EL SEÑOR MI PORCIÓN, Octavius Winslow



Mi porción es el Señor, dijo mi alma; por tanto, en Él esperaré.Lamentaciones 3:24
Es nuestro gran privilegio, amados, que vivamos en un mundo sin dote. Esto es por tanto nuestra insignia distintiva y nuestra acta constitutiva de cristianos.

Cuando Dios repartió la tierra de Canaán entre las tribus de Israel, Él hizo una excepción con la tribu de Leví, a quién Él le dijo: “De la Tierra de ellos no tendrás heredad, ni entre ellos tendrás parte”; y añade el porqué de Su razón: “Yo soy tu parte y tu heredad en medio de los hijos de Israel” (Núm. 18:20).

La enseñanza en el evangelio de esto es obvia y significativa. Como verdaderos sacerdotes del Señor, este mundo no es  nuestra porción, ni la Tierra nuestro descanso.

Es posible que esto hubiera requerido de alguna disciplina dolorosa, y no una pequeña medida de fe, por parte de los devotos Levitas, mientras contemplaban los prados fértiles, las llanuras regadas, y las montañas cubiertas por la vid de la Tierra Prometida, antes de que se les hiciera disponerse a renunciar a todo por Él, Aquel que es invisible –y se necesita no un poco de enseñanza y disciplina de nuestro Dios, y no poca fe de nuestra parte, antes de que se los llevara a abandonar el mundo, la comodidad, a ellos mismos, y a todo, por Cristo– y estar satisfechos de tener solo al Señor como su porción, y solo el Cielo como su herencia.

Pero el Señor no pondrá a Su pueblo apartado con alguna cosa indigna de dar para Él, o de aceptar para ellos. Él los coloca aparte para Él  mismo, y Él mismo se aparta para ellos. “Todos los creyentes son el Pueblo del Señor; y como ellos son Su porción, entonces Él es de ellos”. “La porción del Señor es Su pueblo, Israel es el lote de Su herencia”. “El Señor es mi porción, dice mi alma”.

Su amor hacia nosotros fue tan grande, que cuando Él no podía darnos otra mayor prueba de ese amor, Se dio a Sí mismo. Nada más podría haber expresado el anhelo de Su corazón, nada menos podría haber satisfecho el deseo de nosotros.

Y ¡oh, qué porción es Dios! ¡Todo lo que Él es y todo lo que Él tiene es nuestro! Cada atributo de Su ser está sobre nosotros, cada perfección de Su naturaleza nos rodea, cada pulso de Su corazón late por nosotros, cada mirada de Sus ojos nos sonríe. Moramos en Dios, y Dios mora en nosotros. No es el mundo nuestra porción, pero si Él que hizo, sostiene y gobierna el mundo. No es la criatura quien es nuestra porción, pero si el Señor de los ángeles y el Creador de los hombres. ¡Infinita porción! ¡Ilimitado poder! ¡Inmensurable gracia! ¡Inagotable amor! ¡Todo bien satisfactorio! ¡Todo, y en todo es nuestro!

¡Y qué porción, oh mi alma, es Cristo! El Cristo divino, El Cristo redentor, El Cristo pleno, El que se compadece, El siempre presente, El precioso, amoroso Cristo.
‘Señor, Te Bendigo por la disciplina que me trajiste para darme cuenta de lo que es divino, Porción que todo lo satisface tengo en Ti. Tú quitaste de mí una porción terrenal, solo para enriquecerme con una celestial. Tú removiste de mí el sostén humano sobre el cual yo con demasiado cariño e idolátricamente me inclinaba. Para que pudiera aprender lo que Cristo es, como la Porción toda suficiente, que todo lo satisface y eterna para mi alma.  
Ahora puedo admirar la sabiduría y el amor que echa fuera todo temor y me vacía de vasija en vasija, que, me lleva de la creciente arrogancia al quebranto personal, de la flor colgante al deterioro de la primavera de la criatura buena. Yo puedo reclamar mi porción como un verdadero Levita espiritual solo en ti’.

¡Oh creyente en Jesús! Saca el máximo provecho de tu porción. Es totalmente suficiente para toda tu necesidad. Dios, quizás, te haya hecho pobre en este mundo, para que pudieras ser rico en la fe y un heredero de ese Reino de Gloria, la Nueva Jerusalén, que Él ha preparado para ti –cuyos cimientos son de piedras preciosas, cuyos muros son de jaspe, cuyas puertas son de perlas, cuyas calles son de oro puro, y a través de las cuales fluye calladamente el río de agua de vida, resplandeciente como cristal, que sale del Trono de Dios y del Cordero. Y en medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, está el Árbol de la Vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto. ¡Todo eso te aguarda!

Espera en el Señor, espera en la adversidad, espera en la prueba, espera contra esperanza, porque Dios en Cristo es tu presente y eterna Porción.
“Mi porción es el Señor, dijo mi alma; por tanto, en Él esperaré”. 

Octavius Winslow 1870

(Por gentileza de E. Josué Zambrano Tapias)

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