LAS TRES ESFERAS DE LA GLORIA FUTURA, Por E. W. Bullinger


Nota: Interesante estudio del erudito Bullinger, como para meditar y considerar en oración. Conocimos el libro del que procede (Los Fundamentos de la Verdad Dispensacional; Ed. CLIE, 1985) desde el año 94 y nos pareció tan interesante que lo releímos en el 97 y después en el 94. También nos deleitaron sus libros "Cómo Entender y Explicar los Números de la Biblia" (en el se demuestra más allá de toda duda la autoría de Hebreos por parte de Pablo, entre otras muchas cosas) y "El Testimonio de las Estrellas" (maravillosa demostración de como Dios dejó escrito Su Evangelio también en las constelaciones, con todo lujo de detalles).
La posición del controversial Bullinger con respecto a estas tres esferas de gloria, obviamente fue contestada en los siglos XIX y XX (http://en.wikipedia.org/wiki/E._W._Bullinger). En nuestra opinión es muy de considerarse y creemos que se aproxima a las posiciones de Watchmen Nee y a la más elaborada se su discípulo Winess Lee. Lo que nos queda claro en los tres casos es que no toda la iglesia compartirá la autoridad en el Reino y que no toda la iglesia será arrebatada antes del comienzo de la Gran Tribulación. 
Si no nos confundimos uno de los argumentos de Bullinger, a primera vista muy lógico, es que uno no se casa consigo mismo, con su cuerpo, sino que cabeza y cuerpo se casan con alguien más; es decir, que el Cristo corporativo, cabeza y cuerpo, se une en matrimonio, con la congregación de los redimidos de todas las edades, que constituyen la novia o esposa del Cordero, la Nueva Jerusalén. Sin embargo esto parece chocar con el tipo de la iglesia extraída de Cristo que forman Adán y Eva; según el cual Adán (Cristo) se une a Eva (Iglesia) después que fue sacada de su mismo cuerpo y por tanto es una unión consigo mismo, con Su propio cuerpo.
Con nuestros pobres rudimentos y experiencia no nos consideramos competentes para validar ni rechazar la posición de Bullinger, de que parte de los salvos (el Cuerpo) formen parte con la cabeza para ser el Esposo de la Nueva Jerusalén (Esposa), formada por los redimidos de todas las edades. Nos inclinamos más hacia la posición de Lee, de que hay un Hijo Varón formado por los vencedores de todos los tiempos y unas primicias que serán arrebatadas antes de la la Gran Tribulación y, en cambio, que la gran mayoría de la Iglesia pasará por ella. Solo los vencedores compartirán el trono (la autoridad o gobierno) durante el Milenio, pero en el Estado Eterno ya no habrá diferencias, solo la Nueva Jerusalén como el Cristo Corporativo Eterno, porque toda la Iglesia habrá madurado.

De todos modos Señor oramos: "¿Por qué aparece de nuevo Bullinger en nuestra vida casi 20 años después, a través del grupo Mira Solo a Dios?, ¿Qué estás tratando de mostrarnos?"


Extracto de: “Los Fundamentos de la Verdad Dispensacional”
Traducción Juan Luis Molina

Hay algo más que tenemos que aprender concerniente a las dispensaciones, antes de que podamos entender correctamente la posición única y la maravillosa enseñanza de las posteriores Epístolas Paulinas, escritas desde la prisión en Roma.

Estas dispensaciones son referidas comúnmente como siendo: dos, la antigua y la nueva, pero debemos traerlas y ponerlas, como todo lo demás, a la balanza de la Palabra escrita, para ver si las hemos aprendido así del hombre, o directamente de Dios, por la tradición o por revelación.

Hasta cierto punto todos nosotros concordamos en que hay tres esferas.

1.      Todos concordaremos que el gran tema  de las profecías del Antiguo Testamento es un Israel restaurado y una tierra regenerada (Mateo 19:28). Será innecesario que citemos las muchas profecías que hablan del tiempo cuando la tierra sea llena del conocimiento y gloria del Señor, a la manera como las aguas cubren el mar (Números 14:21, Salmo 72:9, Isaías 6:3; 11:9, Habacuc 2:14, etc.).

Somos unánimes con nuestros lectores en que, estas profecías, se deben tomar en su significado literal; y no intentar explicarlas, ni aguarlas, dándoles una interpretación espiritualista que les prive o robe de toda su verdad y poder.

Todos esperamos y tenemos delante el tiempo en que, Aquel que esparció a Israel, lo vuelva a reunir y guarde (Jeremías 31:10); y cuando todos sean enseñados por Dios (Juan 6:45, Isaías 51:13); esto sucederá, cuando los reinos de la tierra vengan a ser los reinos de nuestro SEÑOR, y de Su Cristo (Ap.11:15); y además, cuando la Jerusalén terrenal sea restaurada en mayor gloria que la de antiguamente.

Ese reino y esfera de bendición y gloria se hallará sobre la TIERRA; y será la nueva Israel, con un corazón de piedra cambiado en un corazón de carne, y con un nuevo espíritu, con el cual producirán, los frutos de justicia (Ezequiel 36:1-36). Esta será la tal regeneración o palingenesia,  y en ese tiempo, los apóstoles se sentarán sobre doce tronos para juzgar a las tribus de Israel (Mateo 19:28).

Esta será la primera y más baja esfera de bendición. Se hallará sobre la TIERRA, y debajo de todos los cielos. Este nuevo Israel compone el pueblo de los santos del Altísimo (Daniel 7:27).  Y con este Israel, todas las naciones de la tierra participarán de esa bendición, de acuerdo a la promesa original que le hizo Dios a Abraham.

2.   Pero, además, todos concordaremos en que,  Abraham y su simiente espiritual, son los santos del Altísimo, y distintos o separados por tanto del pueblo (de estos santos) sobre la tierra (Daniel 7:18, 22, 25); esta diferenciada “simiente espiritual” de santos,  ocupan un lugar diferente en la ESFERA CELESTIAL del mismo Reino. Son espirituales, y de acuerdo a la palabra del Señor en Lucas, son iguales que los ángeles, hijos de la resurrección (Lucas 20:34-36) levantados en la primera resurrección,  antes, por tanto, del comienzo de los Mil Años de bendición terrenal para el nuevo Israel, y para las naciones debajo de  los cielos (Deuteronomio 4:19, Ap. 20:4-6). Estos de la simiente espiritual pertenecen a la gran ciudad, la santa Jerusalénque Juan vio descender del cielo con toda la gloria de Dios; y cuya luz era como la de las piedras más preciosas. Esta santa Jerusalén se encuentra descrita con mucho pormenor en Ap. 21:9-27. Es la ciudad que tiene LOS fundamentos por la cual Abraham fue instruido a esperar (Hebreos 11:10). Esto sucedió cuando vio el día de Cristo, y se regocijó (Juan 8:56). Una vez que, concordando todos, la fe viene por el oír, Abraham entonces debió haber oído hablar de ella: y este oír debe haber venido de la palabra que Dios le habló (Romanos 10:17).

Esta ciudad es la herencia de aquellos que, como Pedro declaró a los creyentes de la Dispersión, habían alcanzado una misma preciosa fe que la nuestra. Esta herencia es incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en LOS CIELOS para vosotros. En el griego, por la figura homoioteleutos, se enfatiza y señala esta herencia, como siendo no terrenal, sino aphtharton, amianton, amaranton (1ª Pedro 1:4). Y de los moradores y habitantes de esta ciudad celestial se declara escrituralmente que son  la novia, la esposa del Cordero (Ap. 21:9).

Ahora bien, siempre hubo conocimiento de estas dos simientes desde el llamamiento de Abraham, la terrenal y la celestial. La una fue comparada por Jehová al polvo de la tierra o a la arena del mar (Génesis 13:16; 22:17); y la otra la comparó a las estrellas del cielo (Hebreos 11:12; Génesis 15:5).

Ambas expresiones sugieren una gran multitud, pero la primera se asocia especialmente con la bendición terrenal, mientras que la posterior señala y distingue a los participantes del llamamiento celestial (Hebreos 3:1).

Esta simiente posterior, igual que su padre Abraham, también aguarda por una porción celestial y una bendición celestial, por la ciudad que tiene fundamentos.

Conforme a la fe murieron todos estos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo y saludándolo, confesaban que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. Porque lo que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una nueva patria; pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver. Pero anhelaban una mejor, esto es, CELESTIAL; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad (Hebreos 11:13-16).

¿Dónde y cuál podría ser esta ciudad si no fuera la ciudad que Juan vio descender del cielo proveniente de Dios, cuyos fundamentos se describen específicamente en Apocalipsis 21:19, 20?

Y los cimientos del muro de la ciudad estaban adornados con toda piedra preciosa. El primer cimiento era jaspe; el segundo, zafiro; el tercero, ágata; el cuarto, esmeralda; el quinto, ónice; el sexto, cornalina; el séptimo, crisólito; el octavo, berilo; el noveno, topacio; el décimo, crisoprasa; el undécimo, jacinto; el duodécimo, amatista.

Estos participantes del llamamiento celestial pueden ser trazados a través de todas las edades, desde los días de Abraham hasta el día de hoy. Todos ellos componen la congregación del Señory son continuamente nombrados como tales.

Pero esto es muy importante recordar, que no todos los de Israel, eran los frecuentadores y adoradores del Tabernáculo y del Templo. No todos llevaban consigo las leyes dadas a Moisés, ni ofrecían los sacrificios prescritos, ni atendían a las fiestas de Jehová, ni cumplían los rituales ordenados. Pocos (probablemente los menos, como vemos también hoy en día) eran los que se reunían para la adoración establecida de Jehová. Solo éstos pocos  son llamados la asamblea o la congregación.

La palabra hebrea para congregación proviene de kahal. El verbo significa llamar, en asamblea, reunidos juntosy el nombre se utiliza de cualquier llamada asamblea. En setenta ocasiones del Antiguo Testamento de la versión Septuaginta, se traduce como ekklesia (la misma palabra para iglesia que se usa en el Nuevo Testamento). Actualmente, esta es la misma palabra que se emplea en la expresión la ekklesia (o iglesia) del SEÑOR, en Deuteronomio 23:1, 2, 3, 8; 1ª Crónicas 28:8; Miqueas 2:5 y en Nehemías 13:1 donde se denomina la ekklesia (o iglesia) de Dios.

Esta es la ekklesia (o iglesia) de la cual se refiere como siendo la congregación, en Salmos 22:22; 26:12; 35:18; 40:9, 10; 68:26. En el Salmo 22:25 se denomina como la gran congregación, y en el Salmo 149:1 como la ekklesia de los santos.

Esto es lo que David quiere decir en el Salmo 22:22, cuando dice:

En medio de la congregación te alabaré, y en el vers. 25: De ti será mi alabanza en la gran congregación.

Y este es además el uso que tiene la misma palabra en los Evangelios cuando el Señor dijo:

Sobre esta roca edificaré Mi ekklesia (Mateo 16:18).

Él no empleó, cuando se dirigía a los israelitas, la palabra en el nuevo, exclusivo y especial sentido en que, posteriormente, la utilizó el Apóstol con la revelación del gran secreto en las Epístolas escritas en Prisión; sino en el más extenso y amplio sentido del Antiguo Testamento que aquellos israelitas oyentes pudiesen entender, y que abarcaba la totalidad de la asamblea de los creyentes y adoradores de Jehová, los cuales eran, los partícipes del llamamiento celestial (Hebreos 3:1).

Cuando el Espíritu por Esteban habló de la ekklesia en el desierto (Hechos 7:38) quiso decir y se refirió a esta particular congregación de devotos adoradores. También todos aquellos que habían vivido a la sombra del Altísimo durante los 38 años del deambular penando por el Desierto, vea Samos 90 y 91.

Este es aquel Moisés que estuvo en la congregación en el desierto con el ángel que le hablaba en el monte Sinaí, y con nuestros padres, y que recibió palabras de vida que darnos.

Y cuando el Señor añadió a la tal ekklesia, los que fueron salvos en Hechos 2:47,  después de Pentecostés, los añadió a los 120 que antes de Pentecostés se reunían en asamblea continua y diariamente en el Tempo, ya no para ofrecer sacrificios, sino para, partir el pan (o comer juntos; como en Lucas 24:30, 35 y Hechos 27:35) en las casas, con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo.
Y el Señor añadía a la iglesia (ekklesia) a los que habían de ser salvos (Hechos 2:46, 47).

Es cierto que las palabras la iglesia (Gr. ekklesia) en el versículo 47, se omiten en todos los Textos Críticos (hasta en los más conservadores y los menos “modernos”) Lachmann, Tischendorf, Tregelles, Alford, Wescott y Hort, y la versión Revisada; pero nosotros no hemos dejado de ponerla aquí, para mostrar que incluso aquí, se usaría con el sentido del Antiguo Testamento de la congregación del SEÑOR, y no podría usarse en el sentido posterior, es decir, en el sentido cómo se emplea en la Epístola a los Efesios; pues, está claro que no la habrían comprendido entonces (ni tampoco nosotros hoy en día, si nunca hubiésemos visto la Epístola posterior).

Así que cuando Pablo dijo que él persiguió a la iglesia de Dios (1ª Corintios 15:9; Gálatas 1:13), tampoco habría podido emplear la palabra en un sentido diferente a éste, pues era hasta entonces el único que se conocía, con la misma idea o significado más remoto. Sus palabras deben ser entendidas por tanto en el mismo sentido en que entonces las empleaba en ese momento, tanto él como sus lectores; y no debemos leer en ningún pasaje de Escritura aquel especial tema principal de la subsecuente revelación; especialmente, cuando el sentido está tan perfectamente expuesto, y se ve tan claramente su más alta posición.

Así que, la palabra ekklesia en los Evangelios, los Hechos y las primeras Epístolas Paulinas debe ser tomada en el sentido de su uso en el Antiguo Testamento, como significando sencillamente la congregación asamblea, compañía de gente adoradora de Jehová, partícipes de un llamamiento celestial, que tienen una esperanza celestial, una esfera de bendición celestial, y que aguardan por su lugar y participación en la resurrección de vida.  

Desde los tiempos antiguos estaba revelado que habría una resurrección, (vea Job 19:25-27; Oseas 13:14; Juan 11:24); pero fue revelado subsecuentemente también que no habrá solo una, sino que habría dos resurrecciones, una para vida, y otra para juicio. Pablo testificó de la primera como siendo la esperanza de aquellos que eran los adoradores de Dios (Hechos 24:14, 15); David esperó por ella (Salmo 16:19-11; 49:14, 15). Igual hizo Daniel (Daniel12:1-3).

El Señor expone claramente y habla de la primera como la resurrección de los justos (Lucas 14:14); y, como la resurrección de vida (Juan 5:29). Por la palabra del Señor fue revelada una esperanza posterior, o mejor dicho, una expresión de la esperanza en Juan 11:25, 26.

No solamente hay una esperanza para aquellos que hacen parte en la primera resurrección, sino para aquellos que queden vivos y permanezcan cuando tal acontecimiento suceda.

La palabra del Señor hace mención de ella primero, y el Espíritu Santo a través de Pablo la expande en 1ª Tes. 4:16,17. Concierne al Señor, no solamente en cuanto a ser Él mismo la Resurrección, sino como siendo además la Vida también. Él dice:

A.    Yo soy la Resurrección
B.     Y la vida
C.     Aquel que en Mi cree, aunque muera, vivirá de nuevo. Para él, Yo seré la resurrección.
D.    Y todo aquel que vive, y cree en Mi no morirá para siempre. Para él Yo seré la “Vida”.

Esta fue (y todavía sigue siendo) la esperanza para todos los que son partícipes del llamamiento celestial (Hebreos 3:1).

Muchos de estos se hallaban presentes cuando el Mesías llegó. Eran aquellos que aguardaban por la consolación de Israel (Lucas 2:25), que aguardaban por la redención en Jerusalén (Lucas 2:38), que esperaban que el Señor sería quien redimiría a Israel (Lucas 24:41, que aguardaban por el reino de Dios (Marcos 15:43; Lucas 23:51) eran todos los que le recibieron (Juan 1:12, los que solícitos recibieron las palabras de Pedro o Pablo en el día de Pentecostés y posteriormente (Hechos 2:41, 8:14, 11:1, 17:11), los que recibieron la palabra en medio de gran tribulación (1ª Tes.1:6), y que cuando recibieron esa palabra, la aceptaron no como palabra de hombres, sino según es en verdad la palabra de Dios, la cual opera efectivamente en los que creen (1ª Tes.2:13), y que no recibieron lo prometido (Hebreos 11:39) pero que la creyeron y la abrazaron por la fe.

¿Quién de nosotros no ha pasado por dificultades como estos a los cuales denominamos los santos del Antiguo Testamento?

Pues bien, a esos, que muchas veces vemos en nuestras propias tribulaciones también,  aquí los vemos a todos a través del Antiguo Testamento, como siendo la iglesia de la asamblea de Dios, y  partícipes (con nosotros) del llamamiento celestial. Teniendo una esperanza celestial, y aguardando una esfera de bendición celestial.

3. Y esto por fina ahora nos lleva a la tercera esfera, la cual es la más grande bendición de todas, y la más alta en gloria.
Había sido mantenida en secreto desde todos los tiempos y las edades. Es el propósito eterno de Dios, hecho antes de la fundación del mundo, y no se manifestó a través de cometido alguno por los escritos proféticos.
Era un secreto que no se refería a Israel en la tierra; ni tan siquiera a los partícipes del llamamiento celestialsino solo a Cristo y a los electos miembros de Su cuerpo.
Incluso en el ministerio de Cristo, este secreto se hallaba entre las cosas que no podía entonces revelar, ni tan siquiera se lo pudo decir a los doce apóstoles estando con ellos en privado y a solas, en el aposento alto después de la última cena. No solamente no pudo hablarles de él entonces, sino que los propios apóstoles no estaban capacitados ni preparados para asimilarlas si de él les hubiera hablado.
Y, si el Señor no hizo mención de estas cosas en los Evangelios, entonces, con toda seguridad los apóstoles no habrían podido ni afirmarlas ni confirmarlas en los Hechos de los Apóstoles posteriores.
Era el secreto de las cosas de Cristo, es decir, aquellas cosas que dicen respecto a Él, especial y específicamente;  las cosas que dicen respecto a toda la verdad. Y La verdad, que no podría estar completa sin todas estas Sus cosas.
Sus riquezas fueron, necesariamente, reservadas para ser reveladas por el Espíritu de verdad. Estas preciosas riquezas de gracia y de gloria, fueron la doctrina que tenía por fundamento los hechos sucedidos de la misión de Cristo, que todavía no había tenido lugar en aquel tiempo, aunque lo tuvieran entonces tan cerca y a la mano.
Esos acontecimientos en la vida de Cristo sobre la tierra fueron los fundamentos de las doctrinas edificadas por encima de ellas, de sus sacrificios aquí en la tierra entonces; y sin esos acontecimientos las doctrinas posteriores del secreto no se habrían podido dar a conocer.
Hasta que Él no hubo sufrido, muerto, sido levantado y ascendido, ¿Cómo hubiera sido posible que las doctrinas de Efesios 2:5,6 fueran reveladas y enseñadas, ya que en estos mismos hechos se basan?
Pero esta especial esfera, ministerio y guía del Espíritu de verdad debemos  tratarla más al pormenor en nuestra próxima Editorial; porque allí debemos necesariamente incluir también esa última fase de lo que Jehová habló, antes de que comencemos nuestra consideración de las Epístolas escritas en Prisión; porque es ahí, y solamente ahí, donde encontramos las riquezas de gracia y gloria a las que el Espíritu guía: las buenas nuevas que estaban destinadas a llenar el largo periodo de tiempo de la ceguera de Israel y la noche oscura (espiritual) como nación (Isaías 60:1-3).
La Epístolas escritas en Prisión, que se hacen inmediatamente después a la proclamación de la ceguera dictada judicialmente y el endurecimiento de corazón de Israel (registrado en Hechos 28:25, 26), tienen por su tema principal, la revelación de la tercera de las tres esferas de bendiciones y gloria, y se hallan en especial relación solo a Cristo y Su iglesia (a tenor de lo anterior aquí debería decir Cuerpo y no iglesia).
Esta esfera no se halla en la tierra.
No está sobre la tierra.
Se halla por encima de los cielos.
Por eso, esta tercera esfera no tiene nada que ver con las maravillas y señales terrenales que seguirían a los que, en feliz obediencia, creían en lo que estaba escrito hasta entonces.
Un lenguaje tan superlativamente exaltado, nunca antes había sido pronunciado por labios humanos creyentes.
La propia gloria de esta esfera es incompatible con cualquier tipo de señales o manifestaciones terrenales, por muy maravillosas que sean, o con ordenanzas algunas, por muy significativas que sean.
Ni tan siquiera incluso los “afectos” y las “ideas” que contiene esta esfera conciernen para nada a las cosas de la tierra; se centran solo en las cosas de lo alto, donde Cristo está sentado a la diestra de Dios. 
Estas Epístolas ven al creyente suyo, no con señales siguiéndoles, sino que los ve como muertos para este mundo y para todas sus terrenales asociaciones y conexiones, habiendo sufrido juntamente, muerto juntamente, levantados juntamente, y sido sentados a la diestra de Dios juntamente con Él. Es por eso que, en estas Epístolas, no leemos nada acerca de la venida de Cristo a la tierra, sino más bien acerca de nuestra recogida para estar juntamente con Él donde reside, no acerca de Su parousia, o presencia sobre la tierra, o en el aire, sino acerca de nuestra presencia y manifestación con Él en Su propia gloria; no acerca de anastasis o resurrección (que es el sujeto o tema de las primeras Epístolas Paulinas), sino acerca de una ex-anastasis (Filipenses 3:11) y al llamamiento de lo alto (Filipenses 3:14) que es el tema principal de las Epístolas posteriores; no acerca del gozo personal que podamos tener, sino acerca de la gloria personal de Cristo, la cual tenemos el maravilloso privilegio de compartir.

En esta conexión nos gustaría llamar la atención a una palabra, la cual, a nuestro juicio, es la verdadera palabra clave de las Epístolas escritas en Prisión, y de esta tercera y más alta esfera. Es una palabra muy significativa, que se encuentra, en esta forma, solamente aquí, en todo el Nuevo Testamento. Aparece una sola vez anteriormente también en Romanos 13:9, pero aquí se halla en la voz pasiva presente, anakephalaiaoutaiy significa reunidos arribaSin embargo en Efesios 1:10 es el Infinitivo Aoristo de la voz media, anakephalaiosasthai. Esta diferencia la ignoran tanto la versión Autorizada como la Revisada, las cuales traducen la voz media de Efesios 1 como si fuese la Activa. Este es un casi imperdonable descuido, en el interés del común lector de la Biblia, que tiene un indudable derecho a una traducción correcta gramaticalmente de este pasaje tan importante.
Traducido correctamente, la palabra y el pasaje completo resaltan el hecho subyacente de que, en todas las cosas ahí reveladas, fue nuestro Padre Celestial, POR SÍ MISMO, Quien se propuso establecerlas aquí; esto es, que:
      … De acuerdo a Su buena voluntad, la cual se propuso en SÍ MISMO, de REUNIR todas las cosas en Cristo en la dispensación del cumplimiento de los tiempos: así las que están en el cielo, como las que están en la tierra. En Él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito de Aquel que hace todas las cosas según el designio de Su voluntad, a fin de que seamos para alabanza de Su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo.  
Esto será suficiente para demostrarnos que el Cosmos, tal como se muestra en Colosenses 1:15, 16, es una más larga, ancha, y mayor esfera que (1) aquella otra de  la gloria terrenal, o (2) incluso que la gloria reservada para aquellos que son partícipes del llamamiento celestial.
El Antiguo Testamento, los Hechos y las primeras Epístolas Paulinas tratan con estas dos esferas de gloria más bajas, pero las Epístolas posteriores revelan una tercera esfera de Comando y de Herencia por encima de la tierra y de los cielos.
1ª Corintios 15:40 nos habla de una gloria “terrenal” y de una gloria “celestial”, que son diferentes entre sí. Es cierto. Pero además, existe una tercera esfera; una esfera de gloria cósmica, por encima de todos los seres creados, sobre principados, sobre potestades,  o tronos o los dominios, sobre todas las autoridades que se mencionan (aunque no se definen ni se explican) en Efesios 1:21, Colosenses 1:16 en relación a Cristo, quien será la Cabeza sobre todo.
Eso incluye la humillación de todos Sus enemigos también, y el aplastamiento finalmente de la cabeza de la vieja serpiente, el diablo.    
Eso es precisamente por lo que, el gran cometido del enemigo, en este momento, es cegar el entendimiento de los hombres para que la luz del evangelio (o buena nueva) de la gloria de Cristo, no les resplandezca en sus corazones (2ª Corintios 4:3)
Y eso es por lo que nosotros, que obedecemos a Dios creyéndole en cuanto a  Su más grande y más gloriosa revelación, deberíamos abrazarla como la más seria esperanza, y mantenerla en constante presencia; y, no ignorando además las artimañas de Satanás, porque se nos avisa el objetivo que persiguen sus asaltos, y por tanto conocemos dónde debe nuestra defensa dirigirse.
En otras palabras, tenemos que fijar nuestra labor en dar a conocer las riquezas de la gloria que se conectan con esta tercera y Más Alta esfera de bendición y gloria y honor, para Cristo y Su Iglesia (¿Cuerpo?).

E.W. Bullinger

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