TRATAR CON EL YO (La Experiencia de Vida), Witness Lee


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Este libro es la mejor guía sobre el crecimiento espiritual que puede ser encontrado, según nuestro punto de vista. Una ayuda para el crecimiento y la autoevaluación de nuestro grado de madurez.
Les dejamos con este capítulo sobre el trato del YO.


CAPÍTULO DIEZ

TRATAR CON EL YO

Ahora llegamos al asunto de tratar con el YO. Esta experiencia está muy relacionada con el trato con la carne; es una experiencia muy importante en la Etapa de la Cruz.
Si deseamos tratar con el YO, necesitamos primero definir lo que es el YO. Hay muchos términos espirituales que usamos a menudo, pero cuando queremos saber sus significados verdaderos, es difícil explicarlos. Tal es el caso del YO. Muy a menudo escuchamos a la gente hablar acerca del YO, pero pocos lo pueden definir. ¿Qué es realmente el YO? El YO es simplemente la vida del alma con el énfasis en los pensamientos humanos y en las opiniones humanas. Podemos descubrir esto en la Biblia, donde el YO es mencionado claramente.
Leamos primero Mateo 16:21-25: “Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas y ser muerto, y resucitar al tercer día. Entonces Pedro, tomándole aparte, comenzó a reconvenirle, diciendo: Señor, ten compasión de ti, en ninguna manera esto te acontezca. Pero Él, volviéndose, dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres. Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará”.
En este pasaje, el Señor le mostró a Sus discípulos en el versículo 21 cómo El debía sufrir, ser muerto y levantado otra vez. Todo lo que el Señor dijo aquí es la voluntad de Dios, porque la cruz del Señor es la voluntad de Dios ordenada en la eternidad. Pero en el versículo 22 Pedro tuvo una opinión, y se la expresó al Señor: “En ninguna manera esto te acontezca”. Por lo tanto, en el versículo 23 el Señor lo reprendió, diciendo que él no ponía la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres. Las cosas de Dios son la voluntad de Dios, o sea la cruz. Las cosas de los hombres consisten en tener compasión de uno mismo y no recibir la cruz. Lo que el Señor deseaba era la voluntad de Dios, pero lo que le importaba a Pedro era el pensamiento humano. Por lo tanto, en el versículo 24 el Señor pide a los discípulos que se nieguen a sí mismos, que tomen la cruz y que lo sigan. Cuando comparamos esta palabra con el versículo anterior, comprendemos que este YO que el Señor nos pide que neguemos es el pensamiento humano. El Señor les pide a los discípulos que nieguen y desechen el YO, lo cual significa poner a un lado su propio pensar. Cuando el Señor pidió a Sus discípulos que recibieran la cruz, esto significaba que debían recibir la intención de Dios o la voluntad de Dios. Por lo tanto, aquí el Señor les pedía a los discípulos que hicieran a un lado su propio pensar y que recibieran la cruz, la cual es la voluntad de Dios.
Por esto vemos que el YO tiene mucho que ver con el pensamiento humano. Sin embargo, el YO no es el pensamiento humano, y el pensamiento humano no es el YO en sí mismo. Por tanto, en el versículo 25 el Señor pasa a decir que todo el que quiera salvar su vida la perderá, y todo el que pierda su vida por causa del Señor la hallará. La palabra “vida” en el idioma original es “alma”, o “vida del alma”. La negación del YO mencionado en el versículo anterior fue seguida inmediatamente por perder de la vida del alma. Esto indica que el YO que se menciona es la vida del alma de la cual se habla inmediatamente después. La vida del alma es el mismo YO.
En este pasaje la palabra del Señor sigue paso por paso. En el versículo 22 Pedro insta al Señor a que tenga compasión de Sí mismo; en el versículo 23 el Señor señala que esto es el pensamiento humano o la opinión humana; en el versículo 24 el Señor llevó esto hasta la raíz al decir que esta opinión es el YO. Por lo tanto, necesitamos desecharlo y negarlo. Entonces en el versículo 25 el Señor va hasta la raíz del YO al mostrarnos que el mismo YO es la vida del alma. Si se da muerte a la vida del alma, lo cual significa que el YO es negado, no habrá más opiniones humanas. En este pasaje, el versículo 23 habla de la opinión, el versículo 24 acerca del YO, y el versículo 25 acerca de la vida del alma. Cada versículo menciona un asunto, paso a paso, muy claramente.
Por consiguiente, podemos encontrar aquí una definición para el yo: el YO, en esencia, es la vida del alma, mientras que la expresión del YO es la opinión. El YO, la vida del alma y la opinión son tres aspectos de una misma cosa. Esto puede compararse con Cristo como el mismo Dios, y la expresión de Cristo como el Espíritu Santo. Los tres son uno. Dios encarnado y expresado es Cristo, mientras que la vida del alma, expresada, es el YO. Cuando Cristo es expresado ante los hombres y tocado por los hombres, Él es el Espíritu Santo. De la misma manera, el YO es expresado ante los hombres y tocado por los hombres en forma de opinión humana y del punto de vista humano. De la misma forma que cuando tocamos el Espíritu Santo, tocamos a Cristo; así cuando tocamos la opinión y el punto de vista humano, tocamos tanto el YO como la vida del alma.
Leamos Juan 5:30: “No puedo yo hacer nada por mí mismo: según oigo, así juzgo ... no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió”.
En este versículo aprendemos que el caso es el mismo con el Señor Jesús que con nosotros en cuanto a expresar el YO en forma de opinión. Primero, el Señor dijo aquí que Él, por Sí mismo, no puede hacer nada; luego dijo que Él no busca Su propia voluntad. Hasta aquí vemos que “mí mismo” y “mi propia voluntad” son idénticos. Que Él no haga nada por Sí mismo significa que Él no busca Su propia voluntad. En consecuencia, queda claro que el YO está centrado en las ideas y las opiniones. El YO es expresado en la opinión, y la opinión es la expresión del YO. Por ejemplo, si en cierta reunión en que tenemos comunión en cuanto al servicio cierto hermano expresa continuamente sus ideas y opiniones, no podemos decir que eso sea el pecado, el mundo o la carne. Pero seguramente podemos decir que es el YO, porque el YO se expresa en opiniones. Una persona que está llena de ideas y opiniones está llena del YO y de las expresiones del YO.
Ahora leamos Job 38:1-2: “Entonces respondió Yahweh a Job desde un torbellino, y dijo: ¿Quién es este que oscurece el consejo con palabras sin sabiduría?”
Job capítulos del tres al treinta y siete son crónicas de palabras y opiniones humanas. En estos treinta y cinco largos capítulos Job y sus tres amigos, y más tarde Eliú, hablan, argumentan y expresan sus opiniones continuamente. Por tanto, luego que ellos se habían expresado completamente, Dios vino y los reprendió, diciendo: “¿Quién es este que oscurece el consejo con palabras sin sabiduría?” Después de que Job fue iluminado por Dios, dijo en el 42:3-6: “¿Quién es el que oscurece el consejo sin entendimiento? ... De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven. Por tanto me aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza”. Al principio Job habló palabras sin entendimiento y expresó su propia opinión, pero al final se aborreció a sí mismo y se arrepintió en polvo y ceniza. Por esto vemos que la opinión de Job es su YO al cual él aborreció. Su opinión es la expresión de su YO.
En toda la Biblia, la persona que más habló fue Job. Dios le afligió con circunstancias y también dispuso que el estuviera rodeado de sus cuatro amigos. De esta manera todas las palabras que tenía en su interior fueron sacadas a la luz. El tenía sus propias opiniones, sus propias ideas, y no cedía al punto de vista de otros. El sentía que no había hecho nada malo y que no había necesidad de tratar con el pecado, el mundo, o la conciencia. Por lo tanto, él se golpeaba el pecho, deseando razonar con el Justo. En verdad la dificultad de Job no era el pecado, el mundo o la conciencia; su dificultad era su YO. Su YO intacto era un problema que le impedía conocer a Dios.
Muchos en la Iglesia son como Job; tienen mucho que decir. En realidad, un pecador, o alguien que ama el mundo, no habla mucho, porque está consciente de sus errores y defectos. La conciencia de todos aquellos que hacen mal está corrompida, y no pueden levantar la cabeza. Por tanto, ellos no hablan mucho y son fáciles de ayudar y dirigir. Pero aquellos que son del tipo de Job aparentemente no tienen vestigio de pecado y tampoco aman al mundo; sin embargo, ellos son extremadamente rectos en su propia justicia y siempre piensan que están en lo correcto. Con respecto a la Iglesia y las cosas de Dios, tienen muchas opiniones e ideas. Así que, todo el día hablan acerca de esto o aquello, y aun hablan de cosas que no saben. Este tipo de gente es la más difícil de ayudar y dirigir; hace que otros se sientan incapaces de ayudarlos.
Una persona que está llena del YO siempre trae muchas dificultades a la Iglesia. La razón de tantas divisiones en el cristianismo hoy no es sólo lo pecaminoso que es el hombre y su mundanalidad, sino mucho más el YO del hombre. Mucha gente sirve al Señor ayudando a los hermanos y hermanas, sin embargo ellos en realidad quieren que otros sigan sus ideas y opiniones, sus puntos de vista y sus métodos. El resultado es muchas divisiones en la iglesia hoy. Martín Lutero dijo que dentro de él hay un papa más grande que el de Roma: él mismo. En la Iglesia, si el YO no es roto, cada persona será un papa, y cada uno vendrá a ser una división.
Además de Job en la Biblia, Pedro es también un ejemplo de uno que está lleno del YO. El YO de Pedro fue expresado a lo máximo porque él era el que más hablaba y el que más opiniones tenía. En muchas ocasiones en los Evangelios, Pedro habló y expresó sus opiniones. No había ningún asunto con respecto al cual él no tuviera una opinión o idea. Por lo tanto, cada vez que el Señor trataba con él, El trataba con sus opiniones e ideas. La enseñanza de negar el YO en Mateo 16 fue dada a causa de Pedro. En la noche que el Señor Jesús fue traicionado, El dijo a Sus discípulos: “Todos vosotros os escandalizaréis de mí esta noche; porque escrito está: Heriré al pastor, y las ovejas del rebaño serán dispersadas”. Cuando Pedro escuchó esto, su YO salió inmediatamente a relucir, y dijo: “Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré”. El resultado fue que él negó al Señor tres veces y falló grandemente (Mt. 26:31-33, 69-75). Esto fue un verdadero quebrantamiento y un trato para Pedro. Pero aún después de tal trato, mientras los discípulos estaban reunidos después de la resurrección del Señor, fue él quien otra vez hizo una sugerencia, y dijo: “Voy a pescar” (Jn. 21:3). El era uno que realmente se ceñía a sí mismo e iba a donde quería (Jn. 21:18).
En el Nuevo Testamento, hay todavía otra persona que representa el YO. Esta es Marta. Cada vez que ella es mencionada en los Evangelios, siempre está hablando y dando su opinión. Juan 11 describe claramente sus características: muchas palabras y muchas opiniones. Leemos ahí que su hermano Lázaro murió, y después de cuatro días el Señor Jesús vino. Cuando ella vio al Señor, lo culpó, diciendo: “Si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano”. Esta era su opinión. Entonces el Señor dijo: “Tu hermano resucitará”. Marta inmediatamente le dijo: “Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero”. Esta fue su explicación de las palabras del Señor según su propia opinión. El Señor le replicó: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?” Ella contestó diciendo: “Yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios”. Lo que ella contestó no fue lo que el Señor había preguntado; su comprensión de lo que el Señor había dicho era realmente remota. Después de que dijo esto, a ella no le importó si el Señor había terminado de hablar con ella, regresó a su casa y llamó a su hermana María secretamente, diciendo: “El Maestro está aquí, y te llama”. Esto lo inventó ella misma y tomó la decisión por el Señor. Luego, cuando llegaron a la tumba, y Jesús pidió que quitaran la piedra, Marta ofreció su opinión otra vez, diciendo: “Señor, hiede ya, porque es de cuatro días”. Esta historia revela la opinión y el punto de vista de Marta. Ella tenía muchas opiniones, lo cual indica que su YO era muy fuerte.
En estas narraciones relacionadas con las personas mencionadas, podemos ver claramente que la expresión del YO se da en pensamientos y opiniones humanas. Por lo tanto, una persona que esté llena de ideas y opiniones es una persona que está llena del YO.

I. LA DIFERENCIACIÓN DE SIETE ASPECTOS

Ahora que hemos visto claramente la definición del YO, necesitamos ver la diferencia en siete aspectos relacionados: el viejo hombre, “MI”, la vida del alma, la carne, el mal genio, el YO, y la constitución natural. Si procuramos la experiencia de la cruz, debemos conocer muy claramente la definición y diferenciación de estos siete aspectos, porque éstos son los objetos del trato de la cruz.
Demos primero una definición simple de cada uno de estos siete aspectos:
El viejo hombre se refiere a nuestro propio ser, el hombre creado y caído.
MÍ o Ego es el título con que el viejo hombre se refiere a sí mismo. El viejo hombre es “MÍ” y “MÍ” es el viejo hombre.
La vida del alma es la vida del viejo hombre. La vida que posee el viejo hombre es la vida del alma.
Estos tres —el viejo hombre, el ego y la vida del alma— son una sola cosa. El viejo hombre es el hombre de la vieja creación el cual está en Adán; la vida del alma es la vida de este viejo hombre; y el ego es el título que el viejo hombre se da a sí mismo.
La carne es el vivir del viejo hombre, o la vida del viejo hombre. Antes de que nuestra vida del alma sea expresada, es simplemente el viejo hombre, pero una vez que es expresada en el vivir, viene a ser la carne.
El mal genio es la disposición natural del hombre, refiriéndose especialmente a un temperamento áspero.
El YO, como hemos visto, es la vida del alma al expresarse en opiniones e ideas humanas.
La constitución natural es nuestra habilidad, capacidad e ingenio naturales.
Si unimos estos siete aspectos, podremos establecer lo siguiente: Existe el hombre creado caído, cuyo nombre es el viejo hombre. Se llama a sí mismo el ego. La vida que hay en él es la vida del alma, la cual cuando se vive (se expresa) es la carne. En esta carne hay una parte que es mala, la irritabilidad y la ira de lo que es llamado el mal genio. En la carne también hay una parte buena, la opinión e ideas de lo que es llamado el yo, y la habilidad y capacidad de lo que es llamado la constitución natural.
Estos siete aspectos son el objeto del trato de la cruz. Sin embargo, estos tratos difieren. En toda la Biblia no encontramos ninguna referencia que diga que el Señor ha puesto nuestra vida del alma, nuestra carne, nuestro mal genio, nuestro yo, o nuestra constitución natural en la cruz*. [*Nota: En Gá 5:24, “... Han crucificado la carne” se refiere a nuestra aplicación de la cruz a través del Espíritu Santo, no a que el Señor lo hace por nosotros. Hemos discutido este asunto exhaustivamente en el capítulo previo, Tratar con la carne]. Sólo podemos encontrar que nuestro viejo hombre ha sido crucificado con el Señor en la cruz (Ro. 6:6). Lo que el Señor ha crucificado y a lo que le ha puesto fin en la cruz es nuestro viejo hombre. Este es un hecho que el Señor ha realizado. Cuando vemos este hecho y reconocemos que el Señor ha terminado con el viejo hombre en la cruz, entonces podemos decir: “Con Cristo estoy juntamente crucificado” (Gá. 2:20; 6:14). Estas dos referencias confirman lo que el Señor ha hecho por nosotros. Después de esta confirmación, necesitamos experimentar la cruz en el trato con estos últimos cinco asuntos: la vida del alma, nuestra carne, nuestro mal genio, nuestro yo y nuestra constitución natural.
Por lo tanto, toda la experiencia de la cruz descansa en los tres pasos siguientes: primero, la crucifixión de nuestro viejo hombre, lo cual es un acto objetivo consumado por Cristo; segundo, cuando reconocemos y recibimos este hecho, se convierte en “con Cristo estoy juntamente crucificado”; tercero, cuando pasamos a experimentar este hecho subjetivamente, hay cinco puntos diferentes, que se deben a los aspectos diferentes del viejo hombre. Primero, el viejo hombre tiene una vida del alma, la cual es expresada en la carne, en el mal genio, en el yo y en la constitución natural. Cuando aplicamos a nuestra experiencia la crucifixión de Cristo a través del Espíritu Santo a la vida del alma, eso llega a ser el trato con la vida del alma. Segundo, cuando aplicamos la muerte de la cruz a cualquier cosa que vivimos en la vida del alma, sea bueno o malo, eso llega a ser el trato con la carne. Tercero, tratar con la carne también incluye tratar con el mal genio. Cuarto, cuando aplicamos la muerte de la cruz a nuestras opiniones e ideas, eso llega a ser el trato con el yo, o llevar la cruz. Quinto, cuando aplicamos la muerte de la cruz a nuestras acciones, nuestra capacidad, nuestra habilidad, nuestros métodos, nuestra sabiduría y nuestro conocimiento, eso llega a ser el trato con la constitución natural, o el quebrantamiento de la cruz.

II. TRATAR CON EL YO

¿Cómo se trata con el YO? En otras palabras, ¿cómo debemos nosotros tratar con el YO? Ya mencionamos anteriormente que la Biblia dice solamente que nuestro viejo hombre ha sido crucificado con Cristo. La Biblia nunca dice específicamente que nuestro YO ha sido crucificado juntamente con el Señor. A pesar de eso, la manera de tratar con el YO es igualmente la cruz, así como también la manera de tratar con la carne es la cruz. Al considerar este asunto, lo dividiremos en el hecho objetivo y la experiencia subjetiva.

A. El hecho objetivo

El hecho objetivo de tratar con el YO, y de tratar con la carne, descansa en Cristo; es decir, nuestro viejo hombre ha sido crucificado con Él. Esto se debe a que el YO es parte de la expresión del viejo hombre. Para Dios, el problema del viejo hombre ya ha sido resuelto; así que el problema del YO, el cual pertenece al viejo hombre, también ha sido resuelto. Por lo tanto, por el lado objetivo, el único hecho es que nuestro viejo hombre ha sido crucificado; pero por el lado subjetivo, hay más. Es como cuando cenamos pollo: lo que hemos matado es un pollo, pero cuando lo servimos en la mesa, hay muchas partes diferentes: la pechuga, los muslos, las alas, etc. Asimismo, cuando el Señor fue crucificado, El resolvió el problema de nuestro viejo hombre, pero así como el hombre tiene varias facetas, de la misma manera hay varios aspectos de trato en nuestra experiencia. Un aspecto es tratar con la carne, el mal genio, el yo y el quebrantamiento de la constitución natural. Estas son nuestra experiencia de la cruz.

B. La experiencia subjetiva

La experiencia subjetiva al tratar con el YO, exactamente como al tratar con la carne, se tiene por medio del Espíritu Santo. Si hemos visto el hecho de que nuestro viejo hombre ha sido crucificado, entonces en nuestro diario vivir, cada vez que descubrimos la expresión de nuestras propias ideas u opiniones, debemos dejar que el Espíritu Santo aplique la muerte de la cruz a estas ideas y opiniones para darles muerte. Esta es nuestra experiencia subjetiva en cuanto a tratar con el YO .

III. EL PROCESO DE TRATAR CON EL YO

A. Ver que el viejo hombre ha sido crucificado

El proceso de tratar con el YO es muy parecido al de tratar con la carne. El primer requisito es ver el hecho de que nuestro viejo hombre ha sido crucificado. Esto significa que debemos recibir revelación de Dios para poder ver que nuestro viejo hombre ha sido crucificado con Cristo.

B. Ver que nuestras opiniones son

una de las expresiones del viejo hombre

El segundo requisito es ver que un aspecto de la expresión del viejo hombre es nuestras opiniones. El viejo hombre se expresa a sí mismo no sólo en la carne, sino también en las opiniones, las cuales son el YO. Si uno ve solamente que el viejo hombre ha sido crucificado, pero no reconoce las maneras o formas en las cuales el viejo hombre es expresado, no podrá tener la experiencia subjetiva. Por consiguiente, el primer paso en nuestro trato subjetivo con el YO es ver que nuestras opiniones son una de las expresiones del viejo hombre.

C. Aplicar la crucifixión de Cristo a nuestras opiniones

Una vez que sabemos que nuestro viejo hombre ha sido crucificado y terminado en Cristo y una vez que nos damos cuenta de que las opiniones e ideas son la expresión del viejo hombre, naturalmente no permitiremos que el viejo hombre se exprese otra vez en opiniones. Por consiguiente, aplicaremos la crucifixión de Cristo por medio del Espíritu Santo a nuestras opiniones. Esta es nuestra experiencia subjetiva al tratar con el YO. Esto es también a lo que el Señor se refiere en Mateo 16 como la negación del YO y el llevar la cruz.
Hoy, en el cristianismo caído, muchas verdades han sido entendidas mal. La verdad en cuanto a llevar la cruz es un caso en particular. Mucha gente entiende mal el hecho de llevar la cruz confundiéndolo con el sufrimiento. Este es un concepto erróneo, un concepto que hemos heredado del catolicismo romano. Debemos darnos cuenta de que el énfasis de la cruz no es el sufrimiento, sino la muerte. Cuando una persona va a la cruz lo principal al ir allí no es sufrir, sino morir. Hoy día cuando mencionamos fusilamiento, entendemos que eso significa muerte. De la misma manera, en el tiempo del Señor Jesús, cada vez que se mencionaba la cruz, lo que el hombre entendía con eso era muerte. Por lo tanto, la cruz no es sólo un castigo doloroso, sino también un castigo mortal. La cruz no causa meramente sufrimiento al hombre; la cruz mata al hombre. De la misma manera, llevar la cruz no es un asunto de sufrimiento, sino de ser muerto, no de estar sufriendo, sino de estar en el lugar de muerte. Llevar la cruz no es llevar el sufrimiento sino llevar la muerte; no es ponernos a sufrir sino matarnos. Hay mucha diferencia entre estos dos significados.
Así que, llevar la cruz no es nada más que una declaración de que en este universo la muerte de la cruz es cumplida por Cristo. Cuando la Palabra de Dios por el Espíritu Santo nos revela la cruz, la recibimos por fe, aplicando así la muerte de la cruz a nosotros y sin alejarnos de ésta. Esto es lo que significa llevar la cruz. En otras palabras, llevar la cruz significa llevar la muerte de Cristo en nosotros y dejar que la muerte de Cristo opere en nosotros continuamente para matar nuestro YO.


Llevar la cruz es diferente de la crucifixión. El hecho cumplido por Cristo en la cruz es llamado la crucifixión, mientras que nuestra experiencia diaria de la cruz es llamada llevar la cruz. Por esto, el Señor experimentó la crucifixión, y nuestra responsabilidad es llevar la cruz. La crucifixión en el Calvario la sufrió el Señor una vez y para siempre, y cuando nosotros recibimos lo que el Señor ha cumplido en la cruz, lo recibimos una vez y para siempre. Pero cuando nosotros seguimos experimentando esta cruz, la llevamos continuamente. No sólo la llevamos diariamente y en todo tiempo, sino que también la llevamos dondequiera.
El Señor Jesús primero llevó la cruz, y luego fue crucificado. Pero nosotros somos crucificados primero y luego llevamos la cruz. El Señor llevó la cruz toda Su vida. Había una cruz invisible que estaba puesta sobre Él. La cruz estaba sobre Él en Su vivir y en Su obra. Después Él llevó la cruz visible en el camino al Gólgota (Jn. 19:17), hasta que finalmente El fue clavado a esa cruz. El Señor no sólo llevó la cruz y sobrellevó el sufrimiento, sino que Él también sufrió la muerte. Aunque Él tomó sólo la forma de un cuerpo pecador, sin la realidad de la carne, y aunque Él mismo es santo, aún así, Él recibió la muerte de la cruz en Sí mismo y permitió que ésta le diera muerte. Finalmente, en Su muerte en el Gólgota, El hizo morir Su ser entero. Por lo tanto, en el caso del Señor, El llevó primero la cruz y luego fue crucificado.
Después de llevar la cruz y de ser crucificado, El resucitó. Desde entonces, con respecto a Sí mismo Él fue libertado de la cruz; pero dentro de Su vida, la cual pasó por la cruz, está el elemento mismo de la muerte de cruz. Así que, después de Su resurrección, cuando Él entró en nosotros como el Espíritu, El automáticamente trajo consigo la crucifixión y el elemento de la muerte de cruz para que nosotros pudiéramos participar de Su crucifixión.
Todo esto lo hizo el Señor para nosotros, pero de nuestra parte necesitamos que el Espíritu Santo abra nuestros ojos de manera que podamos ver que la cruz de Cristo no sólo ha inmolado al Señor, sino que al mismo tiempo nuestro viejo hombre ha sido crucificado y terminado allí. Nosotros realmente hemos muerto con Cristo. Una vez que recibimos, vemos, este hecho, el Espíritu Santo nos revelará más que nuestras opiniones e ideas son la expresión del viejo hombre. Ya que el Señor ha crucificado nuestro viejo hombre, ¿por qué entonces yo dejo que el viejo hombre se exprese de esa manera? En consecuencia, nos aplicaremos la muerte de la cruz a nosotros mismos. Cada vez que descubramos que vamos a expresar nuestras opiniones e ideas, inmediatamente nos negaremos a ellas y las pondremos bajo la muerte de la cruz. Esto es llevar la cruz. Por lo tanto, con respecto a nosotros la crucifixión es primero y luego viene el llevar la cruz.
Aunque presentamos este asunto de llevar la cruz y tratar con el YO en una forma simple, con todo, creo que nos queda muy claro. Hace más de diez años, cuando buscábamos al Señor, no teníamos claridad con respecto al significado de la cruz, el llevar la cruz y tratar con el YO. En ese tiempo estábamos realmente escudriñando. Alabamos al Señor porque en estos años Él ha tenido misericordia de Su Iglesia y continuamente nos ha mostrado Su luz para que podamos presentar en detalle estos asuntos espirituales. Así que, los hijos del Señor hoy, mientras tengan un corazón que busque, encontrarán mucho más fácil conocer y experimentar todas estas lecciones.

IV. APLICAR LA EXPERIENCIA DE TRATAR CON EL YO

A. En la comunión del Espíritu Santo

La aplicación de la experiencia de tratar con el YO se tiene primeramente en la comunión del Espíritu Santo. Aunque nosotros entendemos la crucifixión del viejo hombre y sabemos que las opiniones son la expresión del YO, aún así, si no vivimos en la comunión del Espíritu Santo, esto no es más que una doctrina vacía y no proporciona una experiencia práctica. Si no vivimos en la comunión del Espíritu Santo y seguimos esforzándonos todavía en tratar con el YO , tal ejercicio es exactamente igual que los arduos esfuerzos que practican los budistas, los hindúes y los chinos moralistas; no es una experiencia espiritual. Sólo el Espíritu Santo es el Espíritu de verdad, de realidad; por lo tanto, sólo cuando vivimos en la comunión del Espíritu Santo nuestra visión es la visión verdadera, y nuestra experiencia es la experiencia real. Así pues, si deseamos vivir continuamente en la experiencia de tratar con el YO, el requisito básico es vivir en la comunión del Espíritu Santo.

B. Dejar que el Espíritu Santo ponga en

vigencia la crucifixión de Cristo en nosotros

Si vivimos en la comunión del Espíritu Santo y tocamos al Espíritu Santo, entonces debemos permitir que el Espíritu Santo ponga en vigencia la crucifixión de Cristo a todo nuestro vivir y nuestras acciones. Este permiso es nuestra cooperación con el Espíritu Santo. Cuando permitimos que el Espíritu Santo efectúe Su obra en nosotros, eso significa que estamos cooperando con Él. En esta forma, por un lado aplicamos la crucifixión de Cristo por medio del Espíritu Santo y por otro, dejamos que el Espíritu Santo ponga en vigencia la crucifixión de Cristo en nosotros. Por un lado esto es nuestra obra, y por otro, es la obra del Espíritu Santo; es imposible separar una de la otra en la comunión del Espíritu Santo. Ahora estamos viviendo en Romanos 8, en la Ley del Espíritu de Vida; estamos matando por medio del Espíritu Santo todas las expresiones del viejo hombre.
Si uno que ama a Dios tiene una voluntad dócil y está dispuesto a cooperar con el Espíritu Santo, el Espíritu Santo lo introducirá más y más profundamente en la cruz y matará su YO por completo.

V. LA RELACIÓN
ENTRE SATANÁS Y LA OPINIÓN PROPIA

Hemos dicho previamente que nuestras opiniones son una de las expresiones de nuestro viejo hombre. Sin embargo, en la experiencia de nuestro trato con el YO debemos prestar atención a un asunto adicional: la relación entre el YO y Satanás. Muy pocas personas prestan alguna atención a esta relación y rara vez alguien se da cuenta de que Satanás tiene una posición definida en nuestro YO y en nuestras opiniones. Por lo tanto, debemos dar algún énfasis a este asunto.
Escondido en el YO del hombre está Satanás. Satanás no sólo es el pecado que está en nuestro cuerpo, sino que él también es la buena opinión de nuestro YO. Cuando hablamos de pecado, muchas personas están conscientes de su corrupción; por lo tanto, ellos aborrecen el pecado y lo condenan. Pero cuando se hace mención de las opiniones, muchas personas las consideran algo bueno. No solamente piensan que su opinión es mejor que la de los demás, sino que aun piensan que las opiniones mismas son esencialmente buenas. Ninguno de nosotros aborrece sus propias opiniones; todos las amamos y las consideramos como buenas y admirables. A pesar de esto, la Biblia revela que no sólo el pecado es de Satanás, sino que aun las opiniones, las cuales el hombre considera buenas, son también de Satanás. La opinión de nuestra alma es tanto la incorporación de Satanás como lo es el pecado en nuestro cuerpo. Podemos decir que la “encarnación” de Satanás en nosotros hace que él sea por un lado el pecado que está en nuestro cuerpo y por otro, la opinión que está en nuestra alma.
Puesto que Satanás tiene tal posición definida en nuestro cuerpo y alma, cuando él viene a poseer, a ganar y a corromper al hombre, él trabaja en estas dos partes de nuestro ser. Por un lado estimula la lujuria de los miembros del cuerpo, y por otro suscita opiniones en la mente. Además, cuando Satanás obra, obra en ambas partes al mismo tiempo. Siempre que Satanás viene a tentar al hombre, primero hace que el hombre tenga una opinión en su alma; y luego motiva al cuerpo a pecar.
Esto se aplica a la caída de la raza humana cuando Satanás tentó a Eva en el principio. El vino primero a seducir su mente dándole una sugerencia. En otras palabras, por sus hábiles preguntas hizo que la mente de Eva se entretuviera con dudas, las que a su vez hicieron que ella formulara opiniones. El Dr. Haldeman dijo que en el principio, cuando la serpiente que estaba en el huerto preguntó: “¿Conque Dios os ha dicho?”, tomó ella misma la forma de un signo de interrogación, teniendo la cabeza levantada y el cuerpo encorvado. Esto en verdad es significativo. Por lo tanto, si queremos conocer el principio espiritual de la caída del hombre, debemos darnos cuenta de que el primer paso de la caída fue que el hombre tuvo una opinión, y que su opinión provino de Satanás.
Esta opinión de Satanás injertada en el hombre fue la primera opinión de la raza humana. Cuando el hombre fue creado en el principio, antes de ser seducido por Satanás, él vivía de una manera muy simple delante de Dios, sin dudas ni opiniones. La primera opinión que tuvo el hombre provenía de la sugerencia que Satanás inyectó en la mente humana. Por lo tanto, vemos que en el primer paso de Satanás para entrar en el hombre no se valió del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, del cual el hombre participó al comer de él, sino de una opinión transmitida al alma del hombre. Cuando el alma del hombre fue estimulada y recibió la sugerencia de Satanás, su cuerpo la siguió, y él comió del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal.
Debido a esto, hemos dicho que la opinión y el pecado están siempre relacionados. Cuando nuestra opinión es expresada, nueve de cada diez veces está relacionada con el pecado, porque la opinión no viene de nuestro YO, sino que emana del autor del pecado, el cual es Satanás. Satanás se esconde dentro de la opinión y podemos decir que la opinión es la incorporación de Satanás.
En Mateo 16:21-25 vemos claramente la relación entre la opinión propia y Satanás. Cuando el Señor Jesús le mostró a Sus discípulos que El debía ir a Jerusalén y morir, Pedro en aquel entonces tuvo su propia opinión, y tomando al Señor le dijo: “Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca”. Pero el Señor se volvió y regañó a Pedro diciendo: “¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres”. El Señor aquí reprendió a Pedro directamente como a Satanás, porque el Señor sabía que Satanás estaba escondido detrás de esa opinión de Pedro. Aunque la opinión de Pedro era motivada por su amor al Señor, aunque era una excelente opinión y estaba en favor de los intereses del Señor, aún así esta opinión era la incorporación misma de Satanás. Usualmente pensamos que una mala opinión procede de Satanás, pero a los ojos del Señor, sea ésta buena o mala, siempre que sea una opinión, procede de Satanás. A los ojos de Dios la mejor opinión que el hombre pueda tener sigue siendo la incorporación de Satanás. Debemos estar conscientes de esto.
Hay otro lugar en la Biblia en que se habla claramente de la relación entre Satanás y la opinión propia. Efesios 2:2-3 dice: “En los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, del espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros nos conducíamos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos ...” Este pasaje nos muestra primeramente que todos los seres humanos andan hoy de acuerdo con la obra del espíritu de Satanás dentro de ellos. Luego nos muestra que el resultado de la obra de Satanás es motivar a los hombres a vivir en la lujuria de su carne y a conducirse en los deseos de su carne y de su mente, haciendo la voluntad de la carne. Por un lado ellos satisfacen los deseos de la concupiscencia de su carne, y por otro lado satisfacen los deseos de su mente. Por lo tanto, la obra de Satanás dentro del hombre tiene dos aspectos: lo que hace en la carne de los hombres y lo que hace en la mente de los hombres. Cuando Satanás trabaja en nuestra carne, esto resulta en la lujuria de nuestra carne, lo cual es el pecado; cuando él trabaja en nuestra mente, el resultado es la opinión, o sea el YO.
Un hermano testificó una vez que siempre que se enfrentaba a una situación, y dentro de él había una opinión que deseaba expresar, si no la expresaba sentía mucha “comezón” por dentro. Esto es realmente cierto. Este sentimiento de comezón es el deseo dentro de él. Siempre que un adicto al opio es confrontado con el opio, siente comezón; siempre que un jugador ve los dados o la baraja, siente comezón. De la misma manera, cuando Satanás trabaja en la mente del hombre y le da una opinión al hombre, este hombre siente comezón por dentro y no puede contenerse sino que tiene que expresarla. Por lo tanto, así como el pecado es el resultado de los deseos de la carne del hombre, así también nuestra opinión es el resultado de los deseos de la mente del hombre. Ambos son el resultado de la obra de Satanás dentro del hombre.
Lamentamos decir que en el pasado teníamos muy poco conocimiento con respecto a nuestra propia opinión. Muy pocos condenan su opinión, y son aún menos los que se dan cuenta de que su opinión es Satanás. Todo el mundo considera muy alta su propia opinión, la valora y se siente muy agradado al meditar en ella. Amamos a nuestros propios hijos, pero de acuerdo a mi comprensión amamos nuestras propias opiniones mucho más de lo que amamos a nuestros hijos. En nuestro sentir, las opiniones son siempre la cosa más loable.
Necesitamos profundamente pedirle al Señor que nos dé un viraje completo en nuestro concepto a la luz de estas palabras. Debemos ver que si el pecado es horrible, mucho más es nuestra opinión. Si para resistir al enemigo necesitamos resistir el pecado, mucho más necesitamos negarnos a nuestras opiniones. Necesitamos darle muerte a todas nuestras opiniones por medio de la cruz. De esta manera, nos negamos a nosotros mismos en una manera práctica, negamos completamente el lugar de Satanás en nosotros, y derrotamos la fortaleza de Satanás en nosotros.

VI. LA DIFERENCIA ENTRE TRATAR

CON EL YO Y SER MAGNÁNIMOS

El tratar con el YO del que estamos hablando es totalmente diferente de la nobleza de la que comúnmente se habla entre las personas mundanas. Nuestro trato con el YO está basado en nuestra comprensión de que nuestra opinión no es sólo la expresión del viejo hombre, sino también la incorporación de Satanás. Por lo tanto, aplicamos la cruz a nuestra opinión y por consiguiente le damos muerte. Una vez que matamos nuestra opinión, nuestro YO también es tratado. Sin embargo, éste no es el caso con aquellos que son magnánimos. Las personas magnánimas, cuando se asocian con otras, nunca causan problemas expresando sus opiniones. Ellos luchan por mantener la paz con otros; de esta manera, en todo aparentan ser muy corteses y nunca contenciosos. En todos los asuntos, sin embargo, tienen sus propias opiniones e ideas. De acuerdo a su sentir, la opinión de los demás no es tan buena como la de ellos. Pero si otros no aceptan su opinión, ellos pueden restringirse de expresarla; nunca forzarían a otros a aceptarla. Ellos aun externamente irían al punto de acomodarse a la opinión de otros y seguir la manera en que otros hacen las cosas. De esta forma no hay discordia con otros. Por lo tanto, ellos actúan externamente de una manera, e internamente de otra. Externamente ellos no insisten en nada, pero internamente nunca abandonan su propia opinión; más bien la guardan por siempre. Esto se llama ser magnánimo.
Ser magnánimos de esta manera no es tratar con la opinión en lo absoluto ni tampoco con el YO; por el contrario, promueve las opiniones. Una vez que la opinión es alimentada, el YO es desarrollado porque el YO crece en el terreno de la opinión. La opinión es el mejor fertilizante y un vivero para el YO. Cuanto más opinión humana hay y cuanto más lugar se le da y más se preserva, tanto más crece el YO. Por el contrario, tratar con la opinión del hombre equivale darle muerte al YO. El hombre no está dispuesto a poner a un lado su opinión porque él no está dispuesto a negar su YO. A través de todas las generaciones vemos personas cuyo YO es fuerte, a tal grado que usted puede cortar sus cabezas, pero nunca puede hacer que abandonen su opinión. De ahí que, tratar con la opinión y negar el YO son asuntos muy difíciles.
Ser magnánimos, repetimos no es tratar con el YO. La persona magnánima nunca condena su propia idea u opinión. Tal persona siempre piensa que su propia opinión es la más correcta y la mejor. La única razón por la que no insiste en su propia opinión es que él es capaz de hacer concesiones para otros y sobrellevar a otros. El tiene una mente amplia, tiene una medida tan amplia como el mar. Sin embargo, este tipo de persona se considera a sí misma como la más sabia y su opinión, como la mejor. Cuando otros no aceptan su opinión, él las sobrelleva y manifiesta su amplia mentalidad.
Estas personas aparentemente son mansas, pero en verdad siempre se creen muy justas; son aparentemente humildes, pero en realidad son las más arrogantes. Están en total oscuridad y son las más ciegas. Se parecen a los fariseos, justos y rectos en su propio concepto, a quienes el Señor reprendió por estar en oscuridad y por su ceguera. Cuanto más exitosa es una persona en ser magnánima, más ajena está a las cosas espirituales. Nunca tiene la luz de Dios ni tampoco conoce la intención de Dios. Carece de cualquier entendimiento espiritual; todo su ser es como una pared de hierro y bronce. Aquel que es más magnánimo, es más capaz de sobrellevar a otros, y aquel que es más capaz de adaptarse a otros, es el más retrasado en crecimiento espiritual. Este tipo de persona desarrolla su magnanimidad por esfuerzo humano, por lo tanto, cuanto más magnánimo es, más fuerte y corpulento es su YO. Una persona magnánima no abandona su YO; más bien, acumula su YO, hasta que un día abrirá su boca y sacará todas las opiniones reprimidas por dentro; entonces será exactamente como Job. El piensa que es el padre de los huérfanos, los ojos del ciego, los pies del cojo, que siempre ayuda a otros y que sobrelleva a los demás. Esto prueba que su YO está totalmente sellado, y que nunca ha menguado un poco.
Tratar con el YO es un asunto absolutamente diferente. Ser magnánimos es esconder su opinión, pero tratar con el YO es rechazar su opinión. Ser magnánimos es tragarse su opinión temporalmente, pero tratar con el YO es entregar su opinión al quebrantamiento total que produce la cruz. Por lo tanto, aquel que realmente haya aprendido la lección de tratar con el YO, tiene por un lado una firme decisión en su espíritu, y por otro, debido a que ha sido quebrantado, no parece tener ninguna opinión. Si Dios obra a su manera, él dice amén; si Dios obra de otra manera, su opinión no cuenta para nada. Debido a que ya el YO ha sido quebrantado por la cruz, él no puede airarse ni tampoco puede ser magnánimo, aunque lo desee. Algo dentro de él ha sido quebrantado. De esta manera él puede tener luz. Por lo tanto, hemos visto que las personas que son francas, opinadoras, y extravertidas son más fácilmente libradas que aquellas llamadas “buenas personas”, aquellas personas magnánimas que siempre sobrellevan a otros. Debido a que su YO es expuesto, después que han sido quebrantados por la cruz, son verdaderamente tratados; el resultado entonces es que ellos no tienen ninguna opinión propia.
Por consiguiente, nunca debemos tener el concepto de que tratar con el YO significa ser magnánimos y así llegar a ser una persona bondadosa. Debemos diferenciar claramente el asunto del tratar con el YO con el de ser magnánimos. Por ejemplo, en la iglesia o en el hogar, una vez que hemos descubierto que tenemos nuestras propias opiniones, no las debemos dejar pasar ligeramente, sino que debemos tratar con ellas. Ni tampoco debemos retirar nuestra opinión pasivamente y dejar el asunto en el aire. La actitud de ser tolerantes proporcionará más crecimiento a nuestra opinión. Debemos ver que ya hemos sido crucificados con el Señor en la cruz; entonces siempre que la opinión y el YO sean expresados, debemos aplicar el quebrantamiento de la cruz por medio del poder del Espíritu Santo de dar muerte a la opinión y al YO. Sólo cuando aplicamos repetidas veces esta muerte, nuestro YO mengua gradualmente y la vida de Cristo crece gradualmente dentro de nosotros.

VII. PALABRA DE CONCLUSIÓN

Entre los cristianos hay muy pocos que tratan con el YO y con la opinión. En cuanto al trato con la carne y al trato con el mal genio, todos aquellos que han procurado las cosas espirituales han tenido alguna experiencia. Sin embargo, muy pocos hermanos y hermanas están conscientes de que el YO necesita ser tratado. Esto se debe a que nosotros no conocemos el significado del YO, ni tampoco sabemos que tal opinión es la expresión del YO o la incorporación del YO. Pero la razón mayor es que pensamos que nuestras opiniones son buenas y loables, sin saber que el YO está escondido en ellas. Hemos mencionado muchas veces que en Mateo 16 la opinión de Pedro era digna de elogio ya que mostraba su amor por el Señor, pero él no sabía que el YO y aún Satanás mismo estaban escondidos detrás de ella. Sólo aquellos que han sido iluminados por el Señor saben que la opinión del hombre es enemiga de la voluntad de Dios y que también es contraria a la cruz. Cada vez que nos importe la opinión del hombre, de seguro descuidaremos la voluntad de Dios. Cada vez que nos preocupen las cosas de los hombres, no podremos cuidar de las cosas de Dios. Cada vez que nuestra opinión sea fructífera, nuestro YO crecerá. La opinión es la tierra fértil, y el y YO es plantado allí. Aquel que tenga más opiniones tendrá el YO más robusto. Por lo tanto, cuando estamos con algunos hermanos y hermanas jóvenes, necesitamos seguir este principio y no dar lugar a sus opiniones. Dar lugar a las opiniones significa darle al YO una tierra fértil para que crezca.
Cuando vemos lo detestable que es el YO y estamos dispuestos a aprender la lección y tratar con el YO en nuestro diario vivir, debemos estar alerta a una cosa: nunca seguir el camino de la magnanimidad, la cual es exactamente contraria a la meta de tratar con el YO. Desafortunadamente, la mayoría de nosotros no tenemos claridad con respecto a este aspecto de la verdad e inconscientemente caemos en el error de ser magnánimos. Cada vez que estamos con otros, algunas veces tenemos nuestra opinión; pero a fin de no contender con otros, nos refrenamos de ofrecer nuestra opinión. De la misma manera, en nuestros hogares muchas veces somos confrontados con muchas situaciones que son incompatibles con nuestra opinión, sentimos que no vale la pena decir nada; así que simplemente nos tragamos nuestra opinión y nos quedamos callados. Hoy en muchas iglesias y hogares, hay muchas situaciones como éstas. De acuerdo a los hombres, esta condición es mucho mejor que la de contender. Sin embargo, de acuerdo a la vida, este estado es mucho más difícil de ser tratado que tratar con las contenciones. El contender expone la corrupción del hombre, así que cuando el hombre es alumbrado por el Espíritu Santo, él cae delante de Dios. Es difícil que aquellas personas magnánimas que nunca contienden sean iluminadas. Es difícil que sean tocadas por el Espíritu Santo o que brille sobre ellas. Aquellos que siempre se tragan su opinión son los que siempre buscan la luz del Señor para otros. En verdad ellos mismos son los que más necesitan la luz. Aunque una persona magnánima retira su opinión cuando es rechazada por otros, aún así, se considera a sí misma muy justa y alaba su propia opinión como la más alta. Continuamente vive en el YO, sin saber que el YO es el más grande enemigo de Dios. Por lo tanto, la magnanimidad no causa que seamos quebrantados, sino que, al contrario, hace que nuestro YO crezca y se endurezca.
No es lo mismo con el asunto de tratar con el YO. Al tratar con el YO debemos ver que siempre que vivamos y crezcamos en nosotros mismos, Cristo no tendrá manera de vivir ni de crecer. Ya que vivimos en nuestra opinión, debemos condenarla por medio de hacerla morir, esto es, debemos hacer morir el YO. Esta es la obra de la cruz, que da por resultado que Cristo sea aumentado en nosotros. No estamos tomando el camino de la magnanimidad, más bien estamos tomando el camino de hacer morir el YO, y con eso permitimos que Cristo tenga un lugar para crecer y ser formado en nosotros.
En cuanto a aplicar la experiencia de la cruz, debemos darnos cuenta de que todo trato con la carne y el YO es continuo y no de una vez por todas. Todos los hechos objetivos en Cristo han sido realizados una vez y para siempre; casi todas las experiencias subjetivas en el Espíritu Santo son continuas. Nuestras opiniones no pueden ser crucificadas todas de una vez; ni tampoco podemos tratar con la carne de una vez. El agricultor quita la maleza del campo; hoy la hierba es quitada, pero mañana crecerá otra vez, y él la tiene que quitar otra vez. El nunca puede ejercer un esfuerzo supremo para obtener una comodidad perpetua. De la misma manera, hoy todavía estamos en la vieja creación, y el viejo hombre no se puede refrenar de expresarse a sí mismo en varios aspectos. Por lo tanto, cuando aplicamos el trato de la cruz mediante la comunión en el Espíritu Santo, no es suficiente una sola aplicación; debemos aplicarlo en la mañana, al mediodía y en la noche. Cuando estas experiencias subjetivas llegan a ser maduras y profundas, podemos aplicar una crucifixión completa y final, y un trato severo a cierta expresión del viejo hombre, dándole fin. Sin embargo, en el estado inicial de nuestra experiencia, debemos aplicar el trato una y otra vez. Por consiguiente, cuando se habla del trato subjetivo, el Señor dice que necesitamos llevar la cruz, haciéndonos ver que no podemos salirnos de la cruz. Mientras se encuentra cierto hermano en una reunión, puede tener una opinión; él la condena y se contiene de hablar, pero después de la reunión, en privado, él la emite. Esto no es llevar la cruz. No es que usted lleve la cruz cuando usted tenga una opinión durante la reunión y luego de la reunión usted pone a un lado la cruz. Nosotros siempre debemos estar clavados en la cruz y siempre debemos llevar la cruz. El significado de llevar la cruz es no apartarse de la cruz.
A través de todas las generaciones todos aquellos que han experimentado la cruz, tales como el Hermano Lawrence (Lorenzo) y Madame Guyón, han estado de acuerdo en que el que lleva la cruz no puede separarse de la cruz. La persona que lleva la cruz es uno con la cruz; no puede separarse de la cruz. Cuando ve el hecho de la muerte por medio de la cruz, tal persona recibe la marca de la muerte como un sello sobre sí, y desde entonces aplica continuamente la muerte a su vida práctica. Esto se llama llevar la cruz. Por lo tanto, la aceptación de la muerte de la cruz no es algo que se hace una sola vez para siempre, sino que la cruz se tiene que llevar diariamente.
Cuando el Señor habló del asunto de tratar con el YO, El habló acerca de llevar la cruz y no de la crucifixión. La crucifixión tiene dos significados. Uno es ser clavado a la cruz; el otro es ser llevado a una terminación. Muchos piensan que una vez que aceptamos la cruz, nuestro YO es terminado y no hay más necesidad de llevar la cruz. Sin embargo, el Señor habló de nuestra necesidad de llevar la cruz, mostrándonos así que nuestro YO no es llevado a un fin al aceptar simplemente la verdad de la cruz. Todavía tenemos que llevar la cruz y no ser separados de ella. Cuando recibimos (vemos) el hecho de que estamos crucificados, eso es crucifixión. Pero cuando pasamos a experimentar la crucifixión, eso es llevar la cruz.
Cuando el Señor Jesús era un hombre que vivía en esta Tierra, El primero llevó la cruz; El la llevó hasta que un día fue al Gólgota y fue clavado en la cruz. A esto se le llama la crucifixión. Cuando el Señor fue crucificado, El murió y se le dio fin. Cuando El murió, fue separado de la cruz. Así también nosotros. De hecho, el Señor nos crucificó juntamente con Él en la cruz, pero en la experiencia no hemos muerto. Por lo tanto, necesitamos llevar la cruz continuamente hasta que seamos arrebatados y transfigurados, y en ese momento podremos ser separados de la cruz. En realidad, no importa cuán espiritual sea un cristiano, él no puede ni por un momento ser separado de la cruz. Cada vez que se separa de la cruz, está viviendo en la carne y por su YO. Cuando aplicamos la cruz por medio del Espíritu Santo de tal manera que tenemos la marca de la cruz sobre nosotros continuamente, entonces llevamos la cruz. Por consiguiente, tratar con el YO es una larga lección de toda la vida. Durante toda nuestra vida debemos aplicar la muerte de la cruz a nuestro YO y ser uno que se niega a sí mismo y lleva la cruz.
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http://zoeradio.net/pdf/Experiencia%20de%20vida-La.pdf

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