EL OPROBIO DE EGIPTO, David Wilkerson

EL OPROBIO DE EGIPTO

by David Wilkerson | December 9, 2014

                 
En Josué 5, Israel estaba en el apogeo de su gloria y poder, había experimentado milagros increíbles. Su pueblo era amado, vivía con seguridad y los corazones de sus enemigos se derretían: "y no hubo más aliento en ellos delante de los hijos de Israel" (Josué 5:1). El versículo dos dice: “En aquel tiempo”, es decir, tiempo de victoria, bendición, dirección y favor, era un tiempo estaban listos para entrar y poseer la tierra. De hecho, Dios dijo: "¡Deténganse! Tenemos un problema. Parece que todo está bien: grandes victorias nos esperan, pero tenemos que resolver un asunto pendiente. El oprobio de Egipto, todavía está en sus corazones y debe ser arrancado y expulsado".

Es como si Dios le estuviera diciendo a Su pueblo: "He soportado pacientemente tu alejamiento de mí, tus quejas, tus interminables y constantes codicias. Diez veces tus padres Me provocaron en el desierto y Yo lo perdoné todo. Cuando te encontré oprimido en el horno de hierro de Egipto, te lavé, te aseguré con mi sangre y te libré de tus enemigos. Pero todo este tiempo has escondido un secreto en tu corazón. Te has negado a rendir un ídolo que tiene una fortaleza en tu corazón".

El profeta Amós confirmó que Israel tenía un corazón idólatra: "¿Me ofrecisteis sacrificios y ofrendas en el desierto en cuarenta años, oh casa de Israel? Antes bien, llevabais el tabernáculo de vuestro Moloc…la estrella de vuestros dioses que os hicisteis"(Amós 5:25-26). Este fue el oprobio: Todo el tiempo, a pesar del amor, protección, bendición y guía de Dios, los israelitas habían traído un secreto en su corazón. Aun mientras cantaban las alabanzas del Señor, otro dios estaba gobernando las motivaciones de su corazón.


¡Ellos habían escondido los ídolos de sus padres entre el equipaje! Ni siquiera la asombrosa voz de un Dios santo y terrible pudo inducirlos a abandonar sus pequeños altares, sus imágenes de oro de Egipto. Ellos querían seguir adelante y servir a Dios, mientras seguían aferrados a sus ídolos. El Señor había sido paciente hasta ese momento, pero ahora les dio un ultimátum: "Voy a avanzar, pero sólo con un pueblo santo. Hay un mundo de gozo y paz que está adelante, pero no pueden traer su oprobio con ustedes. ¡Arránquenlo! ¡Afilen sus cuchillos! No se permite carne alguna a partir de este punto. ¡Ninguna idolatría! ¡Ninguna codicia arraigada! ¡Ningún oprobio secreto!"

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