DIOS DE TODA CONSOLACIÓN – (II), Administrador



El sufrimiento nos visita con diferentes atuendos; se disfraza de problemas financieros o laborales, problemas de salud, incluso enfermedades terminales, accidentes, problemas afectivo-emocionales como divorcios, infidelidades, en forma de depresiones, enemistades, ... En fin podríamos resumir que toca las áreas de salud, financiera y afectiva. Dios permitirá que seamos tratados en todas o algunas de ellas; principalmente en aquello que sea un ídolo en nuestras vidas. Un ídolo es aquello en que pensamos más o demasiado; algo, sobre todo, que amamos más que a Dios; algo que se interpone impidiéndonos la perfecta obediencia en nuestro seguimiento de Cristo. Y, sí, a veces incluso un cónyuge o un hijo pueden ser ese ídolo que tiene que ser derribado, porque nos retiene de poder seguir a Cristo cabalmente, ¡y tiene que ser echado abajo! Los afectos naturales son los ídolos que más nos cuesta vencer, pues cónyuges e hijos, desgraciadamente, suelen estar por encima del amor al Señor y nos coartan de una entrega plena.

Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna.

Mientras el ídolo permanezca estaremos moviéndonos de manera esquizofrénica, con corazón dividido, con doblez de ánimo o intención, pues no podemos servir a dos señores.

Si el dinero es nuestro principal estorbo, Dios nos llevará en un proceso de desasimiento, tal vez permitiéndonos descender al nivel de la pura subsistencia, dejándonos perder trabajo o casas o carros, cualquier tipo de bien patrimonial, ¡o todos! ¡Pero Dios sabe hasta el último grano de arroz que tenemos en nuestra alacena! Seremos mantenidos bien abajo hasta que aprendamos la lección de la dependencia, que viene por ver Su milagrosa mano proveedora actuar una y otra vez supliéndonos y usando a los hermanos para hacerlo si es necesario. Necesitamos ser humildes para para recibir y vencer nuestra “suficiencia”. ¡En más fácil dar que tener que recibir! No podremos conocer al Dios proveedor hasta que seamos despojados. No podremos conocer al Dios sanador hasta que enfermemos y experimentemos una sanación. No podremos comprobar la suficiencia de Dios, hasta que suframos una pérdida emocional grave.

Después de aprendidas estas lecciones estaremos listos y libres para relacionarnos. Seremos insobornables en lo económico y no estaremos continuamente pensando que necesitamos esto o aquello. Podremos adentrarnos en relaciones afectivas, porque estaremos llenos para entrar a ellas a dar, no como sanguijuelas que todo el tiempo dicen ¡dame, dame! ¡necesito, necesito! (Proverbios 30:15). No buscaremos que un padre, un cónyuge o un hijo llene nuestras necesidades afectivas, porque Dios ya las colma, y las relaciones que vengan sólo serán complementos que recibiremos con gozo, pero sin ataduras, pues ya no nos restringirán frente al Señor. Buscaremos antes a Dios que a los médicos y soportaremos muchas cosas sin ir corriendo a echar mano de la pastilla y sin pasárnosla diciendo “me duele aquí, me duele allá ...” (2 Crónicas 16:12). El contentamiento nos presidirá y la paz de Dios será el árbitro en nuestros corazones y no las cosas externas o los afectos humanos (1 Timoteo 6:6; Colosenses 3:15). Estaremos buscando el Reino de Dios y su justicia y todas las demás cosas nos serán añadidas, ¡Sus bendiciones nos alcanzarán sin que tengamos necesidad de estar corriendo tras ellas! (Mateo 6:33; Deuteronomio 28:2). Solamente caminaremos por la alfombra roja de Dios, en la que Sus obras están preparadas de antemano para que caminemos en ellas, según Él nos la vaya desenrollando, un paso a la vez (Efesios 2:10).

Decía San Juan de la Cruz, “¿qué sabe quien no ha sufrido?” Bendito sufrimiento pues. Solo los experimentados en quebranto tienen la auténtica sabiduría de la vida, que viene por el conocimiento y experimentación reales de Dios. Es un auténtico milagro que nosotros podamos convenir en esto; pues cuando sufríamos intensamente lo que hacíamos más bien es quejarnos y gritarle a Dios (hágalo sin tapujos, David lo hacía, no actuaba con hipocresía frente a Dios) y queríamos más bien agarrarlo por el cuello. Le gritábamos a Dios: “¡Para! ¡no aguanto más! ¡este sufrimiento me está haciendo aborrecerte, más que amarte! ¡Mejor quítame la vida!” Sí, estas y otras lindezas le prodigábamos. Para ser sinceros, todavía no estamos listos para amar el sufrimiento, pero al mirar atrás si podemos darle gracias a Dios por lo qué ha hecho en nuestras vidas. Algunos dicen que volverían a pasar por ello una y mil veces, a nosotros todavía nos asusta lo que tuvimos que pasar y sólo nos atrevemos a orar, con nuestra boca pequeña, “Señor haz lo que tengas que hacer, pero cumple Tu propósito en mí; Señor, no retires Tus exigencias, déjame coger resuello y yo me someteré!"

El sufrimiento, cual aguijón en la carne, cuando ya no sea necesario nos será quitado. Mientras fragua en cemento (concreto) el encofrado ha de permanecer, de lo contrario el cemento se derramaría. El pastel saldrá del horno cuando esté hecho. Mientras haya combustible el fuego continuará, y en nuestro caso el combustible en el altar es nuestra carnalidad. El holocausto debe ser completamente quemado. Mirando a atrás podemos regocijarnos de que nuestra cárcel, como la de José, siempre fue una cárcel de oficiales, una cárcel con barrotes de oro. El Señor siempre nos dio algún que otro mimo para poder soportar (1 Corintios 10:13). Al final de la prueba siempre nos espera un oasis, un lugar espacioso donde poder tomar resuello. Como Sadrac, Mesac y Abeb-Nego saldremos sin olor a humo de nuestro horno calentado siete veces, después de haber podido ver allí con nosotros a Uno como el Hijo de los Dioses y esto será evidente a quienes nos rodean (Daniel 3:12 ...). Con Job diremos, “de oídas te había oído, pero ahora mis ojos te ven” (Job 42:5). Job al principio de su prueba se sometió, “En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno” (Job 1:22), pero cuando la prueba continuó, y continuó, y continuó, …, ¡la cosa cambió! y Job se quejaba y argumentaba contra Dios. Sí, él era de nuestra misma pasta, pero al final del túnel vio la luz.

¿La respuesta a quienes están sufriendo, a quienes todavía no son sanados, a quienes esperan una salida a su tormento? “YO estaré contigo, lo que te ocurre de Mí procede”, dice el Señor (Véase: http://txemarmesto.blogspot.com.es/2010/11/lo-que-te-ocurre-procede-de-mi.html). Nada puede tocarnos que no haya sido permitido y pesado previamente por nuestro amoroso Padre; absolutamente nada ocurre por casualidad, sino por causalidad, en la vida de uno de Sus hijos.

Teresita de Lisieux, gran sufridora donde las haya, recibió esta palabra en cierta ocasión: “Para los que tienen fe como un grano de mostaza Dios hace un milagro, pero a Sus amigos íntimos, como Marta y María, prueba su fe”.

Seamos valientes y oremos como hacía Watchman Nee: “Padre, no rebajes el listón que colocaste para Mí, espera un poco y yo me someteré con tu gracia”. Padre danos la confianza para dejarte dormir en medio de la tormenta, pero si el temor nos vence y gritamos para que nos socorras, calma la tempestad. Si nos hundimos mientras vamos hacia Ti caminando sobre el agua, por mirar indebidamente hacia las olas, toma nuestra mano a nuestro clamor.

En cierta ocasión el Señor nos habló a nosotros a modo de una imagen mental: “La vida del cristiano no es cruzar el cable como el funambulista, sino poder vivir en el cable, como si fuera lo más normal y sin ningún temor”. 

¡Bienvenidos a la bendita seguridad de la inseguridad! ¡Alabado sea Su santo nombre!

Vea el libro completo aquí: http://josemariaarmesto.blogspot.com.es/2016/08/libro-dios-de-toda-consolacion-una.html

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