AÑO 2023: SORPRENDIDO DE REPENTE / PRIMEROS TRES MESES (Palabras Proféticas), Chris G Bennett





Examinen todo y retengan lo bueno, especialmente eso de ordenar, declarar o decretar, cuando no esten ciertos de que han oído a Dios claramente al respecto. Puede que las palabras proféticas que publicamos sean palabras de Dios para alguno de los que hacemos o los que siguen este blog. Son palabras que a nuestro entender pueden encajar con el kairos (tiempo o sazón propicio) general y/o personal que nosotros pensamos que está aconteciendo. Puede que también sean oportunas para los kairos personales de sus propias vidas en el Señor. Pero seamos especialmente cautos en la apropiación personal de las palabras proféticas; sobre todo cuando sean muy complacientes con nuestros deseos y gustos carnales. Pidamos discernimiento para saber si Dios las está usando para confirmar lo que Él ya nos ha estado hablando/haciendo en nuestras vidas. Así evitaremos equivocaciones y frustraciones innecesarias con los tiempos de Dios, por tratar de escoger aquello que queremos oír en lugar de lo que necesitamos oír.

Igualmente, queremos dejar constancia que hay veces, y desgraciadamente no pocas, en que los dones del profeta no van acordes con la maduración de su carácter; por esa razón, la publicación de palabras proféticas de diferentes personas en este sitio, no significa que forzosamente estemos de acuerdo con sus ministerios o prácticas ministeriales y/o personales.

JOSÉ

El SEÑOR me sorprendió hace un par de años, pero me lo recordó hoy, esta vez para 2023.

“Prepárense para una temporada corta de sorpresas repentinas. ¡Algunos momentos impresionantes cuando Yo me mueva DE REPENTE! Momentos dramáticos de aliento cuando el mundo que les rodea se detendrá, mirará y dirá '¡GUAU'!

“Así que, en sus oraciones, SEAN AUDACES, pidan una gracia EXTRAORDINARIA”, dice el SEÑOR.

“Ordenen, declararen y decreten aquello con lo que apenas se han atrevido a soñar. YO SOY el SEÑOR, y me deleito en responder a aquellos que son AUDACES con su fe.

Prepárense para recibir EXACTAMENTE lo que pidan y nada menos. ¡SEAN PRECISOS en su pedido y estén preparados para que sus oraciones precisas sean respondidas PRECISAMENTE!

YO SOY el SEÑOR. ¿Hay algo demasiado difícil para Mí?”, dice el SEÑOR, “¿Hay algo más allá de mi conocimiento, más allá de mis capacidades? HABLARÁN y SE HARÁ por USTEDES.

Esto no es para USTEDES. Más bien, ¡ESTO ES PARA EL MUNDO, para que el mundo vea, para que el mundo crea, y para que el mundo VUELVA A MÍ!”, dice el Señor Dios Todopoderoso.

Vi milagros sucediendo que desviaron la atención del mundo de lo temporal a lo eterno.

Vi la enfermedad derrotada, vi las heridas reparadas, vi las extremidades perdidas reemplazadas, todo en unos pocos momentos mientras el mundo miraba con asombro.

Vi cuencas vacías llenas de ojos que veían. Vi niños deformados al nacer, reformados perfectamente.

Vi mundos silenciosos convertidos en ruidosos a medida que se reparaban los oídos. Todo en un abrir y cerrar de ojos. Todo de repente y sorpresivamente ante la Palabra de un creyente.

Era como una recreación de cuando Dios habló en la Creación. Esta vez hablaba un creyente, "¡y así fue!"

¡Dios se está preparando para usarlo a USTED, SÍ, INCLUSO A USTED, para invocar y realizar sus sorprendentes "de repente"!


Hoy me hice la pregunta: "¿Qué está diciendo o mostrándote el Señor sobre los primeros tres meses de 2023?"

Cuando comenzaron a llegarme uno o dos comentarios, el SEÑOR me hizo la misma pregunta y, sin esperar a que le respondiera, me llevó a una visión.

Me hallaba en un lugar oscuro. Estaba muy oscuro, pero sabía en mi espíritu que me encontraba caminando por un largo túnel. Lo primero que pensé fue en un túnel ferroviario ahora desaparecido, aunque solo fuera porque parecía que no había trenes corriendo a través del túnel.

¡Eso me tranquilizó cuando en mi mente imagiba trenes corriendo por el túnel y yo pegándome a la pared para estar relativamente seguro!

Así que dejé de deambular, porque no tenía idea de hacia dónde iría en ninguna dirección. ¡Estaba allí, vagando sin rumbo en la oscuridad!

Le pregunté al SEÑOR qué me estaba mostrando. En lugar de responderme, señaló un pequeño punto de luz.

Tan pequeño que apenas se distinguía, pero como era la única fuente de luz a la vista, hacía evidente su presencia.

Luego, por alguna razón, giré la cabeza en la dirección opuesta. ¡Otro punto de luz! Otra fuente de luz, muy lejos, pero otra vez claramente visible.

Entonces Él habló. 

"¡Cualquier dirección te sacará, pero una dirección es Mi dirección, mientras que la otra no lo es!"

“Oh, genial, entonces, ¿cómo sabré por cuál ir?”, pregunté.

“¡Escucha mis indicaciones!”,  
fue la respuesta,  
“Sígueme, y te pondré a salvo. ¡Hazlo mal y no te será tan fácil!

Me detuve y escuché, nada obvio, pero en mi 'conocedor', sentí que era correcto ir en una de las dos direcciones. ¡Me sentí en paz!

“¡Eliges correctamente, me escuchas bien!”  
dijo en su pequeña Voz apacible.

Regresé a mi sillón en ese momento y comencé a interpretar lo que había visto. Era una visión extraña, llena de incógnitas y preguntas, pero me sentí extrañamente en paz con todo.

Me vino a la mente espiritualmente que realmente no importaba dónde estaba el túnel, o incluso que fuera un túnel. Lo importante era que andaba a tientas en la oscuridad.

No importaba en qué dirección fuera, ya que había luz en ambos extremos del túnel. ¡Lo importante para mí era tomar la dirección del SEÑOR en lugar de tropezar con lo desconocido, de haber aceptado ciegamente la primera luz que vi como la solución a mi dilema!

Los próximos meses han sido profetizados como los más oscuros hasta ahora y esta visión parece confirmarlo, mientras que al mismo tiempo nos muestra que todo está previsto en los Planes del SEÑOR para nosotros.

Diríjase a Él y escúchelo, pero lo que es más importante, haga lo que Él diga, cuando Él lo diga.

¡Este año que viene, es un año de obediencia a la Voz de Dios!

 

Chris G Bennett

WILL GRAHAM ENTREVISTA A CÉSAR VIDAL - 20/12/22 - YouTube




César confirma que la escatología dispensacionalista que profesan la mayoría de los evangélicos es pura fábula o ficción. Esa perversión fue introducida por los Jesuitas españoles Francisco Ribera y Emanuel Lacunza y torpemente abrazada por el protestante Edward Irving.

Esta es una confirmación a lo dicho por Stephen Jones, pues opina lo mismo.




Ver la entrevista en César Vital TV:



Libro: LA VISIÓN DEL REINO, Dr. Stephen Jones

 

87 Páginas


Uno de los resultados de mi reciente viaje para recoger la dote fue recibir inspiración para la próxima serie de weblogs. Esto en realidad vino a través del donante de la dote, quien sugirió la necesidad de un manual (o manuales) que describieran ciertos temas sin entrar en muchos detalles. Discutimos algunos de estos temas, y luego Dios amplió estos proyectos de una manera que podría mantenerme ocupado durante bastante tiempo.


El primer proyecto es inculcar una visión del Reino. A estas alturas, la mayoría de ustedes ya tienen una visión clara del Reino, especialmente si han estado siguiendo estos weblogs, FFI y libros durante un período prolongado de tiempo. Pero diariamente se agregan nuevos lectores, y anticipamos muchos más en los próximos años. Será útil darles a estos creyentes un mapa claro de la Tierra Prometida, por así decirlo.



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LA VISIÓN DEL REINO - Parte 13 (Ser el pueblo de Dios no es cuestión genealógica), Dr. Stephen Jones

 



https://godskingdom.org/blog/2022/12/kingdom-vision-part-13

Los que dan fruto son, por definición, el pueblo elegido de Dios (“Mi pueblo”). En Romanos 11, Pablo los llama los elegidos, escogidos o el Remanente de Gracia.

En Éxodo 5: 1, Moisés le dijo a Faraón: “Deja ir a mi pueblo”, sin definir específicamente quién era “mi pueblo”. Anteriormente, en Éxodo 4: 22, Dios dijo: "Israel es mi hijo", pero nuevamente, Dios no definió específicamente quién era Israel. La mayoría ha definido estos términos genealógicamente, como lo hice yo durante muchos años, habiendo crecido en la iglesia entre quienes enseñaban esto.

Sin embargo, convertirse en “mi pueblo”, era algo que se suponía que los israelitas debían lograr, no algo que nacieran naturalmente. En Éxodo 19: 5 leemos,

5 Ahora pues, si en verdad escucháis mi voz y guardáis mi pacto, seréis mi propiedad [o “tesoro especial”, KJV] entre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra.

Esto hace que la posición como “mi propiedad” (es decir, el pueblo de Dios) esté condicionada a su obediencia—específicamente, a su habilidad de mantener su promesa de obedecer su Ley. Si ser posesión de Dios se hubiera basado en su genealogía desde Abraham, entonces la única condición habría sido que tuvieran los padres correctos.



El Segundo Pacto

Durante sus 40 años en el desierto, fallaron prácticamente en todas las pruebas de fe y obediencia. Así que al final de los 40 años, Dios hizo un Segundo Pacto con ellos en las llanuras de Moab (Deuteronomio 29: 1). Este pacto no dependía de la habilidad del hombre para guardar sus votos a Dios. Dependía únicamente de la capacidad de Dios para cumplir su promesa de hacerlos su pueblo.

Entonces Moisés reunió al pueblo para escuchar los términos de este pacto, como leemos en Deuteronomio 29: 12-13,

12 para que podáis entrar en el pacto con el Señor vuestro Dios, y en su juramento, que el Señor vuestro Dios hace hoy con vosotros, 13 a fin de estableceros hoy como su pueblo y para que Él sea vuestro Dios, justamente como os habló y como juró a vuestros padres Abraham, Isaac y Jacob.

Parece que incluso después de 40 años, aquellos israelitas aún no eran su pueblo, ni Yahveh era su Dios. El Primer Pacto resultó ser inadecuado, porque los hombres no pudieron cumplir adecuadamente sus votos, que habían prometido en Éxodo 19: 8. Por lo tanto, se necesitaba un nuevo pacto, uno que realmente funcionara, y estaba modelado según el juramento que “juró a vuestros padres, a Abraham, Isaac y Jacob”.

Sabemos que el pacto y juramento que hizo a Abraham fue la base de lo que luego se llama el Nuevo Pacto. En otras palabras, era el voto de Dios al hombre. Este juramento no era aplicable solo a esos israelitas sino a toda la Tierra. Deuteronomio 29: 14-15 dice:

14 Ahora bien, no solo con vosotros hago este pacto y este juramento, 15 sino también con los que están aquí con nosotros hoy en la presencia del Señor nuestro Dios y con los que no están aquí con nosotros hoy.

Todos los israelitas reunidos en el monte “y los extranjeros” (Deuteronomio 29: 11) debían escuchar los términos de este pacto, porque se aplicaba a todos por igual. Y no solo a los presentes, sino también a los no presentes. Entiendo que esto incluye todas las genealogías en cada generación hasta el final de los tiempos. Es voto de Dios hacer de todos “mi pueblo”, aunque el cumplimiento de ese juramento no será completo hasta el Jubileo de la Creación al final de los tiempos.

La mayoría de los israelitas que presenciaron el juramento de Dios no obedecieron de inmediato. Si hubieran tenido fe en la promesa (o juramento) de Dios, habrían sido justificados por la fe abrahámica, pero (como nosotros hoy), no habrían sido perfeccionados en ese momento. Dios prometió hacerlos su pueblo, pero eso era solo el comienzo de un largo proceso, que se delineó en las tres fiestas principales: Pascua, Pentecostés y Tabernáculos.



No es mi pueblo

Los israelitas ocuparon la tierra de Canaán durante más de seis siglos antes del exilio a Asiria y Babilonia. Oseas fue un profeta de la Casa del Norte (Israel), quien habló de que los israelitas serían desechados. Dios habló de ellos como “no mi pueblo” (Oseas 1: 9). El contexto muestra que Dios estaba a punto de divorciarse de Israel (Oseas 2: 2), lo que supuso un cambio de estatus legal de ser “mi pueblo” (ammi) a “no mi pueblo” (lo-ammi).

Cuando los asirios finalmente conquistaron Israel y deportaron a los israelitas a la tierra de Gamir, su genealogía permaneció inalterada y sin cambios. Solo sufrieron un cambio de estatus legal. Al estar divorciados de Dios (Jeremías 3: 8), fueron reducidos al mismo estatus legal que todas las demás naciones que nunca se casaron con Dios.

Note que ser “mi pueblo” no fue edificado sobre su genealogía. Tampoco su regreso a ser el pueblo de Dios dependería de su genealogía. Los términos se establecieron en el Pacto con Abraham y más tarde con el Segundo Pacto bajo Moisés. El Nuevo Testamento explica esto completamente como un asunto de fe abrahámica (Romanos 4: 21-22).

La Casa de Israel, dirigida por la tribu de Efraín, fue la primera en perder su estatus legal, pero la Casa de Judá no fue diferente. Jeremías 7:15 dice:

15 Os echaré de mi vista, como he echado a todos vuestros hermanos, a toda la descendencia de Efraín.

De nuevo, el profeta dice en Jeremías 7: 23-24,

23 Pero esto es lo que les mandé, diciendo: “Oíd mi voz, y yo seré vuestro Dios, y vosotros me seréis por pueblo, y andaréis en todo el camino que Yo os mando, para que os vaya bien”. 24 Mas ellos no obedecieron ni inclinaron su oído, sino que anduvieron en sus propios consejos y en la dureza de su corazón malvado, y fueron hacia atrás y no hacia adelante.

Ser “mi pueblo” dependía de su obediencia a “mi voz”. Por lo tanto, ni los judíos ni los israelitas pueden llamarse a sí mismos pueblo de Dios si no responden a la voz de Dios. ¿Por qué? Porque “la fe es por el oír, y el oír por la palabra de Cristo” (Romanos 10: 17). Oír es obedecer. No hay audición sin obediencia.

Al ver cómo tanto Israel como Judá habían fallado en ser obedientes, surge la pregunta: ¿Cómo pueden ellos (y otros) convertirse en el pueblo de Dios? Pablo responde esta pregunta en Romanos 11.



El Remanente de Gracia

Romanos 11: 1-2 comienza,

11 Digo entonces, Dios no ha rechazado a su pueblo, ¿verdad? ¡De ningún modo! Porque yo también soy israelita, descendiente de Abraham, de la tribu de Benjamín. 2 Dios no ha desechado a su pueblo, a quien de antemano conoció…

Pablo continúa explicando el significado de “su pueblo”. Menciona el hecho de que había 7.000 hombres en Israel durante los días de Elías, que eran el pueblo de Dios, el pueblo “escogido” (Romanos 11: 7). Luego dice, “los demás estaban endurecidos”, o “cegados” (KJV). Había más de un millón de israelitas cegados que NO fueron elegidos, a pesar de su genealogía.

Elías, sin duda, era parte del Remanente. El rey Acab de Israel no lo era. De Judá, Absalón pensó que era elegido, pero su rechazo a su padre David demostró que no lo era. De hecho, Absalón era un anticristo, a pesar de su genealogía. Pablo mismo era uno de los "cegados" en su vida temprana, mientras perseguía a la Iglesia. No se convirtió en uno del pueblo de Dios hasta que fue detenido en el camino a Damasco.

Pablo continúa en Romanos 11: 5,

5 De la misma manera, pues, también ha llegado a haber en el tiempo presente un remanente según la elección de la gracia de Dios.

Sin duda Pablo se consideraba parte de ese “remanente” en su día. Aunque era “descendiente de Abraham, de la tribu de Benjamín”, no se consideraba “elegido” por su genealogía sino por su fe abrahámica.

La conclusión es que Dios ha escogido a unos pocos “de toda tribu y lengua y pueblo y nación” y los ha “convertido en un reino y sacerdotes para nuestro Dios; y reinarán sobre la tierra” (Apocalipsis 5: 9-10). Será su trabajo como líderes llevar al resto de la humanidad al lugar de la fe donde todos puedan ser “mi pueblo”. Dios llama a unos pocos para bendecir a los muchos.

Al final, el voto de Dios es salvar a toda la humanidad. El llamamiento abrahámico es bendecir a todas las naciones, a todas las familias de la Tierra, haciendo que se arrepientan de sus malos caminos (Hechos 3: 25-26). En otras palabras, nosotros, como hijos de Abraham (por la fe) somos llamados por Dios para implementar los términos de su juramento para salvar a toda la humanidad. Solo cuando todos hayan sido bendecidos para convertirse en el pueblo de Dios, Dios realmente cumplirá su juramento del Nuevo Pacto.



Cómo llegar a ser “mi pueblo”

La única manera de llegar a ser “mi pueblo” es a través de la fe en Jesucristo. Aparte de Él, no hay salvación (Hechos 4: 12). Esto se aplica a los israelitas, los judaítas y todos los demás. Jesús es la única manera de obtener el estatus de "mi pueblo". Todos deben venir a Él por igual y de la misma manera. No hay un camino de salvación para los judíos y otro para los gentiles, como han dicho algunos.

La ventaja de ser israelita o judío (en la carne) es que se les dio la Ley y la revelación de la naturaleza de Dios (Romanos 3: 1-2). Ninguna otra nación vio la gloria de Dios venir a ellos de esa manera. Los que vivían lejos probablemente no escucharon acerca de este evento en el Monte Sinaí y, por lo tanto, no tuvieron la oportunidad de creer en el Dios de Israel.

Como custodios de la revelación de Dios, los sacerdotes de Israel y Judá tenían una gran ventaja sobre otras naciones, muchas de las cuales ni siquiera escucharían el evangelio hasta tiempos recientes. Pero esto no significa que la Palabra de Dios haya sido dada exclusivamente a los israelitas. A los israelitas se les confió el evangelio para bendecir a todas las naciones.

La Gran Comisión (Mateo 28: 19-20; Marcos 16: 15) se basa en el llamado de Abraham a bendecir a todas las naciones. Y cuando las personas de todas las naciones se arrepientan y pongan su fe en Jesucristo, se les otorgará el mismo estatus legal que a aquellos que compartieron el evangelio con ellos (Gálatas 3: 27-29), para que todos lleguen a ser “mi pueblo”.

La pregunta es si compartimos o no la visión de Dios del Reino. ¿Cómo pensamos que es el Reino de Dios? ¿Será un Reino en el que los judíos gobernarán el mundo por su genealogía? ¿O los gobernantes serán una muestra representativa de cada nación, como nos dice Juan? ¿Será Jesús rey en la Jerusalén terrenal en un templo reconstruido, con sacerdotes levitas sirviéndole con sacrificios de animales, como enseñó Scofield?

Necesitamos una visión más bíblica del Reino para que podamos cumplir mejor con el llamado abrahámico.


LA VISIÓN DEL REINO - Parte 11 (La crucial distinción de la profecías de Jeremías a Israel y Judá), Dr. Stephen Jones

 




La idea de que la Jerusalén terrenal es una “ciudad eterna” que nunca será destruida es una falacia que hoy ciega a muchos judíos y cristianos y les impide tener una visión clara del Reino. El acto profético de Jeremías de romper la vasija vieja que representa a Jerusalén—“este pueblo y esta ciudad”, Jeremías 19: 11— rara vez se enseña en los estudios bíblicos.

Sin embargo, debemos enfrentar esta realidad venidera si queremos entender la profecía bíblica básica. El destino de Jerusalén es un tema importante. ¿Se convertirá en la capital del Reino, o será “echada fuera” y destruida? Estos resultados muy diferentes se contradicen directamente entre sí.



Dos profecías separadas: Israel y Judá

Jeremías en realidad dio dos profecías separadas, una para la Casa del norte de Israel, que ya había sido desechada y llevada cautiva a Asiria, y la otra para Judá y Jerusalén. Jeremías 18: 1-10 fue una revelación del destino de Israel; Jeremías 18: 11 al capítulo 19 fue una revelación del destino de Judá y Jerusalén.

Primero, se le dijo al profeta que fuera a la casa de un alfarero, donde fue testigo de cómo se transformaba una vasija de barro húmedo en otra vasija. Jeremías 18: 4 dice que “el barro se echó a perder en la mano del alfarero, y volvió a hacer con él otra vasija, como le plació al alfarero hacerla”. Siendo arcilla húmeda, esta era una posibilidad natural, y Dios luego aplicó esto a Israel, diciendo en Jeremías 18: 6,

8 ¿No puedo Yo, oh casa de Israel, hacer con vosotros como hace este alfarero?, declara el Señor. “Mirad, como el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en mi mano, oh casa de Israel”.

Una gran cantidad de maestros de profecía hoy en día aplican mal esta promesa al pensar que Israel es lo mismo que Judá y los judíos ("judíos"). Por lo tanto, aplican esta profecía a la creación del Estado Judío en 1948 y llaman a ese Estado “Israel”. Por extensión, la profecía se aplica a Jerusalén, lo que lleva a afirmar que es una “ciudad eterna”. Sin embargo, la capital de Israel era Samaria, no Jerusalén.

La profecía real dada a Judá y Jerusalén comienza en Jeremías 18: 11-12,

11 Ahora, pues, habla a los hombres de Judá y contra los habitantes de Jerusalén, y diles: “Así dice el Señor: 'He aquí, estoy tramando calamidad contra vosotros y tramando un plan contra vosotros. ¡Oh, vuélvase cada uno de ustedes de su mal camino, y reformen sus caminos y sus obras!' 12 Pero ellos dirán: '¡Es inútil! Porque vamos a seguir nuestros propios planes, y cada uno de nosotros actuará de acuerdo con la dureza de su malvado corazón'”.

Vea cuán diferente es esto de la profecía anterior dada a la casa de Israel. Israel iba a ser rehecha; Judá y Jerusalén en particular se dirigían a la “calamidad”. La naturaleza de esta calamidad se ve en Jeremías 19: 11, cuando la vasija vieja (no de barro húmedo, sino seco) se rompe en el valle de Ben-Hinnom (griego: Gehena), como una vasija que no se puede reparar.

En otras palabras, Israel debía ser reparada; Judá y Jerusalén iban a ser destruidas.



La acusación contra Jerusalén

El resto de Jeremías 18 condena a Judá y Jerusalén por su terca negativa a someterse a las Leyes de Dios. Quemaron incienso a dioses falsos (Jeremías 18: 15), desviándose “de las sendas antiguas”, resultando finalmente en hacer de su tierra “una desolación, objeto de burla perpetua” (Jeremías 18: 16).

La única manera de evitar esta calamidad era que la gente se arrepintiera de su “terquedad”. Jeremías aclara esto cuando les apela, diciendo: “Volveos cada uno de vuestro mal camino, y reformad vuestros caminos y vuestras obras” (Jeremías 18: 11). El arrepentimiento siempre mitigará el juicio e incluso puede cancelarlo por completo, si se hace a tiempo.

La profecía, sin embargo, nos dice que no se arrepentirán. El profeta pone palabras en sus bocas: “¡Es inútil! Porque vamos a seguir nuestros propios planes”. Entonces el profeta habla de guerra y hambre en Jeremías 18: 21-22. Esto es seguido por la oración más asombrosa de todas en Jeremías 18: 23,

23 Sin embargo, tú, oh Señor, conoces todos sus designios mortales contra mí; no perdones su iniquidad ni borres su pecado de tu presencia. Sino que caigan delante de Ti; ¡Trátalos en el tiempo de tu ira!

Los líderes de Jerusalén (con el apoyo de la gente común) se habían opuesto a Jeremías, negándose a creer la Palabra del Señor que les habló. Los complots contra Jeremías están registrados en Jeremías 11: 18-23.

18 Además, el Señor me lo hizo saber y yo lo supe; entonces me mostraste sus obras. 19 Pero yo era como un cordero manso llevado al matadero; y yo no sabía que habían maquinado conjuras contra mí, diciendo: Destruyamos el árbol con su fruto, y cortémoslo de la tierra de los vivientes, para que no haya más memoria de su nombre.

Estos complots fueron formulados en Anatot (Jeremías 11: 21), un pueblo en la tierra de Benjamín, que pudo haber sido la ciudad natal del profeta, a juzgar por el hecho de que, más tarde, su tío quiso que Jeremías rescatara una parcela de tierra en Anatot (Jeremías 32: 7-9). El profeta fue traicionado por sus propios parientes y amigos.

Como profeta, Jeremías representaba a Dios, por lo que lo vemos también como un tipo de Cristo, quien era “como un cordero manso llevado al matadero”. Este es el tema principal también en Isaías 53, que fue una profecía de Cristo como el Cordero de Dios. La respuesta de Dios está en Jeremías 11: 22-23,

22 Por tanto, así dice el Señor de los ejércitos: “¡He aquí, voy a castigarlos! Los jóvenes morirán a espada, sus hijos e hijas morirán de hambre; 23 y no les quedará remanente, porque yo traeré calamidad sobre los hombres de Anatot, el año de su castigo”.

Estos fueron los complots contra la vida de Jeremías a los que se refirió en Jeremías 18: 23, orando: “No perdones la iniquidad de ellos, ni borre su pecado de delante de tus ojos, sino que sean abatidos delante de Ti”. Como víctima de la injusticia, Jeremías tenía derecho a perdonarlos, así como Dios también tenía ese derecho. Pero en este caso, el profeta sabía que Dios no los perdonaría ni borraría su pecado, por lo que también se ajustó a la voluntad de Dios. Todo esto apunta a la conclusión de que esas personas no se arrepentirían, haciendo inevitable el juicio en Jeremías 19: 11.



La profecía de Ben-Hinnom

Jeremías 19 sigue los pasos de Jeremías 18: 1-23 y es una continuación de la acusación contra Judá y Jerusalén. Leemos en Jeremías 19: 1-3,

1 Así dice el Señor: “Ve y compra una vasija de barro de alfarero, y toma algunos de los ancianos del pueblo y algunos de los principales sacerdotes. 2 Salid luego al valle de Ben-Hinom, que está a la entrada de la puerta de los tiestos [donde la gente tiraba los tiestos, o vasijas de barro rotas], y proclamad allí las palabras que os digo, 3 y decid: Oíd palabra de Yahweh de los ejércitos, Dios de Israel: He aquí, yo traigo calamidad sobre este lugar, y todo el que la oyere le retiñirá en sus oídos”.

El valle de Ben-Hinom también era el lugar donde se había levantado un santuario para ofrecer niños a Baal (Jeremías 19: 5). A los “ancianos” y “principales sacerdotes” se les mostró así la razón de esta acusación de Dios, mientras el profeta daba voz al veredicto divino. Como resultado de este juicio, ese valle pasaría a llamarse “Valle de la Matanza” (Jeremías 19: 6).

Luego se instruyó al profeta a romper la vasija de barro mientras profetizaba una destrucción irreparable, en Jeremías 19: 10-12,

10 Entonces romperás la vasija a la vista de los hombres que te acompañan 11 y les dirás: “Así quebrantaré a este pueblo y a esta ciudad, como quien rompe una vasija de alfarero, que ya no puede ser reparada; y los enterrarán en Tofet [“lugar de quema (bebés)”] porque no habrá otro lugar para sepultura. 12 Así trataré a este lugar [Jerusalén] y a sus habitantes” --declara el Señor-- “para que esta ciudad sea como Tofet”.

A lo largo de toda esta profecía para Judá y Jerusalén, no podemos encontrar una sola palabra de esperanza para Jerusalén. Para la casa de Israel, no solo habría esperanza, sino también la certeza de que Dios convertiría el barro húmedo en una vasija nueva. Pero para Judá, la vasija de barro ya se había secado al fuego y, una vez rota, no podía repararse. Solo podía ser llevada a la puerta de los tiestos para ser desechada en el Valle de Ben-Hinom (Tofet).

Es importante entender la distinción entre Israel y Judá. Es importante saber la diferencia entre las dos vasijas y sus muy diferentes destinos. Las diez tribus de Israel, que fueron deportadas a Asiria entre el 745 y el 721 aC, nunca regresaron a la Vieja Tierra, porque su destino estaba en otra parte. Las dos tribus de Judá (y Benjamín) fueron deportadas a Babilonia más de un siglo después. Permanecieron en cautiverio durante 70 años antes de volver a reasentarse en la Vieja Tierra.

Los judíos en los días de Jesús eran los descendientes de los que habían regresado. Eran judíos, el resto de la Casa de Judá, que se componía de Judá, Benjamín y algunos de la tribu sacerdotal de Leví. Eran conocidos como "judíos", un término abreviado para judaítas. No eran los israelitas a quienes se les había dado la profecía del barro mojado.

Esta distinción es crucial si queremos tener una visión adecuada del Reino.

https://godskingdom.org/blog/2022/12/kingdom-vision-part-11

LA VISIÓN DEL REINO - Parte 10 (La completa destrucción de Jerusalén aún aguarda su cumplimiento), Dr. Stephen Jones

 




Hay quienes creen que la “tribulación” ocurrió cuando Jerusalén fue destruida en el año 70 dC. Esto se basa en gran parte en la discusión de Jesús en Mateo 24, que habla de la destrucción del templo (Mateo 24: 2), “guerras y rumores de guerras” (Mateo 24: 6), y “la abominación desoladora… de pie en el lugar santo” de Daniel (Mateo 24: 15).


Ciertamente, algunas (pero no todas) de esas profecías se cumplieron en el año 70 dC y, más ampliamente, entre el 66 y el 73 dC. La guerra comenzó propiamente en la Pascua del 66 dC. El sitio real de Jerusalén comenzó en la mañana de la Pascua en el 70 dC. La guerra terminó en la mañana de la Pascua del 73 dC cuando los romanos tomaron Masada.

Estos tres eventos de la Pascua tuvieron lugar precisamente 40 años después de los eventos importantes del Nuevo Testamento en el 26, 30 y 33 dC.



Los años 30 y 33 dC

El año 26 dC fue el final del ciclo del 80º Jubileo (desde Adán) y fue también 490 años después de que el rey persa Artajerjes asumiera el trono en el 465 aC—el 70º Jubileo desde Adán.

Más importante aún, Artajerjes inició las 70 semanas de Daniel cuando, en su séptimo año (458 aC), envió a Esdras a Jerusalén para hacer sacrificios en el templo restaurado (Esdras 7: 6, 9). El rey liberó los utensilios del templo (Esdras 7: 19) e incluso sufragó la expedición (Esdras 7: 15-17).

Esdras salió de Babilonia en el primer mes del 458 aC, el mes de la Pascua, y 490 años después, Jesús fue crucificado en la Pascua del 33 dC, poniendo fin a las 70 semanas de Daniel.

[Nota: cuando se estableció nuestro calendario en el año 527 dC, el número cero aún era desconocido en Occidente. Entonces el calendario no tenía un Año Cero. Pasó directamente del 1 aC al 1 dC. Entonces, al calcular el número de años desde el 458 aC al 33 dC, uno debe sumar los números para obtener 491, pero luego debemos restar 1 para eliminar el año cero inexistente].

Muchos discuten acaloradamente las fechas del nacimiento y ministerio de Cristo. Demostrar mi cronología ocuparía demasiado espacio aquí, pero la demuestro a fondo en mi libro, Las Setenta Semanas de Daniel, capítulos 3 y 4.

El punto principal es que cuando Juan murió en la Pascua del año 30 dC, solo seis meses después de haber bautizado a Jesús, su muerte marcó el comienzo de un período de gracia de 40 años para que Jerusalén se arrepintiera. Asimismo, cuando Jesús fue rechazado y crucificado en la Pascua del 33 dC, marcó el comienzo de otro período de gracia de 40 años que terminó con la caída de Masada en el 73 dC.

El número 40 en sí mismo es el número bíblico para juicio o libertad condicional. Ver El Significado Bíblico de los Números. Por lo tanto, Jerusalén recibió gracia, pero la ciudad también fue puesta a prueba.



La intercesión de Ezequiel por Judá

Estos dos períodos de gracia de 40 años los había ganado Ezequiel muchos años antes, cuando el profeta intercedió por Judá y Jerusalén. Ezequiel 4: 6 dice,

6 Cuando los hayas cumplido, te acostarás por segunda vez, pero sobre tu lado derecho, y llevarás la iniquidad de la casa de Judá; te lo he asignado por cuarenta días, un día por cada año.

Se requería que el profeta se acostara sobre su lado derecho durante cuarenta días, cada día representando un año de gracia para Judá. Esto se cumplió de manera dual: 30-70 dC y 33-73 dC. Debido a que Judá y Jerusalén no se arrepintieron por rechazar a Cristo y su precursor, la ciudad y la nación fueron destruidas.



Intercesión de Ezequiel por la Iglesia

Pero la intercesión de Ezequiel tuvo efectos de eco en otros niveles. Sus 40 días representaron 40 años, según su propia revelación en Ezequiel 4: 6, pero la historia también muestra que representó 40 años sabáticos y 40 ciclos de jubileo en cumplimientos en constante expansión.

Después de 40 años, la ciudad (Jerusalén) fue destruida, al finalizar el período de gracia y prueba para Judá.

La Iglesia de Pentecostés se estableció en Hechos 2: 1 en el año 33 dC. También pasó por un tiempo de prueba, no solo por 40 años, sino por 40 años sabáticos (de reposo). Durante este tiempo, la Iglesia fue perseguida, primero por los líderes religiosos de Jerusalén y luego por las autoridades romanas. Hacia el final de los ciclos de 40 sábados (40 x 7 = 280 años), el emperador romano Constantino emitió su famoso Edicto de Tolerancia en abril de 311 dC, que puso fin a la persecución y cambió el curso de la historia de la Iglesia. Esto fue seguido por el Edicto de Milán en el 313, que le dio a la Iglesia estatus legal y el derecho a existir.

Es de destacar que esto tuvo lugar precisamente 40 años de reposo después que la iglesia fuera establecida por el cumplimiento de la Fiesta de Pentecostés.



La intercesión de Ezequiel por los Vencedores

El ciclo más largo que estableció Ezequiel por intercesión es un día de Jubileo. Una vez más, podemos usar el año 33 dC como punto de partida, porque tiene que ver tanto con la Iglesia como con los Vencedores. Cuarenta jubileos (40 x 49 años) desde el 33 dC nos lleva a 1993. Este período de tiempo fue profetizado por el reinado de 40 años de Saúl, el rey que fue coronado el día de la “cosecha de trigo” (es decir, Pentecostés). Véase el discurso de Samuel en 1º Samuel 12: 17.

En 1993, hablando proféticamente, “Saúl” murió y entramos en la transición de siete años y medio al reinado de “David”, quien representa a los Vencedores. Podemos decir que estos 40 Jubileos fueron un período de prueba más largo para la Iglesia y que 1993 inició una nueva Era, en la que los Vencedores comenzaron a ser empoderados con la autoridad del Mandato de Dominio.

Ya he mostrado cómo progresó el surgimiento de la casa de David desde Pentecostés, el 30 de mayo de 1993 hasta el 30 de noviembre de 2000. Luego vimos el surgimiento de la casa de José (2001-2009). Después vimos el ascenso de Eliseo (2009-2010), seguido del ascenso de los Santos del Altísimo (2010-2017). Las indicaciones apuntan al año 2024 para el próximo gran paso en la autoridad de los Vencedores.



La tribulación de Jerusalén

Cuando Jerusalén fue destruida en el año 70 dC, de hecho cumplió muchas profecías de las que habló Jesús en Mateo 24. Sin embargo, Jerusalén fue reconstruida, lo que demuestra que esas profecías aún requieren un mayor cumplimiento en los últimos días.

La profecía de Jeremías 19: 10-11 se cumplió parcialmente en el 586 aC, cuando Nabucodonosor destruyó la ciudad, y nuevamente en el 70 dC. Pero en cada caso, la ciudad fue reconstruida.

10 Entonces romperás la vasija a la vista de los hombres que te acompañan 11 y les dirás: “Así dice el Señor de los ejércitos: 'Así quebrantaré a este pueblo y a esta ciudad, como quien quiebra una vasija de alfarero, que ya no puede ser reparada; y serán sepultados en Tofet porque no habrá otro lugar para sepultura'”.

Después del año 70 dC, Jerusalén fue “reparada”, y todavía permanece hoy como un testimonio de que la profecía de Jeremías aún no se ha cumplido. Esto muestra de manera concluyente que la tribulación de Jerusalén quedó incompleta en el año 70 dC y todavía aguarda por un cumplimiento moderno.

Esto es importante para tener una visión clara del Reino, porque a muchos se les ha enseñado que Jerusalén será la capital del Reino y que Jesús gobernará desde un templo reconstruido en ella. Este no puede ser el caso, por supuesto, porque la Vieja Jerusalén es “Agar” (Gálatas 4: 25). Agar-Jerusalén y su “hijo” (aquellos que la reclaman a ella y al Antiguo Pacto como su “madre” espiritual) deben ser “echados fuera” (Gálatas 4: 30) en favor de los Santos del Altísimo, los Vencedores.

https://godskingdom.org/blog/2022/12/kingdom-vision-part-10