NOTA ADMINISTRADOR:
Gén
35:10. Y le dijo Dios: Tu nombre es Jacob; no se llamará más tu
nombre Jacob, sino Israel será tu nombre; y llamó su nombre Israel.
11 También le dijo Dios: Yo soy el Dios omnipotente: crece y
multiplícate; una nación y conjunto de naciones procederán de ti,
y reyes saldrán de tus lomos. 12 La tierra que he dado a Abraham y a
Isaac, la daré a ti, y a tu descendencia después de ti daré la
tierra.
Ante ayer escuchaba en la radio-biblia Génesis 35. Cuando escuché el versículo 10 me vino al pensamiento el porqué el Espíritu Santo le otorga a Jacob por segunda vez el nombre "Israel", pues ya lo había hecho el ángel en Peniel, en el capítulo 32, que para mí equivale al cruce del Jordán. Esto me llevó a repasar algunas cosas, entre ellas este capítulo que les traslado a continuación. En resumen podría decirse que en Génesis 32 Jacob fue imputado como Israel, mientras que en Génesis 35 llega a ser Israel por experiencia. El nombre Israel se traduce por "Príncipe de Dios" y "el que lucha con Dios", y también por "el gobierno de Dios", que mí me gusta más, porque es cuando somos derrotados por Dios que realmente vencemos, al conocer la soberanía de Dios, somos llevados a la rendición, mediante el abandono de todas nuestras obras muertas, entrando en Su reposo. Desde aquí comenzamos a crecer en Él, en quietud, en abandono y gratitud, hasta que nos convertimos por experiencia en el nuevo Israel.
Además este capítulo es muy instructivo en cuanto a la Casa de Dios (Bet-el), el Dios de la Casa de Dios (El Bet-el), la importancia del Cuerpo y los procesos graduales del altar, la consagración, la transformación y la aparición de Dios.
MENSAJE OCHENTA
TRANSFORMADO
(3)
5) La experiencia de Bet-el
Vimos
que muchas semillas cruciales de la verdad están sembradas en el
libro de Génesis. La
casa de Dios, Bet-el,
es una de ellas. No obstante, pocos cristianos saben en qué consiste
experimentar
la casa de Dios.
Indudablemente, muchos saben que, según
el Nuevo Testamento, la casa de Dios denota la Iglesia (1 Ti. 3:15).
Sin embargo, ¿dónde
está la vida práctica y adecuada de iglesia?
Hay millones de cristianos en la Tierra, pero pocos experimentan la
verdadera vida de iglesia.
Muchos
se sientan simplemente en la congregación durante el culto dominical
y escuchan a un ministro o a un pastor. Pero ésa no es la vida
práctica y apropiada de iglesia que revela la Biblia. La Biblia
enseña que en la verdadera vida de iglesia todos
los salvos deben ser miembros que viven y actúan.
Todos los miembros del Cuerpo de Cristo deben ejercer su función.
Los miembros no solamente ejercen
su función,
sino que también viven
juntos
para expresar a Dios en Cristo, diariamente de una manera viva.
Esta es la vida práctica de iglesia revelada en la Biblia. Las
verdades relacionadas con esta vida fueron sembradas en Génesis.
Antes
del capítulo treinta y cinco, Dios era llamado el Dios de cierta
persona, por ejemplo, el Dios de Abraham o el Dios de Isaac. El era
el Dios de individuos.
Pero en
35:7, tenemos “El-bet-el”,
el Dios de la casa
de Dios.
Ya deja de ser simplemente el Dios de algunos individuos;
ahora es el Dios de un
cuerpo,
de una entidad
colectiva: la casa de Dios.
Muchos cristianos solamente experimentan a Dios como su Dios
individual. Pocos
le experimentan como el
Dios de la casa de Dios.
¿Qué tanto ha experimentado usted de Dios como el Dios de una
entidad corporativa? Todos debemos experimentar a Dios de esta
manera, pues El no es sólo el Dios nuestro individualmente, sino el
Dios de la casa de Dios. Existe una gran diferencia entre ambas
cosas.
En
Génesis 35 vemos un cambio crucial y radical. No obstante, son pocos
los hijos de Dios que dan importancia a ello. Leen este capítulo
repetidas veces sin reconocer el cambio radical que contiene. Antes
de este capítulo, Dios era el Dios de algunos individuos. El era el
Dios de Abel, el Dios de Enós, el Dios de Enoc, el Dios de Noé, el
Dios de Abraham y el Dios de Isaac. Pero aquí El deja de ser
solamente el Dios de unos individuos, para ser El-bet-el, el Dios de
la casa de Dios. En hebreo “El” significa Dios. En el título
“El-bet-el”, la palabra hebrea que significa Dios se usa dos
veces, tanto al principio como al final. En cierto sentido, el Dios
de la casa de Dios es doble. Debemos reconocer que todavía no
tenemos mucha experiencia de esto; aún así, le damos gracias al
Señor porque después de entrar en la vida de iglesia, hemos
experimentado el hecho de que Dios es el Dios de nosotros como
cuerpo, como entidad colectiva. En
la vida de iglesia experimentamos a Dios de manera corporativa y no
sólo individualmente.
Todos podemos testificar que el Dios que experimentamos en la vida de
iglesia es mucho mejor y más dulce que el Dios que experimentamos en
nuestra vida individual. Esta es la razón por la cual nos gusta
dedicar más tiempo a la vida de iglesia. Individualmente,
podemos experimentar al Dios de Abraham o al Dios de Isaac, pero no
al Dios de Bet-el. Sólo
podemos
experimentar al Dios de la casa de Dios en la vida de iglesia.
Hace muchos años, ustedes se habrían extrañado al oír hablar del
Dios del Cuerpo. No obstante, esto no es nada extraño para nosotros
ahora. Conocemos esta experiencia y la apreciamos mucho más que la
experiencia individual que tenemos de Dios.
No
obstante, con esto no desconocemos el aspecto de experimentar a Dios
de manera individual. Hoy día todavía existe este aspecto. No
olvide jamás que las verdades bíblicas presentan dos aspectos. Esto
también se aplica a experimentar a Dios, pues experimentar
a Dios tiene un aspecto corporativo
y también un aspecto individual.
Muchos cristianos ahora no experimentan a Dios en absoluto o sólo lo
experimentan a un nivel individual. No le experimentan de manera
corporativa. Sin embargo, en todas las reuniones de la vida de
iglesia, experimentamos a Dios colectivamente.
Quisiera
dirigir una palabra franca a algunos de ustedes. Ustedes se reúnen
con nosotros semana tras semana, pero no tienen una experiencia
corporativa de Dios. Por ejemplo, ustedes oran a diario en su vida
privada, pero nunca oran en las reuniones de la iglesia. En las
reuniones ustedes son espectadores, como si estuvieran observando un
juego de pelota; miran a los demás jugar, pero no participan.
Inclusive, algunos critican a los que participan, diciendo que son
demasiado osados o demasiado activos. ¿Pero usted qué? ¿Está aquí
para criticar, para ser espectador o para participar en la vida de
iglesia? Esto indica que entre nosotros, algunos no valoran la
experiencia que se tiene de Dios corporativamente. Algunos
entre nosotros todavía no oran en las reuniones. Si alguien le pide
a usted que ore, siempre encuentra pretextos. Esto demuestra que
considera a otros como sacerdotes y a usted mismo como una persona
común. Al actuar así, establece una jerarquía de clero y laicado.
A los ojos de Dios, ésta es una herejía. Todos debemos orar para
derrocar el sistema de clérigos y laicos.
He observado que la reunión de
oración que se hace en Anaheim es mucho mejor que la de cualquier
otra iglesia. He visitado casi todas las iglesias y puedo testificar
que la reunión de oración de Anaheim es la mejor. La razón es
sencilla: no hay clero ni laicado en nuestra reunión de oración.
Aunque muchos oran, nadie termina una oración solo, pues se puede
necesitar muchos de nosotros para concluir una sola oración. En el
método viejo y tradicional, cuando alguien oraba, no terminaba una
sola oración sino dos o tres de una vez. La gente o bien no oraba o
hacía varias oraciones seguidas. Pero en Anaheim, después de que
alguien hace una corta oración, otra persona lo sigue. De este modo,
muchos funcionan conjuntamente ofreciendo una sola oración. Así se
experimenta a El-bet-el, la experiencia que tenemos de Dios
corporativamente.
Génesis
35 es un cambio radical de experimentar individualmente
a Dios a experimentarle corporativamente.
Antes de este capítulo no se menciona a El-bet-el. Elohim
fue revelado en el capítulo uno, y Jehová
en el capítulo dos. Más adelante, Dios le dijo a Jacob que El era
el Dios de Abraham y el Dios de Isaac. Pero como destacamos ya, en el
capítulo treinta y cinco vemos un nuevo título divino: “El-bet-el”,
el Dios de la casa de Dios.
Más
adelante en este mensaje veremos el significado de lo que dijo Dios a
Jacob acerca de su nombre, que ya no debía ser Jacob sino Israel.
Dios le dijo a Jacob: “Israel será tu nombre” (v. 10), y Jacob
parecía decir a Dios: “Tu nombre es El-bet-el”. ¿Quién es
usted ahora, Jacob o Israel? ¿Qué significa Israel? Contestar que
significa luchador de
Dios es bastante
doctrinal. Israel
es el pueblo que constituye la iglesia, y El-bet-el es la vida de
iglesia.
Nosotros constituimos la iglesia, los que estamos en la vida de
iglesia. Esta no es una doctrina, sino una experiencia. El pueblo que
conforma la iglesia es un pueblo lleno de Dios, y la vida de iglesia
es la vida corporativa de Dios. Quienes constituyen la iglesia son un
pueblo lleno de Dios, y viven juntos para disfrutarlo y expresarlo.
Este es el Israel de El-bet-el.
a) El altar de Jacob
Jacob
erigió un altar en Bet-el (vs. 6-7). El tuvo una experiencia
progresiva del altar. Cuando recibió la visión en Bet-el
(28:18-19), no levantó ningún altar.
El interpretó correctamente su sueño, pero sólo erigió una
columna.
Durante los años que Jacob pasó en Padan-aram, no construyó ningún
altar sobre el cual pudiese ofrecer algo a Dios. Por el contrario,
usó muchas tretas para suplantar a Labán. Después de salir de
Padan-aram, Jacob primero regresó a la parte oriental del Jordán, a
Sucot
(33:17). En 33:17-18 la Biblia no dice que Sucot estuviera “en la
tierra de Canaán”, como lo hace con respecto a Siquem. En
Sucot Jacob construyó una casa para sí y cabañas para su ganado,
pero no erigió altar para Dios.
Esto revela que se ocupaba de sí mismo y de su ganado, mas no de
Dios. Finalmente, Jacob salió de Sucot y permaneció en Siquem
en la tierra de Canaán, donde plantó su tienda y erigió un altar
(33:18-20). Jacob
llamó a ese altar
“El-Elohe-Israel”
que significa, el Dios de Israel. Este altar fue construido para el
Dios que Jacob experimentaba personal
e individualmente.
Al
llamar el altar El-Elohe-Israel, en realidad lo llamaba el Dios de sí
mismo. Muchos cristianos son semejantes a él. Buscan experiencias
espirituales para sí mismos de modo individual. Han aprendido a
experimentar a Cristo y a confiar en Dios de manera individual. Para
ellos Dios no es El-bet-el, sino El-Elohe-Israel. Sin embargo, pocos
cristianos se preocupan por otro aspecto de Dios: el Dios de la casa
de Dios. Casi
todos los que buscan a Dios se preocupan por que Dios sea su Dios.
Algunos de ellos dicen: “¿No era acaso Dios el Dios de Abraham, el
Dios de Isaac y el Dios de Jacob? ¿Qué hay de malo en decir que
Dios es mi Dios? Oh, este Dios maravilloso es mi Dios”. Es posible
que el libro de Génesis que ellos tienen no tenga más de treinta
capítulos. Ellos deberían proseguir hasta el capítulo treinta y
cinco y ver que Dios deja de ser simplemente el Dios de algunos
individuos, y que es el Dios de la casa de Dios.
En
Bet-el, en el capítulo veintiocho, en Padan-aram y en Sucot, Jacob
no tenía ningún altar; en
Siquem edificó un altar. Era bueno construir un altar en Siquem,
pero este altar no fue construido en la casa de Dios, la vida de
iglesia, sino que fue erigido en un lugar alejado de la vida de
iglesia. Si usted observa un mapa, verá que Siquem no está lejos de
Bet-el. La
palabra Siquem
significa hombro,
lo cual denota
fuerza. Cuando
Jacob llegó a Siquem, fue fortalecido, pues Siquem era un lugar de
fortaleza. Del mismo modo, cuando llegamos a nuestro “Siquem”,
nosotros también somos fortalecidos. Casi
todos los avivamientos que ocurren en el cristianismo actual se
llevan a cabo en “Siquem”. Estos avivamientos sólo fortalecen a
la gente. Muchos
cristianos necesitan un “Siquem”, un avivamiento una vez al año
para ser fortalecidos. Ninguna persona activa en avivamientos se
preocupa por la vida de iglesia. Sólo les interesa fortalecer a la
gente para que siga la vida cristiana. Ellos no dicen nada que tenga
que ver con la iglesia.
El
altar construido en Siquem fue llamado El-Elohe-Israel, que es el
nombre de Dios en relación con un individuo,
y no El-bet-el, el nombre de Dios que se relaciona con una entidad
corporativa.
Algunos dirán: “¿Acaso no es bueno ser fortalecido en Siquem?”
Observe lo que le sucedió a Jacob en el capítulo treinta y cuatro.
Después de establecerse en Siquem, tuvo que afrontar algunos
problemas. El tenía una tienda donde morar y un altar sobre el cual
ofrecer sacrificios a Dios. Puede
ser que Jacob hubiese quedado satisfecho, pero Dios no lo estaba. Por
consiguiente, necesitaba la experiencia del capítulo treinta y
cuatro. Llegaron los problemas, y ellos hicieron que Jacob perdiese
la paz. Después, en 35:1, Dios pudo decir: “Levántate
y sube a Bet-el, y quédate allí; y haz allí un altar”
a Dios. Dios parecía decir a Jacob: “No quiero que permanezcas en
Siquem. No es bueno que seas solamente fortalecido en la vida
cristiana. Una vida fortalecida jamás me satisfará. Yo deseo la
vida de iglesia. No deseo tu fortaleza, sino Mi casa. No quiero que
permanezcas en Siquem, sino que subas a Bet-el”.
Después de llegar a Bet-el, Jacob hizo un altar y lo llamó
El-bet-el.
La experiencia que tuvo Jacob
del altar fue gradual. En Padan-aram y en Sucot no hubo altar.
El altar de Siquem fue erigido para
el Dios que experimentaba individualmente;
no fue un altar relacionado con experimentar a Dios corporativamente.
Experimentar a Dios a nivel individual es bueno pero no suficiente.
Debemos pasar de la experiencia individual a la experiencia
corporativa.
Un
altar
sirve para la consagración.
Es probable que todos ustedes se hayan consagrado al Señor. Pero
¿dónde ocurrió esa consagración, en Siquem o en Bet-el? ¿Era ésa
una experiencia de El-Elohe-Israel o de El-bet-el? Antes de entrar en
la vida de iglesia, me había consagrado más de una vez. Sin
embargo, la consagración que hice después de entrar en la vida de
iglesia fue mucho más elevada que cualquier consagración anterior.
Mi
consagración antes de la vida de iglesia me sirvió solamente a mí;
tenía un propósito: ser santo, espiritual, victorioso y acepto a
Dios. No obstante, después de entrar en la vida de iglesia, mi
consagración fue algo distinta.
Cuando usted vive en el nivel individual, no necesita mucha
consagración. Pero después de casarse,
se da cuenta de que su esposa le causa problemas y que usted necesita
consagrarse por causa de esta nueva situación. Usted quizá diga al
Señor: “Señor, antes de casarme, me consagré a Ti para ser
santo, espiritual y victorioso. Ahora que estoy casado, debo
consagrarme a Ti con relación a esto. A mí me gustan las ventanas
abiertas, pero mi esposa las prefiere cerradas. Necesito una
consagración que concuerde con esta situación”.
Esta consagración es nueva y diferente. Más adelante, usted tiene
hijos,
y esto requiere una consagración más profunda. Cuando usted entra
en la vida de
iglesia, no sólo
tiene una persona que le causa problemas sino centenares de ellas.
Muchos temen venir a Anaheim, pues piensan que es un lugar demasiado
grande y que los ancianos aquí son muy serios y estrictos. Prefieren
ir a una localidad más pequeña. Esto indica que cuando uno entra en
la vida de iglesia, necesita una consagración más profunda. Cuando
usted se casa, necesita consagrarse; cuando tiene hijos, necesita una
consagración más profunda; y cuando entra en la vida de iglesia,
particularmente en Anaheim, necesita una consagración mucho más
profunda. Sin la consagración
máxima,
usted no podría soportar la vida de iglesia que existe en Anaheim.
Usted pensará: “¡Cuán difícil es estar en Anaheim! Hay 'policías' por todos lados. No me puedo adaptar a esto”. Puesto
que usted no se puede acoplar a esta situación, debe construir un
altar para estar al nivel de esta situación.
Como todos sabemos, en frente del templo había un altar, y nadie
podía entrar en el templo sin antes pasar por el altar. Usted debe
pararse en el altar y ofrecerse sobre él como sacrificio. Entonces,
después de ser resucitado, tendrá vía libre para entrar al templo.
¿Qué
significa el altar?
Un altar se usa para ofrecer sacrificios. Algunos han dicho: “La
vida de iglesia es buena, pero no soporto a los hermanos encargados”.
Otros han dicho: “Yo aprecio la vida de iglesia, pero no aguanto a
las hermanas que toman el liderazgo. Son demasiado santas. Su
santidad me abruma”. ¿Entonces
adónde debe ir usted: de regreso a Siquem o a Padan-aram? La
única alternativa que usted tiene es subir al altar de Bet-el y ser
sacrificado.
El
altar en Siquem es un altar individual, pero el altar de El-bet-el es
un altar corporativo.
Es el altar de la casa de Dios, y usted debe presentarse sobre él
por
causa de la casa de Dios.
Yo he hecho esto muchas veces. Hace años fui inmolado. Ahora
nadie me ofende. Uno no puede ofender a una persona que ya fue
inmolada. Si
usted no recibe este mensaje ni edifica un altar en El-bet-el, no
permanecerá en la iglesia. Algún día usted se apartará o se
volverá indiferente. Cuando esté contento, vendrá a las reuniones,
pero cuando no lo esté, no vendrá. Parece que la iglesia es la
iglesia, que usted es usted, y que usted y la iglesia no tienen
ninguna relación entre sí. Si usted no se vuelve indiferente, se
apartará por causa de alguna ofensa. La
iglesia está llena de gente que ofende.
Hace
mucho fui inmolado por la vida de iglesia en la China continental.
Por lo tanto, ninguno de ustedes me puede aniquilar. No puedo ser
ofendido por ustedes. Esta es la experiencia del altar construido en El-Bet-el. Si
usted todavía puede ser ofendido, significa que no tiene un altar en
Bet-el a pesar de que tenga uno en Siquem.
Tener un altar en El-Bet-el significa tener una
consagración con miras a la vida de iglesia.
Usted necesita ofrecerse a sí mismo intencional y definidamente al
Señor por el bien de la vida de iglesia. Si
usted hace eso, jamás será ofendido y estará listo para las
pruebas y los sufrimientos.
Todos necesitamos este altar. Esto es lo que se experimenta en El-Bet-el, en la vida de iglesia.
Si
usted lee nuevamente los capítulos del veintiocho al treinta y
cinco, y presta atención al altar, observará
la progresión
desde una situación donde no hay altar hasta el
altar más elevado, el altar de El-bet-el.
Necesitamos
una consagración definida y específica por causa de la vida de
iglesia.
Debemos
decir: “Señor, ahora deseo consagrarme total e incondicionalmente
a Ti, no para ser santo ni espiritual ni victorioso, sino para
experimentar Tu casa y permanecer en ella”.
En 1 Timoteo 3:15 Pablo le dijo a Timoteo: “Pero
si tardo, escribo para que sepas cómo debes conducirte en la casa de
Dios, que es la iglesia del Dios viviente”.
Debemos experimentar a Dios en Su casa y actuar en Su casa. Esto
requiere una consagración clara y un altar especial. El altar común
y ordinario que experimentamos antes no es suficiente para ello.
Todos necesitamos la máxima consagración en el altar de Bet-el.
En
los siglos pasados, varios maestros cristianos escribieron muchos
libros sobre la consagración. No obstante, hasta donde sé, ninguno
de ellos alienta a los cristianos a consagrarse en pro de la casa de
Dios. La señora Hannah W. Smith en su famoso libro The
Christian’s Secret of a Happy Life
[La clave para que el cristiano lleve una vida feliz], recalca
bastante la consagración, pero solamente con miras a una vida
cristiana feliz. Ella considera la consagración como la clave de una
vida cristiana feliz, pero no dice nada acerca de la vida de iglesia.
La convención de Keswick, en la cual participó la señora Smith,
también puso mucho énfasis en la consagración. En realidad, al
principio los mensajes dados en la convención de Keswick se
centraban en la consagración. Sin embargo, que yo sepa, no se
mencionó nada acerca de la
consagración con miras a la vida de iglesia.
En casi todos los avivamientos cristianos, se hace hincapié en la
consagración, pero muy pocas veces oímos hablar de la
consagración con miras a la casa de Dios.
Puesto
que los cristianos no han visto la vida de iglesia, construyen todos
sus altares en “Siquem”.
No obstante, en el recobro actual del Señor, debemos edificar
nuestro altar en Bet-el. Necesitamos la
máxima consagración
por el bien de la vida de iglesia a fin de cumplir el propósito
eterno de Dios y satisfacer el deseo de Su corazón.
b) La aparición de Dios
Jacob
experimentó también un avance
en la aparición de Dios.
Dios se le apareció en un sueño
en el capítulo veintiocho, pero esa aparición no fue física.
Nada de lo que vemos en un sueño es material.
Puede ser correcto, pero no es concreto.
Nabucodonosor vio en un sueño una imagen enorme de un cuerpo humano
(Dan. 2:31), pero esa imagen no era física como un cuerpo humano
real, y las dos piernas de hierro vistas en el sueño no eran sólidas
como lo fueron las dos secciones del imperio romano. Aunque
Nabucodonosor vio
estas cosas en sueño, no las experimentó.
Del mismo modo, Jacob experimentó la aparición de Dios sólo en
sueño, mientras que en Bet-el, experimentó la
aparición física
de Dios. El
Señor habló a Jacob cuando éste estaba en Padan-aram (31:3), pero
eso no fue una aparición sólida
del Señor. En Génesis 35:1 el Señor habló
con él, pero
aquello tampoco fue una aparición física. Sólo
en El-bet-el Jacob experimentó la
aparición de Dios materialmente.
Este es el progreso que Jacob experimentó en cuanto a la aparición
de Dios.
Muchos
de nosotros podemos atestiguar que antes de entrar en la vida de
iglesia experimentamos en alguna medida la aparición de Dios. Dios
en efecto se nos apareció, pero esta aparición no fue tangible.
Sin embargo, después de entrar en la vida de iglesia y de estar allí
por un tiempo, podemos testificar que
aquí
la aparición de Dios no sólo es real
sino también concreta.
Si alguien se aparta de la vida de iglesia después de haber estado
en ella cierto tiempo, nunca podría negar que mientras estuvo en la
vida de iglesia, experimentó la aparición de Dios de una manera
concreta. Antes de entrar en la vida de iglesia, la aparición de
Dios era bastante difusa. Pero la aparición de Dios en la iglesia es
siempre concreta. Es tan sólida que casi la podemos tocar. La
más elevada experiencia de la aparición de Dios se produce en la
iglesia.
c) La bendición de Dios
Existe
también una progresión en la bendición de Dios.
En la visión de Bet-el (28:13-15), en Padan-aram y en Siquem (31:3;
35:1), Jacob no recibió la bendición de Dios. Dios bendijo a Jacob
en Peniel, aunque allí no lo bendijo de manera sólida
(32:29). Jacob
no recibió la bendición concreta
de Dios porque todavía no se hallaba en el lugar donde Dios deseaba
que estuviese.
En Peniel vemos que Dios bendijo a Jacob, aunque no vemos de qué
manera. Pero en el capítulo treinta y cinco, en Bet-el, la bendición
fue muy concreta.
Allí Dios bendijo a Jacob, diciendo: “Yo
soy el Dios omnipotente: crece y multiplícate; una nación y
conjunto de naciones procederán de ti, y reyes saldrán de tus
lomos. La tierra que he dado a Abraham y a Isaac, la daré a ti, y a
tu descendencia después de ti daré la tierra”
(vs. 11-12). Estos
son los puntos concretos de la bendición que Dios dio en Bet-el.
d) Jacob experimenta su nuevo nombre
En
Bet-el Jacob experimentó
su nuevo nombre.
Su nombre fue cambiado
en Peniel (32:28, 30), pero él experimentó
su nuevo nombre en Bet-el (35:10).
En
Bet-el todo
el ser
de Jacob fue cambiado, y él llegó
a ser una nueva persona:
Israel. Por muy
buenos que hayamos sido como cristianos antes de entrar en la vida de
iglesia, no éramos nuevos.
Pero después de estar en la vida de iglesia, algo dentro de nosotros
requería que fuésemos nuevos.
Tuvimos que ser un
nuevo marido, un nuevo padre de familia, un nuevo hijo.
Todos experimentamos esta exigencia interior a diario. Nos dimos
cuenta de que a partir de ese momento, debíamos ser
otra persona. Esta
es la
experiencia de transformación.
La
vida de la iglesia es una vida de transformación.
En la iglesia, todos estamos en el proceso de renovación. Somos
renovados día tras día
(Ro. 12:2; 2 Co. 4:16). No somos corregidos,
pues eso no significa nada; somos renovados.
La iglesia
es el nuevo
hombre
(Ef. 2:15), y la vida de la iglesia es la vida del Israel
transformado.
Es
una nueva vida con una nueva persona y un nuevo ser.
Aquí en Bet-el experimentamos
la nueva vida, la cual es Dios en Cristo. Aquí en la vida de
iglesia, somos renovados cada día. Cuanto más permanecemos en la
vida apropiada de iglesia, más renovados somos. La edad de uno puede
seguir aumentando, pero el ser de uno se sigue renovando. Los
hermanos de edad avanzada deben ser más nuevos, más activos, más
fuertes y más lozanos. Al compartir, deben tener más convicción y
ser más vigorosos que los jóvenes.
Espero
que todos los puntos de este mensaje se conviertan en experiencias
prácticas. En
la vida de iglesia necesitamos la
consagración más elevada,
la consagración para la casa de Dios, y no para el enriquecimiento
personal. Si éste es el caso, entonces tendremos la aparición
de Dios de una manera concreta
y disfrutaremos de Su plena
bendición.
Entonces nos renovaremos continuamente cada día. Esta es la
experiencia que se tiene en Bet-el, la experiencia de la vida de
iglesia.
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