APOCALIPSIS - Libro IV - Capítulo 10 - LOS DOS TESTIGOS (Sodoma, Egipto y Jerusalén), Dr. Stephen Jones

 



Juan describe a los dos testigos en términos de Moisés y Elías, quienes representan la Ley y los Profetas, la autoridad civil y sacerdotal, y el Mandato de Dominio y el Mandato de Fructificación. Sin embargo, esta revelación es tridimensional en el sentido de que Moisés y Elías representan cada uno solo la mitad de un ministerio completo. Josué cumplió la segunda parte del ministerio de Moisés y Eliseo cumplió la segunda parte del ministerio de Elías.


Primero, Moisés no pudo completar su ministerio, porque murió al final del viaje por el desierto, y Josué completó la obra cuando llevó a Israel a la Tierra Prometida. Elías tampoco pudo completar su ministerio, porque huyó de las amenazas de Jezabel, pero a Eliseo se le dio su manto junto con una doble porción de la autoridad de Elías para completar esta obra profética de restauración.


En Apocalipsis 11 vemos una mezcla de profecía entre Moisés y Elías en la muerte de los dos testigos, seguida de su resurrección y ascensión. Moisés murió (Deut. 34: 5), y Elías ascendió (2º Reyes 2: 11). Por lo tanto, los dos testigos mueren como Moisés pero también ascienden como Elías. Apocalipsis 11 ignora en gran medida la segunda parte de cada uno de sus ministerios (es decir, Josué/Eliseo), porque el final aún no ha llegado en la narración de Juan. Esto sigue siendo técnicamente parte del Segundo Ay, que no termina, ni comienza el Tercer y Último Ay, hasta Apocalipsis 11: 14.



Los testigos asesinados en Jerusalén


Leemos en Apocalipsis 11: 7-8,


7 Y cuando hayan terminado su testimonio, la bestia que sube del abismo les hará la guerra, y los vencerá y los matará. 8 Y sus cuerpos muertos yacerán en la plaza de la gran ciudad, que místicamente [o espiritualmente] se llama Sodoma y Egipto, donde también su Señor fue crucificado.


Aquí vemos claramente que Juan no estaba hablando literalmente, sino “místicamente”. Los dos testigos no son literalmente asesinados en Jerusalén, como muchos han dicho. Jerusalén es también Sodoma y Egipto, y está claro que, geográficamente hablando, Jerusalén no es literalmente la ciudad de Sodoma, ni es todo el país de Egipto. Juan nos estaba diciendo que interpretáramos esto espiritualmente (pneumatikos, de pneuma, “espíritu”). Así que debemos seguir sus instrucciones y buscar una ciudad mística.


¿Cómo es Jerusalén la equivalente de Sodoma y Egipto? Sodoma es conocida por su maldad (la homosexualidad en particular), que Dios destruyó con fuego del cielo. Su forma de juicio se identifica con Elías, quien también hizo descender fuego del cielo (2º Reyes 1: 10-12). Egipto, por supuesto, fue juzgado a través de Moisés. Jerusalén fue el lugar donde su Señor fue crucificado, porque Jesús fue un profeta como Moisés (Hechos 3: 22); pero más que eso, Jerusalén fue el lugar donde todos los profetas fueron perseguidos y asesinados (Mat. 23: 37). En Lucas 13: 33 Jesús dice: No puede ser que un profeta muera fuera de Jerusalén.


No obstante, en el cuadro profético presentado por Juan, Jerusalén ha asumido un papel más importante que una simple ciudad terrenal. La ciudad es un tipo del Antiguo Pacto (Gál. 4: 24-25), representada como Agar, y sus hijos espirituales son los hijos de la carne (representados como Ismael). La Jerusalén terrenal no puede heredar el Reino de Dios, porque éste está reservado a los hijos de “Sara”, la Jerusalén celestial (Gál. 4: 26, 30).


Las dos ciudades tienen un desacuerdo fundamental con respecto a la Primogenitura, ya que cada una reclama las promesas de Dios y considera que su "hijo" es el elegido. Sin embargo, para Pablo, la evidencia principal que resuelve la cuestión de la herencia es el hecho de que los hijos de la Jerusalén terrenal persiguen a los hijos de la Jerusalén celestial, tal como Ismael persiguió a Isaac en la historia original.


Pablo entendió bien esto, porque él personalmente había perseguido a los hijos de la promesa en su vida anterior en el judaísmo. En Gál. 1: 13-14 escribe,


13 Porque habéis oído de mi anterior manera de vivir en el judaísmo, cómo solía perseguir a la iglesia de Dios sin medida, y trataba de destruirla; 14 y yo iba adelantando en el judaísmo más que muchos de mis contemporáneos entre mis paisanos, siendo más sumamente celoso de mis tradiciones ancestrales.


Pablo estaba admitiendo que él, como judío carnal en el judaísmo, no era un hijo de la promesa, ni un hijo espiritual de Sara, mientras permaneciera apegado al Antiguo Pacto y a la ciudad que representaba. Como judío incrédulo, con una genealogía impecable en la tribu de Benjamín (Filipenses 3: 5), era, sin embargo, un ismaelita espiritual que no podía heredar las promesas de Dios. Sin embargo, también es un ejemplo de alguien que había cambiado de madre por fe en Cristo adhiriéndose al Nuevo Pacto ("Sara"). Sólo entonces fue válido su derecho a la herencia y a las promesas de Dios. Solo entonces fue clasificado entre el “pueblo elegido”.


Es claro, entonces, que la Jerusalén terrenal no es la madre de los que han venido a Cristo, el Mediador del Nuevo Pacto, porque éstos no son ismaelitas, sino que son parte de la Compañía de Isaac (Gálatas 4: 28). Sin embargo, hoy en día hay muchos cristianos que reclaman a Jerusalén-Agar como su madre y creen firmemente que los hijos de Agar son los elegidos. Nada puede estar más lejos de la verdad. Los que son engendrados por la carne son carnales; los que son engendrados por el Espíritu son espirituales. Ambos reclaman al mismo Padre; pero su madre determina la herencia.


Saber estas cosas nos ayuda a entender lo que Juan quiso decir cuando habló de los dos testigos que fueron asesinados en "Sodoma y Egipto, donde también su Señor fue crucificado". Es obvio que estos testigos no fueron asesinados en (o por) la Nueva Jerusalén. De hecho, toda la escena desde el comienzo del capítulo ha tenido lugar en el Atrio Exterior que fue dado a las naciones. En otras palabras, estamos viendo incrédulos o personas carnales que están limitadas al Atrio Exterior, y la misma Jerusalén terrenal es una extensión de ese Atrio Exterior.


Jerusalén se representa como una ciudad ocupada por incrédulos. Muchos maestros de profecía asumen que estas personas incrédulas no pueden ser judíos, pero Juan no hace distinción aquí entre judíos y otras personas. La distinción es solo entre carnales y espirituales, entre aquellos que tienen acceso al Lugar Santo y aquellos limitados al Atrio Exterior.


De hecho, debido a que Jerusalén está ligada a Egipto, conocido como la casa de la servidumbre (Éxodo 13: 3), todo hijo de la carne y todo aquel que se adhiere al Antiguo Pacto (como dice Pablo) permanece en servidumbre con sus hijos. (Gálatas 4: 25). Por lo tanto, así como Moisés sacó a Israel de la casa de esclavitud en la Pascua, Jesucristo también sacó a la Iglesia de la esclavitud cuando murió en la cruz como el Cordero Pascual.


Esto significa que el liderazgo judío de Jerusalén, que persiguió al Hijo de Dios y luego a la Iglesia, estaba jugando el papel de Faraón, no de Israel. Jerusalén era así Egipto, espiritualmente hablando. Jerusalén no es la oprimida, sino la opresora. Jerusalén no es el hogar del pueblo de Dios, sino de los “enemigos” de Dios, desde un punto de vista legal.



Enemigos legales


La Ley en Lev. 26: 40-42 nos dice que si los israelitas desechaban la Ley de Dios y actuaban con “hostilidad” contra Él, entonces Dios también actuaría con hostilidad contra Israel. En otras palabras, Dios trataría a los israelitas desaforados (sin ley) como enemigos. Isaías confirma esto en Isaías 63: 10,


10 Pero ellos [Israel] se rebelaron y entristecieron su Espíritu Santo; por lo tanto, se volvió a Sí mismo para convertirse en su enemigo; luchó contra ellos.


El profeta expuso la hostilidad de Dios en Isaías 29:1-6, donde se refiere a Jerusalén con el nombre poético de Ariel. Este nombre tiene un doble significado: (1) el león de Dios y (2) el fogón de Dios.


1 ¡Ay, oh Ariel, Ariel, la ciudad donde una vez acampó David! Añade año tras año, observa tus fiestas a tiempo. 2 Y traeré angustia a Ariel, y ella será una ciudad de lamento y luto; y ella será como un Ariel [fogón de Dios, es decir, un lugar de ardor] para mí.


Durante el tiempo de David, la ciudad era el León de Dios; pero en años posteriores, después de degenerar en anarquía y apostasía, Dios se convirtió en su enemigo y la trató como un fogón para quemar. Lo que sigue es una profecía que muestra la destrucción de Jerusalén por parte de Dios. Todavía dirigiéndose a la ciudad, Dios dice en Isaías 29: 5-6,


5 Mas la multitud de vuestros enemigos será como polvo fino, y la multitud de los violentos como paja que se lleva el viento; y sucederá al instante, de repente. 6 De parte del Señor de los ejércitos [Jerusalén] serás castigada con truenos y terremotos y gran estruendo, con torbellino y tempestad y llama de fuego consumidor.


Muchos asumen que se trata de naciones no judías que luchan contra los judíos en Jerusalén al final de la Era. Pero desde el principio, Dios nos dice que Él mismo ha declarado la guerra contra la ciudad a causa de su anarquía. En el versículo 3 Dios dice de Jerusalén, o “Ariel”,


3 Y acamparé contra ti rodeándote, y pondré contra ti cercos, y levantaré contra ti torres de batalla.


Por lo tanto, si Dios en verdad levanta naciones extranjeras contra Jerusalén, es claro que Dios pelea del lado de esos ejércitos extranjeros, porque Él se atribuye el haber puesto sitio a Jerusalén.



El resultado


Entonces encontramos un resultado muy notable de esta batalla. Isaías 29: 7 dice:


7 Y la multitud de todas las naciones que pelean contra Ariel, todos los que pelean contra ella y contra su fortaleza, y los que la afligen, serán como un sueño, una visión de noche.


En otras palabras, con respecto a todas las naciones que Dios ha reclutado en su sitio a Jerusalén, el resultado de la guerra será como un sueño que se describe en el siguiente versículo.


8 Y será como cuando sueña un hambriento, y he aquí, está comiendo; pero cuando despierta, no se ha saciado su hambre, o como el sediento que sueña, y he aquí, está bebiendo; pero cuando despierta, he aquí, está desfallecido, y su sed no se ha saciado. Así será la multitud de todas las naciones que pelean contra el monte Sion.


Vemos aquí que todos los enemigos de Dios que han hecho la guerra contra Jerusalén (como Dios los ha guiado), tendrán sueños de heredar la ciudad, pero descubrirán que todo es una ilusión. Cuando despierten de su sueño, descubrirán que todavía tienen hambre y sed. Hoy, tanto judíos como musulmanes luchan por la ciudad de Jerusalén, y los sionistas cristianos animan a los judíos. Pero todo es una ilusión, basada en la creencia de que la ciudad vieja será la capital del Reino en la Era venidera. La ciudad no es más que una casa de servidumbre que esclaviza a todos los que la reclaman como su madre.


Para nuestros propósitos, el objetivo de este pasaje de Isaías es mostrar que los enemigos de Dios incluyen a todos los judíos que siguen siendo hostiles a Jesucristo y que continúan adhiriéndose al Antiguo Pacto. En la actualidad, tanto judíos como musulmanes y cristianos ocupan partes de la ciudad vieja, y el derecho a gobernar la ciudad aún está en disputa.


Al final, ninguno de ellos estará satisfecho, porque la ciudad misma está bajo el juicio divino. Isaías 29: 5-6 parece describir una explosión nuclear que dejará la ciudad inhabitable. Al final, la ciudad no será herencia de nadie, y todo parecerá un buen sueño que deja a todos vacíos al despertar.


Quizás así será como Agar sea expulsada (Gálatas 4: 30).


Con este trasfondo del resto de las Escrituras, ahora tenemos las herramientas para comprender la profecía específica de los dos testigos en el flujo de la revelación de Juan.


https://godskingdom.org/studies/books/the-revelation-book-4/chapter-10-sodom-egypt-and-jerusalem

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