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Autor: Dr. Stephen E. Jones
https://godskingdom.org/blog/2025/08/the-solution-to-sauls-bad-precedent-part-8/
La mayoría de los cristianos no consideran la obediencia parcial a Dios como una cuestión de rebelión. Tampoco consideran la rebelión como adivinación o brujería. Tendemos a ver nuestras fallas con compasión, reconociendo que somos sólo humanos. Pero cuando persistimos sin arrepentirnos, llega un punto en que quedamos descalificados como Vencedores. Cuando sustituimos el verdadero arrepentimiento con rituales religiosos (o sacrificios), Dios no se apacigua en absoluto.
En general, la negativa a escuchar/obedecer la voz de Dios es la principal razón por la que los creyentes no califican como Vencedores, a quienes el Antiguo Testamento llama el Remanente (2º Reyes 19: 31; Esdras 9: 8; Isaías 10: 20; Romanos 9: 27, 11: 5). De todos los que se conocen como «la iglesia en el desierto» (Hechos 7: 38), todos los cuales fueron justificados por la fe en la Pascua al salir de Egipto, sólo Caleb y Josué fueron Vencedores.
De igual manera, el mensaje fue dado a las Siete Iglesias en Apocalipsis 2 y 3, pero «el que venza» (Apocalipsis 2: 11, 17, 26, etc.) se distingue de la Iglesia en su conjunto. Así como el Remanente de Gracia llevó el llamado de Israel mientras los demás fueron desechados, lo mismo aplica a la Segunda Iglesia, es decir, la Iglesia de Pentecostés. El modelo profético para esto se ve en la historia del rey Saúl, quien fue lleno del Espíritu e incluso profetizó (1º Samuel 10: 10).
Hace unos siglos, los reformadores protestantes no percibieron el contraste entre la Iglesia y los Vencedores. Lo consideraron un asunto de salvación en sí. Calvino afirmó que quienes se rebelaban nunca eran salvos, porque Dios no los había predestinado para la salvación. Arminio afirmó que los hombres podían perder la salvación, porque esta se basaba en su capacidad de perseverar hasta el fin. Yo lo veo como una cuestión de perder la condición de Vencedor, lo que requiere perseverar hasta el final. No creo que los creyentes rebeldes sean necesariamente incrédulos. Saúl buscó a Dios toda (o al menos la mayor parte) de su vida, pero por alguna razón no quiso o no pudo alcanzar lo que buscaba. Samuel dejo de verlo (1º Samuel 15: 15), dejándolo privado de la Palabra del Señor. Finalmente, la buscó consultando a la hechicera de Endor. 1º Samuel 28: 6, 7 dice:
6 Cuando Saúl consultó al Señor, este no le respondió ni por sueños, ni por Urim, ni por profetas. 7 Entonces Saúl dijo a sus siervos: «Búsquenme una mujer que sea médium, para que yo vaya a ella y le pregunte». Sus siervos le respondieron: «Miren, hay una mujer que es médium en Endor».
Lo que comenzó con rebelión (adivinación, brujería) en 1º Samuel 15: 23 alcanzó su punto máximo en Endor en 1º Samuel 28: 7. El problema que Dios consideraba brujería, radicaba en la negativa a escuchar la voz de Dios directamente y el temor de que escucharla los matara (Éxodo 20: 19). Sabían que el Bautismo de Fuego los mataría, pero no comprendían que esa era la idea central que se perseguía. El fuego de Dios, en efecto, mata la carne, a la que Pablo llama «el viejo hombre» (Colosenses 3: 9).
Desafortunadamente, los hombres suelen identificarse con su linaje terrenal que se remonta a Adán, el hombre original de pecado. No quieren desprenderse del viejo hombre, porque no saben cómo cambiar su identidad y convertirse en el «nuevo hombre» (Colosenses 3: 10). Al no haber recibido instrucción, sólo ven un hombre, y por eso creen que su deber cristiano es reformar al viejo hombre para que sea salvo.
Debido a esto, los creyentes tienden a seguir siendo “hijos de la carne” (Romanos 9: 8), donde dependen de su herencia o linaje que se remonta a Adán (o Israel). Por lo tanto, al confiar en la carne a través de su relación con Adán o Israel, siguen siendo hijos de la esclava, esclavos del pecado, en lugar de expulsar a la esclava y a su hijo (Gálatas 4: 30). El resultado es que se vuelven religiosos, pensando que el sacrificio es más importante que la obediencia. Incluso el encuentro de Saúl con la bruja de Endor fue su forma de buscar a Dios en los lugares equivocados. Samuel lo había abandonado, así que, incluso después de que el profeta llevara mucho tiempo muerto, Saúl quería obtener una audiencia con él.
Saúl ya había demostrado su celo religioso al matar a todas las brujas que pudo encontrar (1º Samuel 28: 9). Sin embargo, al final, pensó que necesitaba una bruja. 1º Samuel 28: 11 , 12 dice:
11 Entonces la mujer preguntó: «¿A quién te haré subir?». Y él respondió: «Hazme subir a Samuel». 12 Cuando la mujer vio a Samuel, gritó a gran voz; y le dijo a Saúl: «¿Por qué me has engañado? Pues tú eres Saúl».
La bruja creía que Saúl le estaba engañado para desenmascararla como bruja, con la intención de condenarla a muerte. Hay diferentes opiniones sobre si se trataba realmente de Samuel o simplemente de un espíritu maligno que se hacía pasar por él, pero las Escrituras son claras en cuanto a que la palabra dada a Saúl era, en efecto, la Palabra del Señor. 1º Samuel 28: 19 dice:
19 Además, el Señor también entregará a Israel, junto contigo, en manos de los filisteos; por lo tanto, mañana tú y tus hijos estarán conmigo. ¡De hecho, el Señor entregará el ejército de Israel en manos de los filisteos!
Al día siguiente, eso sucedió. Saúl lideró al ejército israelita en la batalla contra los filisteos. Él y sus tres hijos (1º Samuel 31: 8), incluído Jonatán, murieron (1º Samuel 31: 3, 4).
En cuanto a Jonatán, sigue siendo una figura trágica, pues amaba a David pero se mantuvo fiel a Saúl. Representa a aquellos en el sistema eclesiástico que ansían ser Vencedores, formar parte de la compañía de David, pero que se mantienen leales a la Casa de Saúl. Por lo tanto, al final murió con Saúl y no formó parte del reino de David.
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