Fecha de publicación: 04/12/2024
Tiempo estimado de lectura: 10 - 12 minutos
Autor: Dr. Stephen E. Jones
https://godskingdom.org/blog/2024/12/the-filet-mignon-of-the-word-part-16-the-law-of-the-tithe/
La Ley del Diezmo se basa en la propiedad de Dios sobre la tierra, que Él creó en seis días. Génesis 1: 1 dice:
1 En el principio creó Dios los cielos y la tierra.
Debido a que Dios creó todas las cosas, es DUEÑO de todo lo que creó. Cuando Dios estableció su reino bajo Moisés y Josué, y les dio Canaán a las tribus de Israel, dijo en Levítico 25: 23:
23 Además, la tierra no se venderá a perpetuidad, porque la tierra es mía, pues vosotros sois sólo forasteros y peregrinos para conmigo.
En realidad, Dios no le da a nadie tierra. Simplemente, le da a los hombres el privilegio de habitar su tierra y trabajarla para producir alimentos u otras cosas. Su privilegio está condicionado a la obediencia a sus Leyes. Si violan esas condiciones, Dios tiene todo el derecho de privarlos de sus derechos y traer a otros como trabajadores a su tierra. Por esta razón, Dios privó de sus derechos a Israel (745-721 aC) y más tarde a Judá (604-586 aC). A Judá se le permitió regresar después de 70 años, pero nuevamente fue bajo los términos y condiciones de Dios.
Dios dice en Jeremías 27: 5:
5 Yo hice la tierra, los hombres y los animales que están sobre la faz de la tierra, con mi gran poder y con mi brazo extendido; y la daré a quien sea agradable a mis ojos. Y ahora he entregado todas estas tierras en mano de Nabucodonosor rey de Babilonia, mi siervo…
El cautiverio de Judá significó que Dios había transferido el Mandato de Dominio de Judá a Babilonia, porque Judá había hecho un mal uso de él y había violado los términos de su mandato. Nadie esperaba que Babilonia hiciera algo mejor, por supuesto, pero el efecto de esto fue hacer que Babilonia fuera responsable y rindiera cuentas cuando violara la Ley de Dios. De hecho, toda la sucesión de imperios bestiales en Daniel 2 y 7 hizo caso omiso de las Leyes de Dios, y por esta razón fueron juzgados por Dios.
Una ley que violaron constantemente fue la Ley del Diezmo. El sistema impositivo babilónico nos quita mucho más que el diezmo del 10 por ciento autorizado por Dios. Dado que Dios nos ha vendido en manos de Babilonia durante los últimos 2.600 años, legalmente hablando, Dios ha exigido que los imperios gobernantes adopten la Ley del Diezmo como su sistema impositivo. Pero todos ellos no lo hicieron.
¿Qué ingresos deben diezmarse?
Como dijimos antes, el diezmo se basa en el hecho de que Dios creó el Universo y es dueño de él. En esencia, Dios nos proporciona tierra, sol, lluvia, etc., con los que podemos cultivar y producir cosas directamente a partir de su trabajo. Él quiere un 10 por ciento de retorno por su trabajo, mientras que nosotros recibimos el 90 por ciento como pago por el nuestro.
El diezmo es un impuesto sobre toda la producción derivada directamente del trabajo de Dios (la Creación). El diezmo se paga sobre el incremento de los campos y de los rebaños y las manadas. Levítico 27: 30-32 dice:
30 Así, pues, el diezmo de la tierra, de la semilla de la tierra y del fruto de los árboles, es del Señor; es cosa consagrada al Señor. 31 Así que, si alguno quisiere rescatar parte de su diezmo, añadirá a ello la quinta parte. 32 Y por cada décima parte de vacas o de ovejas que pase bajo la vara, la décima parte será consagrada al Señor.
Vemos, entonces, que se debe diezmar el 10 por ciento de las cosechas, del fruto de los árboles y de los rebaños y manadas. El principio que sustenta esto es el hecho de que Dios quiere una recompensa por su trabajo. Además, también se debe pagar el 10 por ciento cuando se talan árboles para obtener madera, pescar y electricidad.
Todo lo demás que el gobierno puede gravar se hace sin autorización divina. Los gobiernos gravan otras cosas porque desean poder. El dinero es poder, y por eso quieren más dinero para controlar a más personas. Esa es la manera babilónica, pero no es la manera de Dios.
Levítico 27: 31 especifica que si un hombre quiere pagar su diezmo (impuesto) en dinero en lugar de dar madera, trigo o pescado al gobierno, debe agregar una quinta parte de su valor al 10 por ciento. Una quinta parte del 10 por ciento es un 2 por ciento adicional. En tal caso, en realidad le debería al gobierno el 12 por ciento del valor de su cosecha.
Pero quienes, por ejemplo, trabajan para una empresa que fabrica zapatos no deben pagar ningún diezmo de su salario, porque no están obteniendo ningún ingreso directamente del trabajo de Dios. El cuero para los zapatos proviene de la vaca, que a su vez proviene del rebaño, que ya fue diezmado (gravado) a nivel de base. Es injusto gravar a un hombre dos veces por el mismo incremento.
Los gobiernos babilónicos hacen esto todo el tiempo. Se llama “impuesto al valor añadido”. Esto sucede cuando el leñador paga impuestos por los árboles que ha cosechado y vendido. Luego los fabricantes de muebles pagan impuestos por la misma madera después de haberle agregado valor con su propio trabajo. Luego los mayoristas pagan impuestos por su trabajo. Luego los minoristas pagan impuestos por su trabajo. En cada caso, el gobierno grava el trabajo de la gente, en lugar de basar el diezmo en el derecho de Dios a recibir una recompensa por SU trabajo.
Cuando el cliente compra los muebles, la mayor parte del costo es el pago de impuestos, porque cada uno a lo largo del camino tiene que aumentar su precio para cubrir el costo de los impuestos. La inflación de precios es causada principalmente por muchos impuestos ocultos sobre cada artículo que compramos. Esa es la manera babilónica de hacer las cosas. Pero NO es la manera del Reino de Dios.
Gastos por los días de las fiestas
Deuteronomio 12: 18 nos dice que cuando el pueblo traía sus diezmos, también debían “comerlos delante del Señor tu Dios en el lugar que el Señor tu Dios escogiere”. En otras palabras, el diezmo no se entregaba solamente a los levitas, quienes eran los funcionarios del gobierno en Israel. Los diezmos debían usarse primero para apoyar el viaje de la familia al lugar donde Dios había puesto su nombre, principalmente para guardar los días festivos. Lo que sobrara después de ese gasto debía entregarse a los levitas. Por eso, Deuteronomio 12: 19 continúa diciendo:
19 Ten cuidado de no abandonar al levita todos tus días sobre la tierra.
También vemos en Deuteronomio 26: 13 que los diezmos debían utilizarse para pagar los gastos de viaje de los extranjeros, las viudas y los huérfanos que iban al lugar designado para celebrar las fiestas. La única restricción era que los diezmos de fruta y grano no debían consumirse hasta que salieran de la ciudad en camino al lugar que Dios había elegido para poner su nombre (Deuteronomio 12: 17). Mientras estuvieran en casa, se esperaba que comieran del restante 90% de lo que habían producido sus campos.
La mayoría de los ministerios no entienden la Ley del Diezmo, así que, al igual que el gobierno, tratan de hacer que todos les diezmen, ya sea que la gente deba diezmar o no. Muchos también reclaman el diezmo que se le debe al gobierno. La confusión se debe principalmente al hecho de que los gobiernos modernos no cumplen con el Reino de Dios. El diezmo, cuando se implementaba correctamente, era para apoyar al gobierno del Reino, pero esto terminó cuando Dios le dio el Mandato de Dominio de Judá al rey Nabucodonosor de Babilonia, y aún no hemos visto que este orden mundial se haya sido derrocado.
Originalmente, el diezmo debía ir a Melquisedec, el rey de Salem (Jerusalén). Este fue Sem, el constructor de Jerusalén, quien gobernó como rey-sacerdote en el tiempo de Abraham (Génesis 14: 20). Más tarde, en los días de Moisés, Dios llamó a la tribu de Leví para recibir los diezmos. Los levitas funcionaban como magistrados y jueces locales y gobernaban a todas las tribus de Israel.
La mayor parte del diezmo en el antiguo Israel se destinaba al sostenimiento del gobierno local, los secretarios municipales, magistrados o jueces. Los levitas ayudaban a los sacerdotes (familia de Aarón) en el atrio exterior del tabernáculo o templo. Los levitas recibían los diezmos, pero a los sacerdotes se les daba un “diezmo del diezmo”. Se enviaba al gobierno nacional, que (idealmente) debía sostener el gobierno del rey-sacerdote del orden de Melquisedec. Números 18: 26-28 dice:
26 Hablarás también a los levitas y les dirás: «Cuando hayáis tomado de los israelitas el diezmo que Yo os he dado de ellos por vuestra herencia, ofreceréis de ello una ofrenda al Señor, el diezmo del diezmo. 27 Y vuestra ofrenda se os contará como el grano de la era o como todo el producto del lagar. 28 Así también vosotros ofreceréis una ofrenda al Señor de vuestros diezmos, que recibís de los israelitas; y de ello daréis la ofrenda al Señor al sacerdote Aarón.
El gobierno de Dios tiene dos ramas distintas que están sujetas a la Ley Divina: la sacerdotal y la política. Aarón era el sumo sacerdote, y Moisés era el líder civil. Durante el tiempo de los jueces, el gobierno sacerdotal funcionaba continuamente, mientras que los jueces mismos eran nombrados temporalmente como líderes políticos nacionales cuando se los necesitaba para liberar a la nación del cautiverio.
En otras palabras, en tiempos de paz, el gobierno local era suficiente. El gobierno nacional bajo los jueces (comandantes militares) fue una innovación en tiempos de emergencia, porque era principalmente un establecimiento militar para brindar defensa nacional.
En pleno desarrollo del gobierno de Israel, se les dio un rey. Aunque exigieron un rey demasiado pronto y recibieron a Saúl, siempre fue parte del Plan Divino que tuvieran un rey (Deuteronomio 17: 15).
El gobierno definitivo, por supuesto, fusionó el oficio de sumo sacerdote con el de rey. Esto se conocía como el orden de Melquisedec, del cual era David (Salmo 110: 4), aunque en realidad no reemplazó al sumo sacerdote en su tiempo. Ambos órdenes sacerdotales funcionaban uno al lado del otro. Finalmente, Cristo vendría del orden de Melquisedec. Él tomaría las riendas del gobierno del sumo sacerdote del orden levítico y las fusionaría con el trono de David.
Este es el gobierno al que todos los hombres deben el diezmo bíblico. Aunque todavía no vemos este gobierno establecido en el ámbito político de la Tierra, ahora sólo podemos cumplir la Ley del Diezmo de manera parcial. Sin embargo, estudiamos la Palabra para que cuando Babilonia caiga, entendamos la Ley y sepamos cómo reconstruir el Reino de Dios que está profetizado en las Escrituras.
Entonces, ¿cómo puede sobrevivir un ministerio hoy en día? Si uno elimina el factor de culpa (hacerle sentir culpable a la gente si no dan), ¿cómo puede la Iglesia obtener suficiente dinero para hacer lo que quiere hacer?
En primer lugar, hay algunos ministerios muy ricos que pasan la mayor parte de su tiempo mendigando dinero. Utilizan métodos muy refinados para sacarle dinero a la gente, utilizando una combinación de culpa, miedo y codicia para lograr que la gente les envíe más dinero. Yo mismo no tengo una opinión muy alta de tales ministerios.
Pero también hay muchos ministerios más pequeños y dignos que luchan por pagar las cuentas. ¿Cómo pueden sobrevivir estos sin exigir diezmos a la gente?
Además del diezmo está la provisión para las OFRENDAS voluntarias. Por ejemplo, Éxodo 36: 3 dice:
3 Y recibieron de Moisés todas las ofrendas que los hijos de Israel habían comprado para hacer la obra de la construcción del santuario, y seguían trayendo a Moisés ofrendas voluntarias cada mañana.
A diferencia de los diezmos, nadie “debe” una ofrenda por obligación. Las ofrendas surgen de un corazón de amor a Dios y de una preocupación por ver su Reino establecido y la Palabra enseñada.
Sugerimos que las ofrendas apoyen la enseñanza de la Palabra, porque la gente recibirá el tipo de enseñanza que esté dispuesta a apoyar, para bien o para mal. Más allá de esto, tengo poco que decir, porque siempre he tenido como política no decirle a nadie lo que debe hacer con su dinero. Su dinero representa su trabajo, y ningún ministerio tiene derecho a decirles qué hacer con él ni a hacerles exigencias de ningún tipo.
Llevamos adelante nuestro ministerio de acuerdo con el nivel de apoyo que la gente nos brinda, y confiamos en que Dios satisfará nuestras necesidades. Quienes nos ayudan económicamente participan en nuestro ministerio. El dinero representa trabajo. Cualquier dinero enviado a un ministerio es lo mismo que trabajar en ese ministerio. Cualquiera que trabaje en un ministerio recibirá de Dios la recompensa que le corresponda por ese ministerio, para bien o para mal. Es el principio del “vaso de agua fría” que se encuentra en Marcos 9: 41.
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