Fecha de publicación: 25/11/2025
Tiempo estimado de lectura: 6 - 8 minutos
Autor: Dr. Stephen E. Jones
https://godskingdom.org/blog/2025/11/colossians-part-2-greetings-and-thanksgiving/
Pablo comienza su carta a los Colosenses de esta manera en Colosenses 1: 1, 2,
1 Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Timoteo, 2 a los santos y fieles hermanos en Cristo que están en Colosas: Gracia y paz a vosotros, de Dios el Padre.
Aquí Pablo se identifica como apóstol, un embajador divinamente comisionado. En el mundo romano, el término apóstol (apostólos, griego ἀπόστολος) no era originalmente una palabra cristiana. Ya existía en griego y se usaba en el amplio entorno grecorromano mucho antes de que Pablo o Jesús lo aplicaran a los Doce. El verbo raíz apostellō (ἀποστέλλω) significa «enviar en una misión».
En el griego clásico y helenístico, apóstolos era un mensajero, comisionado y enviado con autoridad para representar al gobierno oficialmente. Esto hizo que el término fuera ideal para que los primeros cristianos describieran a los Doce y a Pablo: eran los enviados autorizados del Rey Jesús.
En el mundo judío de habla griega (judaísmo de la diáspora), el término apostolos se usaba para los enviados autorizados del Sanedrín, para los agentes que transportaban los fondos del templo y para los delegados enviados en nombre de las comunidades judías.
Por lo tanto, cuando la Iglesia Primitiva utilizó la palabra apóstol, deliberadamente se hizo eco de la idea judía de un enviado autorizado, así como de la idea imperial romana de un representante oficial que habla con la autoridad del gobierno.
Pablo se identifica no sólo como apóstol, sino como «apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios». En otras palabras, no se auto-proclamó apóstol. Jesucristo se le había aparecido en el camino a Damasco y le había encomendado ir a las ethnos, «naciones» (Hechos 22: 21). El término se aplicaba a veces a la propia Judea (como en Lucas 7: 5; Juan 11: 48, 50, 52; Hechos 10: 22), pero a menudo se entendía que significaba «gentiles», o naciones distintas de Judea.
En este caso, Pablo fue enviado a «los santos y fieles hermanos en Cristo que están en Colosas». La identidad de la iglesia tenía dos ubicaciones: «En Cristo» era su posición espiritual; «En Colosas» era su ubicación geográfica terrenal. Pablo suele combinar estas dos esferas para recordar a los creyentes que la identidad celestial determina la calidad de su vida en la Tierra.
Pablo los saluda con «gracia» y «paz». El saludo judío común era «Shalom, Shalom». Pablo lo modifica diciendo «Gracia, Paz» para mostrar que la gracia, un acto de Dios, resulta en paz (plenitud).
Acción de Gracias de Pablo
Colosenses 1: 3-6 dice:
3 Damos gracias a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, orando siempre por vosotros, 4 habiendo oído de vuestra fe en Cristo Jesús, y del amor que tenéis a todos los santos, 5 a causa de la esperanza guardada para vosotros en los cielos, la cual ya oísteis por la palabra de verdad, el evangelio, 6 el cual ha llegado hasta vosotros, así como a todo el mundo, y lleva siempre fruto y crece, como también en vosotros, desde el día que oísteis y comprendisteis la gracia de Dios en verdad.
Pablo había oído hablar de su fe y amor, pero aparentemente no los había visto en persona, porque no había sido el fundador directo de esa iglesia. Los santos de Colosas también tenían una esperanza guardada para ellos en el cielo. En Romanos 8: 24, Pablo dice:
24 Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque ¿quién espera lo que ve?
La esperanza bíblica no se basa en ilusiones, sino en la expectativa segura de lo venidero. Así, Pablo habla de la promesa de Dios «guardada en los cielos». No es una realidad presente en la Tierra. ¿Qué esperaban? En Romanos 8: 19 se refiere a «la manifestación de los hijos de Dios», y en Romanos 8: 23 se define además como «la redención de nuestro cuerpo».
Nuestra experiencia de la Pascua (la justificación) salvó nuestro espíritu; mediante Pentecostés nuestra alma se salva y se transforma mediante la renovación de nuestra mente; y (en el futuro) el cumplimiento de la Fiesta de Tabernáculos salvará (o redimirá) el cuerpo. Sólo cuando se cumpla la tercera fiesta experimentaremos el shalom definitivo (“paz, plenitud”) mencionado en 1ª Tesalonicenses 5: 23.
23 Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.
Los colosenses habían oído y comprendido la gracia de Dios en verdad. Por lo tanto, su esperanza residía en la expectativa de una salvación completa de espíritu, alma y cuerpo. Su espíritu fue salvo cuando creyeron por primera vez en el evangelio (Efesios 2: 5, 8); su alma estaba siendo salvada (1ª Corintios 1: 18; 2ª Corintios 2: 15), y su cuerpo será salvo (Romanos 5: 9, 10; 13: 11; 1ª Pedro 1: 5).
Así, la Escritura habla de la salvación como pasada, presente y futura. Los santos colosenses, pues, ya habían experimentado la primera fase de la salvación y estaban experimentando la segunda, pero su «esperanza» estaba en la tercera y última fase de la salvación.
El evangelio de Epafras
Colosenses 1: 7, 8 nos dice:
7 Tal como lo [el evangelio] aprendieron de Epafras, nuestro amado consiervo, quien es un fiel ministro de Cristo de parte nuestra, 8 quien también nos informó acerca de vuestro amor en el Espíritu.
Aquí Pablo afirma explícitamente que Epafras había predicado el evangelio en Colosas «por nosotros». Era uno de los discípulos de Pablo que había fundado la iglesia colosense. Por esto, Pablo dio gracias a Dios. Colosenses 1: 9-12 dice:
9 Por esta razón también nosotros, desde el día que lo oímos, no hemos cesado de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual, 10 para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, dando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios; 11 fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para alcanzar toda paciencia y perseverancia; 12 dando gracias con gozo al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz.
Habiendo sido salvados (justificados por la fe), Pablo esperaba que la iglesia creciera en el conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual. Esto es la santificación, la salvación del alma, a la que Pablo se refiere como ser transformados mediante la renovación de vuestra mente (Romanos 12: 2). Las culturas judía, griega y romana, en las que nacieron y se criaron, deben ser examinadas según el criterio del carácter de Dios, expresado en la Ley, los Profetas y los Evangelios. Todo lo que no se adecúe a la naturaleza de Dios debe ser desechado y reemplazado por el criterio de justicia de Dios.
Sólo así podrán “andar como es digno del Señor”. Este es el secreto de “dar fruto” que Dios exige de sus santos que tienen parte en la herencia de Cristo.
Colosenses 1: 13, 14 concluye el saludo y acción de gracias de Pablo:
13 Porque Él nos libró (errysato hēmas) de la potestad de las tinieblas, y nos trasladó al reino de su amado Hijo, 14 en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.
El verbo griego (errysato) se usa en la Septuaginta para referirse a la liberación de Israel de Egipto por parte de Dios (Éxodo 6: 6). Pablo invoca deliberadamente el modelo del Éxodo. Los santos han sido rescatados de la esclavitud, la opresión, la ignorancia y la servidumbre del pecado. También han sido liberados del dominio (ἐξουσία, «jurisdicción, dominio legal») del pecado. La salvación no es una mera mejora moral; es un cambio de jurisdicción espiritual. Estábamos bajo la autoridad de las tinieblas; Dios intervino con poder para extraernos y transferirnos al reino de su amado Hijo.
Como ciudadanos del Reino de Cristo, la Ley de Satanás ya no nos obliga a pecar. Nos encontramos bajo la jurisdicción del reino de Cristo, que se rige por la Ley de Dios. Así dice Pablo en Romanos 7: 22:
22 Porque según el hombre interior me deleito en la ley de Dios,
Aunque el hombre exterior (es decir, el cuerpo, la carne) aún conserva el deseo de pecar y debe someterse a los mandatos del espíritu, la salvación del cuerpo sigue siendo una esperanza para el futuro, cuando el Plan de Dios para nosotros y para la Creación se complete plenamente.

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