Capítulo 5
La Herencia
El propósito de
Pentecostés es darnos un pago inicial, un anticipo
del Espíritu Santo en preparación para la llenura
que ha de venir cuando la Fiesta de los Tabernáculos se cumpla. La fiesta de los Tabernáculos es el tercero y final día de fiesta de la ley. Representa el tiempo que Israel
debía de entrar en la Tierra Prometida después de salir de Egipto y después de
recibir la ley en el Monte Sinaí.
En la experiencia de Israel bajo Moisés, diez de los doce espías
en Números 13 dieron un informe malo en el jubileo número 50 de Adán. (Favor de
ver en mi libro, Secretos del Tiempo.) Las personas creyeron el informe malo y se negaron a
sonar la trompeta del jubileo que habría anunciado su intención de entrar en la
tierra. Y por eso ese día se convirtió en un Día de Expiación. Debía de haber
sido un día de regocijo y jubilación, pero se volvió un día de lamentación,
ayuno, y arrepentimiento por negarse a entrar en la Tierra Prometida.
Si Israel hubiera tomado la decisión correcta en el día de
jubileo (el día diez del séptimo mes en el calendario hebreo), ellos habrían
entrado en la Tierra Prometida cinco días después en el primer día de la fiesta
de los Tabernáculos. En cambio, Dios los sentenció a pasar cuarenta años en el
desierto. Finalmente, ellos entraron en la tierra en el tiempo de la Pascua
(Josué 3:19). Esto es porque Israel
había sido incapaz de aumentar el nivel de fe de la Pascua desde su salida de
Egipto. Habían aceptado la Pascua, rechazado Pentecostés, y ahora no tenían la fe para cumplir con los Tabernáculos.
La fiesta de los Tabernáculos era de una semana de duración.
Durante ese tiempo la gente debía cortar ramas de árboles y construir cabañas,
o "tabernáculos" en que morar. Esto significaba dos cosas. Primero, ellos debían recordar su tiempo
en el desierto cuando no debían
construir casas sino morar en tiendas. Segundo, profetizó del cuerpo inmortal que iba a vestirlos cuando finalmente esa fiesta
fuese cumplida histórica y proféticamente.
Con respecto a la primera razón, Levítico 23:42 y 43 dicen,
42. Siete
días habitaréis en cabañas. Todo natural de Israel habitará en cabañas, 43 para
que vuestros descendientes sepan que yo hice habitar a los hijos de Israel en
cabañas cuando los saqué de la tierra de Egipto. Yo, Jehovah, vuestro
Dios."
En relación con esto, nosotros encontramos que el primer lugar
de reunión de Israel después de salir de Egipto estaba en Sucot que quiere
decir "cabañas". (Vea Éxodo 13:20.) Así, a la "Iglesia en el desierto" (Hechos
7:38) en tiempo de Moisés le fue dicho de morar en cabañas, en lugar de en casas.
Esto también aplica a la Iglesia en la Era de Pentecostés, pero de una manera
diferente. Significó, no "construyan
una casa denominacional en el desierto; si ustedes hacen eso, ustedes detendrán su viaje en el
desierto y se negarán a recorrer toda la distancia a la "Tierra
Prometida" (Era de Tabernáculos).
Cuando el Espíritu
Santo de vez en cuando mueve en la Iglesia, es acompañado con una revelación
particular de la Palabra que es importante en la progresión histórica y la madurez espiritual de la Iglesia. Cuando
el Espíritu se levanta, entonces los hombres forman una denominación alrededor
de esa revelación particular. Es como construir una casa en un oasis en el
desierto, y estar contento de heredar una casa en el desierto. De esta manera,
los hombres se quedan cortos de las promesas de Dios. Esto es cómo la Iglesia
perdió la visión de la Tierra Prometida y se olvidó de la fiesta de los
Tabernáculos. El cielo se volvió su nueva Tierra Prometida, en lugar del cuerpo
glorificado (el cielo y tierra combinados).
En el cuarto siglo D.C.
la Iglesia llegó a ser una religión distintamente organizada. Hasta ese tiempo,
había sido más un estilo de vida, y la persecución romana le había impedido
volverse muy organizada con una jerarquía de sacerdotes y obispos. Pero una vez
la persecución detuvo, la Iglesia se hizo denominación y construyó una
"casa" religiosa.
Siglos después, la
Reforma Protestante engendró docenas de grupos más pequeños. Mientras ellos
fueron perseguidos, ellos también eran principalmente prevenidos de construir y
organizar una “casa” religiosa en el desierto. Pero una vez ellos obtuvieron su
libertad, ellos entraron en la misma trampa sectaria. Su religión se hizo
suplente de una relación directa con Dios. En lugar de ser la Iglesia, ellos
"iban a la Iglesia". En lugar de su vida girar alrededor de Dios,
empezó a girar alrededor de sus iglesias, relicarios, y sacerdotes (o
clero). Salvación se volvió un asunto de unirse a la organización, en lugar de tener una relación directa y personal con Dios.
Las casas denominacionales
son tan estructuradas y fijadas en sus propias maneras que cuando el Espíritu
de Dios trae otro "reavivamiento" y palabra de revelación, la gente
no pueden oírlo. Ellos no pueden cambiar. Ellos no pueden crecer. Como el viejo
Israel, cuando la columna de fuego se mueve, tales personas son incapaces de
moverse con la columna, porque ellos se atan a sus casas que están inmóviles.
Ellos se vuelven como el hormigón: todos mezclados y fijados en sus maneras de
ser.
La segunda significación de la fiesta de los Tabernáculos es que supone ser vestido con el cuerpo inmortal. Las personas habían de dejar sus
casas (hechas de madera muerta y piedra) y vivir en una cabaña hecha de ramas
vivientes de árboles durante una semana. El Apóstol Pablo hace un comentario
sobre esto en 2 Corintios 5:1-4,
1. Porque
sabemos que si nuestra casa terrenal, esta tienda temporal, se deshace, tenemos
un edificio de parte de Dios, una casa no hecha de manos, eterna en los cielos.
2. Pues en esta tienda gemimos deseando ser sobrevestidos de nuestra habitación
celestial; 3. y aunque habremos de ser desvestidos, no seremos hallados
desnudos. 4. Porque los que estamos en esta tienda gemimos agobiados, porque no
quisiéramos ser desvestidos, sino sobrevestidos, para que lo mortal sea
absorbido por la vida. 5. Pues el que nos hizo para esto mismo es Dios, quien
nos ha dado la garantía del Espíritu.
La "tienda" o "tabernáculo" en que nosotros
vivimos ahora es el cuerpo mortal que nosotros heredamos de Adán. Pablo también
habla de él en términos de ropa, porque cuando Adán perdió su cuerpo inmortal, fue encontrado
"desnudo" (Génesis 3:10). La única verdadera manera de vestir el
desnudo es recibir el cuerpo inmortal, la tienda de arriba. Esto es tipificado en
la fiesta de los Tabernáculos dónde las personas dejan su casa muerta y viven durante un tiempo en la nueva y viviente "cabaña."
La Tierra Prometida que somos destinados para heredar no es un
pedazo de bienes raíces en el Medio Oriente. La tierra es una herencia buena, pero no es la herencia más
alta. La tierra es una herencia del antiguo pacto. El cuerpo glorificado --el polvo de la tierra glorificado por el
Espíritu Santo-- es la herencia del nuevo pacto que Dios nos ha prometido.
Es nuestra Tierra Prometida. El libro de Hebreos nos dice que el nuevo pacto es
basado en las "promesas mejores" (Hebreos 8:6).
¿Usted preferiría ser dueño de la tierra o un hijo de Dios con
un cuerpo glorificado, inmortal? La opción es fácil.
Algunos maestros de la Biblia insisten que los judíos han de
recibir la tierra de Palestina como su herencia, mientras nosotros los
cristianos hemos de recibir una herencia celestial (Witness Lee, por ejemplo, establece esta diferencia entre las estrellas del cielo y la arena del mar. Según él los israelitas genéticos que queden al final de la Gran Tribulación y acepten a Cristo según el evangelio eterno, pero no salvos por gracia, heredarán la parte terrenal del Reino; véase http://txemarmesto.blogspot.com.es/2011/12/los-diferentes-tipos-de-personas-en-la.html). ¿Significa esto que el
Apóstol Pablo y todos los discípulos judíos de Jesús han de recibir una
herencia MENOR que nosotros hemos de recibir? ¿Enseñó Pablo sobre el cuerpo
glorificado, sólo para concluir que esta herencia era para otro? Eso es
ridículo. De hecho, el libro de Hebreos fue escrito a hebreos, y les insta que
entren en el nuevo pacto para recibir las "promesas mejores". El
propio pacto nuevo fue dirigido a la casa de Israel y la casa de Judá (Jeremías
31:31; Hebreos 8:9). Algunos pueden estar deseosos dejar a los judíos en su incredulidad y relegarlos a una promesa inferior, pero yo no estoy deseoso de hacer eso. Hay sólo un último destino para todos los hombres y para Su creación en conjunto, y Dios no estará satisfecho hasta que Su plan haya tenido éxito. Así que yo quiero que todos los hombres recibamos el cuerpo glorificado, porque veo esto como el plan divino del principio.
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