APOCALIPSIS - Libro VIII - Cap. 13 - LA ESCLAVITUD BÍBLICA Y EL LAGO DE FUEGO (Leyes de Redención), Dr. Stephen Jones

 




Así como el río de fuego de Dan. 7: 10 es el decreto legal o veredicto sobre los pecadores siendo juzgados por la Ley de Fuego (Deut. 33: 2, KJV), así también el Lago de Fuego es la administración de esos veredictos. Tal "fuego" nunca tuvo la intención de ser tomado literalmente. La Ley misma es el fuego, porque es la expresión de la naturaleza divina, vista en los días de Moisés, cuando Dios descendió como fuego sobre el monte para dar a Israel los Diez Mandamientos y el resto de la Ley.


La verdadera justicia está definida por la Ley de Dios. Él no juzga a la humanidad por las leyes de otros, sino por su propia Ley. No existe el tormento eterno en la Ley Divina, porque todo pecado se juzga con justicia, y todos los veredictos están en estricta proporción con la gravedad de cada delito (pecado).


Robar una oveja o un carro requiere que el ladrón devuelva dos ovejas o dos carros a su víctima (Éxodo 22: 4). Si el artículo robado no puede ser devuelto por cualquier motivo, el ladrón debe pagar una restitución cuadruplicada (Éxodo 22: 1). Robar las herramientas del oficio de un hombre (un buey o un tractor) requiere una restitución quíntuple (Éxodo 22: 1).


Aquellos pecados que están más allá de la restitución, como el asesinato premeditado o el secuestro, deben ser apelados ante la Corte Divina, y se impone la pena de muerte hasta que el caso pueda ser escuchado en el Gran Trono Blanco al final de la Era. El patrón para esto se encuentra en Deut. 1: 16-17, en las instrucciones de Moisés a los jueces de Israel:


16 Entonces mandé a vuestros jueces en aquel tiempo, diciendo: Oíd los pleitos entre vuestros compatriotas, y juzgad con justicia entre un hombre y su compatriota, o el extranjero que está con él. 17 No haréis parcialidad en el juicio; oiréis tanto a los pequeños como a los grandes. No temeréis a hombre, porque el juicio es de Dios. Y el caso que os resulte demasiado difícil, me lo traeréis, y yo lo oiré.


Moisés era un tipo de Cristo, porque el mismo Moisés testificó que Dios le dijo que levantaría un profeta como él (Deuteronomio 18: 18). Por lo tanto, Moisés actuó como juez de la Corte Suprema en Israel, mientras que Jesucristo es el juez de la Corte Suprema para el mundo.



El concepto bíblico de la deuda


Todo pecado se cuenta como una deuda. Si un hombre roba o daña la propiedad de otro, le debe restitución a su víctima. La deuda pone a los hombres bajo la ley, es decir, la Ley tiene un derecho sobre el pecador hasta que se pague la deuda o hasta la expiración en la fecha en que suene la trompeta del Jubileo. La razón por la cual los creyentes ya no están bajo la ley (Rom. 6: 15) no es porque la Ley haya sido abolida, sino porque nuestra deuda fue pagada por la sangre de Jesucristo. Por lo tanto, la Ley no tiene más derecho sobre nosotros en su obra para restaurar los derechos de los hombres de recibir justicia.


El pecado de Adán creó una deuda que él no podía pagar, representada como 10.000 talentos en Mat. 18: 24-25.


25 Pero como no tenía medios para pagar, su señor mandó que lo vendieran, junto con su mujer e hijos y todo lo que tenía, y que se hiciera el pago.


Si un pecador no tiene suficiente propiedad para pagar la deuda, toda su propiedad debe ser vendida (a un redentor) y él y su familia deben ser vendidos como esclavos. Esta es la justicia bíblica tal como la expuso Jesús en su parábola. Es lo que le pasó a Adán al principio, y es también lo que le ha pasado a todos los pecadores después. Así nos dice Pablo en Rom. 7: 14, Soy de la carne, vendido a la servidumbre del pecado. De hecho, el mundo entero ha sido vendido en servidumbre, porque todo era parte del patrimonio de Adán.



Dos penas de muerte


La primera muerte (mortalidad) es la esclavitud bajo la cual sufre toda la Creación a causa del pecado de Adán, pya que Rom. 8: 20-23 dice,


20 Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa de Aquel que la sujetó, en la esperanza 21 de que también la creación misma será libertada de su esclavitud de la corrupción a la libertad de la gloria de los hijos de Dios. 22 Porque sabemos que toda la creación gime y sufre dolores de parto a una hasta ahora.


Tal es el resultado del pecado de Adán, que, por decreto divino, resultó en la venta de toda su propiedad. Pablo dice en Rom. 5: 12 (traducido correctamente), así pasó la muerte a toda la humanidad, en la cual (sobre la cual o por la cual) todos pecaron (Versión Concordante). En otras palabras, porque somos mortales, pecamos. La mortalidad es nuestra enfermedad (lepra bíblica), nuestra debilidad inherente en nuestra carne y la razón por la que no alcanzamos la gloria de Dios. Entonces somos juzgados, en segundo lugar, por nuestros propios pecados, y por lo tanto, Pablo dice en Rom. 6: 23, la paga del [nuestro propio] pecado es muerte.


La pena de muerte por nuestro propio pecado no es la primera muerte, sino la segunda. La primera muerte es la pena impuesta a toda la Creación por el pecado de Adán. La segunda muerte es la pena por nuestros propios pecados individuales, en los que incurrimos a causa de la debilidad de la carne mortal.



La Ley de la Redención


La solución de Dios para ambos tipos de muerte es la Ley de la Redención y la Ley del Jubileo, las cuales son leyes de gracia. Cuando un hombre es vendido como esclavo por una deuda que no puede pagar, el que lo compra es un amo de esclavos. Cuando Pablo dice que fue "vendido a la servidumbre del pecado", personificaba al Pecado, diciéndonos que el Pecado había esclavizado su carne, es decir, su "viejo hombre", y que el Pecado ordena a sus esclavos que sean desobedientes a la Ley de Dios.


Pero como creyente, Pablo ya no era el hombre viejo, sino una nueva creación. Romanos 7 presenta a Pablo como un esclavo involuntario, obligado por su amo carnal a pecar, pero deseando interiormente servir a la Ley de Dios (Rom. 7: 22, 25). Por lo tanto, se identifica con el hombre interior como su verdadero ser, negándose a identificar su verdadero ser como descendiente de Adán (el hombre viejo), sino que reclama un Padre celestial que lo ha engendrado por el Espíritu (Rom. 7: 17).


El hombre de la nueva creación no está sujeto a la autoridad de la Ley del Pecado. Cuando el pecado da la orden de quebrantar la Ley de Dios, el hombre de la nueva creación no responde, porque el pecado no es su padre. Honra el quinto mandamiento al obedecer a su Padre celestial, mientras que el viejo hombre lo hace al honrar a su padre terrenal, Adán, el hombre de pecado.


Esto es parte de la Ley de la Redención por la cual podemos cambiar de amo. Lev. 25: 47-49 nos dice que si un extraño o extranjero compra un esclavo que está siendo vendido por mandato del tribunal, el pariente del esclavo tiene el derecho de redención. El propósito declarado de tales redenciones es poner al esclavo bajo un amo que lo ame. Esto es tan importante para nuestro Dios de amor que incluso despoja al amo extranjero de su derecho a retener al esclavo si un pariente cercano tiene los medios para comprarlo.


Por esta Ley, Jesús vino como nuestro Pariente Redentor para redimir a los esclavizados por el pecado. Él no vino como un extraño, ni tomó sobre Sí mismo la naturaleza de los ángeles, sino que tomó sobre Sí mismo carne y sangre, para poder ser nuestro Pariente redentor. Heb. 2: 11 dice: No se avergüenza de llamarlos hermanos, y Heb. 2: 17 dice: Debía ser en todo semejante a sus hermanos. Como pariente cercano, Jesús obtuvo el derecho legal de redención, de modo que su deseo de comprar esclavos no pudo ser rechazado por el amo original (pecado).


Los que ponen su fe en Cristo son los redimidos. Estos se convierten en esclavos de Jesucristo que los ha comprado, como dice la Ley de Lev. 25: 53,


53 Como jornalero cada año estará con él; no se enseñoreará de él con severidad delante de tus ojos.


En otras palabras, la Ley ordena al pariente cercano que trate a sus esclavos redimidos como empleados contratados, no como esclavos. La esclavitud bíblica no es lo mismo que los sistemas de esclavitud del hombre. El amor gobierna, aunque el esclavo siga siendo esclavo y no tenga derecho a seguir la Ley del Pecado que su antiguo amo le había exigido en el pasado.



La Ley del Jubileo


La redención no es la respuesta completa a la esclavitud del pecado, porque todavía se requiere que un esclavo redimido sea obediente. La respuesta completa llega solo cuando hay acuerdo, porque solo eso es la verdadera libertad. Lev. 25: 54-55 dice:


54 Aunque no fuere redimido por estos medios, saldrá en el año del jubileo, él y sus hijos con él. 55 Porque los hijos de Israel son mis siervos; ellos son mis siervos a quienes saqué de la tierra de Egipto. Yo soy el Señor tu Dios.


Incluso si un hombre ha estado esclavizado al pecado durante toda su vida, y ningún pariente redentor lo ha comprado durante ese tiempo, aún debe ser liberado en el año del Jubileo cuando todas las deudas sean canceladas y cada hombre regrese a su herencia perdida. La razón declarada es que los hijos de Israel son Mis siervos. En Deut. 7: 8 Moisés le dice a Israel: “Yahweh os amó y… os redimió de la casa de servidumbre de la mano de Faraón, rey de Egipto. Él actuó como el Pariente-Redentor que amó a Israel y la compró como su propia esclava (o sierva).


Por lo tanto, toda esclavitud en la Tierra está subordinada a la esclavitud mayor a Dios mismo. Los hombres pueden tener autoridad para esclavizar a otros en la Tierra, pero su autoridad está sujeta a la del Amo de Esclavos celestial que ejerce soberanía sobre todos los amos de esclavos humanos. Por lo tanto, cuando Pablo personifica al Pecado como un amo terrenal de esclavos, es claro que el Pecado tiene autoridad, pero no soberanía. Por esta razón, el Pêcado debe vender a sus esclavos cuando el Pariente-Redentor lo exige. Asimismo, cuando llega el año del jubileo, el Pecado no tiene autoridad para retener a sus esclavos, sino que debe someterse a la Ley del jubileo y liberarlos a todos.



La aplicación del Lago de Fuego


El Gran Trono Blanco es el lugar donde se usa la Ley de Dios para juzgar a toda la humanidad. La Ley no exige la tortura en un fuego literal. Exige el pago de la deuda. Los creyentes serán salvados, aunque así como por fuego, porque al final, aunque sus obras sean juzgadas, han sido comprados por su Pariente-Redentor.


Los incrédulos, sin embargo, son aquellos que no reclamaron a Jesucristo como su Redentor, por lo que el decreto del Trono es que deben pagar por su propio pecado. Pero deben más de lo que pueden pagar. Por lo tanto, deben ser vendidos en pago de su deuda. El problema, por supuesto, es que incluso si son perfectos a partir de ese momento, sus buenas obras no pueden pagar su deuda anterior. Las buenas obras solo aseguran que la deuda no aumente. Las buenas obras se esperan como parte de la vida normal.


Los pecadores, entonces, son condenados a la esclavitud bíblica a los Vencedores, quienes pueden redimirlos, porque ellos son el Cuerpo de Cristo. Así es como los Vencedores reinan con Cristo. Su autoridad se deriva del Mandato de Dominio que se le dio por primera vez a Adán en Génesis 1: 26. Debido a que los Vencedores comparten la herencia de Cristo, tienen los medios para comprar esos esclavos. Y, porque tienen la naturaleza amorosa de Cristo, no gobernarán con severidad a sus esclavos (Lev. 25: 53), sino que los tratarán como a sobrinos y primos (parientes) que son empleados en el negocio familiar.



De hecho, son empleados en entrenamiento, aprendiendo justicia durante su tiempo de juicio, como nos dice Isaías 26: 9, cuando la tierra experimenta tus juicios, los habitantes del mundo aprenden justicia. A los Vencedores se les dará autoridad sobre sus esclavos, pero también se les dará la responsabilidad de instruirlos en los caminos de Dios, hasta que el Jubileo de la Creación libere a toda la Creación “de su esclavitud a la corrupción a la libertad de la gloria de los hijos de Dios (Rom. 8: 21).


La Ley del Jubileo invoca esta libertad solo por gracia. Aunque la deuda es impagable, existe un límite de responsabilidad por la deuda. Aunque Dios no libera inmediatamente a los deudores, tampoco exige la esclavitud perpetua a causa de la deuda (pecado). El juicio divino está diseñado para entrenar a los pecadores en los caminos de Dios y llevarlos a la madurez espiritual antes de liberarlos en el Jubileo más grande de la historia de la Creación.


¿No es esto consistente con la naturaleza de nuestro Dios de Amor? ¿No es esto consistente también con su justicia? ¿No es este el Dios asombroso que verdaderamente podemos adorar desde el fondo de nuestros corazones?


https://godskingdom.org/studies/books/the-revelation-book-8/chapter-13-biblical-slavery-and-the-lake-of-fire


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