ISAAC E ISMAEL
(El hijo de la promesa y el hijo de la carne)
Gén 21:1, Y visitó el SEÑOR a Sara, como había dicho, e hizo el SEÑOR con Sara como había hablado.
El Señor siempre hace como ha dicho, el Señor siempre cumple sus promesas. Nadie ha esperado en Dios en vano. ¡Qué dicha es hallar nuestro refugio y reposo en Dios, en medio de los amparos engañosos e ilusorios que ofrece el mundo; qué consuelo para nuestras almas el podernos apoyar en esta ancla que entra hasta adentro del velo, teniendo por sostén estas dos cosas inmutables: ¡La Palabra y el juramento de Dios!
Una vez que Abraham tuvo delante de sí la promesa de Dios cumplida, muy bien pudo comprender la nulidad de sus propios esfuerzos para conseguir el cumplimiento. La naturaleza nada puede hacer para Dios. Es preciso que Dios visite, que Dios haga; y es preciso que la fe espere y que la naturaleza se mantenga quieta; así la gloria divina puede resplandecer y la fe puede hallar en esta manifestación su recompensa rica y excelente.
Gén. 21:2, Y Sara concibió y dio a luz a Abraham un hijo en su vejez, en el tiempo que Dios le había dicho.
Existe un tiempo determinado de Dios, un tiempo agradable de Dios, y es preciso que el creyente sepa esperarlo con paciencia. El tiempo puede parecer largo y la esperanza puesta a prueba, capaz de desanimar el corazón, pero el hombre espiritual será siempre consolado por la seguridad de que todo lleva por objeto final la manifestación de la gloria del Señor. Aunque la visión tardará aún por tiempo, más al fin hablará y no mentirá. Espéralo que sin duda vendrá, no tardará… más el justo en su fe vivirá (Hab. 2:3 – 4).
Gén. 21:5, Y era Abraham de cien años, cuando le nació Isaac su hijo.
Nada tenía, pues, la naturaleza de que gloriarse en el caso. Cuando el hombre se halle sin recursos en absoluto ha llegado la hora de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es (Juan 3:6).
Hay una diferencia muy grande entre remendar un vestido viejo y echarlo a un lado totalmente, y ponerse uno nuevo.
¿Dónde hubo el remedio para un mal tan grande (El hijo de la esclava)? Echa a esta sierva y a su hijo, que el hijo de la sierva no ha de heredar con mi hijo (con el hijo de la promesa).
Hacer depender la salvación, en la más mínima medida, de cualquier cosa que sea del hombre o de lo que pueda hacer el hombre, equivale a hacer nula la salvación. En otras palabras: es preciso despachar a Ismael.
Esta salvación, huelga decirlo, no deja al hombre nada que añadir en que se pueda glorificar. Es Dios quien obra y yo le adoro: es el que bendice y yo recibo la bendición; Él es lo que es más, yo lo que es menos. (Heb. 7:7).
HE AQUÍ LO QUE HACE EL CRISTIANISMO, LO QUE ES, Y LO QUE ADEMÁS LE DISTINGUE DE TODOS LOS SISTEMAS RELIGIOSOS DE INVENCIÓN HUMANA QUE EXISTEN DEBAJO DEL SOL. LAS RELIGIONES HUMANAS CONCEDEN SIEMPRE MÁS O MENOS PUESTO A LA CRIATURA, GUARDANDO EN SU CASA A LA ESCLAVA Y SU HIJO, DEJANDO AL HOMBRE ALGO DE QUE GLORIARSE. EL CRISTIANISMO PURO, EN CAMBIO, EXCLUYE LA NATURALEZA VIEJA, NO DEJÁNDOLE PARTE ALGUNA EN LA OBRA DE SALVACIÓN; ECHA FUERA LA SIERVA CON SU HIJO Y DA TODA LA GLORIA AL ÚNICO AL CUAL PERTENECE.
La esclava representa al pacto de la Ley (Ritos, mandamientos y doctrinas de hombre), y su hijo, a todos los que son de las obras de la Ley (Administrador: los que obran en la carne). La esclava sólo pare para la esclavitud, y no puede dar a luz hombre libre alguno.
Gál. 4:29, Pero como entonces el que era engendrado según la carne, perseguía al que había nacido según el Espíritu, así también ahora.
Gál. 4:30, Mas ¿qué dice la Escritura? Echa fuera a la sierva y a su hijo; porque no será heredero el hijo de la sierva con el hijo de la libre.
Gál. 4:31, De manera, hermanos, que no somos hijos de la sierva, sino de la libre.
No se trata de hacer esfuerzos de conseguir la vida tratando de guardar la Ley, procurando establecer así mi propia justicia.
Gál. 5:1, Estad, pues, firmes en la libertad en que Cristo nos hizo libres, y no volváis otra vez a ser presos en el yugo de servidumbre.
VERDADEROS ADORADORES. FE A PRUEBA
Dios coloca a Sus hijos amados en el horno para probar la realidad de su fe. Dios lo hace porque desea la realidad. No basta decir: Señor, Señor, o voy Señor. Es preciso que el corazón sea probado hasta el fondo, a fin de que en él no se abrigue algún elemento de hipocresía o de falsa profesión. Dios dice: Hijo mío dame tu corazón. Y a fin de probar la sinceridad de nuestra respuesta a las órdenes de su gracia, pone Su mano sobre lo que toca más de cerca el corazón.
Puede haber mucha verdad en los labios, pero Dios ama la verdad en lo íntimo.
Gén. 22:2, Y dijo: Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré.
Eso, si, que es poner a prueba la fe, para que esta, mucho más preciosa que el oro, el cual perece, bien que sea probada con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra.
El alma que ha encontrado en Dios todas sus fuentes, puede, sin vacilar, abandonar todas las cisternas humanas.
Y querer abandonar las cosas visibles, sin la fe que se apropia de las cosas invisibles, resulta el trabajo más estéril que se puede imaginar. ¡No puede hacerse! El alma retendrá a su Isaac querido hasta que haya encontrado en Dios su todo.
Gén 22:3, Y Abraham madrugó muy de mañana, y enalbardó su asno, y tomó consigo dos criados suyos, y a Isaac su hijo; y cortó leña para el holocausto, y se levantó, y fue al lugar que Dios le dijo.
No tardó, sino obedeció en seguida. La fe no se para a considerar las circunstancias y en calcular sobre las consecuencias, sino fija la mirada en Dios. La fe no toma consejo con carne y sangre.
Gén. 22:5 Entonces dijo Abraham a sus criados: Esperaos aquí con el asno, y yo y el muchacho iremos hasta allí, y adoraremos, y volveremos a vosotros.
El verdadero servidor tiene la vista no fija en su servicio, por considerable que fuera, sino en el amo, y esto es lo que produce el espíritu de adoración. Que no vivamos más ocupados de la obra que del Maestro.
Ahora, descansar en las bendiciones de Dios es otra cosa que descansar en Dios mismo. Confiar en Dios al tener a la vista los conductos por los cuales debe venir la bendición, es muy otra cosa que confiar en Él cuando esos conductos están tapados. Cuando yo vea los conductos visibles de la bendición secarse ¿disminuye mi confianza?
Gén. 22:12 Y dijo: No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; que ahora conozco que temes a Dios, pues que no me rehusaste tu hijo, tu único;
La fe se manifiesta siempre por las obras, y el temor de Dios por los frutos que produce. Pero la fe tiene que ser probada.
Stg. 2:14, Hermanos míos, ¿qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene las obras? ¿Por ventura esta tal fe le podrá salvar?
NOTA: Stg. 2:15-17, Y si el hermano o la hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, 16 y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les diereis las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿qué les aprovechará? 17 Así también la fe, si no tuviere las obras, es muerta en sí misma.
Cuando nos sea dado sufrir la prueba que Dios mismo nos envía, podemos estar seguros de hacer nuevas experiencias en orden al carácter de Dios y aprender así a apreciar el valor de la prueba. Si Abraham no hubiera extendido la mano para degollar a su hijo, no habría conocido nunca toda la grandeza excelsa de las riquezas del Nombre que allí da Dios: YHWH-jireh, o el Señor proveerá, o verá.
Solamente cuando somos sometidos de verdad a la prueba, descubrimos lo que es Dios. Sin pruebas no podemos ser más que conocedores teóricos; pero dios no quiere que seamos tales conocedores tan solo; desea que penetremos en las profundidades de la Vida que está en Él mismo, en la realidad de una comunión personal con Él.
Nota: Rom. 5:3, Y no sólo esto, más aún nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia;
Rom. 5:4 y la paciencia, experiencia; y la experiencia, esperanza;
Stg. 1:22, Mas sed hacedores de la Palabra, y no tan solamente oidores, ENGAÑÁNDOOS A VOSOTROS MISMOS.
Pro. 14:23, En toda labor hay fruto; mas el hablar y no hacer, empobrece.
Retomamos:
Stg. 1:12, Bienaventurado el varón que padece con paciencia la tentación, porque cuando fuere probado, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman.
La prueba es honra conferida por el Omnipotente mismo, y sería difícil apreciar toda la bienaventuranza que resulta de la experiencia que produce.
Haga Dios que sepamos sufrir la prueba, a fin de que se manifieste Su obra y que Su Nombre sea glorificado en nosotros.
Antes de terminar, fijemos por un momento nuestra atención en el testimonio que rinde el Señor a favor de Abraham.
Gén. 22:16-18, y dijo: Por mí mismo he jurado, dijo el SEÑOR, que por cuanto has hecho esto, y no me has rehusado tu hijo, tu único; 17 bendiciendo te bendeciré, y multiplicando, multiplicaré tu simiente como las estrellas del cielo, y como la arena que está a la orilla del mar; y tu simiente poseerá las puertas de sus enemigos: 18 En tu simiente serán benditos todos los gentiles de la tierra, por cuanto escuchaste a mi voz.
Nota: ¿Estamos rehusando algo al Señor?
Heb. 6:13-18, Porque prometiendo Dios a Abraham, no pudiendo jurar por otro mayor, juró por sí mismo, 14 diciendo: Que te bendeciré bendiciendo, y multiplicando, te multiplicaré. 15 Y así, esperando con largura de ánimo, alcanzó la promesa. 16 Porque los hombres ciertamente por el mayor que ellos juran; y el fin de todas sus controversias es el juramento para confirmación. 17 En lo cual, queriendo Dios mostrar más abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, interpuso juramento, 18 para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo, los que nos acogemos a unirnos a la esperanza propuesta;
Esta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe. Solamente por la fe podemos vencer al mundo. La incredulidad nos coloca bajo el poder de las cosas presentes, o en otras palabras, da al mundo la victoria sobre nosotros, mientras tanto que el alma que, mediante la enseñanza del Espíritu Santo, haya aprendido a conocer que Dios le es del todo suficiente, se haya del todo independiente de las cosas de la Tierra.
C.H.MACKINTOSH
(Estractos recibidos por gentileza de Rafael Restrepo).
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