EL NUEVO PACTO EN JEREMÍAS - Parte 7, Dr. Stephen Jones (GKM)

 


Fecha de publicación: 20/06/2024
Tiempo estimado de lectura: 7 - 9 minutos
Autor: Dr. Stephen E. Jones

https://godskingdom.org/blog/2024/06/jeremiahs-new-covenant-part-7/

Llegamos ahora a la revelación propiamente dicha del término “Nuevo Pacto”, que, tal vez, el profeta oyó en sueños. Jeremías 31: 27-28 dice:

27 He aquí que vienen días, dice el Señor, en que sembraré la casa de Israel y la casa de Judá de simiente de hombre y de simiente de animal. 28 Así como tuve cuidado de ellos para arrancar, para derribar, para trastornar, para destruir y para asolar, así tendré cuidado de ellos para edificar y para plantar, dice el Señor.

Esto se refiere al llamado del profeta, que le fue dado al comienzo de su ministerio, y que le fue revelado en Jeremías 1: 10,

10 Mira que te he puesto hoy sobre naciones y sobre reinos, para arrancar y para destruir, para arruinar y para derribar, para edificar y para plantar.

Jeremías viviría para ver el fin del reino de Judá, que completó la derrota en dos fases de Israel y Judá. Ambas naciones habían roto su voto del Antiguo Pacto, siendo incapaces de obedecer por la fuerza de la voluntad del hombre. El resultado fue que la herencia de la tierra que les había sido dada por ese pacto también terminó, y Dios los arrancó a todos de la tierra.

Judá sobrevivió más que Israel debido al arrepentimiento del rey Ezequías y su apelación al Cielo, pero al final, ellos también persistieron en el pecado y fueron exiliados a Babilonia. Judá recibió otra extensión en la tierra después de 70 años en Babilonia, a fin de dar tiempo para que Cristo naciera en Belén y completara su misión de reemplazar el Antiguo Pacto con el Nuevo. Después de un período de gracia de 40 años, Judá nuevamente se rebeló contra la Palabra del Señor y fue exiliada por los romanos. Así terminó la última oportunidad de Judá de establecerse en una herencia de tierra bajo el Antiguo Pacto.

Jeremías supervisó, por así decirlo, la caída de Judá. Más aún, Dios lo utilizó para supervisar también la caída de las naciones. ¿Mediante qué ley? Mediante la Ley de Autoridad, pues el trono de Judá, que representaba el trono de Dios mismo, tenía una autoridad residual sobre todas las naciones. De hecho, si hubiera sido posible que los reyes de Judá gobernaran como administradores de Dios y fueran una luz para las naciones, la autoridad de Judá se habría extendido gradualmente hasta incluir a todas las naciones. Sin embargo, su fracaso requirió mejores fundamentos que llegaron a conocerse como el Nuevo Pacto.

El derrocamiento de Judá y Jerusalén tuvo, pues, un efecto mucho más amplio que pocos entendieron entonces y aún hoy.

La buena noticia es que Dios también prometió revertir la destrucción y desolación de la tierra por medio del Nuevo Pacto. Tanto el hombre como los animales (rebaños y manadas) serían restaurados, siendo ambos necesarios para que la nación prosperara.


Maldiciones generacionales rotas

Jeremías 31: 29-30 dice:

29 En aquellos días no dirán más: «Los padres comieron las uvas agrias, y los dientes de los hijos tienen la dentera». 30 Sino que cada uno morirá por su propia iniquidad; a todo aquel que coma las uvas agrias tendrá la dentera.

Este era un proverbio de aquellos tiempos. Se refiere al hecho de que cuando los padres toman malas decisiones o cuando tienen un desastre, esto también afecta a sus hijos. Los efectos suelen sentirse durante generaciones. Las maldiciones espirituales no desaparecen simplemente en algún momento. Esas maldiciones deben romperse, pero pocos reconocen esos problemas y aún menos saben cómo hacerlo.

Números 14: 18 dice:

18 El Señor es lento para la ira y grande en misericordia, que perdona la iniquidad y la rebelión, pero de ningún modo tendrá por inocente al malvado; sino que cargará la iniquidad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación.

Esto parece contradecir la Ley de Deuteronomio 24: 16, que declara:

16 Los padres no morirán por sus hijos, ni los hijos por sus padres; cada uno morirá por su propio pecado.

Uno podría preguntarse cómo la iniquidad de los padres puede hacer que los hijos tengan dentera si es ilegal acusar a los hijos de los pecados (delitos) del padre. Podemos llevar este problema a un nivel más profundo al preguntar por qué el pecado del padre Adán no sólo lo llevó a la muerte (Génesis 2: 17), sino que también hizo mortales a todos sus hijos. 1ª Corintios 15: 22 dice:

22 Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados.

Nuevamente, leemos en Romanos 5: 12:

12 Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto [eph ho, "por el cual"] todos pecaron.

En otras palabras, el pecado de Adán lo hizo mortal, al igual que a todos sus hijos, afectando en última instancia a toda la Creación, y esta muerte fue la debilidad de todos los hombres que los hizo pecar. Los traductores de la NASB no entendieron esto, porque pensaron que Pablo se estaba refiriendo a que la paga del pecado es muerte (Romanos 6: 23). Ambas afirmaciones son ciertas a su manera.

El pecado del padre Adán trajo la mortalidad (el primer tipo de muerte) a todos sus hijos, y esto ha hecho que todos los hombres pequen desde el principio de los tiempos. Entonces, los hombres son juzgados por su propio pecado por medio de “la segunda muerte (Apocalipsis 20: 14). Romanos 5: 12 habla de los orígenes de la primera muerte (es decir, la mortalidad), mientras que Romanos 6: 23 se refiere a la segunda muerte. La primera muerte se originó con el pecado del padre Adán, mientras que la segunda muerte es la pena para los pecadores que no aplican la muerte de Cristo en la cruz a su propio pecado.

El caso es que el padre Adán comió uvas agrias, lo que hizo que los dientes de sus hijos tuvieran dentera, por así decirlo. Los hijos fueron condenados a muerte por el pecado de su padre, y eso era ilegal según Deuteronomio 24: 16. ¿Cómo podemos resolver esta aparente contradicción?

Como nuestro padre, Adán tenía autoridad sobre todos sus hijos, porque la Ley dice: Honra a tu padre y a tu madre (Éxodo 20: 12). Aquellos que están bajo autoridad se ven afectados por las acciones de quien tiene autoridad. Por lo tanto, todos murieron por el pecado de Adán. Pero la Ley de Autoridad contradice la Ley que prohíbe que los hijos sean condenados a muerte por el pecado de su padre. Esta aparente contradicción se resuelve a través de Cristo, quien es el Padre de todos los creyentes. Él usó su autoridad para revocar la sentencia de muerte que el pecado de Adán impuso sobre sus hijos.

Vemos entonces que cuando el pecado de Adán impuso la sentencia de muerte sobre sus hijos, se trató de una injusticia temporal que se resolvió cuando Cristo revirtió la maldición del pecado de Adán. De hecho, la injusticia de la mortalidad universal obligó a Dios a encontrar una solución. La solución, dice Pablo, es ésta: así también en Cristo todos serán vivificados. La mortalidad universal a través de Adán es el problema; la inmortalidad universal es la solución, pero cada uno en su debido orden [tagma, escuadrón] (1ª Corintios 15: 23).

Para más detalles, consulte mi libro, La Restauración de Todas las Cosas.

Jeremías 31: 30 nos dice que el proverbio sobre los padres y los hijos será revertido. Esta solución viene solamente por medio de Cristo y Su muerte y resurrección. No es que todos serán salvos a pesar de su pecado e incredulidad; es, más bien, que Dios cumplirá su promesa del Nuevo Pacto haciendo que todos, cada uno en su propio orden, se vuelvan a Él y sean salvos. Unos pocos serán salvos durante su vida, pero el resto creerá cuando sean convocados al Gran Trono Blanco.

Aun así, tendrán que pasar por los pasos hacia la madurez espiritual en la Edad del Juicio después del juicio del Trono Blanco. Esto se describe como la muerte segunda, el lago de fuego (Apocalipsis 20: 14). El lago de fuego es el lago que se forma por el río de fuego que fluye desde el Trono de Fuego (Daniel 7: 10). Del trono fluye la ley de fuego (Deuteronomio 33: 2 KJV) por la cual todos los hombres son juzgados por sus pecados.

Ese será el momento en que cada individuo será juzgado únicamente por sus propios pecados. Cuando todos los muertos sean resucitados para comparecer ante el gran Trono Blanco, el Hades entregará a sus cautivos y la muerte será arrojada al lago de fuego (Apocalipsis 20: 14). En otras palabras, los pecadores no morirán durante la Edad del Juicio, sino que aprenderán justicia (Isaías 26: 9), porque el propósito subyacente de la Ley es establecer el estándar de justicia para que los hombres puedan ser instruidos en los caminos de Dios.

Los que serán juzgados por la segunda muerte no serán liberados hasta el Gran Jubileo, que cancela toda deuda (pecado) y libera a todos los hombres para que regresen a su herencia que se perdió a través de Adán (Levítico 25: 10). En esa gran y última liberación, todos los hijos dejarán de tener dentera. Mientras que el Antiguo Pacto no logró salvar a nadie mediante sus propios votos a Dios, el Nuevo Pacto es un éxito, porque el juramento de Dios encuentra una manera de salvar a todos.


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