Algunas veces, en medio de las aflicciones y los problemas de la vida diaria, clamamos y decimos: «¿Por cuánto tiempo más, oh Señor? No puedo ver más allá del dolor de hoy. ¿Qué vendrá mañana? ¿Estarás también presente en aquel padecimiento?».
Esta pregunta es sumamente importante porque Jesús dijo: «el que persevere hasta el fin, ese será salvo» (Marcos 13: 13). Nos estremecemos al pensar que podríamos estar entre «los que retroceden para perdición» (Hebreos 10: 39). Esto no es un juego. El sufrimiento es una amenaza terrible a mantener la fe en la gracia de Dios para el futuro.
Por lo tanto, es maravilloso escuchar la promesa de Pedro para los cristianos afligidos y cansados: «Y después de que hayáis sufrido un poco de tiempo, el Dios de toda gracia, que os llamó a su gloria eterna en Cristo, Él mismo os perfeccionará, afirmará, fortalecerá y establecerá» (1ª Pedro 5: 10).
La seguridad de que Él no tardará más allá de lo que podamos soportar (1ª Cor. 10: 13) y de que acabará con las fallas por las que nos lamentamos y de que establecerá para siempre lo que ha estado tambaleando por tanto tiempo, esa seguridad viene de que Él es el Dios de «toda gracia».
Dios no es un Dios de un poco de gracia, como la gracia pasada. Él es el Dios de «toda gracia» —incluyendo los infinitos e inagotables depósitos de gracia para el futuro—.
La fe en esa gracia es la clave para perdurar en el camino arduo y angosto que lleva a la vida.
John Piper
(Gentileza de E. Josué Zambrano Tapias)
ADMINISTRADOR (José):
También le ayudará recordar que tras entrar por la puerta estrecha y atravesar en camino angosto, saldrá y hallará pastos
Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, Y HALLARÁ PASTOS.
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