El
Nuevo Pacto trae la vida. Esto no excluye la muerte como un juicio de
Dios, como Moisés nos muestra, pero tiene el poder de la
resurrección para hacer caso omiso de la muerte al final.
15
Mira,
yo he puesto delante de ti hoy la vida y la prosperidad, la muerte y
la adversidad; 16 porque yo te mando hoy que ames a Yahweh tu Dios,
que andes en sus caminos y guardes sus mandamientos y sus estatutos y
sus decretos, para que vivas y seas multiplicado, y que Yahweh tu
Dios te bendiga en la tierra donde vas a entrar para poseerla.
Teniendo
en cuenta que este discurso particular, establece el Nuevo Pacto, es
importante para nosotros saber que cubre no sólo
“la
vida y la prosperidad”,
sino también “la
muerte
y la adversidad”.
Está claro que cuando “andes
en sus caminos”
entonces, “Yahweh
tu Dios te bendecirá”.
Superficialmente,
esto parece ser una orden y una advertencia para que las personas
mismas tomen la iniciativa. En otras palabras, a primera vista Moisés
parece volver a apelar al Antiguo Pacto; pero ese no es el caso, este
discurso es acerca del Nuevo Pacto. Ese es el contexto, y así Moisés
nos dice el voto del Nuevo Pacto que Dios hará por nosotros.
En
esencia, el Nuevo Pacto se basa en la promesa de Dios de causar que
seamos obedientes (Ezequiel
36:27).
Sabemos. por experiencia personal y por la historia, que cuando el
Espíritu de Dios fue enviado a la iglesia en Pentecostés en Hechos
2:4,
se
inició una obra
dentro de los corazones de las personas para
que fueran obedientes.
El Nuevo Pacto en dos fases
El
descenso del Espíritu en Pentecostés no hizo que los discípulos
obedientes al instante en todos los asuntos. A pesar de que el
bautismo del Espíritu Santo puede de hecho ser una experiencia que
cambia la vida, en sí Pentecostés
es insuficiente para perfeccionarnos,
porque es una fiesta con
levadura. Tabernáculos
nos perfecciona con la
plenitud del Espíritu.
Y
así, es evidente que la
provisión o disposición del Nuevo Pacto viene a nosotros en dos
partes: Pentecostés y Tabernáculos.
En
Pentecostés, aprendemos obediencia,
cuando nuestro Padre enseña, entrena y disciplina a sus hijos, hasta
que entramos en total
acuerdo
con Él. Así es como el Espíritu de Dios obra en nosotros para
cumplir la promesa de Dios, haciéndonos “andar
en sus caminos”
en el cumplimiento de Sus leyes, estatutos y juicios. Esto
continúa hasta el momento en que se cumple la Fiesta de los
Tabernáculos y los vencedores se les concede la inmortalidad e
incorrupción (1
Cor. 15:53,54).
En
ese momento, la obediencia se hace obsoleta por el hecho de que
estamos totalmente de acuerdo con Dios y todos sus caminos.
La sustitución
de la obediencia por el acuerdo
no significa que ahora podré pecar, sino más bien que la debilidad
que hemos heredado de Adán se habrá ido cuando la muerte sea
absorbida por la vida (inmortalidad). El viejo hombre en nosotros, la
naturaleza adámica, será completamente muerto y enterrado, y el
Hombre de la Nueva Creación en nosotros estará solo en total
acuerdo
con la voluntad y la mente de Cristo.
NOTA
DEL TRADUCTOR:
Desde
mi experiencia personal, entiendo que en Pentecostés aprendemos la
obediencia, hasta alcanzar la obediencia
total,
en la crisis o clímax que sacrifica nuestro yo, el ego, la carne, en
el Jordán. Aquí entramos, espiritualmente, en los Tabernáculos, a
través de la vida de la resurrección. En este punto podríamos
decir que llegamos a un acuerdo,
pero no total.
Desde aquí creceremos
en el acuerdo hasta el acuerdo total,
en el cumplimiento histórico de la Fiesta donde recibiremos la
inmortalidad y el hombre viejo, la naturaleza adámica desaparecerá
para siempre.
Mientras
tanto, seguimos viviendo en los últimos días de Pentecostés, a
pesar de que creo que estamos en la transición hacia la Fiesta de
los Tabernáculos. Todavía estamos siendo entrenados y disciplinados
por nuestro Padre celestial. Los dos caminos, el de la
vida-prosperidad y el de la muerte-adversidad, nos quedan por
delante. Cuando seguimos el viejo hombre de pecado, tenemos tendencia
hacia la muerte y el mal, porque ahí es donde un estilo de vida de
pecado conduce. Cuando seguimos la santa semilla del hombre de la
nueva creación, Cristo en nosotros, que ha sido engendrado por el
Espíritu, la vida y el bien fluyen por nuestras venas.
Al
comprender esto, es evidente que la misma advertencia de que Moisés
dio a Israel es relevante para nosotros hoy en día. Cada
día, momento a momento, los dos caminos están por delante de
nosotros.
El camino fuera de la Ley, que no refleja “Sus caminos”, es el
camino
de la desobediencia.
El camino dentro de la Ley es la forma en que el Espíritu de Dios
nos guía (Rom.
7:25).
La Guerra de los testamentos
17
Pero
si tu corazón se desvía y no obedeces, y te dejas extraviar y te
inclinas a otros dioses y les sirves, 18 yo os protesto hoy que de
cierto pereceréis. No tendréis largos días sobre la tierra adonde
vais pasando el Jordán, para entrar y tomar posesión de ella.
Si
las personas desobedecen
a Dios persistentemente
Dios les dice que “de
cierto
pereceréis”.
No hay duda de que la mayoría han seguido este camino a lo largo de
los últimos milenios. Entonces, ¿cómo podría Dios cumplir su
promesa? ¿Es posible que el Espíritu de Dios falle en Su misión de
hacer que las personas anden en Sus caminos? Si es así, entonces
Dios no habría podido mantener Su promesa, si no fuera por fracaso
intencional,
entonces, ciertamente, a causa de Su incapacidad
o falta de poder.
Esto
nos lleva al gran choque
de voluntades
entre Dios y los hombres. La voluntad del hombre (es decir, el viejo
Adán) ha sido manchada con la muerte (mortalidad) y es de por sí
demasiado débil para salvar a cualquier hombre. La muerte es la
enfermedad del hombre, su “lepra”, como la representa la
Escritura. Esta muerte ha coronado rey al pecado para que reine sobre
nosotros y para esclavizarnos (Rom.
6:12),
haciendo que seamos tan desobedientes como él. Por otra parte, la
voluntad de Dios opera a través del hombre de la nueva creación ,
que también está en nosotros, haciendo
que seamos obedientes.
La
cuestión esencial es la siguiente: ¿Es la voluntad de Dios más
fuerte que la voluntad del hombre? ¿Quién ganará este conflicto,
esta guerra? ¿Es Dios capaz de ganar?
La mayoría de los cristianos responden: “Sí, Dios puede ganar una
parte del tiempo, pero la mayoría de la gente se pierde en el
final”. ¿Pero
se podría decir que Dios cumplió Su juramento si tiene éxito en
salvar sólo unos pocos?
Cuando Dios se comprometió a llenar toda la Tierra con Su gloria
(Num.
14:21),
¿significa
esto que solamente Él tendría éxito con la eliminación de la
mayor parte de la humanidad de la Tierra, aquellos cuya voluntad
humana prevaleció sobre la voluntad de Dios? O ¿sería una admisión
tácita de fracaso?
En
mi opinión, Dios
es perfectamente capaz de cumplir Su juramento a
todos los hombres.
De hecho, si puede cambiar los corazones de unos pocos, Él puede
cambiar los corazones de todos (cómo
lo hizo con Pablo, o con toda Nínive).
El cumplimiento de Su juramento no tiene nada que ver con cuán
fuerte o débil pueda ser la voluntad del hombre. Fue un juramento
incondicional. Dios no consultó a las personas para tomar este
juramento.
Dijo en Deut.
29:12,13,
12
para
que entres en el pacto con Yahweh tu Dios, y en su
juramento,
que Yahweh tu Dios se hace hoy contigo, 13 con el fin de establecerte
hoy como su pueblo y que El sea tu Dios …
El
pueblo se juntó, no para hacer un voto con Dios, sino para
presenciar el juramento de Dios. El juramento de Dios fue una
revelación para ellos de lo que Dios quiere hacer por el poder de Su
propia voluntad, como afirma Pablo en Ef.
1:9,10.
Sin
embargo, también sabemos por la historia evidente que la mayoría de
las personas viven y mueren sin tener fe en el Dios que hizo este
juramento. Y nadie, aparte de Jesucristo, alcanzó la perfección, ni
siquiera la fama de haber alcanzado la santidad. Entonces, ¿cómo se
puede decir que se cumplió el juramento de Dios? ¿Será Dios
avergonzado por precipitarse con Su boca? ¿Dios está perdiendo Su
reputación? No, y mil veces no. Si la muerte fuera el final del
asunto, y si no hubiera salvación más allá de la tumba, entonces
tendríamos motivos para afirmar que Dios no ha cumplido Su
juramento. Pero ese no es el caso, como ya he mostrado.
La salvación en el siglo venidero
La
Edad del Juicio Divino se iniciará con una citación por orden
judicial, por la que a todos los muertos, grandes y pequeños, se les
ordenará estar delante de Dios (Apocalipsis
20:12).
Todos los pecadores incrédulos serán condenados por orden judicial
a pagar una restitución por sus pecados, como exige la Ley. Ninguno
de ellos tendrá activos suficientes para pagar su deuda, por
supuesto, por lo que serán vendidos como esclavos, como también la
Ley exige (Éxodo
22:3).
¿Quién
va a comprarlos? Quienes serán sus redentores? Ellos serán vendidos
a los creyentes, que va a gobernar y reinar con Cristo (Apocalipsis
5:10;
20:6).
Con el fin de que estos creyentes vencedores gobiernen necesitarán
personas a quienes gobernar. Los creyentes tendrán mucho trabajo por
hacer, formando a los ex rebeldes que están en los caminos de Dios.
Esto no va a ser difícil, porque en el Gran Trono Blanco, se doblará
toda rodilla, y toda lengua le confesará a Él como Señor por el
Espíritu de Dios. No van a ser delincuentes endurecidos e
incorregibles, como muchos han enseñado.
Isaías
26:9
dice, “luego
que hay juicios
tuyos en
la tierra, los moradores del mundo aprenden justicia”.
La razón por la que es necesario el juicio para enseñar a los
hombres la justicia se da en el siguiente versículo. Es porque
cuando los malvados se les muestra favor, no aprenden justicia. En
otras palabras, si Dios fuera de extender gracia a ellos en la Corte
Divina, eso sólo serviría para pensar que el pecado es aceptable y
que se salieron con la suya a causa del amor de Dios.
Pero
Dios dice que Él traerá juicio sobre ellos, para que puedan
aprender la obediencia, hasta que finalmente lleguen a un acuerdo
con Él. Este es el método de Dios de enseñar justicia a los
malvados, y esto empezará en serio en el Gran Trono Blanco.
Por
lo tanto, la voluntad de Dios de hecho prevalecerá sobre la voluntad
de los hombres. Es verdad que Dios cumplirá Su juramento. Mientras
que los hombres pueden carecer de confianza en la capacidad de Dios
para prevalecer sobre la voluntad del hombre, Dios no tiene tal falta
de confianza. Prevalecerá el Plan Divino.
La Restauración de Todas las Cosas
Difícilmente
podemos entender esto a menos que se nos haya enseñado acerca de la
Restauración de Todas las Cosas y la intención de Dios de poner
toda la Creación bajo los pies de Jesucristo. Este plan, por
necesidad, deberá cumplirse en el siglo venidero a través de los
juicios de Dios, como Rev.
20:14,15
claramente nos dice. Esto es consistente con la revelación de
Moisés.
Moisés
sabía que la nación en su conjunto (excepto el remanente de gracia)
sería corrompería totalmente a sí misma (Dt.
31:16,29).
Él sabía que si el juramento de Dios tuviera que cumplirse en esta
vida, el Plan Divino sería un fracaso. La única forma de justicia
de Dios podría prevalecer sería que Él cumpliera la mayor parte de
Su juramento en el Juicio del Gran Trono Blanco durante esa Edad de
Juicio. La voluntad de Dios, entonces, será decretada y ejecutada
por Ley.
La
santidad de Dios parece interponerse en el camino de la capacidad de
Dios para cumplir Su juramento.
La
santidad de Dios dice: “No voy a tolerar el pecado”.
La
justicia de Dios dice: “Voy a hacer que anden en Mis caminos”.
El
amor de Dios dice: “Voy a enviar un Salvador para pagar su deuda
por el pecado”.
La
sabiduría de Dios dice: “Yo sé cómo lograr esto”.
El
poder de Dios dice: “Estoy confiado en mi capacidad de hacer Mi
voluntad”.
Atestiguar de los testigos de Dios
Así
que Moisés llamó a toda la nación de Israel para estar en pie
delante de Él, incluyendo a los que no eran israelitas entre ellos,
para presenciar el juramento de Dios. Después de explicárselo, dijo
en Deut.
30:19,20,
19
Al
cielo y a la tierra pongo por testigos hoy contra vosotros, que os he
puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición.
Así que escoge la vida a fin de que vivas, tú y tu descendencia, 20
amando a Yahweh tu Dios, obedeciendo su voz, y aferrándote a él;
porque esta es tu vida y la longitud de tus días, para que puedas
vivir en la tierra que Yahweh juró a tus padres Abraham, Isaac y
Jacob, que les daría.
El
Cielo y la Tierra son los dos más grandes testigos. En este
caso, el Cielo (Dios) hizo el juramento, mientras que la Tierra
(Israel) fue el testigo. Este juramento incondicional no niega la
necesidad de los hijos de Israel de “escoger la vida”. Sólo se
aseguraba de que en algún momento en el tiempo todos ellos de hecho
iban a elegir la vida. Al principio, la mayoría de ellos elegirían
la muerte, especialmente los de las generaciones por venir, y por eso
Dios los traería a juicio. Pero al final, el juramento de Dios había
obligado a Dios mismo a convertir sus corazones y hacer que fueran
obedientes. Por lo que, incluso aquellos que eligieron la muerte
durante su tiempo en la Tierra, se inclinarán ante Él en el Gran
Trono Blanco y declararán que es el Señor y Rey.
No
obstante, debido a que eligieron la muerte en su tiempo de vida, de
hecho van a experimentar la
“segunda muerte”, que es “el Lago de Fuego”
(Apocalipsis
20:14).
Esta no será la
primera muerte, que es la mortalidad,
ya que la mortalidad vino a todos los hombres a causa de la elección
de Adán. La segunda muerte es el juicio de la Ley por nuestro propio
pecado personal (Romanos
6:23).
Lo he explicado con más detalle en el Volumen 1, de la
Epístola de Pablo a los Santos en Roma
(http://josemariaarmesto.blogspot.com.es/2015/03/epistola-de-pablo-los-santos-en-roma.html).
Este
Lago de Fuego es la Ley, la voluntad, y el carácter de Dios, por el
cual se volverán sus corazones, de modo que el juramento de Dios se
cumpla en ellos.
http://www.gods-kingdom-ministries.net/teachings/books/deuteronomy-the-second-law-speech-9/chapter-11-life-and-death-decisions/ |
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