ATRAVESANDO LAS MONTAÑAS ATEMPORALES – Cap. 17: El sacrificio de los leones, Dr. Stephen E. Jones

07/02/2017


Nuestra misión había sido completada, sabíamos que era hora de volver a nuestro propio tiempo a través de la Montaña del Destino. Durante mucho tiempo entramos en contemplación silenciosa a lo largo del camino, dirigiéndonos de nuevo a la Montaña de Gat.

Se me ocurrió que los dos jueces, Sansón y Samuel, habían nacido de madres estériles. Su condición estéril era parte de su intercesión por la nación sin fruto, y como vencieron por medio de la oración, dieron a luz liberación. A ambas madres después de orar Dios había escuchado los gritos de sus corazones llenos de duelo. Ambos nacieron de amargura, como María, cuyo nombre se deriva de la palabra marah, "amargura".

A medida que nos acercamos a Bet-horón, nuestros amigos leones se detuvieron y nos dijeron: "Esto es lo más lejos que podemos ir con vosotros. Hay pueblos por delante, y los israelitas no entenderían nuestra amistad si nos veían caminando en comunión. Ahora debemos volver y seguir nuestro camino, porque nuestro Creador nos ha dado otro camino en la vida".

"Sí", dije, "entiendo. Es hora de que volvamos al futuro, para que podamos dar nuestro informe a los de nuestro tiempo. Pero también tengo una palabra del Creador para darles a ustedes".

"¿De qué se trata?", preguntó la leona.

"Ustedes ha visto", interrumpió Séfora, "cómo el amor de nuestro Padre celestial resplandeció sobre Manoa y Naama, cuando ofrecieron lo que era más querido para ellos. Al no tener hijos propios, les encantó ofrecer el cordero que más querían en el mundo, y sin embargo, ellos estaban dispuestos a renunciar a él por el bien de la promesa de que les fue dada. Su sacrificio provenía de un corazón puro, y su Padre celestial sintió el dolor por su amor".

"Sí", dijo la leona, "el amor es vulnerable, pero fuerte. Enamorarse trae un pedazo del Cielo a la Tierra. No morimos para ir al Cielo; nacemos de amor en el Cielo y somos enviados a llevar Su presencia, Su amor, a la Tierra. El amor, de hecho, demuestra nuestro origen, evidenciando que no somos de la Tierra. A veces la muerte rompe los lazos de amor; en otras ocasiones la muerte sella los lazos con la vida y la fuerza. El horror del pecado se ve cuando miramos a la muerte cara a cara, pero la muerte es también la puerta que conduce al camino de la vida. Una vez que Terrícola pecó, no había manera de volver a la vida sin muerte".

"Una espada traspasará tu misma alma", dijo Séfora a ella. "Usted también dará a luz un hijo que, en su muerte, profetizará del gran león que quita el pecado del mundo y que será la puerta de la vida para todos los hombres. El hijo profetizado de Manoa y Naama, será el juez que mate a su hijo, y aunque va a ser doloroso para usted, su muerte profetizará de grandes cosas para las generaciones por venir. Muchos honrarán a su hijo como un precursor de la gran león".

La leona miró a su compañero, y el león, la consoló, nariz con nariz. "Que se haga en mí según tu palabra", dijo solemnemente, con un dejo de tristeza. Por un momento los dos leones se miraron a los ojos mutuamente y contemplaron el coste del llamado divino. Era importante, sabían, que deberían estar de acuerdo con la voluntad de su Creador, porque el dolor que se impone contra la voluntad de uno, carece de sentido y de valor espiritual.

Entonces la leona levantó la vista y se puso a cantar con la voz quebrada. Inmediatamente reconocí la canción, porque mi madre la había escrito y me la había enseñado a mí cuando era un niño.

No se puede dar más que Dios;
Él siempre va a hacer mucho más
De lo que podría pedir o pensar o saber.
Das, y se te dará
Su bendición libre del cielo,
Apretada y rebosante Él va a otorgar.

Comprendí entonces que mi madre había oído la voz de la leona de lejos mientras estaba atrapada en un sueño. Ella se había inspirado en él para escribirla y enseñarla a sus propios hijos. Sin duda, también la leona la enseñaría a su hijo ungido como un recordatorio de que nadie que haya renunciado a algo muy preciado como una ofrenda a Dios dejará de ser bendecido abundantemente de lo que podría pedir o pensar o saber.

"Bueno, amigos", dije yo, "es el momento de separarnos. Nos veremos de nuevo en la casa de nuestro Padre".

"Sean bendecidos", replicó el león. Tornando, el león y la leona regresaron lentamente a lo largo de la carretera por la que habíamos venido.

"Me pregunto si les veremos de nuevo, es decir, antes del final de los tiempos", observó Séfora.


"Puede ser", dije yo. "Uno nunca sabe la dirección que el camino de nuestro Padre tomará".

Etiquetas: Serie Enseñanza
Categoría: Enseñanzas

Dr. Stephen Jones

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