LA SOLEDAD DE UN CRISTIANO Por A. W. Tozer



La soledad de un Cristiano es el resultado de su andar con Dios en un mundo perverso; un caminar que muy a menudo lo lleva a apartarse de la comunión con buenos cristianos así como del mundo no regenerado (los no conversos). Sus instintos dados por Dios claman por compañía con otros de su mismo sentir, otros que puedan entender sus deseos, sus aspiraciones, su absorción en el amor de Cristo; y debido a que dentro del círculo de sus amigos hay tan pocos que compartan sus experiencias internas, él se ve forzado a caminar solo. Los deseos insatisfechos de los profetas por comprensión humana los causaba a clamar en sus quejas, y aun nuestro Señor sufrió de la misma manera.


El hombre [o mujer] que actualmente ha experimentado internamente la divina Presencia, no encontrará muchos que lo entiendan. El encuentra a pocos que les interesa hablar aquello lo cual es el objeto supremo de su interés, así que a menudo está silencioso y preocupado aun en el medio de una ruidosa reunión religiosa.

Debido a esto él recibe la reputación de ser aburrido y demasiado serio, y por eso es evitado y el espacio entre él y la sociedad se hace cada vez más grande. El busca a amigos en cuyas vestiduras él pueda sentir el olor de mirra y áloe y casia de los palacios de marfil, y al encontrar solo pocos o ninguno, él, al igual que María, guarda estas cosas en su corazón.

Es esta misma soledad la que lo lleva hacia Dios. Su incapacidad de encontrar compañía humana lo conduce a buscar en Dios lo que no puede encontrar en ningún otro lugar.

Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte. (Ap. 12:11)

Por gentileza de PIEDAD H. NAVARRO LÓPEZ

2 comentarios:

  1. Parece que este mismo entorno permite que a los tales se les califique de místicos.

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  2. ¡Gracias Marroco!Yo siempre he sido un místico-práctico. Creo que no se puede conocer al Señor profundamente sin serlo. Los místicos clásicos me han ayudado: Teresa de Ávila, Juan de la Cruz, Madame Guyon, etc... Lamentablemente la mayoría ve a los místicos en un sentido peyorativo; aunque es cierto que ser un místico sin apego a la escritura puede causarnos problemas y engaños. ¡Pablo, por ejemplo, fue un tremendo místico!

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