EL GOZO EN LA DESESPERACIÓN, Oswald Chambers

 



1 de agosto de 2021


Quizás tú, como el apóstol Juan, conoces íntimamente a Jesucristo. Sin embargo, Él de repente se te aparece con rasgos totalmente desconocidos y lo único que puedes hacer es caer a sus pies como muerto. En ocasiones, Dios solo puede revelarse a nosotros en su majestad, y el carácter impresionante y terrible de esa visión nos lleva al deleite de la desesperación. Experimentas este gozo en la desesperanza porque comprendes que si vas a ser levantado, debe ser por la mano de Dios.


"Él puso Su diestra sobre mí", Apocalipsis 1: 17. En medio del pavor sientes un toque y sabes que es la diestra de Jesucristo. Comprendes que no es la mano que restringe, corrige o castiga, sino la diestra del Padre Eterno. Siempre que su diestra viene sobre ti, trae paz y consuelo inefables; y también el sentido de que sus brazos eternos son llenos de provisión, alivio y fortaleza, son tu apoyo, (ver Deuteronomio 33: 27).


Una vez que sientes su toque, absolutamente nada podrá volver a causarte temor. En medio de toda su gloria celestial, el Señor Jesús viene para hablarle a un insignificante discípulo y le dice: "No temas", Apocalipsis 1: 17. Su ternura es inexpresablemente dulce. Pregúntese: ¿Lo conozco de esta manera?


Piense en algunos de los hechos que producen desesperación. Existe un desespero en el que no se encuentra ningún agrado, no hay un horizonte ni una esperanza de mayor claridad. Pero el deleite de la desesperación viene cuando "yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no habita el bien", Romanos 7: 18. Me deleito en saber que hay algo en mí que debe caer postrado delante de Dios cuando Él se me revele y que si he de levantarme debe ser por su mano. Dios puede hacer algo por mí sólo cuando reconozco los límites de lo que es humanamente posible y le permito a Él hacer lo imposible.


Oswald Chambers


(Gentileza de E. Josué Zambrano Tapias)


José:

Me encanta este autor. A esta porción tal vez yo la habría titulado "El gozo de llegar al “miserable de mí, ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?” (Rom. 7: 24).

Por experiencia sé que el gozo llega en el momento más oscuro de la noche, en el momento en que nuestro corazón es traspasado por el mayor dolor.


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