Espíritu Santo = "Satélite" |
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1ª Pedro 3: 15
… sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros;
Hechos 8: 26-39
26 Pero un ángel del Señor habló a Felipe, diciendo: Levántate y ve hacia el sur, al camino que desciende de Jerusalén a Gaza. Es un desierto. 27 Él se levantó y fue. Y sucedió que un etíope, eunuco, alto funcionario de Candace reina de los etíopes, el cual estaba a cargo de todos sus tesoros, y había venido a Jerusalén para adorar, 28 volvía sentado en su carro, y leyendo al profeta Isaías. 29 Y el Espíritu dijo a Felipe: Acércate y júntate a ese carro. 30 Cuando Felipe se acercó corriendo, le oyó que leía al profeta Isaías, y dijo: Pero ¿entiendes lo que lees? 31 Él dijo: ¿Y cómo podré, si alguno no me guía? Y rogó a Felipe que subiese y se sentara con él.
32 El pasaje de la Escritura que leía era éste:
“Como oveja fue llevado al matadero;
Y como cordero sin voz delante del que lo trasquila,
Así no abrió su boca.
33 En su humillación no se le hizo justicia;
Mas su generación ¿quién la describirá?
Porque su vida es quitada de la tierra”.
34 Tomando la palabra el eunuco, dijo a Felipe: Te ruego que me digas: ¿de quién dice el profeta esto; de sí mismo, o de algún otro? 35 Entonces Felipe, abriendo su boca, y comenzando desde esta escritura, le anunció el evangelio de Jesús. 36 Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua, y dijo el eunuco: Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado? 37 Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. 38 Y mandó parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó. 39 Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe; y el eunuco no le vio más, pues siguió gozoso su camino.
Sí, estás pensando correctamente. Efectivamente, en tu iglesia no te enseñaron bien transmitiéndote esa compulsión a "evangelizar" de manera sistemática. Todo lo que no fluye de ti por el Espíritu no viene de Dios y es una obra muerta (separada de Dios) hecha en la carne; “y el que siembra para su carne de la carne cosechará corrupción” (Gálatas 6: 8).
Estate, pues, tranquilo y no "evangelices" más; espera a ser dirigido por el "satélite"; es decir, por el Espíritu Santo.
Es muy sencillo, todo lo que tienes que hacer es dejarle tomar la iniciativa y, si Él no lo hace, tú no harás nada, pase lo que pase y por mucho tiempo que nada pase. Simplemente come y crece. No te enfoques en crecer o hacer, sino en comer, porque el que come crece y traerá fruto.
Los textos bíblicos del encabezamiento son la mejor instrucción de lo que es auténtica evangelización bíblica hecha en comunión con el Espíritu Santo.
Comencemos pues.
Pedro, que empezó cortando orejas con la espada física (Efesios 6: 17), al fin aprendió y maduró (ver Juan 18: 10). Así somos nosotros, cuando usamos la espada de la Palabra de Dios a destiempo o con violencia; es decir, de manera imprudente y sin sabiduría, con celo, pero no conforme a ciencia (Rom. 10: 2).
Lo mismo le ocurrió muchos siglos antes a su antecesor Moisés, cuando pretendiendo "evangelizar" al egipcio, lo mató y enterró y tuvo que salir huyendo (ver Éxodo 2: 11-15). Moisés en aquel entonces no entendía que nadie a quien no le duela la cabeza querrá tomarse una aspirina. Más adelante Dios le dijo: "ven, por tanto, ahora"; justo cuando el dolor de cabeza del pueblo de Dios, que también le rechazó en aquel entonces, estaba en su punto álgido y por ello ahora sí, estando bajo la opresión del duro yugo de esclavitud de los egipcios, clamaba a Dios por ayuda, (ver Éxodo 2: 23-25; 3: 7-10). La “aspirina”, que era Moisés, también necesitó tiempo para poder ser elaborada, lo cual ocurrió previamente en esa larga temporada de 40 años, que Moisés pasó en auto-exilio en el desierto. Y, cuando la aspirina y el dolor de cabeza estuvieron listos, ¡entonces Dios los juntó!
Sí, efectivamente, debemos esperar a estar preparados y maduros para que sea Dios a través de nosotros y no nosotros quien evangelice o haga cualquier otra obra. Cualquier otra cosa será nuestra obra y no la de Dios, que no engendrará hijos de Dios cabales, sino Ismael-es, Moabitas o Amonitas, quienes se volverán cual espinas en nuestros costados y que más tarde tendrán que ser echados, si en verdad hemos de entrar en la dimensión del Espíritu.
Sólo vemos una excepción a esta regla general. Cuando al principio somos llenos del Espíritu y estamos en nuestra luna de miel con el Señor, normalmente no actuaremos por la compulsión del liderazgo o por vanagloria, sino impulsados por el amor, el gozo y la paz que estamos experimentando y rebosando para compartir con otros. Esa 'unción del enamorado' suele ser usada por el Señor; al menos así lo experimentamos nosotros y algunos fueron salvos, llenos del Espíritu e incluso sanos por medio de nuestra ministración.
Santifiquemos, pues, al Señor en nuestros corazones, no tratando de envolverlo en nuestros escarceos carnales y, sí, preparémonos para cuando llegue la oportunidad. Entonces lo haremos con mansedumbre y sólo a quienes nos lo demanden. Ellos preguntarán, porque habrán sido atraídos por el olor, color y sabor del fruto maduro, en nosotros. Ni siquiera servirá el fruto verde. Hasta entonces, ¿cuántas denteras no habremos provocado por la acidez de un fruto que no está en sazón? El fruto maduro no es ostentado por los niños ni siquiera por los jóvenes en el Señor. Sólo los crucificados, los padres, pueden predicar la cruz con éxito, porque tienen el fruto en el árbol.
Por lo tanto, Pedro nos dice que debemos madurar y esperar que nos pregunten. Es importante resaltar aquí la palabra INICIATIVA. La iniciativa pertenece al Espíritu, nunca hemos de ser nosotros los que tomemos la iniciativa. Sólo lo que se ORIGINA en Dios es espiritual y traerá fruto para el Reino. Lo que se origina en nuestras mentes carnales, más o menos lúcidas, no tiene ningún valor espiritual. Estamos buscando engendrar hijos, no realizar un proselitismo mercantilista, tipo farisaico. Los fariseos recorrían medio mundo para hacer un prosélito, sólo para hacerlo dos veces más hijo del infierno que ellos mismos (Mateo 23: 15).
Veamos ahora al Espíritu Santo evangelizando en comunión con Felipe. Es toda una lección práctica de cómo hay que hacerlo.
Pero un ángel del Señor habló a Felipe, diciendo: Levántate y ve hacia el sur, al camino que desciende de Jerusalén a Gaza. Es un desierto. 27 Él se levantó y fue.
En el contexto anterior vemos a Felipe en Samaria, siendo usado por el Señor en un tremendo avivamiento, con milagros y señales. Sin embargo, a Felipe no le importó dejar aquella grandiosa obra para ser trasladado al desierto a ministrar a una sola persona. Él simplemente obedeció al ángel enviado por el Espíritu y no se paró a protestar a pesar de que se le enfatizó que era un desierto.
Y sucedió que un etíope, eunuco, alto funcionario de Candace reina de los etíopes, el cual estaba a cargo de todos sus tesoros, y había venido a Jerusalén para adorar, 28 volvía sentado en su carro, y leyendo al profeta Isaías.
“Y sucedió” por “casualidad” que alguien de las altas esferas, un pez gordo de esos de los 153 que pescó Pedro (Juan 21: 11). Alguien, que como tantas veces se ha dicho, pudo haber sido la llave de la puerta para la evangelización del Yemen en aquel entonces. Cuando, en lugar de tomar iniciativas propias, esperamos a que Él lo haga y obedecemos, siempre ocurrirá algo maravilloso.
Era alguien que ya tenía su "dolor de cabeza" en estado óptimo para ansiar una "aspirina". Era alguien que estaba recorriendo una gran distancia y dejando tras de sí las comodidades de su alto nivel de vida, para ir a Jerusalén “a adorar”. Sólo el Espíritu sabe quienes están buscando, y nos puede llevar hasta ellos. Además, éste redimía su tiempo leyendo y meditando en la Palabra de Dios. En fin, era un terreno arado y preparado, barbechado, para recibir la semilla. Evangelizar no consiste sólo en sembrar, hay que hacerlo además en el terreno adecuado y preparado, de lo contrario malgastaremos semilla, tiempo y dinero.
29 Y el Espíritu dijo a Felipe: Acércate y júntate a ese carro. 30 Cuando Felipe se acercó corriendo, le oyó que leía al profeta Isaías, y dijo: Pero ¿entiendes lo que lees? 31 Él dijo: ¿Y cómo podré, si alguno no me guía? Y rogó a Felipe que subiese y se sentara con él.
Felipe seguía en posición de "standby", es decir, a la espera. Todavía aguardaba instrucciones más precisas y las recibió: “Acércate y júntate a ese carro”. Entonces dice que Felipe “se acercó corriendo”. ¡Siervo obediente y diligente donde los haya! Pero aun así no se lanzó a comerse verbalmente su presa, el eunuco, sin pelar ni sazonar. Primero puso su oído atento, buscando el hilo que le llevara hasta el carrete; es decir, buscando por donde entrar en conversación para ministrar a la necesidad específica del momento. Aquí Felipe tampoco se lanzó a una perorata bíblico-escatológica desde Génesis hasta Apocalipsis; ni a contarle al eunuco de todos los milagros y maravillas que el "gran Felipe" venía de hacer en Samaria, para que el eunuco entendiera que estaba hablando con un "Tarzán" de Dios y así picara el anzuelo más fácilmente. Simplemente, siguió el hilo de Isaías, que el Espíritu le estaba mostrando, y le preguntó “si entendía lo que leía”. Es bueno hacer preguntas en lugar de "tragarse el balón", hablando en términos futbolísticos.
El eunuco, desesperado por el agua de la vida, le contestó, “¿Y cómo podré, si alguno no me guía?” ¿Se da cuenta de que casi siempre que usted eligió hablar a alguien de las cosas de Dios, salvo excepciones, nunca quisieron escuchar o lo hicieron de mala gana? Claramente, este no fue el caso de Felipe, al que a continuación el eunuco le ruega que “suba y se siente con él”, como insinuando: “¡Por favor, hábleme de Cristo o me muero!” En el versículo treinta y cuatro vuelve a rogar, “Te ruego que me digas: ¿de quién dice el profeta esto; de sí mismo, o de algún otro?” (Justo como a usted y a mí nos pasaba al principio casi siempre en la evangelización. ¿Verdad?).
35 Entonces Felipe, abriendo su boca, y comenzando desde esta escritura, le anunció el evangelio de Jesús.
“Entonces”, no antes, porque hasta el momento preciso, en lugar de hablar, Felipe escuchaba, tanto al Espíritu como al eunuco. Pero, cuando vio con claridad el hoyo abierto para depositar la semilla, “abriendo su boca”, —¡ahora sí!— dejó caer su simiente. Lo hizo desde esa precisa Escritura que suscitaba el interrogante del eunuco, satisfaciendo su necesidad sin alharacas y sin sacar la repetidora de versículos bíblicos desde Génesis a Apocalipsis, sino yendo justo al grano.
36 Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua, y dijo el eunuco: Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado? 37 Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios.
Cuando estamos siendo dirigidos por el Espíritu la unción de nuestras palabras estará asegurada. Esas palabras "barnizadas" con la unción provocarán siempre un efecto. No será necesario que los empujemos, forcemos, los invitemos al culto, los guiemos en la oración del pecador, les demos un cursillo bautismal o seamos pastores titulados o nombrados, etc. etc. (no se puede empujar una cuerda floja por detrás, hay que tirar de ella desde el frente). ¡Ellos nos pedirán y aún rogarán! Probablemente, Felipe mencionara el bautismo en su respuesta, pero no fue él quien invitó a hacerlo al eunuco, sino que el mismo eunuco le urgió a que lo hiciera). El eunuco no quiso esperar nada de eso, ¡cuando oyó hablar del evangelio él mismo quiso saltar de cabeza a la pila bautismal! Sin embargo, a nosotros, cuando ardíamos en deseos de hacerlo, nos hicieron esperar y pasar por un cursillo, —¡justo como aquí en esta Escritura!
“Si crees de todo corazón, bien puedes”, le pidió Felipe como único requisito; y la sencilla confesión de fe del eunuco, “Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios”, bastó.
38 Y mandó parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó. 39 Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe; y el eunuco no le vio más, pues siguió gozoso su camino.
Una vez más es el Espíritu a través del eunuco quien está llevando la INICIATIVA, pues “manda parar el carro”. Entonces, Felipe llamó por el celular a su pastor para que lo inscribieran en un cursillo para después de unos meses, cuando ya se le quitara el deseo ardiente, se remojara… ¡No!, sino que el mismo Felipe, un diácono elegido para servir las mesas poco antes (Hechos 6: 5) —y aunque no fuera ni eso tampoco hubiera importado—, casi lo ahogó, aun sin la túnica blanca de los que se bautizan, porque se le había olvidado en Samaria, pues el Espíritu le dijo que saliera corriendo…
Hecho el trabajo, el Señor arrebató a Felipe y el eunuco quedó en sus benditas manos, y no en las de la denominación "X". ¡Cómo tiene que ser! Podemos atestiguar que a nosotros nos pasó algo parecido, pues después de recibir el bautismo en el Espíritu Santo, solos en nuestro carro, sin haber asistido ni siquiera a un culto, el Señor trató con nosotros casi durante un año, antes de empezar a congregarnos. En ese tiempo el Espíritu nos usó como Él quiso para salvar a unos pocos y para algunos bautismos en el Espíritu Santo también. ¡Tremenda herejía, pues no sabíamos que “sin tener membresía eclesial y sin ser ordenado pastor no se podía hacer eso”!
No es nuestro ánimo con este tono jocoso burlarnos de ciertas prácticas eclesiásticas, sino llamar la atención sobre el hecho de que el único requisito que necesitamos para hacer la obra del Señor es que Él la haga en nosotros y con nosotros.
Así que ¡ánimo! Prepárese, coma a Cristo, crezca y madure. Cuando esté listo el Espíritu lo moverá como hizo con Felipe.
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!!!Maravilloso!!!
ResponderEliminarGracias Rafael.
EliminarHermosa enseñanza!!!
ResponderEliminarQuizá alarmante a la vez: porque entonces, cuántos de los que dicen ser cristianos han sido realmente convencidos y atraidos por el Espíritu Santo y no por un convencimiento casi forzoso por parte del hombre?
Gracias Daniel. Sí, es una pena que haya tantos ismaeles, moabitas y ammonitas mezclados entre el pueblo auténtico de Dios.
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