EL MENSAJE DEL MANÁ: DEPENDENCIA (Contentamiento, aceptar Su provisión), (Cap. VII de "Shabat"), Joseph Herrin



Cap. VII: El mensaje del maná


El apóstol Pablo habla mucho acerca de los israelitas que anduvieron por el desierto cuarenta años. Ellos se dan como un ejemplo para la Iglesia, y sus fallos son también mencionados como peligros potenciales para los santos de hoy. Aquellos que Moisés sacó de Egipto lucharon con los mismos problemas que la Iglesia tiene que afrontar y superar si va a introducirse en el reposo prometido de Dios.

A menudo se aprecia poco que aquellos que nos han precedido sirvan como ejemplos, buenos y malos, para los santos de hoy en día. Al pueblo de Israel que siguió la columna de fuego y la nube a lo largo de su peregrinación por el desierto, se hace referencia en la Escritura como "la iglesia en el desierto" (Hechos 7:38). Pablo afirma claramente que la iglesia debe prestar especial atención a sus errores, porque sus mismos errores no se deben repetir.

I Corintios 10: 1-11 Porque no quiero que ignoréis, hermanos, que nuestros padres todos estuvieron bajo la nube, y todos pasaron el mar; y todos en Moisés fueron bautizados en la nube y en el mar; y todos comieron el mismo alimento espiritual; y todos bebieron la misma bebida espiritual, porque bebían de la roca espiritual que los seguía; y la roca era Cristo. Sin embargo, de la mayoría de ellos Dios no estaba complacido; pues quedaron tendidos en el desierto. Mas estas cosas sucedieron como ejemplos para nosotros, para que no codiciemos cosas malas, como ellos codiciaron. Y para que no seamos idólatras, como algunos de ellos fueron; como está escrito, "Se sentó el pueblo a comer y a beber, y se levantó para jugar". Tampoco forniquemos, como algunos de ellos lo hicieron, y veintitrés mil cayeron en un día. Ni provoquemos al Señor, como algunos de ellos lo hicieron, y fueron destruidos por las serpientes. Ni murmuréis, como algunos de ellos lo hicieron, y fueron destruidos por el destructor. Ahora bien, estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para nuestra instrucción, a quienes han alcanzado los fines de los siglos.

Pablo afirma repetidamente que las cosas que se leen sobre los hijos de Israel en el Antiguo Testamento fueron escritas para aquellos que son parte de la edad actual, quienes han llegado a los fines de las edades. ¿Cuál fue la gran lucha de los israelitas? Fue este mismo asunto que estamos estudiando. Yahwéh desea que ellos se vean libres de las ataduras de la carne, una servidumbre simbolizada por los crueles capataces de Egipto. Él desea que vivan para seguirlo dócilmente, poniendo la carne y sus deseos a muerte.

Pablo afirma que los israelitas no tuvieron éxito en vencer la carne, muriendo a toda iniciativa personal y viviendo sólo para cumplir la voluntad de Yahwéh, y por esta razón Dios no estuvo bien satisfecho con la mayoría de ellos. ¿Podría Pablo pretender cualquier otro significado que la existencia del mismo peligro para la Iglesia de hoy? ¿Es posible que Dios pudiera no estar complacido con la mayoría de la iglesia, también?

Pablo menciona casos específicos de fallas entre estos hijos de Israel. Eran un pueblo que refunfuñaba y que murmuraba. El Señor habló a Moisés de ellos de la siguiente manera.

Números 14: 22-30: 22 todos los que vieron mi gloria y mis señales que he hecho en Egipto y en el desierto, y me han tentado ya diez veces, y no han oído mi voz, 23 no verán la tierra de la cual juré a sus padres; no, ninguno de los que me han irritado la verá. 24 Pero a mi siervo Caleb, por cuanto hubo en él otro espíritu, y decidió ir en pos de mí, yo le meteré en la tierra donde entró, y su descendencia la tendrá en posesión. 25 Ahora bien, el amalecita y el cananeo habitan en el valle; volveos mañana y salid al desierto, camino del Mar Rojo. 26 Y Jehová habló a Moisés y a Aarón, diciendo: 27 ¿Hasta cuándo oiré esta depravada multitud que murmura contra mí, las querellas de los hijos de Israel, que de mí se quejan? 28 Diles: Vivo yo, dice Jehová, que según habéis hablado a mis oídos, así haré yo con vosotros. 29 En este desierto caerán vuestros cuerpos; todo el número de los que fueron contados de entre vosotros, de veinte años arriba, los cuales han murmurado contra mí. 30 Vosotros a la verdad no entraréis en la tierra, por la cual alcé mi mano y juré que os haría habitar en ella; exceptuando a Caleb hijo de Jefone, y a Josué hijo de Nun.

Fueron tres los pecados de los hijos de Israel: no pudieron confiar en el Señor; hicieron ídolos declarándolos ser Dios; y no estaban satisfechos con Su provisión y voluntad para ellos.

Me gustaría estudiar específicamente este último delito y cómo puede descalificar a los santos para entrar en el descanso del sábado de Dios.

Hemos definido previamente el descanso del sábado como estar en un estado de armonía con la voluntad manifiesta de Yahwéh. Es evidente que los israelitas no estaban en un estado de dicha armonía. De hecho, estaban muy insatisfechos con la voluntad y la provisión de Jehová para ellos. Incluso cuando la provisión de Yahwéh vino en una forma milagrosa y sin precedentes, no satisfizo los deseos carnales de un pueblo carnal.

Éxodo 16: 2-31: 2 Y toda la congregación de los hijos de Israel murmuró contra Moisés y Aarón en el desierto; 3 y les decían los hijos de Israel: Ojalá hubiéramos muerto por mano de Jehová en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta saciarnos; pues nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud. 4 Y Jehová dijo a Moisés: He aquí yo os haré llover pan del cielo; y el pueblo saldrá, y recogerá diariamente la porción de un día, para que yo lo pruebe si anda en mi ley, o no. 5 Mas en el sexto día prepararán para guardar el doble de lo que suelen recoger cada día. 6 Entonces dijeron Moisés y Aarón a todos los hijos de Israel: En la tarde sabréis que Jehová os ha sacado de la tierra de Egipto, 7 y a la mañana veréis la gloria de Jehová; porque él ha oído vuestras murmuraciones contra Jehová; porque nosotros, ¿qué somos, para que vosotros murmuréis contra nosotros? 8 Dijo también Moisés: Jehová os dará en la tarde carne para comer, y en la mañana pan hasta saciaros; porque Jehová ha oído vuestras murmuraciones con que habéis murmurado contra él; porque nosotros, ¿qué somos? Vuestras murmuraciones no son contra nosotros, sino contra Jehová. 9 Y dijo Moisés a Aarón: Di a toda la congregación de los hijos de Israel: Acercaos a la presencia de Jehová, porque él ha oído vuestras murmuraciones. 10 Y hablando Aarón a toda la congregación de los hijos de Israel, miraron hacia el desierto, y he aquí la gloria de Jehová apareció en la nube. 11 Y Jehová habló a Moisés, diciendo: 12 Yo he oído las murmuraciones de los hijos de Israel; háblales, diciendo: Al caer la tarde comeréis carne, y por la mañana os saciaréis de pan, y sabréis que yo soy Jehová vuestro Dios. 13 Y venida la tarde, subieron codornices que cubrieron el campamento; y por la mañana descendió rocío en derredor del campamento. 14 Y cuando el rocío cesó de descender, he aquí sobre el haz del desierto una cosa menuda, redonda, menuda como una escarcha sobre la tierra. 15 Y viéndolo los hijos de Israel, se dijeron unos a otros: ¿Qué es esto?, porque no sabían qué era. Entonces Moisés les dijo: Es el pan que Jehová os da para comer. 16 Esto es lo que Jehová ha mandado: Recoged de él cada uno según lo que pueda comer; un omer por cabeza, conforme al número de vuestras personas, tomaréis cada uno para los que están en su tienda. 17 Y los hijos de Israel lo hicieron así; y recogieron unos más, otros menos; 18 y lo medían por gomer, y no sobró al que había recogido mucho, ni faltó al que había recogido poco; cada uno recogió conforme a lo que había de comer. 19 Y les dijo Moisés: Ninguno deje nada de ello para mañana. 20 Mas ellos no obedecieron a Moisés, sino que algunos dejaron de ello para otro día, y crió gusanos, y hedió; y se enojó contra ellos Moisés. 21 Y lo recogían cada mañana, cada uno según lo que había de comer; y luego que el sol calentaba, se derretía. :22 En el sexto día recogieron doble porción de comida, dos gomeres para cada uno; y todos los príncipes de la congregación vinieron y se lo hicieron saber a Moisés. 23 Y él les dijo: Esto es lo que ha dicho Jehová: Mañana es el santo día de reposo, el sábado consagrado a Jehová; lo que habéis de cocer, cocedlo hoy, y lo que habéis de cocinar, cocinadlo; y todo lo que os sobre, guardadlo para mañana. 24 Y ellos lo guardaron hasta el día siguiente, según lo que Moisés había mandado, y no se agusanó, ni hedió. 25 Y dijo Moisés: Comedlo hoy, porque hoy es día de sábado para Jehová; hoy no hallaréis en el campo. 26 Seis días lo recogeréis; mas el séptimo día es sábado; en él no se hallará. 27 Y aconteció que algunos del pueblo salieron en el séptimo día a recoger, y no hallaron. 28 Y Jehová dijo a Moisés: ¿Hasta cuándo no querréis guardar mis mandamientos y mis leyes? 29 Mirad que Jehová os dio el día de sábado, y por eso en el sexto día os da pan para dos días. Estése, pues, cada uno en su lugar, y nadie salga de él en el séptimo día. 30 Así el pueblo reposó el séptimo día. 31 Y la casa de Israel lo llamó Maná; y era como semilla de culantro, blanco, y su sabor como de hojuelas con miel.

Parece la cosa más notable que un pueblo que habían pasado 430 años en una tierra extranjera, la mayor parte del tiempo sirviendo como esclavos, se encontrara de repente liberado de la manera más espectacular, y sin embargo, se quejaran continuamente en contra de quien los liberó. Los israelitas no sólo presenciaron las milagrosas y terroríficas plagas que vinieron contra Egipto, sino que fueron protegidos de las mismas plagas. No sólo fueron liberados de su cautiverio, sino que despojaron a los egipcios cuando se fueron, obteniendo gran riqueza de ellos. No sólo fueron liberados de sus crueles capataces, sino que vieron al poderoso Ejército egipcio sepultado en el Mar Rojo cuando el Señor envió la confusión sobre ellos y luego los cubrió con las olas del mar.

A pesar de todos estos eventos milagrosos y un tremendo cambio en su fortuna, murmuraban por cada inconveniente y murmuraban contra la buena intención de Yahwéh, acusándolo de no preocuparse por ellos. Apenas salidos de Egipto, comenzaron a quejarse de que que no tenían todas las cosas atractivas para comer que tenían mientras eran esclavos en Egipto.

Es evidente que, conocer la voluntad del Señor para su nación y el cumplimiento de Su voluntad no era la mayor de las preocupaciones para ellos. Su gran preocupación era satisfacer su propia carne y antojos. Al igual que la mayoría de los cristianos, que están preocupados por lo que ellos pueden sacar de su relación con Dios.

De la manera más espectacular, el Señor proporcionó Pan del Cielo para cumplir con las necesidades físicas de los hijos de Israel. El pan es incluso descrito teniendo un sabor agradable como de obleas con miel. El maná del Padre siempre tenía todo lo necesario para mantener la vida y hacer que los cuerpos de los hijos de Israel fueran fuertes y sanos, pero la carne no es tan fácilmente satisfecha. La carne desea además muchas cosas para satisfacer sus deseos. Se quiere una rica variedad de carnes y productos gastronómicos. No sólo quiere vivir, sino que quiere vivir en un gran placer. No pasó mucho tiempo antes de que el maná ya no fuera agradable a los hijos de Israel.

Números 11: 1-10. 1 Aconteció que el pueblo se quejó a oídos de Jehová; y lo oyó Jehová, y ardió su ira, y se encendió en ellos fuego de Jehová, y consumió uno de los extremos del campamento. 2 Entonces el pueblo clamó a Moisés, y Moisés oró a Jehová, y el fuego se extinguió. 3 Y llamó a aquel lugar Tabera, porque el fuego de Jehová se encendió en ellos. 4 Y la gente extranjera que se mezcló con ellos se dejó llevar de su apetito, y los hijos de Israel también volvieron a sus llantos y dijeron: ¡Quién nos diera a comer carne! 5 Nos acordamos del pescado que comíamos en Egipto de balde, de los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos; 6 y ahora nuestra alma se seca; pues nada sino este maná ven nuestros ojos. 7 Y era el maná como semilla de culantro, y su color como color de bedelio. 8 El pueblo se esparcía y lo recogía, y lo molía en molinos o lo majaba en morteros, y lo cocía en caldera o hacía de él tortas; su sabor era como sabor de aceite nuevo. 9 Y cuando descendía el rocío sobre el campamento de noche, el maná descendía sobre él. 10 Y oyó Moisés al pueblo, que lloraba por sus familias, cada uno a la puerta de su tienda; y la ira de Jehová se encendió en gran manera; también le pareció mal a Moisés.

Cuán lejos estaban estas personas de la actitud demostrada en la vida de Yahshua. Cuando Yahshua estuvo en el desierto durante cuarenta días sin comida se nos dice que Él tuvo hambre. Sin embargo, incluso en su hambre estaba dispuesto a esperar que la provisión del Padre se manifestase. La tentación de Satanás de convertir las piedras en pan era similar a la del pecado de los Israelitas. Satanás estaba en efecto diciéndole, "Tú no has comido durante cuarenta días. No es razonable que debas ser privado de alimentos. Es algo fácil que tú hables con esas piedras y las conviertas en pan. ¿Por qué no lo haces?" Yahshua, sin embargo, vio el corazón de la cuestión. Porque dejar de esperar en la prestación del Padre no era diferente de las murmuraciones y quejas de Israel diciendo que no estaban siendo atendidos por el Señor. Era una cuestión de confianza, así como una cuestión de ser sujetados a la voluntad del Padre. Si Yahshua hubiera convertido las piedras en pan Él habría demostrado que no estaba sujetado a la espera de la provisión de Jehová. Él estaría declarando que la voluntad de Jehová para Él en este asunto no era aceptable.

Sin embargo Yahshua no respondió como lo hicieron los hijos de Israel. En vez reprendió a Satanás con las palabras: "Está escrito: 'El hombre no debe vivir sólo de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios'" (Mateo 4: 4). Yahshua entendía que la verdadera vida se encuentra en estar en armonía con la voluntad de Jehová. Sin embargo, si era la voluntad de Yahwéh para Yahshua que esperara un poco más para ser alimentado, entonces esta era la esencia de la verdadera vida. La vida no sería mejorada por la alimentación de los deseos de la carne. La vida no sería ni un poco más plena, más rica, o vibrante satisfaciendo los deseos de la carne. La única vida verdadera se encuentra en estar en completamente de acuerdo con la voluntad de Dios.

Cuando los israelitas llegaron a esta misma prueba fracasaron. El Padre también los condujo al desierto y permitió que tuvieran hambre. ¿Iban a mirar todas las señales y maravillas de que habían sido testigos y proclamar: "Sé que el padre debe tener una perfecta provisión para nosotros en este asunto; Él ha mostrado su preocupación por nosotros una y otra vez; cómo podremos dudar de él ahora? Esperaremos por Su provisión con paciencia y acción de gracias".

Esta habría sido una respuesta adecuada, y que habría encontrado el favor de Yahwéh. ¿Por qué no respondieron de esta manera? Fue porque no querían tener que sufrir las molestias de la carne. Se les había sacado de la esclavitud en Egipto, pero aún estaban en esclavitud a las ollas de Egipto. Todavía vivían para satisfacer la deseos carnales de su naturaleza carnal. La búsqueda de la voluntad de Yahwéh no era su objetivo y deseo, sino satisfacer su carne.

Moisés reveló a los israelitas que fueron llevaron a estas pruebas para exponer lo que había en sus corazones.

Deuteronomio 8: 2-3. "2 Y te acordarás de todo el camino por donde te ha traído Jehová tu Dios estos cuarenta años en el desierto, para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos. 3 Y te afligió, y te hizo tener hambre, y te alimentó con el maná que no conocías, ni tus padres habían conocido, para poder hacerte entender que el hombre no vive sólo de pan, sino que vive de todo lo que sale de la la boca de Jehová".

Moisés estaba declarando que la verdadera esencia de la vida es conocer la voluntad del Señor (que procede de su boca) y cumplir Su deseo y Su voluntad. Fue este pasaje el que Yahshua citó cuando fue tentado. Yahshua sabía que el propósito del desierto, de las pruebas, tanto para los israelitas como para Sí. Donde fallaron, Él tuvo éxito. No se permitió a Sí mismo entretener cualquier pensamiento de insatisfacción con la voluntad de Yahwéh para Su vida.

Este es el mensaje del maná. Yahwéh tiene un plan y deseo para cada uno de Sus hijos. ¿Estaremos satisfechos con Su voluntad para nosotros? ¿Nos complacerá conocer Su voluntad y obedecerla tanto si nuestra carne tiene que sufrir como si no? ¿Recurriremos a la murmuración y a la queja como lo hicieron los israelitas? ¿Caeremos en la tentación de alterar el suministro y el plan de Yahwéh actuando de nuestra propia iniciativa, como Satanás tentó a Yahshua a hacer?

Esto no es una cuestión fácil de juzgar. Hubiera sido una simple cuestión para Yahshua convertir las piedras en pan. En nuestra vida también es un asunto sencillo para nosotros buscar nuestra propia voluntad sobre la voluntad de Dios. Hay muchas cosas que podemos hacer para satisfacer los deseos de nuestra carne. Todo lo que necesitamos hacer es tender las manos en un acto de nuestra propia iniciativa y podemos tener lo que desea nuestra carne. Las multitudes lo hacen todos los días, y las multitudes no pueden entrar en el Sábado de Reposo de Dios.

Si hemos de caminar perfectamente delante de Jehová debemos buscar Su voluntad en cada giro y tenemos que estar dispuestos a aceptar lo que es Su voluntad. No hay que quejarse o murmurar. Debemos decir por ejemplo, "Mi alimento es hacer la voluntad del Padre. Su voluntad es para lo que vivo. El cumplimiento de Su voluntad es mi único deseo. No tengo ninguna voluntad propia. No voy a permitir que mi carne dicte el curso que voy a seguir. Voy a poner la carne a muerte y seguiré la dirección del Espíritu de Dios".

La Iglesia sabe muy poco de tal curso en la actualidad. La iglesia está llena de su propia iniciativa. Incluso pocos pretenden conocer la voluntad del Padre en cuestión, y si el Espíritu les hace conocer Su voluntad, hay incluso menos que seguirán de buen grado donde el Espíritu conduce. La Iglesia hoy se ha conformado a la descripción de la iglesia de Laodicea. La iglesia no tiene crucificada la carne, sino que ha perseguido el cumplimiento de los deseos de la carne hasta que lo siguiente es cierto de ella.

Apocalipsis 3: 14-21. 14 Y escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: Esto dice el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios: 15 Yo sé tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! 16 Así, por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca. 17 Porque dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo. 18 Te aconsejo que de mí compres oro refinado por fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para que te cubras, y no quede al descubierto la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas. 19 Yo reprendo y corrijo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete. 20 He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo. 21 Al que venza, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.

Una iglesia que estima la satisfacción del deseo de la carne ha tratado de llenarse de muchas cosas para satisfacer sus deseos. Al satisfacerlas esta iglesia siente que ha ganado todo lo que se necesita. Se declara que no carece de nada, sin embargo, Yahshua dice que esta iglesia es una desventurada, miserable, pobre, ciega y desnuda. Vasta es la disparidad entre la opinión de la iglesia y la opinión de Cristo sobre el estado de la iglesia.

Yahshua se sobrepuso a los deseos de la carne. No le gustaba su vida del alma, ni siquiera ante el costo de la muerte en la cruz. En el momento de Su mayor lucha entre la voluntad del Padre y el deseo de Su carne de preservarse a sí misma, declaró, "Sin embargo, no se haga mi voluntad, sino hágase tu voluntad". Afirma que los que vencen como Él lo hizo serán dignos de sentarse al final con Él en Su trono.

Al entrar en el séptimo día de la Creación, Dios está buscando encontrar a los que en la iglesia volverán a considerar el costo de seguirlo. No hay ninguna provisión prometida para la carne. Como Winston Churchill proclamó a los residentes del Imperio Inglés cuando la amenaza de la Alemania nazi se cernía sobre Europa y todo el mundo libre, "Todo lo que puedo prometerles es sangre, esfuerzo, sudor y lágrimas".

El Padre llama a Sus hijos a calcular el costo y a seguir el ejemplo de Su hijo. Los que pierdan sus vidas encontrarán la verdadera vida, pero los que buscan mantener y proteger su vida del alma y la vida carnal van a acabar perdiendo la obtención de la vida real.

Una vez más el Señor ha traído a Su pueblo a un desierto donde decisiones deben ser hechas. Una vez más se les está dando maná para comer. ¿La iglesia se contentará con Su provisión, o anhelarán las ollas de Egipto?

Juan 6: 32-35. 32 Jesús, entonces, les dijo: De cierto, de cierto os digo: No fue Moisés quien os dio el pan del cielo, sino que es mi Padre quien os da el verdadero pan del cielo. 33 Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo. 34 Le dijeron, pues: Señor, danos siempre este pan. 35 Jesús les dijo: Yo soy el pan de la vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás.

El dicho "eres lo que comes" nunca ha sido más cierto. Cuando comemos el pan de la vida llegamos a ser como Él. Como Él no trató de salvar Su vida, nosotros tampoco. Como buscó sobre todo hacer la voluntad del Padre, también nosotros. Como nunca hizo nada de Su propia iniciativa, nosotros tampoco. Como Él no extendió Su mano para hacer ninguna cosa que no fuera la voluntad del Padre, nosotros tampoco. Sólo de esta manera entraremos en el descanso sabático que tenemos por delante.


Recibamos el maná que Dios nos da desde el Cielo con acción de gracias. No entremos en el error de los hijos de Israel. Este es el mensaje de Pablo a nosotros y este es el mensaje del maná.

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