SIGNIFICADO DEL NÚMERO 45 (“Tormenta, zarandeo o temblor divino”) – Parte 1, Dr. Stephen Jones

 



La forma hebrea de escribir el número 45 es juntando dos letras: la mem (40) y la hey (5).

El número 45 es el número bíblico para “zarandeo divino”. Mem (מ) es agua, significando un flujo de historia o tiempo. La Hey (ה) al principio de una palabra hebrea significa “el” o “he aquí”. Así, por ejemplo, h'erets significa “la tierra” o “he aquí la tierra”. En medio de una palabra, hey significa inspiración o revelación del Espíritu Santo. Vemos esto cuando Dios cambió el nombre de Abram a Abraham, estableciendo el modelo de ser engendrado [Traductor: Creo que debiera ser “nacido”, pues Abram fue engendrado cuando creyó, pero su nombre fue cambiado a Abraham cuando maduró o entró en la plena filiación] por el Espíritu para que pudiera nacer el hijo de la promesa. Al final de una palabra, hey significa “lo que viene (procede) de”.

Mem-hey es una combinación de agua y aliento (o viento), que da como resultado una tormenta (olas). Cuando Dios sopla sobre la tierra (y el agua), la tierra tiembla. El mejor ejemplo de esto se ve en el Monte Sinaí, donde la voz de Dios sacudió el monte. Esto se describe en el Salmo 46: 1-3,

1 Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. 2 Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, y se traspasen los montes al corazón del mar; 3 Aunque bramen y se turben sus aguas, y tiemblen los montes a causa de su braveza. Selah.

Cuando la presencia de Dios descendió sobre el Monte Sinaí, toda la montaña tembló con violencia (Éxodo 19: 18) y el sonido de la trompeta se hizo más y más fuerte (Éxodo 19: 19). Hebreos 12: 26-28 comenta sobre esto, diciendo:

26 Y su voz hizo temblar la tierra entonces, pero ahora Él ha prometido, diciendo: “Aún, una vez más haré temblar no solo la tierra, sino también el cielo”. 27 Esta expresión, "Aún una vez más", denota la eliminación de las cosas que se pueden mover, como de las cosas creadas, para que permanezcan las cosas que no se pueden mover. 28 Por tanto, ya que recibimos un reino inconmovible, mostremos gratitud, por la cual podamos ofrecer a Dios un servicio aceptable con reverencia y temor.

Este fue un comentario sobre Hageo 2: 6-7, donde se dice que tuvo lugar un gran zarandeo en el contexto de la construcción del segundo templo. El temblor derriba todos los demás templos, dejando solo el verdadero templo en pie.

El Salmo 46 (citado anteriormente) es en realidad el salmo 45 de la Septuaginta. Esto se debe a que los Salmos 9 y 10 son dos mitades del mismo Salmo. Por lo tanto, lo que la mayoría de las Biblias llaman el Salmo 11 es en realidad el Salmo 10. Del mismo modo, el Salmo 46 es en realidad el Salmo 45. (Véase El Libro de los Salmos del Génesis). Entonces, el Salmo 45 habla de las montañas temblando y estremeciéndose ante la presencia y la voz de Cristo.

El último gran temblor, profetizado en Hebreos 12: 27, ya no es un evento local en el Monte Sinaí, sino que ahora está sacudiendo toda la Tierra y los Cielos.

Como nota al margen, cuando se editó la KJV en el año 1611, Francis Bacon fue el editor final. Bacon también fue el autor de las obras que se publicaron bajo el nombre de William Shakespeare. Cuando Bacon llegó al Salmo 46, notó que este era el capítulo central de la Biblia. Puso su marca críptica sobre él, su firma, más o menos. La palabra nº 46 en el Salmo es tiemblen (Salmo 46: 3 KJV), y la palabra lanza es la palabra 46 desde el final del Salmo (en Salmo 46: 9 KJV). La versión King James, por supuesto, está escrita en el inglés de Shakespeare. Parece que Francis Bacon sin darse cuenta verificó la profecía del zarandeo o temblor divino en el Salmo 45 a pesar de que pensó que era el Salmo 46.

Los Salmos 42-72 conforman el Libro de los Salmos del Éxodo. Cada uno de estos Salmos se correlaciona con un evento en el libro de Éxodo. Sucede que el Salmo 45 se correlaciona con la propuesta de matrimonio de Dios a Israel en el Monte Sinaí (Éxodo 19: 4-6). El Salmo 46 se correlaciona con el zarandeo (Éxodo 19: 16-20) para preparar al pueblo para ese matrimonio. El Salmo 47 se correlaciona con la aceptación de Israel de la propuesta de matrimonio.

Entonces vemos que la cuadragésima quinta vez que se menciona el nombre de Jacob se encuentra en Génesis 29: 28.

28 Así lo hizo Jacob y completó su semana, y él [Labán] le dio a su hija Raquel por esposa.

Así como Jacob se casó con Raquel cuando su nombre aparece por 45ª vez, Dios también se casó con Israel en el Monte Sinaí, que es el evento que se correlaciona con el Salmo 46, que en realidad es el Salmo 45. El matrimonio de Dios es una unión del Cielo y la Tierra, y es la base para fecundar a la Esposa de Cristo con la simiente del Espíritu Santo, para dar a luz a los Hijos de Dios.

Para obtener la historia completa, por supuesto, debemos entender que hay dos Novias, una carnal y otra espiritual. Esto se expresa en la alegoría de las dos esposas de Abraham, Agar y Sara, así como en las dos esposas de Jacob, Lea y Raquel. Las dos esposas, cada una a su manera, representan los dos pactos (madres) y a sus hijos, uno carnal, el otro espiritual.

Asimismo, también debemos saber la diferencia entre Abram y Abraham, así como la diferencia entre Jacob e Israel. En cada caso, el primero representaba a hombres que aún no estaban llenos del Espíritu [transformados por el Espíritu], mientras que el segundo representaba a hombres que habían sido transformados por el Espíritu. A nivel profético, mientras Dios sacudía la Tierra en el Sinaí, el pueblo se consagraba (Éxodo 19: 22).

Esta gran sacudida también incluyó truenos y relámpagos y una espesa nube sobre la montaña (Éxodo 19: 16). Esto representa una tormenta, como la que vemos cuando el aliento de Dios sopla sobre el “agua”, el mar de los pueblos. Tenemos dos buenos ejemplos de tales tormentas en el Nuevo Testamento.

En el primer ejemplo, Jesús alimentó a los 5.000 en la Pascua (Juan 6: 4) y luego subió a una montaña para que la gente no pudiera proclamarle Rey (Juan 6: 15). Esto profetizaba de la Primera Venida de Cristo, su muerte, resurrección y ascensión. Entonces Jesús envió a sus discípulos a cruzar el Mar de Galilea directos a una tormenta, para representar proféticamente la tribulación que vendría sobre la Iglesia después de su ascensión. Cristo entonces vino a los discípulos, caminando sobre el agua en medio del lago, representando la Segunda Venida de Cristo en medio de la tribulación y también a la mitad o el medio de la Fiesta de Tabernáculos.

Pedro (el Vencedor) salió a su encuentro (1ª Tesalonicenses 4: 17), caminando sobre el agua, para escoltarlo hasta la barca. Entonces Jesús calmó la tormenta y los llevó inmediatamente a Capernaum (Kippur Nahum, “cobertura del Consolador”). Sabemos esto por Juan 6: 21 y 24.

La principal lección que se deriva de esto es que la tormenta fue causada por el soplo de Dios. Nada sucedió fuera de su control. Por eso, Jesús les dijo a sus discípulos: No temáis (Juan 6: 20). El mismo relato se da en Mateo 14: 22-32, donde sabemos que Pedro caminó sobre el agua para encontrarse con Jesús. Sin embargo, él también tuvo miedo, como nos dice Mateo 14: 30,

30 Pero al ver el viento, se asustó y, comenzando a hundirse, gritó: "¡Señor, sálvame!"

En la historia, Pedro representaba a los Vencedores, por lo que su ejemplo de temor puede ser de consuelo para todos los Vencedores que todavía están asustados por el viento (aliento) de Dios. El propósito de Dios es enseñarnos a mantener nuestros ojos en Él y caminar en fe, no en temor. La fe no viene naturalmente. Aquellos que aprenden a caminar en tal fe son los Vencedores.

Otro ejemplo de una tormenta está en el viaje de Pablo a Roma en Hechos 27. Este ejemplo se enfoca en el Sistema Mundial (el barco), en lugar de la Iglesia. Por lo tanto, el barco se partió al final, pero nadie se perdió (Hechos 27: 13). Todos desembarcaron a salvo en la isla de Malta, entonces conocida como Melita ("Miel"), que representa la Tierra que mana leche y miel (Números 14: 8). Los náufragos luego juntaron leña para hacer un fuego, y una serpiente mordió al apóstol Pablo. Pero él la arrojó al fuego (Hechos 28: 3, 5) y el padre del gobernador Publio fue sanado y se convirtió (Hechos 28: 8-10).

Estas profecías se relacionan con el final de la Edad actual cuando somos testigos del naufragio de Babilonia mientras entramos en nuestra Tierra Prometida. Dios está soplando sobre las aguas, que son pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas (Apocalipsis 17: 15). Su propósito parece destructivo para aquellos que no conocen su mente y propósito. Sin embargo, fue solo el Barco de Babilonia el que fue destruido por el aliento de Dios. Sabemos que Dios tiene la intención de salvar a toda la humanidad, primero liberándolos de la opresión del Sistema Mundial y luego sanando a las naciones (Apocalipsis 22: 2). Mientras tanto, la gran serpiente es arrojada al Lago de Fuego (Apocalipsis 20: 10), así como Pablo arrojó la serpiente al fuego en la isla de Melita (Malta). Esta es la segunda gran alegoría profética que muestra el resultado de la sacudida de los Cielos y la Tierra al final de la Edad. El temblor es causado por el soplo de Dios y su acción sobre las aguas (pueblos) de la Tierra.

Hechos 27: 44 concluye: Y sucedió que todos fueron llevados sanos y salvos a tierra. El propósito de la tormenta (y el aliento de Dios) era salvar a todos, no solo a Pablo, el creyente, sino también a otros prisioneros, pasajeros e incluso al centurión romano (Hechos 27: 1).


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