"La Diferencia entre la Mortificación Legalista y la Mortificación Evangélica"
Ralph Erskine (1685- 1752)
1)- La mortificación legalista y evangélica difieren en la procedencia de sus principios. La mortificación evangélica procede de principios evangélicos, del Espíritu de Dios (Ro. 8:13), "...mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis"; de la fe en Cristo (Hch.15:9), "...purificando por la fe sus corazones"; la constricción del amor de Cristo (II Co.5:14) "el amor de Cristo nos constriñe". Pero la mortificación legalista viene de principios legales como aplausos y alabanzas de los hombres, como los Fariseos; viene del orgullo y de la justicia propia, como Pablo antes de la conversión; del miedo al infierno; de la conciencia; del ejemplo de otros; de emociones comunes del Espíritu, y muchas veces del propio poder del pecado, cuando un pecado es colocado en lucha contra otro, como cuando la sensualidad y la justicia propias son puestas una contra otra. Tal vez, alguien no beba ni jure. ¿Por qué? Porque está estableciendo justicia por sí mismo y por donde pueda obtener el favor de Dios; así tenemos un pecado luchando con otro.
2)- Estos difieren en las armas que usan para combatir el pecado. El creyente verdadero lucha con las armas de la gracia, que son la sangre de Cristo, La Palabra de Dios, las promesas de la Alianza y las virtudes de la Cruz y muerte de Cristo, (Gá.6:14) "Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí y yo al mundo". Pero el hombre bajo la ley lucha contra el pecado por las promesas y amenazas de la ley; el dice: "Por sus promesas: yo voy a obtener vida, y ganar el cielo, así espero hacer esto y más aún. Por sus amenazas dice: yo voy hacia el infierno y a ser condenado, sino hiciere esto y aquello. A veces el lucha con las armas de sus propios votos y resoluciones, que son su torre fuerte, hacia donde ve refugio pensando encontrar seguridad.
3)- Estos difieren en el objetivo de la mortificación: Ambos sin duda buscan mortificar el pecado, pero el objetivo legalista es más específicamente los pecados externos, mientras que el verdadero creyente desea luchar como los sirios recibían sus órdenes, que eran, "ni contra pequeño ni contra grande, sino solamente contra el rey", esto es, contra la corrupción original. El cuerpo del pecado y de la muerte perturba más que cualquier otro pecado en el mundo. "¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?" (Ro.7:24) Su gran esfuerzo es ver la simiente de la mujer aplastando la cabeza de la serpiente.
4)- Estos difieren en las razones de contexto. El creyente, a quien la gracia enseña a negar toda impiedad, lucha contra el pecado porque deshonra a Dios, se opone a Cristo, entristece el Espíritu y hace una separación entre él y su Señor. Pero el legalista lucha contra el pecado, porque quita su paz, perturba su conciencia y lo maltrata, además de traer ira y juicio sobre él. Los niños pueden no jugar en el polvo, no porque este ensucia la ropa, sino porque cae en los ojos y les incomoda; así los legalistas no quieren entrometerse con el pecado, no porque compromete las perfecciones de Dios y ensucia sus almas, sino solo porque los perjudica. No lo voy a negar, pero se que hay muchas de estas motivaciones incluso entre los piadosos.
5)- Estos difieren en las motivaciones y fines. El creyente no sirve al pecado porque el está vivo para Dios y muerto para el mundo (Ro. 6:6). El legalista abandona el pecado no porque el esté vivo, sino para que pueda vivir. El creyente mortifica el pecado porque Dios le ama; pero el legalista, para que Dios pueda amarle. El creyente mortifica el pecado, porque Dios fue reconciliado con él; el legalista mortifica para pacificar a Dios por medio de la mortificación. El puede conseguirlo por un tiempo, pero aún así será para conseguir llegar a la gloria, haciendo de su propio esfuerzo todo el fundamento de su esperanza y consuelo.
6)- Estos difieren en la forma de mortificar. El legalista no se opone al pecado violentamente buscando su destrucción final; si el puede tener el pecado sometido, no buscará apuñalarlo; pero el creyente, por naturaleza tiene como principio odiar el pecado, el lucha no solamente para verlo debilitado, sino para extirparlo. La "disputa" es irreconciliable; no hay términos de acomodo o acuerdo, ninguna tregua es permitida, como sucede con los hipócritas.
7)- Estos difieren en la extensión y alcance de la lucha. No solo objetivamente el creyente odia cada camino falso, sino también subjetivamente; todas las facultades del alma del creyente, cada parte del ser de un regenerado es contra el pecado. No es así con el hipócrita o legalista; el evita un pecado u otro, pero su oposición al pecado se encuentra en la conciencia; a la luz de su conciencia se opone a tal pecado, pero su corazón lo aprueba. Hay también una diferencia en cuanto al tiempo; mientra la oposición legalista al pecado es de corta duración, en el creyente es hasta el fin; gracia y corrupción siempre se oponen.
8)- Estos difieren acerca de su éxito. Todo creyente que lucha contra el pecado, tarde o temprano prevalecerá. Aunque no siempre acertando, a veces perdiendo una batalla, pero al final él gana la guerra, pero el legalista, a pesar de todo esfuerzo que hace, realmente nunca alcanza algún progreso. Tal vez someta algún pecado actual, pero la naturaleza corrupta nunca cambia; no logra un nuevo corazón: su dura cerviz, que se opone a Dios, nunca es quebrada; y cuando consigue vencer algún pecado, otro peor asoma su cabeza. En verdad, todo pecado y polución que cada fariseo abandona, y todo bien que cada uno de ellos realiza, los hace mas orgullosos y fortalece aún más los prejuicios incrédulos contra Cristo, y esto se constituye en el mayor y mas peligroso de los pecados.
Así ustedes pueden ver la diferencia entre la mortificación legalista y la evangélica y probar cada uno en si mismo.
Post Tenebras Lux
POR GENTILEZA DE XIMENA BORJA
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