Oíd la
palabra del Señor.
Jer 2:5 Así dijo el SEÑOR: ¿Qué maldad hallaron en mí
vuestros padres, que se alejaron de mí, y se fueron tras la vanidad, y se
tornaron vanos?
Jer 2:8 Los sacerdotes no dijeron: ¿Dónde está el SEÑOR? Y los que tenían la ley no me
conocieron; y los pastores se rebelaron
contra mí, y los profetas profetizaron por Baal, y anduvieron tras lo que no
aprovecha.
La voz
del Señor clama como trompeta en este tiempo denunciando a Su pueblo que lo han
dejado a Él, para ir en pos de la vanidad, de lo que no aprovecha.
El
Señor no se encuentra presente en el orden y en las obras de los hombres, y los
supuestos sacerdotes no se han preguntado ¿Dónde está el Señor?
Los que
suponen tener la ley no le conocen, los pastores se han rebelado, y los
profetas profetizan por Baal (el dios de la prosperidad, del amor al dinero).
Este es
el estado y la condición miserable de un pueblo apóstata que ha dejado al Señor
para andar en pos de lo que no aprovecha, para servir al dios Baal, al dios
mamón, para quemar incienso a los ídolos. Hoy abundan los grandes edificios
construidos por el hombre donde se predica un evangelio inmundo de amor al
mundo; donde no se quiere saber nada de tomar la cruz y de participar en los padecimientos del Señor
(único camino a la perfección, al reposo, a la libertad y a la victoria).
Recordemos
el pasaje donde nuestro Señor invita al joven rico para seguirle:
Mar
10:17 Y saliendo él para seguir su
camino, vino uno corriendo, e hincando
la rodilla delante de él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para poseer la
vida eterna?
Mar
10:18 Y Jesús le dijo: ¿Por qué me
dices bueno? Ninguno hay bueno, sino
sólo uno, Dios.
Mar
10:19 Los mandamientos sabes: No
adulteres. No mates. No hurtes. No digas falso testimonio. No defraudes. Honra
a tu padre y a tu madre.
Mar
10:20 El entonces respondiendo, le
dijo: Maestro, todo esto he guardado desde mi juventud.
Mar
10:21 Entonces Jesús mirándole, le
amó, y le dijo: Una cosa te falta: ve, vende todo lo que tienes, y da a los
pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tú madero (si quieres ser perfecto).
El
camino a la Vida es dejando lo que es estorbo y tropiezo para entonces seguir
al Señor (no los antojos e invenciones del corazón), tomando el madero día a
día; si es que queremos de verdad ser perfectos y pertenecer al remanente de
los vencedores.
Escuchemos
lo que dijo el Señor a Jeremías:
Jer 1:7 Y me dijo el SEÑOR: No digas, soy niño;
porque a todo lo que te enviare irás tú, y dirás todo lo que te mandare.
La
madurez o perfección consiste en la obediencia, en ir donde el Señor nos envía,
en hacer lo que Él quiere y en decir lo que Él nos manda. El ser perfectos no
tiene nada que ver con los ritos y esfuerzos de la carne; no, por el contrario
se trata de confiar en el Señor, es un
asunto de fe, de creer que el cumplirá sus promesas y que no descansará hasta
que Su Amado Hijo haya sido formado en nosotros; creer que Él obrará
precisamente en nuestra esterilidad.
Recordemos
a Abraham y Sara: Sus propios esfuerzos sólo produjeron el hijo de la carne;
pero cuando fueron llevados a completa esterilidad, imposibilidad para
engendrar y producir por ellos mismos el Hijo de la promesa (Tipo de Nuestro Señor
Jesucristo); entonces y no antes, en el tiempo determinado por Dios, fueron
visitados por el Señor para cumplir la promesa y para que entonces el hombre entendiera
que lo que es imposible para él, es posible para Dios.
La obra
de salvación, de formar a Cristo en Su pueblo, no es por mano o esfuerzo del
hombre; es una obra de GRACIA, hecha sólo por el Señor. Es la obra de
circuncidar nuestros corazones para que le amemos en verdad y no de palabra,
para entonces tener Vida.
El
Señor está diciendo a Su pueblo que le ha dejado para ir en pos de la vanidad:
¿acaso se
ha hecho cosa semejante a ésta?
Jer 2:11 ¿Acaso alguna
gente ha mudado sus dioses? Aunque ellos
no son dioses. Pero mi pueblo ha trocado
su gloria por lo que no aprovecha.
El
pueblo del Señor se ha ido en pos de otros dioses, en pos de fornicar con sus
amantes. Recordemos que el amor al mundo y al dinero es adulterio.
Jer 2:13 Porque dos males ha hecho mi pueblo: me
dejaron a mí, fuente de agua viva, por cavar para sí cisternas, cisternas rotas
que no detienen aguas.
Son dos
males: el primero es dejarlo a Él, y el segundo es andar en pos de lo que no
aprovecha, es andar en pos de la vanidad y de la mentira, de los ídolos.
Jer 2:18 Ahora, pues, ¿qué tienes tú en el camino de
Egipto? ¿Para qué bebas agua del Nilo? ¿Y qué tienes tú en el camino de Asiria?
¿Para qué bebas agua del Río (Eufrates
)?
Dos caminos que encantan al pueblo del Señor, el camino de Egipto, del
legalismo, de tratar de cumplir las promesas de Dios, mediante esfuerzos de la
carne; y el camino de Babilonia, de la mezcla, de la confusión, del
libertinaje, de inmundicia.
Jer 2:19 Tu maldad te castigará, y tu apartamiento te
acusará; sabe, pues, y ve cuán malo y amargo es
tú dejar al SEÑOR tu Dios, y faltar mi temor en ti, dijo el Señor DIOS de los
ejércitos.
Pero todo lo que se siembra se recoge, y el
dejar al Señor para andar los caminos y obras propias de maldad traerá sus
consecuencias a su debido tiempo.
Hemos
experimentado muchas veces en nuestra propia torpeza, en nuestra ceguera, en
nuestra rebeldía y obstinación, cuando vamos donde no nos han enviado, o hacemos
lo que no nos han pedido; lo amargo y terrible que es el asunto; y esto con el
fin de aprender obediencia, pues todas las cosas ayudan a bien a los llamados a
ser santos.
Por eso
el Señor está formando Su temor en Su pueblo, para que no hagamos nada de
cuenta propia y seamos así prosperados. Ver salmo 1. Pues la verdadera
prosperidad no es tener mucho dinero, ya que la vida del hombre no consiste en
los bienes que posee, pues podría ganar todo el oro del mundo y perder su alma;
sino que la verdadera prosperidad consiste en hacer la voluntad del Señor.
Jer 2:21 Y yo te planté de buen viñedo, simiente de
Verdad toda ella, ¿cómo, pues, te me has tornado sarmientos de vid extraña?
Jer 2:22 Aunque te laves con salitre, y amontones
jabón sobre ti, tu pecado está sellado delante de mí, dijo el Señor DIOS.
¡Qué terrible,
que espantoso! El corazón es engañoso y perverso más que todas las cosas. Señor
ten misericordia de nosotros, danos ojos para ver, concédenos arrepentimiento y
límpianos de toda nuestra maldad e iniquidad.
Jer 2:23 ¿Cómo dices: No soy inmunda, nunca anduve
tras los baales? Mira tú proceder en el valle, reconoce lo que has hecho,
dromedaria ligera que frecuentas sus carreras;
Jer 2:24 asna montés acostumbrada al desierto, que
respira según el deseo de su alma; ¿de su lujuria quién la detendrá? Todos los
que la buscaren no se cansarán; la hallarán en su mes.
Lo más
terrible de la religión es pensar que se anda de maravilla y no poder reconocer
nuestra inmundicia. La religión dice: Gracias Señor que no soy pecador, que
cumplo con la ley, que entrego mis diezmos, que ayuno y asisto a las vigilias.
Un corazón contrito y humillado por el contrario clama: Señor ten misericordia
de mí que soy pecador.
En la
ciudad de la religión se respira según el deseo del alma, se es como una asna
montes en calor, en celo, andando en pos de lujuria y fornicación.
¿Quién
podrá detener al asna montés salvaje en celo? Sólo el espíritu del Señor, no
los ritos, ni mandamientos y doctrinas de hombres, no los esfuerzos de la
carne; no, Solamente el ser ceñidos y controlados por el Espíritu del Señor, y
esto a través de Su disciplina, de su fuego, de Sus tratos, de andar en pos de
Él y no en pos de los baales. ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? LA GRACIA DEL SEÑOR.
El
Señor busca alumbrarnos con Su luz para mostrarnos nuestras tinieblas, para que
reconozcamos nuestra condición miserable y guiarnos al arrepentimiento para
Vida.
Este
capítulo dos de Jeremías termina diciendo:
Jer 2:35 Y dices: Porque soy inocente, de cierto su ira se apartó de mí. He aquí yo
entraré en juicio contigo, porque dijiste: No pequé.
Señor sólo tú para quitar nuestra ceguera y mostrarnos que somos
pecadores, que no somos inocentes pues hemos hecho lo malo delante de ti, dejándote
y andando en pos de la vanidad, de lo que no aprovecha.
… porque el SEÑOR
desecha tus confianzas, y en ellas no tendrás buen suceso.
Las confianzas según el pasaje son Egipto y Babilonia, y esto es
desechado por el Señor, además que se nos advierte que en esos caminos del
esfuerzo de la carne y del orden y sistema del hombre no se tendrá buen suceso.
Oremos:
Señor ten misericordia de tu pueblo, danos ojos para ver y oídos para
oír, guíanos a un verdadero arrepentimiento, guíanos a reconocer que somos
pecadores y a volvernos a Tus caminos.
Concédenos la gracia de humillarnos delante de ti, para que escuches
nuestro clamor, perdones nuestro pecado y sanes nuestra Tierra.
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