Capítulo
4
LOS
VENCEDORES Y LAS OBRAS
(2a.
parte)
Las cuatro etapas de la obra de Cristo
El
Señor está edificando su casa; ese es su gran propósito. Y para
ello Dios se ha venido revelando por etapas. En la Biblia vemos un
proceso ascendente de esa revelación divina al hombre. Al comienzo,
cuando el hombre pecó, Dios dijo (a la serpiente): "Y
pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la
simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el
calcañar"
(Gé. 3:15). Ahí aparece un comienzo de revelación de Dios para el
curso de la historia y de la economía divina. Esa serpiente antigua
se ha hecho sentir en la historia de la humanidad, y se ha
desarrollado tanto que llegó a ser un gran dragón con siete cabezas
y diez cuernos. Pero Dios también ha venido desarrollando sus
propósitos; y formó para sí la nación de Israel, por medio del
cual manifestarse al mundo y dar testimonio de su unidad, de su
poder, de su palabra, de sus propósitos eternos, y de la encarnación
de Su Verbo. En
cuanto a la manifestación del Hijo de Dios, el Salvador, podemos ver
cuatro etapas definidas:
-Primera etapa. El Verbo divino estaba con el Padre (Juan 1:1,2); con Él estaba eternamente. "1En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. 2Éste era en el principio con Dios".
-Segunda etapa. Históricamente toma carne por obra del Espíritu Santo en una mujer hebrea de una familia oriunda de Belén, descendientes del rey David. "14Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad". "20Y pensando él en esto, he aquí un ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es. 21Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados" (Mt. 1: 20-21). Creció como hombre, es bautizado, ejerce su ministerio público.
-Tercera etapa. Se somete a la muerte en la cruz, es sepultado y resucita al tercer día; fue ascendido y glorificado. "3Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; 4y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras" (1 Co. 15:3-4). "Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios" (He. 10:12).
-Cuarta etapa. Su Espíritu desciende a morar en nosotros los creyentes. "16Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: 17el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros" (Jn. 14:16-17). "Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen" (Hch. 2:4). "¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?" (1 Co. 3:16). Esto se refleja tanto en el judaísmo como en la cristiandad.
- Para los judíos aún no ha venido el Mesías; se puede decir que ellos siguen en la primera etapa. Los judíos creen que vendrá un Mesías pero no Dios encarnado.2. Con relación a los católicos romanos, ellos no se sienten que son morada de Dios. Es algo completamente ajeno a su práctica religiosa y ritual. Sus sacerdotes y teólogos viven y enseñan la segunda etapa.3. Las organizaciones cristianas denominacionales por lo general viven la tercera etapa. A menudo piden que descienda el Espíritu Santo sobre ellos.4. Pero hay un grupo de hermanos que vivimos en la cuarta etapa. Somos morada de Dios en el Espíritu. Ahora Cristo se está formando en nosotros; Él es nuestro Señor y Salvador, luego a Él le pertenecemos, y ha venido a morar dentro de nosotros, en nuestro espíritu. Eso significa que hemos creído en Cristo como el fundamento de la edificación de la casa de Dios; pero ¿qué había en nosotros antes de que eso ocurriera? Si éramos religiosos, ¿en qué etapa estábamos? Para poder edificar sobre el único fundamento, primero hay que destruir lo que antes había, derribar lo viejo, tanto a nivel personal como en lo institucional.
Por
ejemplo en Marcos 13:1,2 dice: "1Saliendo
Jesús del templo, le dijo uno de sus discípulos: Maestro, mira qué
piedras, y qué edificios. 2Jesús, respondiendo, le dijo: ¿Ves
estos grandes edificios? No quedará piedra sobre piedra, que no sea
derribada".
Tal vez los discípulos esperaban que Jesús dijera algo elogioso de
lo que Herodes había construido y embellecido; pero no; para poder
edificar la iglesia hay que derribar el judaísmo; y no solamente al
judaísmo, sino también a todos los sistemas que se han desviado del
verdadero modelo de la iglesia bíblica. Ese antiguo templo de
Jerusalén ya no podía dar morada a Dios, pues ya sólo se trataba
de la sombra o la maqueta de lo que es el verdadero edificio (Hebreos
8:5: 10:1).
"Porque
nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de
Dios, edificio de Dios"
(1 Co. 3:9). Cuando Pablo dice nosotros se refiere a los apóstoles,
en este caso como los maestros de obra. "11Y
él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros,
evangelistas; a otros, pastores y maestros, 12a fin de perfeccionar a
los santos para la obra del ministerio, para la edificación del
cuerpo de Cristo"
(Ef. 4:11,12). En esa edificación de la casa de Dios, cada santo
tiene alguna responsabilidad. ¿Por qué somos colaboradores de Dios?
Porque hacemos parte de la casa de Dios, somos morada de Dios y
templo de Dios. "16¿No
sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en
vosotros? 17Si alguno destruye el templo de Dios, Dios le destruirá
a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es"
(1 Co. 3:16). Destruir el templo de Dios es dividirlo. Al entender
una persona que somos el cuerpo de Cristo y templo de Dios, puede ver
la realidad de esa unidad; pero si busca la división, lo está
destruyendo. El Señor está edificando su Iglesia, El fundamento ya
está puesto, es Cristo; una persona ya tiene el fundamento cuando ha
recibido a Cristo por la fe. Y estamos "edificados
sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal
piedra del ángulo Jesucristo mismo"
(Ef. 2:20). En el Nuevo Testamento nosotros somos edificados tanto
individual como corporativamente. Somos un cuerpo y formamos el
templo del Señor.
El vencedor y las recompensas
Una
vez más dejamos claro que no hay que confundir la Vida
Eterna,
o salvación eterna, con el Reino
de los Cielos.
No
hay que confundir el don con el galardón.
La vida eterna se recibe del Señor por fe, como un don gratuito. No
hay que hacer nada para merecer la salvación eterna. En cambio el
reino de los cielos es temporal, mil años, y sí se gana por obras.
Hay que trabajar para merecer el reino de los cielos. Dice 2 Juan 8:
"Mirad
por vosotros mismos, para que no perdáis el fruto de vuestro
trabajo, sino que recibáis galardón completo".
Esto significa que debemos estar vigilantes por nosotros mismos, para
que no se arruine el fruto de nuestro trabajo. También en Colosenses
3:24-25, nos dice la Escritura: "24Sabiendo
que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a
Cristo el Señor servís. 25Mas el que hace injusticia, recibirá la
injusticia que hiciere, porque no hay acepción de personas".
La
Palabra del Señor no registra ni una sola vez que el reino de los
cielos se reciba por gracia por medio de la fe. Por ejemplo, si lees
las bienaventuranzas en Mateo 5, encontrarás que para entrar en el
reino de los cielos se necesita, entre otras cosas, ser pobres en
espíritu, y sufrir persecución por causa de la justicia; en cambio
la vida eterna se recibe por fe, inmerecidamente, sin que uno deba
hacer nada para recibirla, ni bueno ni malo; al contrario, dice que
no es por obras para que nadie se gloríe.
No
se nos tilde de cansones si no dejamos de repetir que la salvación
es un regalo de Dios; pero que también debemos trabajar para
participar en el Reino. Si trabajamos conforme el plan de Dios,
recibiremos recompensa; pero si no trabajamos, o si lo hacemos en la
carne, recibiremos castigo.
Jesucristo, el fundamento
Leemos
en 1 Corintios 3:8-10: "8Y
el que planta y el que riega son una misma cosa: aunque cada uno
recibirá su recompensa conforme a su labor. 9Porque nosotros somos
colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de
Dios. 10Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como
perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero
cada uno
mire
cómo sobreedifica".
En
estos versículos la Escritura habla que el que trabaja recibe su
recompensa, que es como un incentivo para los siervos del Señor que
trabajan en Su obra. Dios está trabajando en Su labranza y nosotros
somos Sus colaboradores, porque la Iglesia es la tierra cultivada por
Dios donde Cristo fue plantado; y esa tierra hay que regarla,
abonarla, limpiarla, para que produzca el fruto previsto en la
Palabra. Además de labranza, la Iglesia es el edificio de Dios, la
casa de Dios, la cual se está construyendo; el Señor está
trabajando en esa construcción con la colaboración de nosotros.
¿Quiénes trabajan en esa edificación? Nosotros, unos más que
otros, aunque algunos no hacen nada. Pero muchos trabajan usando
métodos, planos y materiales que no son de Dios. Pablo puso el
fundamento, la base de la enseñanza; las cartas de Pablo son la
revelación de la Iglesia. Cada uno debe saber cómo sobreedifica
sobre este único fundamento de la Iglesia. Alguien puede estar
ocupado sobreedificando sobre el fundamento de Jesucristo pero
obedeciendo, no a la Palabra, no al evangelio, no a las cartas de
Pablo ni al resto del Nuevo Testamento, sino a otras directrices
diferentes, otras corrientes doctrinales, otras tradiciones, ideas,
estatutos, leyes y normas de organizaciones y liderazgos de factura
humana. La casa de Dios la edifica el propio Señor; sin Él toda
edificación es inútil. Dice el Salmo 127:1: "Si
Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican;
si Jehová no guardare la ciudad, en vano vela la guardia".
Materiales de la construcción
Seguimos
leyendo 1 Corintios 3: "11Porque
nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es
Jesucristo. 12Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata,
piedras preciosa, madera, heno, hojarasca".
En la edificación de la casa de Dios hay un único fundamento, que es Su Hijo Jesucristo, la piedra angular. Aquí figuran seis elementos con los cuales se está edificando. Los tres primeros, oro, plata y piedras preciosas, simbolizan la Trinidad divina: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Los tres últimos, madera, heno y hojarasca, simbolizan lo humano en esa sobreedificación; el último grupo se contrapone al primero, pues los pensamientos del hombre no son los de Dios. Dios quiere edificar su casa con los tres primeros elementos. El oro se refiere a la naturaleza divina, a la voluntad de Dios, lo eterno, lo que jamás se envejece, lo más glorioso; en cambio la madera es la naturaleza humana, lo que perece. Por ejemplo, en el tabernáculo lo principal es Cristo, el arca, la cual estaba hecha de madera de acacia (la humanidad de Cristo) recubierta de oro (la divinidad de Cristo). De manera que si se edifica en oro significa que se está obedeciendo la voluntad de Dios consignada en el Nuevo Testamento; pero si es en madera, es porque se está obedeciendo otras opiniones; es lo que ha hecho la cristiandad a partir del siglo V de esta era. Pero si seguimos al Señor Jesús, debemos hacer su voluntad, y Él vino a hacer la voluntad del Padre que lo envió. "Jesús les dijo: Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra" (Jn. 4:34). Antes de que el Señor naciera en carne, el Padre ya tenía preparado todo, galaxias, sistemas solares, mares, continentes, todo lo necesario para que hombre pudiese vivir en la tierra y se pudiese encarnar Su hijo y salvar a la Iglesia (salvar a toda la humanidad: 1Ti_4:10 (RV1977) ... el Dios viviente, que es el Salvador de todos los hombres, especialmente de los que creen). Dios no va a dejar el cumplimiento de sus propósitos al criterio de los hombres. El primer Adán falló, pero segundo Adán vino a vencer, a obedecer a Dios. A partir de Él, Cristo vino a preparar para Dios una nueva raza humana, el verdadero hombre a la imagen de Dios.
El Padre le dijo al Hijo lo que debía hacer. "No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre". ¿Por qué insiste el Señor Jesús en esto? Para darnos ejemplo de obediencia. "38Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. 39Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió. Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero" (Jn. 6:38-39).
Volvemos a Efesios 2:19-22: "19Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios, 20edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, 21en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; 22en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu". ¿A qué se refiere aquí con el fundamento de los apóstoles? Se refiere al Nuevo Testamento. Estamos en plena edificación del templo, y el Señor quiere terminar ese edificio con personas obedientes. Recuérdese que cada uno de nosotros es una de las piedras vivas, con las cuales el Señor está edificando su casa. Él no busca montones de piedras muertas, ni siquiera que haya montones de piedras por allá y otras por acá; Él busca que todos estemos juntos para poder ser edificados. Cuando Pedro confesó que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios viviente, el Señor le dijo: "Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán sobre ella". El que edifica la Iglesia es Cristo, y nosotros somos colaboradores; Él con nosotros y nosotros con Él. Si no edificamos con Él, sólo estaríamos edificando con madera. Ya no sería Su Iglesia; de pronto estaríamos edificando nuestras pequeñas iglesias.
¿Qué
es la Iglesia? La palabra iglesia viene del griego ekklesia (de ek,
fuera de, y klesis,
llamamiento). Se usaba entre los griegos de un cuerpo de ciudadanos
reunido para considerar asuntos de estado (Hch. 19:39). La iglesia de
Jesucristo (Mt. 16:18), la cual es Su cuerpo (Ef. 1:22; 5:22) es toda
la compañía de los redimidos a través de la era presente. La
Iglesia universal del Señor es la misma que nació el día de
Pentecostés, diez días después de haber ascendido el Señor a la
diestra del Padre. Entonces vemos que en esa construcción de la
Iglesia, nosotros somos Sus colaboradores, quienes estamos
sobreedificando, "edificados
sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal
piedra del ángulo Jesucristo mismo".
Esa sobre edificación, cuando se hace sobre el fundamento de los
apóstoles y los profetas, es decir, de acuerdo con lo que ellos
predicaron y escribieron, debe ser en oro, plata y piedras preciosas,
lo cual es la obra de Dios. Allí el
oro,
el metal precioso por excelencia, representa
la naturaleza de Dios Padre, Su vida,
Su gloria, Su justicia, Su obra, Sus propósitos con la creación; la
plata
se relaciona con la
redención, la obra del Hijo,
por el precio asignado por el Señor (Zacarías 11:12; Mateo 16:15),
y las piedras
preciosas
tienen que ver con la
manifestación y obra del Espíritu Santo en la Iglesia y en la vida
de cada uno de nosotros en particular.
Las piedras preciosas son carbones purificados y trabajados a través
del tiempo con alta presión y temperaturas elevadas.
Infortunadamente, sobre ese mismo fundamento, Jesucristo, a menudo también se suele trabajar por iniciativa propia, valiéndonos de nuestro propio punto de vista, excluyendo la voluntad del Señor; se abandonan los principios del fundamento apostólico, de lo que ellos dejaron registrado por la voluntad de Dios, y es cuando aparecen otros tres elementos que de alguna manera se relacionan con los tres primeros: madera, heno y hojarasca. Si se edifica en madera, que representa la naturaleza del hombre, esa obra se destruye, se convierte en basura. Tenemos por ejemplo, el arca del pacto. Fue hecha de madera de acacia recubierta de oro, pues era un tipo de Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre. También dice Juan el Bautista en Mateo 3:10: "Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego". Si se edifica en heno, que es una planta de utilización periódica, esa sobre edificación también fenece y no es eterna en comparación con la salvación eterna que nos aseguró el Señor Jesús en la cruz. Por último, puede ser que se edifique en hojarasca, que son hojas secas, muertas, que caen de los árboles cuando sus tejidos se marchitan y ya no les llega la savia; eso simboliza las cosas de vistosa apariencia pero de una fragilidad impresionante, son las cosas inútiles y de poca sustancia, aunque a nosotros nos parezca que lo estamos haciendo muy bien, especialmente en las palabras y promesas; o esa demasiada e inútil frondosidad de algunos árboles y plantas, todo lo inútil con que creemos que estamos agradando al Señor, despreciando el verdadero trabajo del Espíritu Santo en nosotros, comparado con las piedras preciosas. La madurez de un creyente se da a través de un proceso y un laborioso trabajo del Espíritu del Señor en nosotros y con nosotros, llevando la cruz, negándonos a nosotros mismos, pasando por pruebas. Dios nos dio Su vida en la regeneración, el oro; también nos ha redimido por la obra de Su Hijo, la plata, y también forja dentro de nosotros las piedras preciosas, para que seamos la imagen de Su Hijo. Dios no cambia las piedras preciosas por hojarasca. La vida que Dios nos ha dado no es afectada por el fuego. Los tres primeros, lo de Dios, son materiales duraderos, y los tres últimos son materiales combustibles, perecederos, por cuanto simbolizan la obra del hombre. A continuación podemos intentar hacer una comparación un poco más detallada entre los tres elementos de Dios y los tres elementos del hombre:
-Oro. El oro es el primer elemento indicado para la sobre-edificación de la iglesia. El oro se relaciona con la obediencia a la voluntad del Padre. Ya hemos visto que el Señor ha establecido y ordena que la edificación de su casa se efectúe sobre el fundamento puesto por los apóstoles y profetas. "Y el muro de la ciudad tenía doce cimientos, y sobre ellos los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero" (Ap. 21:14). El testimonio de los doce apóstoles del Cordero es fundamental, pues por medio de ellos el Señor nos dejó en el Nuevo Testamento los detalles sobre esta edificación del templo. El modelo, pues, de la Iglesia del Señor está en el Nuevo Testamento. La edificación de la iglesia del Señor debe ser sobre la base de la unidad del Espíritu, no de la carne; la unidad sólo se puede realizar en el amor en la iglesia de una localidad. Obedecer la voluntad de Dios para edificar la iglesia, es sobreedificar en oro. El oro, por tanto, se contrapone a la madera. El oro y la madera se juntan en la construcción del arca del tabernáculo, auténtico tipo de Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre. "10Harán también un arca de madera de acacia, cuya longitud será de dos codos y medio, su anchura de codo y medio, y su altura de codo y medio. 11Y la cubrirás de oro puro por dentro y por fuera, y harás sobre ella una cornisa de oro alrededor" (Éx. 25:10-11). Esos dos versículos nos hablan de lo central del tabernáculo. Ahora nosotros somos el tabernáculo de Dios, y el arca (Cristo) la llevamos dentro de nosotros, en nuestro lugar santísimo (nuestro espíritu regenerado).
-Madera. La madera es lo que se contrapone al oro; la madera es la naturaleza humana; el hombre mortal. Pero en esa madera viene Cristo a morar y trae el oro de la naturaleza divina. Cristo se va desarrollando en nosotros. "Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da fruto es cortado y echado en el fuego" (Mt. 3:10). No se refiere a los árboles del campo, sino a los hombres que no dan fruto de arrepentimiento. Mateo 7:19 lo repite en palabras del Señor Jesús. Él quiere que cada uno de nosotros demos abundante fruto; pero fuera de su voluntad no podemos dar fruto. Dios quiere que nos capacitemos para un trabajo en Su obra. Nosotros en nuestra vida natural podemos ir adquiriendo conocimientos, escalando logros, incluso posiciones desde donde nos enaltecemos; pero a medida que Cristo se forma en nosotros, el Espíritu Santo nos va mostrando qué hay dentro de nosotros, y podemos ver los rezagos supersticiosos, los fundamentos filosóficos y religiosos. La religión del mundo se fundió con la cristiandad; de Babilonia ese espíritu pasó a formar al papado romano y del papado pasó al anglicanismo y de allí a los bautistas, a los presbiterianos, etc. La iglesia del Señor quedó cautiva en una maraña de sistemas construidos con madera, y el Señor decidió sacarla de allí, y continuar su construcción con oro, plata y piedras preciosas. Todo lo que no edifica la casa de Dios en unidad del Cuerpo de Cristo, es construido con madera; y se quemará. Nosotros somos la asamblea de los santos; somos santos porque hemos sido apartados para Dios. En la cristiandad infiel se ha metido mucho fundamento filosófico, mucho judaísmo, mucha construcción de templos materiales, muchas leyes y preceptos estatutarios, mucho nicolaísmo, mucha religión babilónica, mucha magia, comercialización con la Palabra de Dios, visualización, mucho piense y hágase rico. Al comienzo se formaron las grandes denominaciones en torno a doctrinas; hoy se organizan en torno a liderazgos y "ministerios".
-Plata. Se relaciona con el Hijo de Dios, con la redención en la cruz. Tipifica la vida del hombre redimido; en la plata estamos involucrados los redimidos; la sobreedificación con plata tiene que ver con nuestro andar con Cristo. El Cordero de Dios está íntimamente ligado con Su cruz. Cuando en Apocalipsis Juan vio el trono de Dios, allí estaba el Cordero inmolado. Los hechos más relevantes de la historia de la humanidad son: la encarnación del Verbo de Dios, su crucifixión y resurrección en cuerpo glorioso. Cristo resucitó para jamás volver a gustar la muerte. Durante Su ministerio Él resucitó a Lázaro y a otros, pero ellos volvieron a morir. Cristo está edificando a través de la cruz; si nosotros no llevamos nuestra cruz y experimentamos la negación de nuestro yo, no podemos edificar con Cristo. A través de ese proceso hay revelación en nuestras vidas, pero antes debe haber revelación del Padre acerca del Señor Jesús como Salvador; si no hay revelación nadie puede creer en Cristo. ¿Quién es Cristo para ti? Nadie busca al Señor; es el Señor el que nos busca. Él siempre toma la iniciativa, nosotros jamás.
Mateo 16:15: "Él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?" Surge una pregunta, ¿cuál es la roca que menciona el Señor? "16Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. 17Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos". Conocer quién es Jesús es una revelación del Padre. Ya que el Padre te reveló quién soy yo y tú lo confiesas, entonces "18Yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella". Ahora dejas de ser Simón; ahora eres una piedra viva para la construcción de mi casa. La construcción no es material; es una casa espiritual. Sobre esta roca, sobre lo que acaba de confesar Pedro "edificaré mi iglesia". Ahí está el fundamento. La roca es Cristo, y Pedro es una piedra vida. "Vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo" (1 Pe. 2:5). Cristo es la piedra viva, la piedra angular, y nosotros somos piedras vivas en Cristo. Nosotros somos "20edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, 21en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; 22en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu" (Ef. 2:20-22). El fundamento de los apóstoles y profetas es el Nuevo Testamento; ellos fueron testigos de la encarnación del Verbo de Dios, de Su vida como hombre, de Su muerte, de Su resurrección, de Su ascensión al cielo. Unos ángeles de Dios se les presentaron y les dijeron: "Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo" (Hch. 1:11). El apóstol Pablo también lo vio, y también fue llevado al tercer cielo, y allí recibió toda esa información que nos transmite en sus cartas; y Pablo fue apóstol, profeta, evangelista, pastor y maestro.
Entonces, ¿quiénes sobreedifican? Los creyentes en Cristo; pero esa sobreedificación puede ser errada; algunos pueden estar edificando con madera, heno y hojarasca. De modo, pues que la sobredificación con plata tiene que ver con el Hijo, con la redención; la plata tipifica la vida del hombre redimido, el andar con Cristo. Con la plata se paga un precio. José, el hijo de Jacob, es un tipo de Cristo; él fue vendido como esclavo por sus propios hermanos por veinte piezas de plata (Génesis 37:28). El Señor fue vendido por treinta piezas de plata, como está profetizado en Zacarías 11:12-13 y su cumplimiento en Mateo 26:14-15. La plata se relaciona con el hecho de que nuestra vida está unida al Señor. Él pagó el precio con Su preciosa sangre. La plata tiene que ver con la vida de Cristo en nosotros. Es necesario que Cristo se forme y crezca en nosotros (Gá. 2:20); nosotros en Cristo ya fuimos a la cruz, por eso ahora es necesario que Él viva Su vida en mí. Si no es así, no estoy sobreedificando con plata. Si Cristo vive en mí, ya yo no vivo; el vivir en la carne (comer, dormir, laborar, hablar), lo vivo no en mis propias ilusiones e intereses. Cuanto más viva Cristo en mí, se van de mí las antiguas costumbres, porque Él trae otras costumbres a nuestras vidas. La edificación en plata, como en Cristo, puede incluir en nosotros el sufrimiento. "1Puesto que Cristo ha padecido por nosotros en la carne, vosotros también armaos del mismo pensamiento; pues quien ha padecido en la carne, terminó con el pecado, 2para no vivir el tiempo que resta en la carne, conforme a las concupiscencias de los hombres, sino conforme a la voluntad de Dios" (1 Pe. 4:1-2).
-Heno. Si no se edifica en plata, la contraparte negativa es el heno. El heno es una gramínea que simboliza al hombre caído, el hombre no redimido, el hombre carnal, no regenerado. Cuando se trata de un creyente, es un bebé espiritual y nunca deja de serlo (1 Co. 3:2,3), de manera que su edificación lo hace en sus egoísmos, mal carácter, ambiciones y avaricia; pretensiones de que lo puede todo. Cuando la vida de uno no ha pasado del hombre viejo, está en la hierba, en el heno (1 Pe. 1:24); el hombre viejo atrae la gloria de los hombres. Muchas veces al hombre le gusta recibir la gloria terrena, las miradas de aprobación, las felicitaciones. Pero el que así obra, todo lo está haciendo en heno; muchos viven pendientes de los hombres. La gloria y el vivir humano se seca cuando sale el sol (la venida del Señor), la flor se cae (Sant. 1:9-11) y perece. El verdadero tesoro debe ser el Señor; los demás tesoros enceguecen y apartan de Dios. Hay una gran diferencia entre el vivir de Cristo y el vivir carnal. Entre la plata y el heno podemos ver la relación entre la hierba y el vivir de Cristo.
-Piedras preciosas. Tenemos aquí la obra transformadora del Espíritu Santo en nosotros. Los creyentes hemos pasado por un proceso. El Padre nos hizo del barro de la tierra para vivir en este mundo físico (Gé. 2:7; Ro. 9:20,21); el Hijo, al creer en Él, nos convirtió en piedras vidas a fin de vivir en Su casa y hacer parte de ella (Jn. 1:42; Mt. 16:17,18; 1 Pe. 2:5) y el Espíritu Santo vino a convertirnos en piedras preciosas para entrar al reino y a la Nueva Jerusalén, la ciudad celestial (Ap. 21:18-20; 2 Co. 3:18; Ro. 12:2). Como barro somos vasos; como piedras vivas construidas somos casa, y como piedras preciosas haremos parte de la ciudad de Dios. En la naturaleza las piedras preciosas se forman a través de un prolongado proceso de altas temperaturas y presiones; algo parecido nos sucede a nosotros. (Mt. 16:24) Nadie quiere someterse a la cruz, y a la negación de su ego. Pero sólo la acción de la cruz aplicada por el Espíritu realiza esa transformación. A la Nueva Jerusalén no puede entrar nada que no sea precioso. Para ser precioso hay que pagar el precio.
-Hojarasca. Es lo opuesto a la piedra preciosa. Hojarasca es lo que no tiene vida, está seca. La hojarasca es el obrar y vivir proveniente de una fuente terrenal. Es el proceder de un alma sin la debida transformación y vida por parte del Espíritu Santo. Es cuando en nuestro ser natural no somos piedras sino barro. Todo lo que se construye con hojarasca, cuando no sale de una vida transformada por el Espíritu Santo, no está firme, se va hacia cualquier corriente (Salmo 83:13); todo se quema fácil (Isaías 33:11)."12Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosa, madera, heno, hojarasca, 13la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cual sea, el fuego la probará. 14Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. 15Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego" (1 Co. 3:12-13).
Pero llega el día del juicio de la Iglesia. El Señor vendrá a probar todas nuestras obras; vendrá a ver cómo utilizamos nuestros talentos. ¿Qué sucede, pues, con los que sobreedifican en oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca? Que el fuego lo probara todo. Ese fuego es el juicio (Deuteronomio 33:2 Dijo: Jehová vino de Sinaí, Y de Seir les esclareció; Resplandeció desde el monte de Parán, Y vino de entre diez millares de santos, Con LA LEY DE FUEGOa su mano derecha). El fuego del juicio del Señor a la Iglesia en Su venida, entra a probar si lo que hemos sobreedificado ha sido en oro, plata y piedras preciosas. Si es así, en todo eso se sale victorioso, y hay recompensa; unos más, otros menos, pero hay, y se entra a participar con el Señor en el Reino. Si es con oro, plata y piedras preciosas, habrá recompensa, la cual es el Reino Milenial. Pero al llegar a los que han edificado en madera, heno y hojarasca, todo cambia. Pero si se quema la obra, sufrirá pérdida del Reino, y entrará en una disciplina. Habrá, pues, un período de pagar el precio así como por fuego (Mat. 5:21-26). Nadie pierde la salvación, pero todo eso se quema, pues nada de eso fue conforme a Dios. Entonces el Señor dice en su Palabra: "14Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. 15Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego" (1 Co. 3:14-15). Mateo 5:27-30. Si algo es para mí de mucha atracción y con ello peco, debo cortar con ello. Está hablando a la Iglesia. En Apocalipsis 20:11-14 habla de la muerte segunda, la Gehena. El Lago de Fuego es la misma Gehena. El juez es el Señor, los alguaciles son los ángeles. Si no te reconcilias con tu hermano ahora, vas a pasar una temporada en el Lago de Fuego hasta que pagues el último cuadrante.
Apocalipsis 2:9-11. El que venciere no sufrirá daño de la segunda muerte. La primera muerte es la muerte física, la separación del alma del cuerpo. La segunda muerte es la separación de la persona de todo contacto con Dios y lanzada en el Lago de Fuego, la perdición eterna (por el eón o edad hasta el Gran Jubileo de Creación). Se debe buscar vivir una vida de obediencia y sometimiento al Señor para ser un vencedor y no sufrir daño de la segunda muerte.
A menudo hay diferencia entre servir a Dios y trabajar para Dios. Dice el hermano Watchman Nee: "Muchos van apresuradamente de un sitio a otro para conseguir fama por sus obras. No cabe duda de que han realizado esas obras, pero en realidad no han servido a Dios",*(1) pues efectivamente, no le han servido a Dios, sino al templo y a sus propios intereses.
*(1)
W. Nee. "El
Plan de Dios y los Vencedores".
Ed. Vida. 1977. pág. 56.
Cuarta promesa
"26Al
que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad
sobre las naciones, 27y las regirá con vara de hierro, y serán
quebrantadas como vaso de alfarero; como yo también la he recibido
de mi padre"
(Ap. 2:26-27).
Debemos vencer las tres grandes religiones tergiversadas que están reveladas en el libro de Apocalipsis: el judaísmo, el catolicismo y el protestantismo. Estas religiones le han hecho daño a la Iglesia. ¿Por qué? Debido a que las religiones se han contaminado con misterios y principios satánicos disfrazados con la apariencia de verdades bíblicas. Las organizaciones religiosas de corte institucional, al no guardar las obras del Señor, a menudo se pervierten y se revisten de un dominio mundano y temporal, inclinadas a recibir la gloria de los hombres, y hacer las cosas bajo otras directrices diferentes de las del Señor. Pero el Señor muestra otra alternativa al creyente: dejar ese camino autoritativo y dominante, dejar de morar en la tierra, donde tiene su trono el mismo diablo, y ocupar su lugar en los lugares celestiales con Cristo.
Por otro lado, hoy en día, para el cristiano hay un gran peligro en la amistad y compañerismo con los mundanos. Puede que la intención sea a veces atraer a los incrédulos. Esto, por inocente que parezca, siempre arroja pésimos resultados. ¿Por qué es tan nefasto? Porque las personas de mundo, en su ceguera y oscuridad no permiten que se les hable del evangelio; no les interesa, les estorba. Como consecuencia los resultados son inversos: el cristiano es sumergido en una lucha frente a una fuerza que lo trata de arrastrar a los vicios y costumbres propios del mundo y del pecado, de donde ya el Señor lo ha sacado. Por eso el vencedor de Tiatira se enfrenta a las tentaciones que la impía Jezabel le presenta; es el que hace con perseverancia las obras que agradan al Señor. La carta apocalíptica a Tiatira es una profecía que se cumple con la formación de la Iglesia Católica Romana. Dice el hermano Lee: "En Mateo 13:33 el catolicismo es tipificado por una mujer que leudó ‘tres medidas de harina’, que representan toda la enseñanza acerca del elemento de Cristo en Su persona y obra. La Iglesia Católica aceptó la enseñanza neotestamentaria, pero la leudó. El pan sin levadura es difícil de comer"*(2). El vencedor recibirá autoridad sobre las naciones, y las regirá con cetro de hierro y las hará añicos como cacharro de barro, de la misma manera que el Señor Jesús ha recibido potestad del Padre celestial en el Salmo 2:8-9. Esto ocurrirá en el reino mesiánico milenario, en que el creyente fiel participará de lleno en el gobierno de las naciones, tanto en la parte regia como en la judicial. Es una promesa de carácter escatológico. En Lucas 19:16-17 dice: "16Vino el primero, diciendo: Señor, tu mina ha ganado diez minas. 17Él le dijo: Está bien, buen siervo; por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades".
*(2)
Witness Lee. "Los Vencedores". LSM. pág. 67.
Entonces, a los vencedores de Tiatira Dios les promete gobernar, reinar y regir las naciones con Cristo en el Reino venidero. De acuerdo con Mateo 3:2, desde hace dos mil años vino a la Iglesia el reino de los cielos, pero por la degradación de la Iglesia, el cristianismo convencional es la apariencia del reino de los cielos descrita en las parábolas de Mateo 13. Los que vencen al sistema religioso, también se relacionan con el "hijo varón, que regirá con vara de hierro a todas las naciones" de Apocalipsis 12:5, y "los quebrantarás con vara de hierro; como vasija de alfarero los desmenuzarás" del Salmo 2:9. ¿Cuándo estarán los vencedores recibiendo esa autoridad de quebrantar las naciones como vaso de barro? Durante el futuro reino del milenio. ¿Por qué relaciona el Señor las naciones y el sistema religioso dominante con vasijas de barro? Volvamos al libro del Génesis Satanás y sus seguidores quieren imitar la edificación de Dios, en la construcción de la ciudad terrenal, Babilonia, y su sistema político religioso, no según Dios sino según el hombre, no con piedras, sino con ladrillos (barro cocido modelado por el hombre). "3Y se dijeron unos a otros: Vamos, hagamos ladrillo y cozámoslo con fuego. Y les sirvió el ladrillo en lugar de piedra, y el asfalto en lugar de mezcla. 4Y dijeron: Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue hasta el cielo; y hagámonos un nombre..." (Gén. 11:3-4). Los sistemas religiosos del hombre, todo lo que se encamina hacia el ecumenismo, todo lo que se aparta de Dios, es construido con ladrillo (barro cocido), es destructible. Se hacen un nombre, con el agravante de que es un nombre efímero, como todo lo que no sale de las manos de Dios.
Dios
está edificando con los vencedores una ciudad celestial, la Nueva
Jerusalén, la casa de Dios que es la Iglesia, con piedras vivas y
preciosas. El Señor invita a vencer guardando las obras de Dios,
según el plan trazado por Dios, de acuerdo con la maqueta de Dios.
Las obras de los hombres a veces son muy llamativas, pero engañosas;
les falta la autenticidad estampada en la Palabra de Dios. El
vencedor es un creyente espiritual, y sabe captar cuando las cosas no
son de Dios y las discierne por el Espíritu, y no se aparta de la
voluntad de Dios. Por eso recibirá la misma autoridad para gobernar
que recibió el Señor Jesús del Padre. Las obras de la iglesia
apóstata se realizan bajo la influencia de Satanás.
La estrella de la mañana
"Y
le daré la estrella de la mañana"
(Apo.
2:28).
A
los vencedores de Tiatira el Señor promete darles la estrella de la
mañana. ¿Cuál
es esa estrella de la mañana? Es el Señor Jesús mismo.
"Yo
Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en
las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella
resplandeciente de la mañana"
(Ap. 22:16). En
astronomía, la estrella de la mañana es Mercurio, el astro que se
vislumbra en la hora más oscura de la madrugada, próxima a la
salida del Sol; es como un anuncio de que viene la luz del día;
y por esa razón lo relacionan con el dios romano del mismo nombre, y
con el dios griego Hermes, heraldo de Zeus, el padre de los dioses
del Olimpo. Esa
estrella de la mañana sólo puede ser vista por las personas que
madruguan y estén atentas a contemplarla en el firmamento.
De manera que podemos entender que el Señor Jesucristo, en su
segunda venida y manifestación gloriosa, será la estrella de la
mañana sólo para los hermanos vencedores, los que no andan dormidos
espiritualmente, sino velando y esperando la venida del Señor. Para
el resto de la Iglesia, el Señor no será la estrella de la mañana,
sino que cuando despierten de su sueño, Él será como el sol cuando
ha salido para todos. Sólo a los vencedores no los sorprenderá la
venida del Señor como ladrón en la noche; es decir, no los tomará
por sorpresa.
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