CUANDO ENSANCHES MI CORAZÓN ... (¿Precaución o miedo a volar?), José (Administrador)





Salmos 4: 1

Respóndeme cuando clamo, oh Dios de mi justicia. Cuando estaba en angustia, tú me hiciste ensanchar; Ten misericordia de mí, y oye mi oración.


Salmos 119: 32

Por el camino de tus mandamientos correré, cuando ensanches mi corazón.



A veces nos resguardamos tanto en la trinchera de nuestros patrones doctrinales y preconcepciones “espirituales”, que esto llega a constituirse en auténtico orgullo e idolatría del corazón. Lo cual nos lleva a la cerrazón de pensar que ya lo sabemos todo y, esto es lo tremendo, ¡lo hacemos incluso siendo conscientes de estar todavía en Pentecostés!; es decir, en el desierto, en la religión, en el alma, en la carne, en el Lugar Santo…


Sin haber cruzado el Jordán de la muerte al yo, frontera entre la religión y la vida, entre la simulada y la verdadera espiritualidad, no andaremos en el Espíritu-espíritu hasta que permitamos al Señor romper y ensanchar nuestro corazón infantil o juvenil, según se tercie, para promocionar al siguiente nivel espiritual.


Mediante la angustia, la presión por circunstancias desagradables, internas y/o externas, es como el corazón es ensanchado. Sólo así podremos ser padres.


1ª Juan 2: 13, Os escribo a vosotros, padres, porque conocéis al que es desde el principio. Os escribo a vosotros, jóvenes, porque habéis vencido al maligno. Os escribo a vosotros, hijitos, porque habéis conocido al Padre.


Sólo Dios sabe cuanta angustia necesitaremos para este proceso, pero, de alguna manera, llegará el momento en que nosotros tengamos que decidir si el asado ha de continuar o si ya tuvimos bastante rostizado. No está en nuestra mano acortar el periodo de quebrantamiento, pero si podemos dilatarlo con nuestra renuencia y desobediencia.


Una cosa es la precaución o prudencia ecuánime, balanceada, pero cuando nuestros preconceptos nos encajonan y todo lo pasamos por el cedazo de nuestro estrecho patrón de entendimiento, eso se convierte en idolatría de corazón: ¡obstinación!


1º Samuel 15: 23 Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación. Por cuanto tú desechaste la palabra de Yahweh, Él también te ha desechado para que no seas rey.


Una maravillosa ilustración de esto, tal vez muy conocida, pueda ayudarnos a entenderlo mejor. Se trata del relato del águila que tiene que “forzar” a sus polluelos a abandonar la comodidad del nido para que aprendan a volar y remontarse bien alto:


Mamá águila, llegado el momento, comienza a quitar todo aquello que hace del nido un lugar plácido, cómodo y mullido, para los polluelos. Ella quitará el suave plumón y después la blanda paja y la hojarasca, que recubre el nido; el cual, desprovisto de esa capa protectora, deja al aire la más sobria y simple estructura; es decir, sólo el “chasis” formado de palos de incómodas aristas y pinchos, que ahora lacerarán a los polluelos y los forzarán a asomarse a los bordes del nido y empezar a desear salir de él, incluso con el miedo que les da lanzarse al aire.


Si eso no fuera suficiente, mamá águila se verá forzada a empujarlos hacia el vacío; eso sí, situándose por bajo de ellos mientras van en caída libre, ¡justo antes de que se produzca la tortilla de polluelos! Entonces, remontándolos sobre sus lomos, los devuelve al nido.


Este proceso será repetido tantas veces como fuere necesario… hasta que los alevines caigan en cuenta de que, después de todo, será mejor empezar a volar que aferrarse a un nido que por ley natural tendrán que abandonar, pues mamá águila así lo decidió para ellos.


En el primer texto vemos al salmista cansado de clamar sin obtener respuesta, llegando a darse cuenta, por su experiencia, que la tribulación está siendo usada por el Señor para ensanchar su corazón, y poder transportarlo más allá de sus estrechas miras. Es sabido que para ver más lejos hay que subir más alto, es ley de vida. Una cumbre pequeña delante nos impide ver la siguiente cumbre más alta sólo hasta que la coronamos.


En el Salmo 119 se deja patente que no podremos correr; es decir, madurar, en el camino de los mandamientos del Señor, de su Palabra (no en nuestro camino de dogmas auto-impuestos o asumidos por herencia), hasta que nuestro corazón sea ensanchado. Y el ensanchamiento siempre requerirá mayor temperatura en el horno de la aflicción,

Salmos 119: 71, Bueno me es haber sido humillado, Para que aprenda tus estatutos.


Muchas veces pensamos que lo que el Señor nos está queriendo decir a través de otros son “cosas de hombres”. Pero, ¿no será tal vez que lo que ocurre no es que sean cosas de hombres, sino que nosotros somos aún niños, que deben crecer para poder juzgar con un corazón ensanchado?


Isaías 54: 2, Ensancha el sitio de tu tienda, y las cortinas de tus habitaciones sean extendidas; no seas escasa; alarga tus cuerdas, y refuerza tus estacas.


Recordemos que no es posible crecer sin cambiar. Necesitamos, pues, “salir fuera del campamento” de los patrones e ideas preconcebidos, por muy atávicos que sean. ¿No seremos tal vez nosotros, y no ellos, los que estamos mal, los que nos apegamos a tradiciones de hombres, que llenan y cargan nuestra mochila?


Hebreos 12: 1 Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante,


¿No será una postura mucho más humilde, pensar que tal vez nuestro infantil o adolescente corazón sea el problema, que cerrarnos en banda haciendo juicios apriorísticos, sin siquiera tomarnos el tiempo o la molestia de “examinad todas esas cosas, que pensamos de hombres, para poder “retener lo bueno”?


1ª Tesalonicenses 5: 21 Examinadlo todo; retened lo bueno.


Nos sería muy útil recordar que del lado oriental del Jordán no están los espirituales, sino los almáticos, a quienes el velo del Antiguo Pacto los hace incapaces de “juzgar con justo juicio” (Juan 7: 24), y cuando juzgan desde tal lado es con visión distorsionada, a través del prisma o velo de la carnalidad. Carnalidad que tiñe la luz diáfana con las potencias del alma y, tonta e inútilmente, trata de atisbar más allá de dicho velo, con los inservibles binoculares del maná externo, en la penumbra de la Menorá. Para escudriñar las cosas de más adentro, del Lugar Santísimo, que requiere el telescopio a la nítida luz de la 'shekinah',


2ª Corintios 3: 16, “Pero cuando se conviertan al Señor, el velo se quitará”.


Marcos 8: 24-25, “El, mirando, dijo: Veo los hombres como árboles, pero los veo que andan. Luego le puso otra vez las manos sobre los ojos, y le hizo que mirase; y fue restablecido, y vio de lejos y claramente a todos”.


Los espirituales, en cambio, son capaces de juzgar todas las cosas, pues están del lado occidental del Jordán, al otro lado del velo; es decir, en el Lugar Santísimo de Tabernáculos, donde pueden disfrutar del óptimo telescopio del maná escondido a la luz cristalina de la Shekinah,


Colosenses 1: 27, “… que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria”.


1ª Corintios 2: 14-15, “Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. En cambio el espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie”.


¿Ya cruzaste a la buena tierra de Tabernáculos?

Si tu respuesta es no, necesitas pedirle a Dios que ensanche tu corazón.


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SALIR DE LA BARCA, Kevin Barret






3 comentarios:

  1. Así es. Que el Señor ensanche nuestro corazón y nos lleve a ser uno con Él, detrás del velo.

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    1. Rafael, esta joya confirmatoria me acaba de llegar hoy: http://josemariaarmesto.blogspot.com.es/2016/02/salir-de-la-barca-kevin-barret.html

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