EL SEÑOR MI CÁNTICO, Octavius Winslow


La importancia de la alabanza a Dios, Pastor Hector I ...


"El Señor es mi cántico".
Salmos 118:14

Un espíritu gozoso es un espíritu rebosante de alabanza; y Aquel, alrededor de quien nuestras alabanzas más nobles y dulces se acopian, para el fomento de este santo ejercicio, ha dicho: “El que ofrece sacrificios de alabanza me glorifica” (Sal. 50:23). El que haya, como hemos señalado, muy pocos creyentes gozosos, explica porqué hay muy pocos creyentes que rebosan de alabanzas delante de Dios. La alabanza es una de las Gracias más santas, así como es una de las ocupaciones más dulces del alma del creyente. En cuanto a los goces de los santos glorificados se revela —que  la puerta del Cielo solamente se entreabre, con el fin de que esa visión no pueda en ningún grado afectar la simplicidad de la fe— para que aprendamos que, la alabanza es la principal ocupación y recreación de los santos en la gloria. 

Lee atentamente las revelaciones del Cielo, aunque difusas sean, en el Apocalipsis, y este hecho te acercará a Casa con gran poder —en que, ‘el Arpa de Oro,’ y el ‘Cántico Nuevo,’ y los potentes ‘Aleluyas’ del Cielo, que todos señalan esa música, o alabanza, es la magnífica recreación de los santos glorificados que se encuentran en el Monte Sión, y sobre el mar de cristal, tocando las arpas de Dios; su himno alto y transportador, “¡El Cántico de Moisés siervo de Dios, y el Cántico del Cordero!” (Ap. 15:3).

Alma mía, coge tu arpa del sauce, donde demasiado tiempo ha colgado en silencio, y, desvelando sus notas más bajas, alaba a tu Dios por las misericordias providenciales, por las bendiciones de esta vida: el alimento y la vestimenta, el hogar y los amigos, su cuidado diario y consideración hacia ti.

Alábale por la gracia soberana que llama y convierte. Oh, ¿al menos nos dimos cuenta de lo que es la conversión? Y, ¿estuvimos más claramente seguros de que fuéramos verdaderamente convertidos? ¿Acaso el simple pensamiento no encendería nuestra alma con la más profunda acción de gracias, y avivaría nuestras arpas a la más potente alabanza?

Alábale por la gracia que preserva. Necesitamos el mismo poder divino que nos llamó a la gracia, para guardarnos de caer de la profesión de la gracia. A causa de la posesión de la gracia, el creyente nunca puede caer. “El justo se mantendrá en su camino, y el de manos limpias más y más se fortalecerá” (Job. 17:9). “No perecerán jamás” (Jn. 10:28). Pero la historia del Pueblo de Dios demuestra que ningún poder puede guardar al mejor de los santos de caer en el peor de los pecados, sino el poder de Dios. ¿Has sido por tal motivo guardada, oh alma mía, de muchas tentaciones, peligros y tropiezos? Entonces, reanima tu arpa con la gran alabanza acerca del poder, fidelidad y amor de Cristo. “Guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación” (1 Pe. 1:5).

El Señor, también, es nuestro cántico en vista de las consolaciones y consuelos de Su gracia. Has sido conducido a través de profundas penas, has recorrido muchos tramos oscuros, y días nublados de tu peregrinaje terrenal; pero tus consolaciones no han sido pocas ni pequeñas. "El Dios de toda consolación nunca te ha abandonado", “la consolación de Israel” (Lc. 2:25) nunca te ha fallado, y el Divino Paracleto, El Espíritu Santo, el Consolador, ha estado siempre preparado para aliviar, enternecer, y curar tus heridas con el vino y el aceite de la gracia divina y la simpatía humana—ambas fluyendo del corazón de Jesús.

Entonces, elevad vuestras alabanzas con la luz de cada mañana y la sombra del anochecer. Alabadle con un cántico nuevo por cada nueva bendición

Alabadle por todo; por la nube que da sombra, por el rayo de luz que ilumina, por las misericordias recibidas, por las misericordias denegadas; por todo lo que quita, por todo lo que concede. Alabadle por cada aflicción que envía, por cada cruz que designa, por cada angustia que mezcla, por cada tentación que permite. Alabadle por la enfermedad y sufrimiento presente, el duelo y la perdida; puesto que una bendición se encuentra en todo ello, y todo demanda nuestra alabanza de agradecimiento

Oh, cultiva un espíritu agradecido y rebosante de alabanza. Alegrará muchas sendas solitarias; endulzará una prueba amarga; hará menos pesada una carga llevada a lo largo del camino polvoriento y fatigoso, de casa hacia Dios. Pronto las alabanzas terrenales serán intercambiadas por las alabanzas más elevadas, más santas y más perdurables del Cielo. Y entonces vendrá “el cántico nuevo” de gloria, honor y de agradecimiento "a Aquel que está sentado en el Trono, y al Cordero", por los siglos de los siglos. 

(Por gentileza de E. Josué Zambrano Tapias)

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