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Autor: Dr. Stephen E. Jones
https://godskingdom.org/blog/2024/09/the-meat-of-the-word-part-1-introduction/
En Hebreos 5: 11-14, el autor anónimo se queja de que muchos de sus lectores tenían dificultades para comprender las verdades más profundas de la Palabra que él describe metafóricamente como “alimento sólido”. La razón aparente de esta deficiencia es que no habían entendido correctamente la “leche” de la Palabra, lo que los dejaba sin preparación para comprender esas cosas más profundas. Por eso se refiere a ellos como bebés que necesitan leche en lugar de “alimento sólido” (NASB) o “carne” (KJV).
La leche de la Palabra, dice, consiste en seis verdades primarias, enumeradas en Hebreos 6: 1-2, que abordamos en nuestro primer estudio. El presente estudio se centrará en la carne de la Palabra.
El libro de Hebreos es el libro de las “cosas mejores”, ya que compara la práctica del Antiguo Pacto con las modificaciones de la Ley en el Nuevo Pacto. El estudio de estas “cosas mejores” comienza propiamente en Hebreos 5, donde el autor (Pablo, creo) presenta a Jesucristo como el mejor sumo sacerdote, proveniente de un orden sacerdotal mejor: el Orden de Melquisedec, en lugar del de Aarón.
A partir de ahí el autor analiza una mejor forma de adoración (Hebreos 9) y un mejor sacrificio (Hebreos 10).
Después de decirnos que debemos ser capaces de comer alimentos sólidos, no se nos dice directamente qué son esos sólidos. Nos queda entender que estaba dispuesto a servir alimentos sólidos a sus lectores y que ese era el propósito principal subyacente del libro de Hebreos.
Un “hebreo”, por supuesto, es un emigrante. Abraham era hebreo (Génesis 14: 13), porque emigró de Ur de los caldeos a la tierra de Canaán. No era israelita, porque el primer israelita fue su nieto, Jacob, cuyo nombre fue cambiado a Israel (Génesis 32: 28). Tampoco fue Abraham el primer judío, como a muchos se les ha enseñado. El primer judío fue Judá, el bisnieto de Abraham.
El llamado a una ciudad más grande
En el contexto de Pablo, el contenido de la Palabra era para aquellos que podían emigrar, por así decirlo, del Antiguo al Nuevo Pacto, como si fueran parte de la familia de fe de Abraham que viajaba desde Ur a Canaán, la Tierra Prometida. Así que hacia el final del libro, Pablo los invita en Hebreos 13: 13-14:
13 Salgamos, pues, a Él, fuera del campamento, llevando su vituperio; 14 porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la por venir.
Así como Cristo llevó su cruz fuera de la ciudad donde fue crucificado, también nosotros debemos buscar una ciudad mejor y una forma de adoración mejor que la que se encontraba en la misma Jerusalén. Debemos emigrar de la Jerusalén terrenal a la ciudad celestial, tal como Abraham en Hebreos 11: 10:
10 porque esperaba una ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.
Uno de los puntos principales del autor de Hebreos fue hacer un llamado a abandonar la Jerusalén terrenal en favor de la Jerusalén celestial. La ciudad terrenal está bajo el dominio del Monte Sinaí en Arabia, la herencia de Ismael (Gálatas 4: 25; Hebreos 12: 18-21). Estamos llamados al “Monte Sión” (Hebreos 12: 22 KJV), que es el Monte Hermón (Deuteronomio 4: 48), el lugar donde Jesús se transfiguró y donde fue declarado “Mi Hijo amado” (Mateo 17: 5).
Hay, por tanto, una diferencia crucial entre el Monte Sion en Jerusalén con sus exigencias y el Monte Sión (Hermón) que representa la Jerusalén celestial y sus promesas.
El sion-ismo moderno, entonces, es un llamado a establecer la Jerusalén terrenal como el punto de encuentro para la venida de Cristo. Nosotros, en cambio, somos sión-istas, porque hemos comido la carne de la mesa del Señor, donde estamos sentados como hijos de Dios.
Este es un análisis general de la “sustancia” de la Palabra tal como se expone en el libro de Hebreos. Hay muchas otras verdades relacionadas con esta, pero este llamado al Monte Mayor (Sión-Hermón) es el llamado al arrepentimiento, a una nueva manera de pensar. Es, de hecho, la verdad más profunda del evangelio del Reino.
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