ESTUDIO-VIDA DE GÁLATAS
MENSAJE CUARENTA
Y CINCO
ANDAR POR EL ESPÍRITU COMO HIJOS DE
DIOS
(2)
Lectura bíblica:
Gá. 3:26; 4:4-6; 5:16; Jn. 1:12-13
...
SEGUN LA ESPECIE DE DIOS
Génesis 1:26 dice que Dios creó al hombre a Su propia imagen y
según Su semejanza. Dios creó al hombre de esta manera porque Él tiene la
intención de que el hombre sea Su expresión. Génesis 1 indica que cada ser
viviente fue creado según su propia especie. El hombre, sin embargo, no fue
creado según su propia especie, sino según la especie de Dios. ¿Tiene usted la
valentía de proclamar que, como ser humano, fue hecho según la especie de Dios?
Si comprendemos que fuimos hechos a la imagen y semejanza de Dios, tendremos la
valentía de decir que fuimos creados según la especie de Dios. No obstante, decir que
pertenecemos a la especie de Dios no quiere decir que somos Dios o que algún
día llegaremos a ser Dios. Pero según Génesis 1:26-28, los seres humanos
pertenecemos a la especie de Dios.
En Génesis 1 vemos que Adán tenía la imagen y la semejanza de Dios, pero no tenía la vida ni
la naturaleza de Dios. Por consiguiente, según Génesis 2, Dios puso al hombre
frente al árbol de la vida. Esto significa que Adán necesitaba participar de la
vida de Dios y de la naturaleza divina. Aunque Adán había sido creado a la
imagen y semejanza de Dios, él todavía necesitaba comer del fruto del árbol de
la vida a fin de recibir vida eterna. Así que, en los primeros dos
capítulos del libro de Génesis tenemos un relato completo de cómo Dios creó al
hombre.
LA REDENCIÓN Y LA REGENERACIÓN
En Génesis 1 y 2, vemos que Adán no tenía vida eterna. Más bien, él sólo tenía la
vida humana como vaso para contener la vida divina. Romanos 9 indica claramente
que el hombre es un vaso. Nuestra vida humana es un vaso para contener la vida
divina. Sin embargo, antes de que el hombre recibiera la vida divina, él
cayó. Por lo tanto, Dios envió a Su Hijo para que éste fuera un hombre de
sangre y carne a fin de efectuar la redención y llevar al hombre caído de
regreso al propósito original de Dios. Por consiguiente, la redención recobra
al hombre y lo lleva de nuevo al propósito de Dios. ¡Aleluya, por la sangre que
Cristo derramó en la cruz, nosotros, pecadores caídos, hemos sido redimidos!
Tanto Romanos 3 como Gálatas 3 hablan de la maravillosa redención provista por
Dios.
Sin embargo, la redención no es en sí misma un fin. Es un
procedimiento, o parte de un proceso, para alcanzar la meta de Dios, la cual es
la filiación. Por esta razón, tanto Romanos como Gálatas indican que Cristo nos
redimió a fin de que la vida divina fuera impartida en nosotros para que
fuésemos regenerados. Habíamos sido creados por Dios, pero todavía necesitábamos
ser regenerados. Aunque fuimos creados poseyendo la vida humana, necesitábamos
ser regenerados con otra vida, la vida divina. Así que, la redención
da como resultado que la vida divina sea impartida, esto es la regeneración. Por medio de la regeneración
efectuada por el Espíritu, nosotros somos
hechos hijos de Dios.
CRIATURAS DE DIOS E HIJOS DE DIOS
En Génesis 1 el hombre era solamente una criatura de Dios. Todavía no era hijo de Dios. Según Génesis 1:26,
Dios creó al hombre a Su propia imagen y según Su semejanza, pero en ese
momento, Él todavía no engendraba al hombre con la vida divina. Allí en Génesis
1, Dios era nuestro Creador, y nosotros éramos Sus criaturas. Pero después de
que Cristo vino y efectuó la redención y nosotros creímos en Él, Su sangre hizo
posible que Su vida divina fuera impartida en nosotros. De esta manera, fuimos
regenerados y Dios llegó a ser nuestro Padre.
En la creación Dios era
nuestro Creador, pero en la
regeneración Él llegó a ser nuestro Padre.
Ahora, habiendo sido regenerados, ya no somos meramente criaturas de Dios, sino hijos
de Dios. ¡Aleluya, Dios es nuestro Creador y también es nuestro Padre! Como Creador, Él nos creó, y como Padre, Él
nos engendró. Ahora podemos declarar
con valentía que no solamente tenemos la
imagen y la semejanza de Dios por fuera, sino también la vida y la naturaleza de Dios por dentro. ¡Somos hijos vivientes
de Dios! La economía de Dios consiste en impartir Su propia vida y naturaleza
en nosotros para hacernos Sus hijos.
¿LA VIDA DE UNA CRIATURA O LA VIDA
DE UN HIJO?
Ahora debemos llegar a un punto crucial y hacer una pregunta
importante: puesto que somos hijos de Dios, ¿debemos vivir como criaturas de
Dios o como hijos de Dios? En otras palabras, ¿desea Dios que vivamos la vida de una criatura o la vida
de un hijo? No puede haber dudas de que Dios desea que vivamos como Sus
hijos, no como Sus criaturas. Sin embargo, ¿cómo podemos vivir como hijos de Dios? En primer lugar,
para vivir como hijos de Dios debemos
ser hechos hijos de Dios. La única manera de ser hecho hijo de Dios es creer en el Señor Jesús y recibirle.
Juan 1:12 dice que a todos los que recibieron a Cristo les es dada potestad de
ser hechos hijos de Dios. Como hijos de Dios, no hemos sido engendrados “de sangre, ni de voluntad de carne, ni de
voluntad de varón, sino de Dios” (Jn. 1:13). ¡Aleluya, hemos sido hechos
hijos de Dios al creer en el Señor Jesús!
Ahora que hemos sido hechos hijos de Dios necesitamos darnos
cuenta de que somos más que criaturas. Por ser aquellos que somos hijos y no
meramente criaturas, no debemos vivir la vida de una criatura, sino la vida de
un hijo.
Hay mucha diferencia entre
vivir la vida de una criatura de Dios y vivir la vida de un hijo de Dios. Por
ejemplo, tanto la Biblia como Confucio enseñan sumisión. Pero la enseñanza de
Confucio respecto a la sumisión es meramente ética. La enseñanza de la Biblia tocante a la sumisión está relacionada
con nuestro modo de vivir como hijos de Dios. La enseñanza de la sumisión
encontrada en los escritos clásicos de Confucio solamente nos ayuda a vivir
como criaturas de Dios. No tienen nada que ver con el hecho de vivir como hijos
de Dios. Sin importar
hasta qué grado una persona china practique la sumisión según las enseñanzas de
Confucio, tal persona todavía vive como criatura de Dios, no como hijo de Dios.
En uno de sus escritos, titulado The Highest Learning [El conocimiento más elevado],
Confucio habla acerca de desarrollar y cultivar la “virtud luminosa”. Según él,
el mayor logro en la ética era cultivar esta virtud luminosa. No obstante, a
pesar de lo mucho que desarrollemos esta virtud luminosa conforme a las
enseñanzas de Confucio, seguimos siendo criaturas de Dios.
Lo que Confucio llamaba virtud luminosa es en realidad la
conciencia. Así que, desarrollar la virtud luminosa es desarrollar la
conciencia. Pero aún si
alguien desarrolla la conciencia hasta un grado muy elevado, sigue siendo
simplemente una criatura de Dios, debido a que no tiene la vida de Dios. Sin
embargo, los que creemos en Cristo tenemos la vida divina y la naturaleza
divina. Ahora que somos hijos de Dios, no debe ser nuestra meta desarrollar
nuestra virtud luminosa. Hacer esto equivale simplemente a mejorar nuestro
vivir como criaturas de Dios. En vez de enseñarnos a mejorar nuestro modo de vivir como criaturas de Dios, la Biblia
nos encarga que vivamos como hijos de
Dios.
La ética mejora las
virtudes humanas de las criaturas de Dios desde un ángulo, y la religión las
desarrolla desde otro ángulo. En la religión y en la ética el principio es el mismo.
Sin embargo, en contraste con la ética y la religión, la meta de la salvación
de Dios no consiste en desarrollar las virtudes de las criaturas de Dios. En primer lugar, la meta de Dios
en Su salvación es hacernos Sus hijos.
En segundo lugar, Su meta es suministrarnos
la vida divina para que crezcamos. En tercer lugar, Dios mismo como
el Espíritu vivificante mora en nosotros para vivir, moverse y obrar en
nosotros. Los discípulos de Confucio pueden jactarse de su virtud luminosa.
Pueden estar orgullosos del hecho de que han cultivado y desarrollado esta
virtud. Con todo, nosotros no nos jactamos de nuestra virtud luminosa. Nos
gloriamos de que Dios mismo vive en nosotros. Debido a la influencia de nuestro
ambiente y trasfondo religiosos, los cristianos tal vez no nos demos cuenta de
lo ricos que somos. Nuestra riqueza es el Dios Triuno, el Padre, el Hijo y el
Espíritu.
EXPERIMENTAR AL DIOS TRIUNO
Hoy en día para muchos cristianos la Trinidad es meramente un
asunto de teología, no de experiencia. Sin embargo, en la Biblia
la Trinidad no es presentada como doctrina. Hay versículos que nos enseñan
respecto a la justificación por fe, pero no hay ni un solo versículo que nos
enseñe acerca de la Trinidad de una manera doctrinal. Por el contrario, la manera en que la Trinidad es
presentada en las Escrituras recalca Su relación con nuestra experiencia.
Por ejemplo, 2 Corintios 13:14 dice: “La
gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo
sean con todos vosotros”. ¿Qué vemos aquí, la doctrina de la Trinidad o la
experiencia de la Trinidad? Sin duda, este versículo habla de experimentar al
Dios Triuno. Consideremos otro ejemplo: “Por
esta causa doblo mis rodillas ante el Padre ... Para que os dé, conforme a las
riquezas de Su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por
Su Espíritu; para que Cristo haga Su hogar en vuestros corazones...” (Ef.
3:14, 16-17). En estos versículos Pablo hace referencia al Padre, al Espíritu y
a Cristo el Hijo. Según el contexto, esta referencia al Dios Triuno está
totalmente relacionada con nuestra experiencia. Lo mismo es verdad con respecto
a las palabras del Señor en Mateo 28:19: “Por
tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”. Una vez más, la Trinidad es
presentada, no como doctrina, sino como una experiencia. En la experiencia, los
creyentes son bautizados dentro del nombre del Dios Triuno. ¡Cuánta ceguera
decir que la Trinidad es meramente para doctrina y no para experiencia!
En Juan 14 tenemos una revelación profunda e intensa del Dios
Triuno. Como respuesta a la petición de Felipe de que les fuese mostrado el
Padre a los discípulos, el Señor Jesús dijo: “El que me ha visto a mí, ha visto al padre” (v. 9). El Señor
también preguntó: “¿No crees que yo soy
en el Padre, y el Padre en mí?” (v. 10). Más adelante en este capítulo el
Señor dijo que Él pediría al Padre que diera a los discípulos otro Consolador,
el Espíritu de verdad (vs. 16-17). Pero tal como un cuidadoso estudio de los versículos 17 y 18 revela, la
venida del Espíritu de verdad es la venida del Señor Jesús mismo. Así que, en
Juan 14 tenemos al Padre visto en el Hijo, y al Hijo hecho real como el
Espíritu. Esto es para nuestra experiencia, no para tenerlo sólo como
doctrina. Podemos experimentar al Padre por medio de ver al Hijo, y podemos
experimentar al Hijo por medio de tener como realidad al Espíritu. ¡Qué
maravilloso que el Dios Triuno está dentro de nosotros! Como el Señor dice en
Juan 14:23: “El que me ama, mi palabra
guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él”.
Ser amado por el Padre y que el Padre y el Hijo hagan morada con nosotros es
sin duda un asunto que tiene que ver con la experiencia, no con la doctrina.
Por consiguiente, es absolutamente correcto conforme a las Escrituras hablar de
la Trinidad en relación con nuestra experiencia espiritual.
Los seguidores de las
enseñanzas de Confucio pueden jactarse de su virtud luminosa, pero nosotros
podemos gloriarnos de que el Dios Triuno mora en nosotros. Nosotros tenemos al
Padre, el Hijo y el Espíritu. En vez de tratar de desarrollar nuestra virtud
luminosa, nosotros podemos tener la
experiencia de que el Dios Triuno crezca en nosotros. Según las
palabras de Colosenses 2:19, podemos crecer con el crecimiento de Dios. Nosotros crecemos mediante el
crecimiento de Dios en nosotros. Nosotros no simplemente tenemos algo luminoso:
nosotros tenemos al Dios Triuno viviendo
y creciendo en nosotros.
Aquel que vive y crece en nosotros es el Espíritu, la
máxima consumación del Dios Triuno. Dios es Espíritu (Jn. 4:24), y el Señor es el
Espíritu (2 Co. 3:17). Ahora tenemos el Espíritu dentro de nosotros. Aunque el Dios Triuno mora en
nosotros, no estamos conscientes de que tres Personas moren en nosotros, sino
que tenemos conciencia de uno solo. Nuestro Dios es triuno; Él es tres-uno.
Cómo Dios puede ser tres y uno está mucho más allá de nuestro entendimiento.
Pero aunque no podamos entender la Trinidad, podemos disfrutar que el Dios
Triuno vive y crece dentro de nosotros. Por un lado, Él es el Señor que
está en los cielos, pero por otro lado, Él es el Espíritu que mora en nosotros.
TRES CLASES DE ENSEÑANZAS
Con respecto a nuestra vida
como seres humanos, existen tres
principales clases de enseñanzas. En
primer lugar, existen varias enseñanzas
éticas. A las personas de cualquier nacionalidad y cultura se les enseña a mejorar su conducta. Se les
entrena de manera ética a ser agradables, amables, gentiles, humildes y
amorosos. Algunas enseñanzas de esta clase hasta nos animan a que oremos
pidiéndole a Dios que nos ayude a vivir de manera apropiada.
La segunda clase de enseñanza consiste en que, a fin de vivir adecuadamente, necesitamos ser guiados, inspirados y
fortalecidos por el Espíritu Santo. Esta clase de enseñanza es popular
entre los cristianos hoy día. Según esta enseñanza, por medio del Espíritu
Santo podemos ser humildes y amorosos. Aunque esta clase de enseñanza no
tiene nada de malo en sí misma, es posible que sea utilizada sólo para ayudar a
los creyentes a vivir como criaturas de Dios con la ayuda del Espíritu de Dios.
De cierto no está mal exhortar a otros a confiar en el Espíritu Santo y a recibir
ayuda del Espíritu Santo. Pero todo depende de la base que tengamos para
confiar en el Espíritu Santo. Si confiamos en el Espíritu Santo tomando como
base el hecho de ser criaturas de Dios, en realidad estamos usurpando la ayuda
del Espíritu. Si hemos de confiar en el Espíritu, debemos apoyarnos en la base
de que somos hijos de Dios. Entonces disfrutaremos el Espíritu del Padre.
Cuando usted confía en el
Espíritu Santo, ¿en qué base se apoya? ¿Se apoya usted en la base de que es
usted criatura de Dios? ¿Es el deseo de usted simplemente ser una buena
persona? Debido a que se sabe usted débil, ¿le pide a Él que envíe al
Espíritu Santo para que lo fortalezca a fin de que pueda vivir adecuadamente
como una de Sus criaturas? Si es así, entonces, para pedir la ayuda del
Espíritu Santo usted se está apoyando en la base de ser una criatura. Es
correcto confiar en el Espíritu, pero la base de ser una criatura no es la
posición adecuada para confiar en Él. La base adecuada sobre la cual debemos apoyarnos para reclamar
la plenitud de la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo es la
base de que somos hijos de Dios.
Según la tercera clase de enseñanza, hemos sido engendrados de Dios para ser hijos de Dios,
poseyendo la vida y la naturaleza divinas.
Debido a que somos hijos de Dios, Él no solamente nos da el
Espíritu, sino que Él mismo es ahora el Espíritu que está en nosotros para
hacernos Sus hijos de manera total. Él no nos está simplemente ayudando para
que seamos más amables, humildes o poderosos. Habiendo pasado por la
encarnación, el vivir humano, la crucifixión y la resurrección, el Dios Triuno está ahora en
nosotros como el Espíritu vivificante y todo-inclusivo para ser nuestra vida y suministración de vida. Su meta es
completar la filiación y hacernos hijos de Dios en plenitud. Mientras tanto,
nosotros simplemente debemos andar conforme a Él.
Muchos cristianos toman prestado Gálatas 5:16, lo quitan del
contexto, y lo usan para exhortar a los creyentes a andar por el Espíritu.
Ellos no consideran este versículo en el contexto de todo el libro de Gálatas.
Este libro revela que nosotros una vez éramos pecadores condenados por Dios
conforme a Su justa ley. Sin embargo, Dios envió a Su Hijo a efectuar la
redención para nosotros a fin de fuésemos hechos hijos de Dios. Ahora, como
verdaderos hijos de Dios, tenemos la vida de Dios, la naturaleza de Dios y
hasta tenemos al Dios Triuno mismo como el Espíritu todo-inclusivo morando en
nosotros, obrando, moviéndose, actuando y ungiendo para hacernos hijos de Dios
en plenitud. Debido a que somos hijos de Dios y debido a que el Dios Triuno
está obrando dentro de nosotros con la meta de producir en nosotros una
filiación plena, debemos andar por el Espíritu. Entender 5:16 de esta manera es
entenderlo conforme al contexto de todo el libro de Gálatas.
En el recobro del Señor hoy
día, no estamos meramente exhortando a los santos a andar conforme al Espíritu.
Más bien, nuestra meta es ayudar a los creyentes a ver que son hijos de Dios y que el Espíritu todo-inclusivo mora en
ellos. Debemos andar conforme al Espíritu, conforme al Dios Triuno que
mora en nosotros. Si ésta es nuestra experiencia, entonces no viviremos por el
primer tipo de enseñanza ni tampoco por el segundo, sino por el tercero, es
decir, por la enseñanza que va conforme a la economía de Dios en Su salvación.
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