenían ninguna esperanza para el cuerpo, tratando
de separar el alma espiritual del cuerpo y vivir inmortales en una
existencia puramente espiritual (del alma), los hebreos vieron la
Creación de Dios como "buena" y había recibido la
revelación de una resurrección corporal. Mientras que pasará la
forma actual del cuerpo (tal como la conocemos), un nuevo cuerpo y
una nueva alma nos esperan, que estarán en paz con el espíritu.
La
muerte es un Retorno
La
Escritura nos enseña que la
muerte es un retorno a un estado original.
Rompiéndose en sus partes componentes, el
cuerpo vuelve al polvo, el espíritu vuelva a Dios, y el alma vuelve
al "Hades", un estado de inconsciencia que normalmente se
conoce como "el sueño".
Esto es más evidente cuando estudiamos la muerte del mismo Jesús.
José de Arimatea enterró su cuerpo en su propia tumba (Mateo
27: 58-60).
Su alma fue al Hades (Hechos
2:31).
Su espíritu fue a Dios (Lucas
23:46).
Santiago
2:26
nos dice que "el
cuerpo sin espíritu está muerto".
Tampoco es que el alma vaya al Cielo, sino el espíritu. No es que el
alma sea inmortal, sino el espíritu. Tanto el cuerpo como el alma se
dice que mueren, pero en ninguna parte leemos que el espíritu
muere.
Pablo deja claro que el espíritu (es decir, el "hombre
espiritual") tiene una mente consciente que es distinta de la
mente consciente (carnal) del alma. Por lo tanto, la
parte espiritual del hombre vuelve a Dios en un estado de conciencia,
pero la
mente del alma muere con el cuerpo
(Eclesiastés
9: 5).
La
desintegración de las tres partes del hombre en el momento de la
muerte empieza a ser revertida por la resurrección. La
resurrección es una recreación, un reunirse de nuevo del espíritu
y el cuerpo, como cuando Dios sopló en el cuerpo de polvo de Adán
para crear un alma viviente
(Génesis
2: 7).
Sin embargo, la calidad de la vida de uno en la resurrección
dependerá de la relación de uno con Dios. Como dijo Jesús en Juan
5:29,
algunos recibirán "una
resurrección de vida",
mientras que otros "una
resurrección de condenación".
Dado
que ambos grupos regresan a la "vida", es obvio que se
trata de que su calidad de vida es diferente.
Por
otra parte, con dos resurrecciones, que ambas tienen creyentes
resucitados, es obvio que también hay una distinción entre
los creyentes y los vencedores. Hay, pues, tres grupos
principales que debemos considerar: vencedores, creyentes, y no
creyentes.
Etiquetas: Serie Enseñanza
Categoría: Enseñanzas
Dr. Stephen Jones
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