EL SEÑOR MI ALIMENTO, Octavius Winslow


Eucaristía, sacramento de fraternidad - ppt descargar


"Porque mi carne es verdadera comida, 

y mi sangre es verdadera bebida".
Juan 6:55

El creyente en Jesús está diversificada y abundantemente alimentado. Él se alimenta más que del pan de los ángeles. Conocemos no  más que un poco de lo que es esa comida, pero sabemos esto: “Los ángeles en el Cielo nunca han probado, la gracia redentora ni el amor sacrificial”.

Ese maravilloso banquete fue reservado para el hombre —el hombre  caído y pecador condenado a morir. Acércate en fe, oh alma mía, y siéntate otra vez ya que por amor electivo y soberana gracia un banquete celestial es provisto para ti. Escucha la descripción del Festín dado por Aquel que es tanto su Fundador como su Substancia: 
“Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí  permanece, y yo en él” (Jn. 6:55-56).
Escucha otra vez, a la misma voz de gracia que te invita a la comida: 
“Comed, amigos; bebed en abundancia, oh amados” (Cnt. 5:1). 
¿Alguna vez hubo tal proveedor, tal provisión y tales invitados? 

Consideremos en pocas palabras los dos elementos que componen este Banquete Real. La presente meditación incluirá, primeramente:
“Porque mi carne es verdadera comida”. 
El lenguaje es obviamente figurativo, y debe ser interpretado como han sido Sus palabras en otras ocasiones, “Yo soy la puerta” (Jn. 10:9) o como aquellas palabras empleadas por el profeta, “Toda carne es hierba” (Isa. 40:6). Esta es la única interpretación racional y correcta de las palabras de nuestro Señor que admitiremos, y que a la vez refuta la noción de una presencia corpórea o real de Cristo en los elementos de la Cena de Señor —una noción sostenida religiosamente por el romanista genuino, y adoptada de manera encubierta por el semi-romanista— aunque aún afirmen la profesión y dignidad de un cristiano y un protestante. Tal es el pan divino, el verdadero alimento del alma renovada. 

El Señor nunca pretendió que Su pueblo viviera de algo inferior que de Él mismo. La vida dentro de nosotros es divina, por lo tanto, su sustento debe ser divino. Viene del Cielo, entonces su nutrición debe ser celestial; esa vida es sobrenatural, por tanto, su comida debe ser espiritual. Si tratáramos de vivir con algo que no sea Cristo, pronto exclamaríamos con amargura del alma: “¡Mi flaqueza! ¡Mi flaqueza!” Así como nuestra vida solamente puede ser sustentada con alimento adecuado a su naturaleza y madurez —leche para los bebes y alimento sólido para aquellos que son de mayor edad— así también nuestra vida espiritual solamente puede mantenerse saludable y vigorosa al vivir de alimentos adaptados a sus necesidades —que es Cristo el Pan de Vida— Su carne que es verdadera comida. 
“El que me come, él también vivirá por mí” (Jn. 6:57).
Tal es la vida diaria de fe que debemos vivir, y, únicamente sosteniéndonos de esta manera, podemos crecer en gracia y en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. Los frutos del Espíritu en nosotros se mantienen vigorosos, sanos, y abundantes por la Vida, el sustento que diariamente proviene de Cristo. No existe otra verdadera comida espiritual. La palabra predicada, el ministerio, las ordenanzas son todas divinamente designadas y preciosos medios, pero no son Cristo, y solamente ayudan cuando nos conducen a Cristo. Oh, vive de manera diaria y simple en Cristo, y tu alma estará voluminosa y próspera. 

Susténtate en Él en todo —en la gracia que subyuga el poder del pecado, y en la sangre que expía la culpa del pecado. Susténtate en Él, en la sabiduría que orienta y en la solidaridad que te apoya. Susténtate en Él de las evidencias de tu unión con Él, y en la unión misma. No busquen en su interior virtud ni consuelo, sino miren únicamente a Cristo. No busquen su fecundidad en ustedes mismos, sino en Cristo. 
“De mí será hallado tu fruto” (Os. 14:8). 
Tu verdadero y único alimento es la carne de Cristo, que se come en fe simple —es decir, un Salvador pleno, amoroso, lleno de gracia y siempre presente, situándose a tu diestra preparado para responderte cada ruego, y para proveerte para toda necesidad, y para aliviarte en cada pena.

Nuevamente repito, trata de subsistir de tus ejercicios espirituales, de tu fe, o amor, o gozo, o paz, o fecundidad, y tu alma morirá de hambre; pero
susténtate de una vida de fe diaria en Cristo, y tu alma estará “llena de frutos de justicia que son por medio de Jesucristo, para gloria y alabanza 
de Dios” (Fil. 1:11).

(Por gentileza de E. Josué Zambrano Tapias)

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