EL TABERNÁCULO DE DAVID
Martin Stendal
16. “Después
de esto volveré y restauraré el Tabernáculo de David, que estaba
caído; y repararé sus ruinas, y lo volveré a levantar; 17. para que el resto de
los hombres busque al SEÑOR, y todos los gentiles, sobre los cuales es llamado
mi nombre, dice el SEÑOR, que hace todas estas cosas…” (Hechos 15: 16 – 17)
¿Qué fue este Tabernáculo
de David? ¿Por qué desistieron los judíos dogmáticos y
fariseos, dando por resuelto el tema ante este argumento tan extraño? Cuando
David fracasó al intentar traer el arca de Dios a casa (a Jerusalén) en el “carro
nuevo,” causando así la muerte de Uza (el hombre fuerte) y la “rotura”
de Dios con su pueblo, él aprendió la lección. La próxima vez trajeron el arca (la unción y la gloria)
de Dios solamente “según Su ordenanza” sobre
los hombros de los levitas, santificados para ese propósito. (1
Crónicas 15: 11-15).
Pero cuando
llegaron a Jerusalén, en
vez de restaurar el arca de Dios al tabernáculo (que todavía existía en Silo),
según lo establecido en la ley de Moisés, ¡David tendió una simple carpa en el
patio de su casa y puso el arca allí! En una tienda sencilla, sin sacerdocio
intermediario, sin muebles, sin lugar santo, sin altar de bronce, sin
sacrificios continuos de sangre pusieron el arca de la gloria de Dios. Y David
entraba a esta tienda para tener comunión con Dios en todo momento ¡sin ritos
religiosos de ninguna clase!
El levantamiento del Tabernáculo de David constituye
una figura perfecta de la comunión
íntima y personal que podemos tener todos los que hemos muerto a nosotros
mismos para ingresar al “hijo de David que es
Mayor” y gozar de la plena y continua comunión con Dios Padre,
sin necesidad de un clero intermedio, de ritos religiosos, de estructuras, de
organizaciones o de denominaciones. La carpa, o tienda sencilla, habla de
nosotros en unión con El, y el arca de Dios habla de nuestro acceso a la
gloria, a la unción y a la presencia de Dios Padre.
No sabemos
mucho acerca del plano del Tabernáculo de David. Dios, a propósito, no menciona
ni las dimensiones, ni la clase de materiales, ni el plano de esta carpa tan
sencilla, que David tendió en el patio de su casa. Sin embargo, el apóstol
resuelve, de manera definitiva y contundente, la controversia del Concilio de
Jerusalén referente a cuál sea el modelo para el ingreso de los gentiles al
Israel de Dios. Está claro
en Hechos Capítulo 15 que ante toda la asamblea de hermanos, ancianos y
apóstoles “ha parecido bien al Espíritu Santo y a
nosotros…” que el modelo para la era de los gentiles es el Tabernáculo
de David.
El
ministerio del Tabernáculo de David existe para unir
a los demás a Cristo, y para animarles a que tengan una comunión íntima y vital
con Dios, como la tuvo David. Solamente mediante el contacto vital e individual
con Jesús y con Su Padre mediante el Espíritu Santo, vamos a recibir la
sabiduría y el poder para enfrentar las situaciones de hoy. Este es el modelo
del Tabernáculo de David. En el Tabernáculo de David hay un cambio fundamental del
sacerdocio…
Por eso dice
la palabra: “andad en el Espíritu y no satisfagáis los deseos de la carne”. (Gálatas
5:16). Para los que moran en el Tabernáculo de David, el freno no
es el ministerio humano o el sacerdocio levítico, como en el Tabernáculo de
Moisés, bajo una ley de muerte.
El freno es el
Espíritu de vida bajo la ley de la libertad, ministrado por el sacerdocio de
Melquisedec. La cubierta
del Tabernáculo de David es el Espíritu Santo; no es el ministerio humano.
Así como el caballo manso
que obedece a su amo mediante las riendas y el freno, nosotros podemos sentir
la tristeza o la alegría del Espíritu de Dios referente a lo que estamos
haciendo. Dios nos deja en libertad para seguir Su camino, pero se
reserva el derecho de tomar las riendas en cualquier momento. Por eso debemos “hablar
y obrar como los que hemos de ser juzgados por la ley de la
libertad”. Seremos
juzgados según nuestra respuesta a la dirección del Espíritu de Dios en nuestra
vida, bajo las circunstancias únicas de nuestra situación.
El Espíritu nos puede prohibir algo que sea permitido
a los demás, o nos puede autorizar e impulsar a algo que parezca locura a los
demás. Pero siempre la guía del freno del Espíritu de Dios nos conducirá a ser “un varón
perfecto que no ofende en palabra,” y siempre su guía será de acuerdo
con las Sagradas Escrituras.
El Tabernáculo
de David es el sitio donde se preparan todos los materiales para edificar el
verdadero Templo de Dios, que somos nosotros.
Sin embargo, a
través de la era de la Iglesia, ha habido muchos individuos y grupos
involucrados en “guerras” y con “sangre” en sus manos, que sí han intentado edificar el Templo
del Señor a la manera de determinada denominación, grupo o movimiento
organizado. Estos intentos han terminado por edificar monumentos
muertos, en vez de unir piedras vivas que serían una verdadera luz para las
naciones. El hombre mide
el éxito por el número de “fieles”, o por las instalaciones, o por los
éxitos terrenales cuando Dios lo mide por la justicia y la rectitud en el
corazón, y por obediencia a Su ordenanza y a Su palabra.
Y nuestros intentos humanos por edificar corporalmente
el Templo de Dios fracasarán hasta cuando entendamos que, primero, los
materiales (las piedras rústicas) deben ser procesados en el Tabernáculo de
David ante el Trono de la Misericordia por el que “ juzga,
y busca el juicio, y apresura la justicia”…, en cada piedra individual. Si las piedras individuales no están listas es
vano intentar unir unas con otras.
1. Si el SEÑOR
no edificare la CASA, en vano trabajan los que la edifican; si el SEÑOR no
guardare la ciudad, en vano vela la guarda (los que edifican reinos tienen que velar por ellos y nunca hallan descanso
porque es vano.)
2. Por demás
os es madrugar a levantaros, el veniros tarde a reposar, el comer pan de
dolores; pues que a su amado dará Dios el sueño (y mientras
reposan en el Tabernáculo de David, en íntima comunión con El, serán concebidos
y nacerán los hijos de Dios). (Salmo 127).
Bajo el
antiguo pacto, todo lo que exigía Dios se podía cumplir en familia, excepto las
tres fiestas anuales de Dios y ciertos sacrificios que, obligatoriamente,
tenían que ser celebradas en Jerusalén. Con el tiempo, los hombres agregaron
las sinagogas con sus “puestos importantes” y la
posibilidad de ser “echado de la sinagoga” por
desagradar a los judíos que ocupaban esos puestos, como una medida para
intensificar el control humano. Igualmente, en la era cristiana, los hombres capaces y organizados
no se contentaron con el Tabernáculo de David, donde cada creyente tendría
dulce comunión con Dios, y el Espíritu Santo se encargaría de cuándo y cómo
serían las reuniones o asambleas, además de repartir los dones y ministerios,
según la soberana voluntad de Dios.
Cuando el hombre precipita la unión horizontal (unión
del cuerpo de cristo), sin que sea el momento o la manera de Dios, hay la
incorporación de levadura en la masa (ver Lucas 13:21), y para
mantener orden se requiere el ministerio humano de mano dura, para controlar
las cabras que están en el redil disfrazadas de ovejas. A menudo, cuando esto
ocurre, terminan maltratando y estropeando a las verdaderas ovejas, averiando
su crecimiento y demorando su madurez. Sin embargo,
el SEÑOR promete que “todas las cosas les ayudan a bien a los que
conforme al Propósito son llamados a ser santos” (Romanos
8:28).
Dios ha permitido todos los ensayos humanos habidos y
por haber para construir reinos en su nombre, porque Él es experto en utilizar
la adversidad y la injusticia para pulir y purificar las verdaderas piedras
vivientes que El piensa utilizar en la construcción de su verdadero Templo, cuando
llegue el momento. Los hombres siguen
con sus planes y programas grandiosos (que siempre son en vano y llegan a
nada), y Jesús, el Cristo, sigue “sentado firmemente en el
Tabernáculo de David,” preparando y purificando las piedras
individuales, una por una hasta cuando sea el momento de armar Su verdadero
Templo, hecho sin manos; “sin ruido de martillo”.
En el Tabernáculo de David, las reuniones de dos o
tres en el nombre del SEÑOR producen gloriosos acontecimientos en el
curso del caminar diario con Jesús, como en cierta ocasión en
el camino a Emaús, cuando la presencia de Jesús hizo arder el corazón de los
discípulos. En el Tabernáculo de David, la presencia de Dios puede ser tan real
para el prisionero solitario en su celda o para el secuestrado por la
guerrilla, como en la asamblea de centenares o de millares de cristianos.
Pablo tuvo por
costumbre, toda su vida, no dejar la congregación de los hebreos que no tenían
la revelación que él tenía. Aun después de ser encarcelado por varios años por
culpa de los judíos, al llegar a Roma en cadenas, lo primero que hizo fue
reunir a la congregación de los judíos en Roma y “exhortarlos” acerca de
la intimidad que hay con Dios a través del Señor Jesús, el Cristo. (Ver
Hechos 28:17 -29). Lo
que Pablo quiso decir cuando escribió: “no dejando nuestra
congregación” (una frase que ha sido mal traducida en varias
biblias) es que él siguió con un gran corazón para los judíos, y que él estaba
dispuesto a seguir arriesgando su vida para seguir exhortándolos a recibir la
verdad. El no quiso dar con esto una orden para que tomáramos parte voluntaria
en ritos legalistas de muerte, o en el control babilónico de los unos sobre los
otros, que se practica continuamente entre los que no tienen la revelación del Tabernáculo de
David.
Otros tergiversan este versículo para mandar que el
pueblo asista a sus interminables reuniones babilónicas, de manera pasiva donde
los clérigos administran el control y el mensaje, y los laicos
asisten calladamente y proveen las finanzas. Al final del
libro de los Hechos, Pablo, a los tres días de haber llegado a Roma, cargado de
cadenas y de muchas pruebas, congregó a los judíos “no dejando
nuestra congregación, como algunos tienen por costumbre” con el
fin de exhortarlos.
Así como Pablo
(siendo el apóstol a los gentiles) “tuvo por costumbre” durante toda su
vida predicar primero a los judíos y después a los gentiles en todo sus viajes
misioneros por el mundo, los hijos vencedores de Dios que vivirán y predicarán “este
evangelio del Reino en toda la tierra habitable, por testimonio a todos los
gentiles; y entonces vendrá el fin” (Mateo 24:14), comenzarán por anunciar este
mensaje a los de las iglesias tibias, haciendo que estas personas se decidan
entre “estar fríos o calientes, o Dios los vomitará de
su boca”. A medida que haya limpieza y juicio en lo
que los hombres llaman la Casa de Dios, habrá un mensaje más claro y
contundente
LA VERDADERA
ALABANZA
Hoy día hay muchos que tergiversan el concepto de la
alabanza para significar algo que se hace en una reunión con buenos músicos y
altoparlantes, mientras que la vida de muchos de los participantes sigue en el
pecado y en la derrota. La verdadera alabanza ante Dios viene, en un andar
diario en victoria y en santidad. En sus Salmos, David se
refiere a la tienda en el solar de su casa, donde reposaba el arca de la gloria
de Dios, como figura de algo que él llama la Casa del Señor o Su
Tabernáculo. David sabía que la seguridad y la salvación solamente se
encuentran en El y no en determinado sitio geográfico. La alabanza de David fue producto de un andar en
santidad y en victoria delante del Señor. Su alabanza fue producto de la
disciplina y de los tratos severos de Dios en la vida de David, mientras
él dijo solamente:
4. Una cosa he
demandado al SEÑOR, ésta buscaré; que
esté yo en la Casa del SEÑOR todos los días de mi vida, para contemplar la
hermosura del SEÑOR, para inquirir en su templo (Dios le dio a David los planos del Templo mientras él contemplaba la “hermosura
del SEÑOR” en el Tabernáculo de David, porque ¡Él es el plano! Y
el Templo somos nosotros, a imagen y semejanza de Jesús, el Cristo, en un
cuerpo de muchos miembros).
EL PROXIMO
PASO
En la incertidumbre del momento presente acerca de
cuál será nuestro próximo paso individual; o corporalmente basta recordar que, en
todos los ejemplos de la Escritura, Dios escoge sus instrumentos humanos y
les da la revelación con claridad de lo que tienen que hacer, guiándoles paso a
paso cuando llegue el momento de El para que actúen. Moisés recibió
instrucciones claras e inconfundibles, comenzando con la revelación del fuego
de Dios en la zarza que ardía. Josué tuvo un encuentro personal, cara a cara,
con el Príncipe del ejército del SEÑOR en persona. Elías pasó por el viento, y
el terremoto, y el fuego hasta encontrarse con la voz suave y tenue de Dios que
le habló con claridad.
Eliseo pasó el
Jordán de la muerte a sí mismo y fue separado de Elías, su maestro, por un
carro de fuego, mientras Elías era arrebatado a Dios en un torbellino.
Los cielos le
fueron abiertos a Jesús en el Jordán, y El recibió la unción sin medida para
hacer solamente la voluntad de su Padre celestial. Los apóstoles del primer
siglo tuvieron la revelación clara del fuego de la gloria de Dios. Todos ellos, incluyendo a
Pablo, recibieron su consigna directamente de El, cara a cara, viendo Su gloria.
Y él promete que: “la gloria de esta Casa
postrera será mayor que la primera”. El vino nuevo será más
excelente que el añejo. La obra que El hará al final de los tiempos será más
sublime que la que El hizo en la iglesia del primer siglo.
Tengamos paciencia, hermanos, y esperemos al SEÑOR.
Es triste e inútil comenzar la obra apostólica de unir piedras en la
construcción de Su Templo, sin tener una revelación clara y contundente del
fuego de la gloria de Dios y de Su perfecta voluntad sobre el asunto.
Desistamos de hacer obras en SU Nombre que tendrán que ser desmanteladas o que
serán consumidas en el FUEGO DEL GRAN
DIA DEL SEÑOR, GRANDE Y TERRIBLE, que está a la puerta.
Si estamos
intranquilos o inciertos acerca de cual debe ser nuestro papel dentro de los
planes y propósitos de Dios, basta que nosotros, como el rey David en la
antigüedad, busquemos el reposo del Tabernáculo de David para
pedir, de todo corazón, UNA SOLA COSA DEL SEÑOR:
4. que esté yo
en la Casa del SEÑOR todos los días de mi vida para contemplar la
hermosura del SEÑOR, y para inquirir en su templo (para recibir conocimiento en la revelación de El)
5. Porque él
me esconderá en su tabernáculo en el día del mal…
14. Aguarda al
SEÑOR; esfuérzate y aliéntese tu corazón; sí, espera al SEÑOR. (Salmo 27: 4,5,14).
Sí, hermanos,
fijemos nuestros ojos en Él y esperémosle a Él.
Martin Stendal –
El Tabernáculo de David
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