LLEVAR CAUTIVOS PENSAMIENTOS Y ESPECULACIONES, Oswald Chambers




En el tiempo de Isaías el pueblo de Dios había atrofiado su pensamiento por el hambre espiritual debido a que miraba el rostro de los ídolos. Pero Isaías logró que levantara la vista a los cielos; es decir, que las personas comenzaran a usar correctamente su poder para pensar e imaginar. Si somos hijos de Dios, la naturaleza es un extraordinario tesoro para nosotros. En todo viento que sopla, en cada amanecer y atardecer, en cada nube del cielo, en toda flor que se abre y en cada hoja que se marchita, Dios realmente nos extiende su mano y nos alcanza, si tan sólo usamos nuestra desnutrida imaginación para damos cuenta de ello.

Nuestra concentración espiritual se prueba al llevar cautivos los pensamientos y especulaciones. ¿Está concentrada tu mente en el rostro de un ídolo? ¿Eres tú ese ídolo? ¿Es tu trabajo? ¿O tu concepto de lo que debería ser un obrero? ¿Tu experiencia personal de salvación y santificación? Si es así, entonces tu capacidad para ver a Dios es raquítica y te encontrarás impotente frente a las dificultades y tendrás que soportarlas a oscuras. Si tu pensamiento muere de hambre, no pongas la mirada en tus experiencias del pasado; es a Dios a quien debes mirar, es a Él a quien necesitas

Sal de ti mismo, aléjate del rostro de tus ídolos, aléjate de todo lo que ha estado atrofiando tu imaginación. Despiértate y acepta el sarcasmo de Isaías con el pueblo y dirige tus pensamientos y tus ojos hacia Dios de manera deliberada.

Uno de los motivos para la ineficacia de nuestras oraciones es que nuestro pensamiento está vacío. Ya ni siquiera podemos imaginar el acto de presentarnos intencionalmente delante de Dios. En realidad, es más importante que seamos pan partido y vino derramado en el área de la intercesión que en el contacto personal con otros. La imaginación es el poder que Dios le da a un santo para situarse fuera de sí mismo, en relaciones que nunca antes vivió.



Tu pensamiento persevera en Dios, o está atrofiado por el hambre? Esta inanición es una de las principales fuentes de agotamiento y debilidad en la vida de un creyente. Si nunca has empleado tu pensamiento para presentarte delante de Dios, comienza a hacerlo ahora. Es inútil esperar a que Dios venga a ti. Debes apartar tus pensamientos y tus ojos del rostro de los ídolos, mirarlo a Él y ser salvo (Isaías 45:22). Como el pensamiento y la imaginación constituyen el don más grande que Dios te ha dado, debes consagrarlos enteramente a Él. Si tu has estado llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo (2 Corintios 10:5), esto se convertirá en una de las mayores cualidades de tu fe cuando venga el tiempo de la prueba, porque tu fe y el Espíritu de Dios trabajarán juntos. Aprende a asociar las ideas que sean dignas de Dios con todo lo que sucede en la naturaleza: los amaneceres y las puestas de sol, el brillo de la luna y las estrellas, el cambio de las estaciones. De este modo, la imaginación nunca estará a merced de tus impulsos, sino que siempre se encontrará al servicio de Dios.

"Pecamos nosotros, como nuestros padres... no se acordaron", Salmo 106:6-7. Entonces, aviva tu memoria y despierta inmediatamente. No te digas a ti mismo: "Pero Dios no me está hablando en este momento". Él debe estar haciéndolo. Recuerda a quién le perteneces y a quién sirves. Motívate por medio de los recuerdos y tu afecto por Dios aumentará diez veces; tu imaginación ya no se morirá de hambre, sino que tendrá viveza y entusiasmo y no podrás expresar con palabras la brillantez de tu esperanza.


(Por gentileza de E. Josué Zambrano)

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