PRIMERA DE JUAN, Cap. 1 / 1, Dr. Stephen Jones




29 de diciembre de 2017



Juan comienza su primera carta en 1 Juan 1:1-3 de esta manera:

1 Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y palparon nuestras manos, acerca de la Palabra de Vida; 2 (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y nos fue manifestada); 3 lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos también; para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo.

Juan dejó en claro desde el principio que estaba hablando de cosas como un testigo ocular en un tribunal de justicia. No estaba hablando de cosas que había escuchado de otros, sino de lo que había visto con sus ojos y tocado con sus manos.

En otras palabras, Juan personalmente había visto y conocido a Jesucristo. Por lo tanto, cualquier cosa que los demás pudieran decir acerca de Él, lo que otros pudieran decir que había enseñado, sus testimonios no tendrían peso si no estaban de acuerdo con el testimonio de Juan. Aquellos que intentaron afirmar que Jesús enseñó los principios del Gnosticismo, por ejemplo, eran simplemente falsos y mentirosos testigos.

En segundo lugar, Juan le dice a su audiencia que Jesucristo era de carne y hueso como cualquier otro hombre. No solo podía ser "visto" sino también "palpado". Aquellos que afirmaban que el cuerpo de Jesús era solo una ilusión, en realidad no le conocían como le conoció Juan. La filosofía griega, que afirmaba que un Dios bueno nunca podría habitar en carne maligna, basaba su punto de vista en la falsa premisa de que la materia era mala.

Además, para Juan, esto era un problema de "confraternidad". Uno debía creer en la verdad del testimonio de Juan para "tener comunión con nosotros". La supuesta fe en Cristo debe estar enraizada y arraigada en la verdad. Si un griego, persa o cualquier otra persona deseara unirse a la confraternidad de los verdaderos creyentes, debía abandonar la noción de que la materia fue creada intrínsecamente malvada y aceptar la verdad de que Jesucristo era el Verbo hecho carne. Esto es inherente a creer que Él era y es el Hijo de Dios.

La declaración inicial de Juan es consistente con su declaración inicial en su evangelio, donde el apóstol equipara a Jesucristo con la Palabra que existió desde el principio y era la misma Palabra por la cual todas las cosas fueron creadas. Por lo tanto, cuando Génesis 1:3 dice: "Entonces Dios dijo", debemos entender que la palabra hablada era Jesucristo mismo.

Juan 1:4 dice además que "en Él estaba la Vida", es decir, la vida inmortal y todo lo que brota de esa Vida, incluida la "luz", que es pura verdad. Juan nos dice que el universo físico fue creado por el poder de la Vida y de la Luz que era inherente a la Palabra, Jesucristo. La idea griega de que la materia fue creada por el diablo ("demiurgo") es una mentira fundamental que contamina toda filosofía construida sobre esa premisa y evita que los hombres tengan una verdadera comunión con Dios y con la Iglesia.

En otras palabras, dice Juan, que uno crea en Génesis 1:1 es primordial. Uno debe tener fe en que Dios -y no el diablo- creó los Cielos y la Tierra. Uno debe conocer el origen de la materia para entender la posterior encarnación de la Palabra en carne humana. El tema del origen de la materia es importante y fundamental para el verdadero cristianismo, porque es la premisa sobre la cual se construye la encarnación de Jesucristo.

El nacimiento virginal de Cristo, junto con el concepto de la encarnación como Hijo de Dios, es también la premisa fundamental para nuestra propia habilidad y autoridad para convertirnos en hijos de Dios (Juan 1:12,13). Si la encarnación de Jesús fue una mera ilusión, entonces no hay razón para pensar que nosotros mismos podamos convertirnos en hijos de Dios, ya que ambas se basan en la misma ley y el mismo proceso. Por lo tanto, Juan estableció esta verdad fundamental desde el principio, porque tenía la intención de construir sobre ella más tarde en su enseñanza acerca de los hijos de Dios engendrados por el Padre.

Hay un fuerte grupo de gnósticos dentro de la iglesia católica romana hoy en día, un grupo que se remonta al tiempo de las Cruzadas. Los Caballeros Templarios, formados en 1099, se convirtieron a este sistema de creencias después de encontrarse con ellas en el Medio Oriente. Eventualmente, fueron reprimidos en 1307, pero estos caballeros gnósticos simplemente pasaron a la clandestinidad. Con la organización Templaria suprimida, los caballeros se unieron a otras Órdenes y continuaron sus creencias y rituales en secreto.

Recientemente se han sentido lo suficientemente seguros como para salir a la luz pública. Su debut llegó con la publicación del libro de Dan's Brown, El Código DaVinci, seguido de la película del mismo nombre. Al mismo tiempo, Laurence Gardner comenzó a publicar sus libros para explicar las premisas del cristianismo gnóstico. Hoy es el principal portavoz de los gnósticos y del príncipe Miguel de Albania, un Stewart que dice ser el verdadero heredero del trono de Inglaterra.

Pero también me he encontrado con bastantes maestros bíblicos hoy que han absorbido la enseñanza gnóstica, ya sea que lo sepan o no. Algunos de ellos basan su enseñanza en la idea de que la materia es una "ilusión", pensando que su perspectiva es espiritual. No es espiritual, sino gnóstica, y no hace nada para honrar a Aquel que creó la materia. Todo lo que Dios creó tiene valor, y Dios ama todo lo que Él creó. Afirmar que es solo una ilusión le deshonra y degrada.

Porque ahora estamos viendo la aparición de los gnósticos, que dicen que el Gnosticismo es el verdadero heredero del título "cristianismo", y porque (por extraño que parezca) esos gnósticos incluso reclaman a Juan como su santo patrón, es importante que comprendamos los escritos de Juan y cómo luchó contra la enseñanza gnóstica.

La declaración inicial de Juan en su Primera Carta deja en claro que se trata de una cuestión de confraternidad. El propósito de la carta de Juan era hacer que los hombres se arrepintieran de sus ideas griegas y gnósticas sobre el origen de la materia, para que "también tengan comunión con nosotros" (1 Juan 1:3). Si tales hombres escuchan la Palabra de Vida y son engendrados por esa Palabra, se convierten en hijos de Dios.


Más adelante en la carta de Juan, él hablará más sobre esto.

Etiquetas: Serie enseñanzas
Categoría: Enseñanzas

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