PORQUE NUESTRO DIOS ES FUEGO CONSUMIDOR, F. B. Meyer

 



"… porque nuestro Dios es fuego consumidor".

– Heb. 12: 29


¡Qué consuelo hay en estas palabras! En otro tiempo solo nos llenaron de alarma: ahora ellas son oleadas de gran gozo.

A orillas del Mar Rojo, hubo una gran diferencia con relación a cuál lado de la nube estaban los ejércitos. Estar en un lado significaba terror y consternación: «El Señor miró el campamento de los egipcios desde la columna de fuego y nube, y trastornó el campamento de los egipcios». Pero estar en el otro lado significaba consuelo y esperanza: «y era nube y tinieblas para aquéllos, y alumbraba a Israel de noche».

De forma similar, hay una gran diferencia en nuestra posición ante Dios, para que las palabras al principio de este capítulo sean un consuelo o una causa de ansiedad. Si estamos contra Dios –enemigos en nuestra mente por obras perversas, pecando contra su apacible Espíritu Santo– poco alivio podremos hallar en la consideración del simbolismo majestuoso del pasaje. Pero si estamos de su lado, resguardados bajo su mano, ocultos en la hendidura de la Roca, conscientes de que estamos en Aquel que es real –entonces podemos regocijarnos con gran gozo de que «nuestro Dios es fuego consumidor».

En la Escritura, el fuego es el símbolo invariable de la naturaleza y el carácter de Dios. Fue como una antorcha de fuego que el Todopoderoso pasó entre los animales divididos del sacrificio de Abraham. Fue como fuego, que no necesita la madera de la acacia para su mantenimiento, que Él se apareció a Moisés en el desierto, para comisionarlo para su obra. Fue como fuego que su presencia brilló en el monte Sinaí, cuando le entregó la Ley.

La aceptación divina de los sacrificios a través del ritual antiguo fue puesta de manifiesto por el fuego que bajó del cielo como una antorcha, pasando a través de la carne de los animales sacrificados. Malaquías dijo que Cristo vendría como el fuego de un refinador; y cuando el precursor anunció su advenimiento, él lo comparó a la obra de la llama rojiza que destruye y purifica: «Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego». «Él quemará la paja en fuego que nunca se apagará».

Por lo tanto, fue también en armonía perfecta con toda la gama del simbolismo escritural, que el descenso pentecostal del Espíritu Santo fue acompañado por lenguas divididas, como de fuego. Por supuesto, no debemos negar que hay un lado punitivo y terrible en todo esto. No es cosa ligera persistir en el pecado. Él vendrá «… en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo». Él es «temible en hechos sobre los hijos de los hombres».

El fuego es nuestro aliado más útil, que trabaja para nosotros día y noche en hornos y chimeneas. Es inofensivo y servicial, siempre y cuando obedezcamos sus leyes y observemos sus condiciones; pero cuando desobedecemos esas leyes y contravenimos esas condiciones, aquel que bendijo comienza a maldecir, y se abalanza sobre nosotros, llevando la devastación a todas nuestras obras, de modo que los campos prósperos se convierten en basura ennegrecida y nuestros palacios en un montón de ruinas.

Así es con la naturaleza de Dios. Él es apacible y amoroso; pero si un pecador persiste en el pecado, cerrando sus ojos a la luz, y cerrando su corazón al amor de Dios, entonces él descubrirá esto: «Y severo serás para con el perverso». «Honrad al Hijo, para que no se enoje, y perezcáis en el camino; pues se inflama de pronto su ira».

Pero ahora volvamos a algunos de los pensamientos de gracia que se enmarcan en este pasaje. 


La búsqueda del fuego

Esta es seguramente una de nuestras necesidades más grandes. Hay mucho de egoísmo y de pecado en lo mejor de nosotros. A veces obtenemos una ojeada de aquello que somos, y rápidamente apartamos nuestros pensamientos de ese horrible espectáculo.

Y lo que nosotros mismos no nos atrevemos a contemplar, lo ocultamos cuidadosamente de la vista de nuestros amigos más sensibles. ¡Ah, qué orgullosos, qué vanidosos y engreídos somos! Preocupados, si no somos suficientemente admirados; celosos, si somos eclipsados; prontos para aprovecharnos de otros, si sólo pudiéramos hacerlo sin ser descubiertos; capaces de los mismos pecados viles que señalamos en otros.

Ningún crítico maligno ha tocado nunca con palabras penetrantes el mal empedernido de nuestros corazones o ha dicho un ápice de verdad acerca de nosotros. Nosotros nunca hemos comprendido cuán malos somos. No queremos ser enfrentados con la vergüenza y la agonía. Pero es bueno ser escudriñados. Un antiguo lema invita a los hombres a conocerse a sí mismos.

El descubrimiento de lo que somos nos conducirá más pronto a Dios para su limpieza y su gracia. No necesitamos querer insistir en nuestros pecados, como si la salud pudiese venir considerando la enfermedad; pero podemos aceptar de buen grado buscar el fuego de Dios. Conozcamos las cosas malvadas que hay dentro de nosotros. Aprendamos cuánta madera, heno y hojarasca hemos construido sobre ese fundamento que ha sido puesto en nuestros corazones. Sometámonos al descubrimiento de la enfermedad que mostrará el estetoscopio, el dedo que hurga, el cuchillo que sondea. ¡Oh Dios, que eres como fuego, escudríñame y conoce mi corazón; trátame y conoce mis pensamientos!

El fuego limpia. El metal está mezclado con muchos componentes inferiores. La tierra, en la cual ha permanecido por siglos, se aferra a él; la escoria deprecia su valor. Pero húndelo en el horno que brilla intensamente; sube el calor hasta que el resplandor sea casi intolerable a la mirada; mantenlo en ese bautismo de llama. Pronto, el metal será libre de sus impurezas, libre de aleación y apto para verterlo en cualquier molde. ¿No es así que Dios tratará con nosotros? Él es fuego que consume.

En la visión antigua, cuando Isaías lamentó sus impurezas, voló a él uno de los serafines, que había tomado un carbón vivo del altar, y lo puso sobre sus labios, diciendo: «He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado». ¿Y Dios no hará otro tanto por nosotros de nuevo? Hemos sido limpios de las manchas de nuestras muchas transgresiones, pero, ¿no necesitamos esta profunda, esta cuidadosa y ardiente purificación?

Hay tres agentes en la purificación – la Palabra de Dios, la Sangre del Hijo de Dios y el Fuego de Dios, que es el Espíritu Santo. Conocemos algo de los dos primeros, pero, ¿sabemos el significado del último? Hemos sido purificados por el agua y la sangre; pero, ¿hemos pasado también a través del fuego? «Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego».

No podemos definir, en muchas palabras, la forma de esta operación sagrada – es un asunto para la conciencia santa; pero el corazón sabe cuándo la ha experimentado. No es que la tentación cese de asaltar; o que no haya ninguna posibilidad de rendirse otra vez al pecado, o que las tendencias malvadas de la vieja naturaleza estén erradicadas; pero allí hay un quemarse y un consumirse de las cosas malvadas cuyo dominio por mucho tiempo había sido admitido y empañaban la gloria de la obra de Dios en el corazón. Hay libertad donde había cautiverio; hay pureza donde había corrupción; hay amor donde había malicia, envidia, mala voluntad. Esta bendita operación del Espíritu Santo puede ser experimentada por aquellos que no la rechazan, y por la fe demandan todo lo que Él espera hacer por ellos. Entonces apropiémonos de esa expresiva oración del himno de Wesley: «¡Fuego refinador, pasa a través de mi corazón!».

El fuego transforma. Ese atizador puesto en la rejilla es duro, frío y negro; pero si tú lo pones por algunos momentos en el corazón del fuego, llega a ser suave, intensamente cálido, y brilla con blancura incandescente. Retíralo otra vez, y todas sus viejas cualidades se reafirmarán; pero mientras esté en el fuego, no pueden ser vistas: el hierro es transformado a la semejanza de la llama en la cual es bañado.

Así ocurre con nosotros mismos. Por naturaleza somos también duros, fríos y oscuros; y la tendencia de nuestra naturaleza irá siempre en estas direcciones, esperando para reafirmarse cuando es dejada a sus propias expensas. Pero si solo podemos para siempre habitar con el fuego devorador y con los ardores eternos del amor y la luz y la vida de Dios, un cambio maravilloso pasará sobre nosotros; y seremos transformados en la misma imagen, de gloria en gloria. Ya sin durezas, seremos moldeados en la forma que él seleccione; ya no más fríos, brillaremos intensamente con amor a Dios y a los hombres; ya no más oscuros, seremos exhibidos en la blancura de una pureza que es producto del calor más intenso.

Por mucho tiempo, hemos sido reducidos por el quemante ardor del horno – no es el dolor, la prueba o la aflicción, sino Dios. Permitámosle proseguir su obra. Abramos nuestra naturaleza, para que Dios, el Espíritu Santo, pueda llenarnos. Entonces llegaremos a ser como Él es; nuestra tosca naturaleza parecerá ascender al cielo en caballos y carros de fuego. En el fuego de Dios nos habremos convertido en fuego.


F. B. Meyer


(Gentileza de Esdras Josué ZAMBRANO TAPIAS)

CEÑIR LOS LOMOS DE NUESTRA MENTE-ENTENDIMIENTO, Devocionales e-Maná

 



eManá
La Palabra de Dios diariamente enviada por correo electrónico

30 de junio de 2023

Ceñir los lomos de nuestra mente

Versículos de la Biblia

1 Pedro 1:13 Por tanto, ciñéndoos los lomos de vuestra mente y siendo sobrios, poned vuestra esperanza completamente en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado.

Palabras del ministerio

Ceñir los lomos de nuestra mente significa no dar rienda suelta a nuestros pensamientos. Sin embargo, la mayoría de nosotros deja que sus pensamientos corran libremente. Pensamos en una cosa y luego en otra. En cuestión de segundos, podemos dar la vuelta al mundo con nuestra mente. Podemos estar pensando en una cosa, y de repente, empezamos a pensar en otra. Por ejemplo, mientras alabamos al Señor en Su mesa, puede ser que inesperadamente empecemos a pensar en algo que recientemente compramos en la tienda. Debido a que nuestros pensamientos pueden viajar tan rápido, debemos ceñir los lomos de nuestra mente.

Aquí Pedro parece estar diciendo: “Hermanos, os acabo de presentar varios asuntos maravillosos y divinos. Vosotros habéis leído sobre la manera en que bendije al Dios Triuno. El Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo nos regeneró para una esperanza viva. También os hablé de la elección de Dios según Su presciencia, de la redención de Cristo y de la aplicación del Espíritu. Ahora os insto a que ciñáis los lomos de vuestra mente. No dejéis que vuestra mente corra libremente”.

En el versículo 13 Pedro habla también de ser sobrios. Ser sobrios es estar en calma y tener una mente despejada, capaz de comprender la economía de Dios en Su salvación según se revela en los versículos del 3 al 12, sin dejarnos perturbar por el temor, la ansiedad o las preocupaciones. (c) 2010 Living Stream Ministry.

Los versículos del Nuevo Testamento son tomados de la Versión Recobro del Nuevo Testamento y los versículos del Antiguo Testamento, de la versión Reina Valera 1960. Las "Palabras del ministerio" provienen del Estudio-vida de Primera de Pedro, escrito por Witness Lee, capítulo 11. Ambos son publicados por Living Stream Ministry, Anaheim, CA.

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NOTICIAS MUNDIALES Y PROFECÍA, Dr. Stephen Jones (GKM)

 

Violación del Protocolo, la bandera de EE. UU. no fue colocada

06/19/2023
Estimated Read Time: 6 - 8 mins
 Author: Dr. Stephen E Jones

UNA SALVACIÓN QUE CRECE, Devocionales eManá

 



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La Palabra de Dios diariamente enviada por correo electrónico

18 de junio de 2023

Una salvación que crece

Versículos de la Biblia

1 Pedro 2:2 Desead, como niños recién nacidos, la leche de la palabra dada sin engaño, para que por ella crezcáis para salvación.

Palabras del ministerio

Por una parte, ya fuimos (los creyentes) salvos; por otra, aún necesitamos crecer para salvación. Esto significa que hay una salvación a la cual no hemos llegado todavía. En otras palabras, nos falta experimentar cierta salvación, y puesto que aún no la hemos experimentado, necesitamos crecer hasta alcanzarla.

Pese a que ya fuimos salvos, seguimos sufriendo. ¿Por qué tenemos que sufrir si ya hemos sido salvos? Es posible que los demás nos hagan sufrir, o que incluso nosotros mismos seamos la causa de nuestros propios sufrimientos. Por ejemplo, ¿no sufre usted después de que se enoja? Cada vez que se enoja, ¿acaso se pone contento? Algunos incluso oran pidiendo que el Señor los salve de su mal genio. Probablemente hayan dicho: “Oh Señor, sálvame de mi mal genio. No quiero volverme a enojar. Señor, Tú eres Emanuel, Dios con nosotros. Tú también eres Jesús, quien libra a Su pueblo de sus pecados. Confieso que es un pecado que yo me enoje. Señor, Tú eres mi Salvador. Tú puedes librarme de este pecado”. Sin embargo, es probable que el Señor, en lugar de salvarlo de su mal genio, permita que usted se enoje aún más.

Por una parte, la vida cristiana es una vida de disfrute; por otro, creo que todos estamos de acuerdo en que también es una vida de sufrimientos. ¿No experimenta usted sufrimientos en su vida como cristiano? A veces nosotros hemos testificado que, como cristianos, tenemos una buena vida matrimonial y una vida familiar feliz. Sí, esto es cierto, y es parte de nuestro testimonio. Pero también tenemos que reconocer que a veces nuestra vida familiar no es así en absoluto, porque hay momentos en que el esposo y su esposa discuten, y los hijos se muestran muy descontentos. Esto indica que necesitamos al Salvador y que necesitamos crecer para salvación. El Señor no nos salva de nuestro mal genio; más bien, lo que nos salva del enojo es el crecimiento que redunda en salvación. (c) 2010 Living Stream Ministry.

Los versículos del Nuevo Testamento son tomados de la Versión Recobro del Nuevo Testamento y los versículos del Antiguo Testamento, de la versión Reina Valera 1960. Las "Palabras del ministerio" provienen del Estudio-vida de 1 Pedro, escrito por Witness Lee, capítulo 2. Ambos son publicados por Living Stream Ministry, Anaheim, CA.

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HABLAR CON GRACIA PALABRA SAZONADA CON SAL, Devocionales eManá

 



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La Palabra de Dios diariamente enviada por correo electrónico

16 de junio de 2023

Hablar con gracia, sazonado con sal

Versículos de la Biblia

Colosenses 4:5-6 Andad sabiamente para con los de afuera, redimiendo el tiempo. Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno.

Palabras del ministerio

La gracia es Cristo como nuestro disfrute y suministro. Nuestras palabras deben trasmitir esta gracia a los demás. Las palabras que edifican siempre ministran esta gracia a los oyentes. Hablar con gracia significa que Cristo se expresa a través de nuestras palabras. Esto quiere decir que nuestras palabras deben ser la expresión y las palabras mismas de Cristo. Cada palabra debe ser la expresión de Cristo como gracia.

Nuestras palabras deben ser también sazonadas con sal. La sal hace que los alimentos sean agradables y placenteros al gusto. Las palabras sazonadas con sal nos guardan en paz unos con otros (Mr. 9:50). Si nuestras palabras contienen gracia y están sazonadas con sal, ellas harán que las cosas sean placenteras y de buen gusto a los demás.

Si somos esta clase de personas, redimiremos el tiempo y aprovecharemos cada oportunidad disponible para ministrar vida. Además, nuestras palabras no causarán problemas. En lugar de ello, mediante la disciplina minuciosa del Señor, todo lo que proceda de nuestra boca será una palabra de gracia, sazonada con sal. Tal palabra hará que las cosas sean agradables y placenteras al gusto. Espero que todos aprendamos estas cosas y las practiquemos. (c) 2010 Living Stream Ministry.

Los versículos del Nuevo Testamento son tomados de la Versión Recobro del Nuevo Testamento y los versículos del Antiguo Testamento, de la versión Reina Valera 1960. Las "Palabras del ministerio" provienen del Estudio-vida de Colosenses, escrito por Witness Lee, capítulo 30. Ambos son publicados por Living Stream Ministry, Anaheim, CA.

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ISACAR EL SIERVO Y LOS TRES NIVELES DE LOS HIJOS DE DIOS, Dr. Stephen Jones

 



(Extracto del Cap. IV del libro "El Trigo y los Asnos de Pentecostés")


En vídeo: 

https://www.youtube.com/watch?v=aJe8VXOkJNg




Isacar, el Siervo

Lea y Raquel retratan la diferencia entre la Iglesia y los Vencedores (Compañías del Trigo y de la Cebada). Lea estaba casada con Jacob, pero Jacob amaba a Raquel, su otra esposa. En este contexto, vemos que Isacar, el hijo de Lea, está relacionado con la Iglesia, en vez de con el Cuerpo de Vencedores.

Lea llamó a su hijo Isacar porque, en efecto, ella había "alquilado" a Jacob para pasar la noche con ella. Este es el significado en hebreo de su nombre. Así, mientras Isacar era técnicamente un hijo, también era una manifestación de un siervo alquilado. Esto tiene grandes implicaciones en todas partes de las Escrituras, en particular en relación con el reino de Pentecostés. Durante la Edad de Pentecostés (33 dC – 1993 dC), la Iglesia ha estado en una etapa de esclavitud. Como Pablo nos dice tan elocuentemente en Gálatas 4: 1-5,

1 Pero también digo: Entre tanto que el heredero es niño, en nada difiere del esclavo, aunque es señor de todo; 2 sino que está bajo tutores y curadores hasta el tiempo señalado por el padre. 3 Así también nosotros, cuando éramos niños, estábamos en esclavitud bajo los rudimentos del mundo. 4 Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, 5 para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos.

Pablo nació en la Edad de la Pascua de los judíos (del Éxodo a la Crucifixión, 1446 aC - 33 dC). Así, él usa el tema de esclavo-hijo para explicar como él y los otros eran hijos en una etapa de desarrollo de la servidumbre. Esto duró hasta que ellos vinieron a Cristo y recibieron su Espíritu, porque entonces entraron experimentalmente en el reino más alto de Pentecostés. Pablo lo llama "el tiempo señalado por el padre" y “el cumplimiento del tiempo”.

Mientras esto es seguramente verdadero, debemos tener presente que hay aún otro tiempo designado para venir, que conocemos como la Fiesta de Tabernáculos. Tal como la Pascua de los judíos fue era etapa de servidumbre que conducía al Pentecostés, así también Pentecostés es una etapa de servidumbre que conduce a Tabernáculos.

Los tres niveles de los hijos de Dios

Cuando Pablo se refiere "a la adopción de hijos", esto viene de una sola palabra griega: huiothesia”, "llegar a ser hijo maduro". Esto no denota "la adopción" en el sentido moderno de la palabra, donde un hombre podría adoptar a un huérfano de otra familia. En aquel tiempo cuando un hijo alcanzaba la madurez, su padre le daría formalmente al hijo maduro la huiothesia”. Eso significaba que el hijo podría actuar entonces en nombre de su padre, y cualquier contrato que el hijo firmara implicaría obligación jurídica como si su padre mismo hubiera firmado el contrato. En otras palabras, la adopción de hijo, el "hijo maduro", trata con una posición en la familia, no con la adopción de huérfanos.

Tenemos que entender esto a fin de recibir el sentido de Gálatas 4: 1. En días Bíblicos había realmente tres ceremonias relacionadas con la filiación. Como podría esperarse, éstas corresponden a los tres días de fiesta de Israel.

La primera ceremonia ocurría poco después del nacimiento del hijo. En los tiempos más tempranos la gente tenía una gran celebración en el momento del destete del hijo, que a menudo ocurría aproximadamente a la edad de dos años. Sin embargo, esta parece haber sido sustituida, o al menos reemplazada, más tarde por la ceremonia de circuncisión, cuando el hijo tenía ocho días de nacimiento. Cualquiera de las éstas dos, tratan con la celebración del nacimiento de un hijo.

La segunda ceremonia de ser hijo se realizaba cuando el hijo alcanzaba la edad de trece años, hoy llamado en círculos judíos, el bar mitzvah. Era el segundo nivel de los hijos, cuando el padre comenzaba a enseñar seriamente al hijo su sabiduría y el comercio de la familia. Uno podría pensar en este bar mitzvah como un gusto de la huiothesia, o una garantía o arras de la posición de ser hijo.

La tercera ceremonia de ser hijo era el cumplimiento, a menudo hecha cuando el hijo tenía veinte años, con tal que el hijo se hubiese demostrado ser un siervo obediente. Esta ceremonia daba al hijo autoridad completa para tomar decisiones en el lugar de su padre, ya que él poseía la mente del padre; él pensaba como su padre; sus valores eran los mismos que los de su padre; idealmente, él era una réplica de su padre, y así el padre sabría que podría confiar en su hijo para actuar en su lugar.

Relacionando estas ceremonias con los días de fiesta de Israel, vemos que la Pascua de los judíos se parece a nuestro nacimiento como hijos infantiles de Dios, cuando somos justificados por la fe. En este sentido, todos los cristianos por definición son hijos de Dios. Y así, Juan nos dice que somos AHORA los hijos de Dios (1ª Juan 3: 2). Pero esto no significa que seamos totalmente hijos crecidos, o que hayamos llegado a la huiothesia, ya que Juan también nos dice que el recibir de Jesús (primer nivel de ser hijo) nos da la autoridad adicional para llegar a ser hijos de Dios (Juan 1: 12).

Pentecostés es nuestro bar mitzvah, el segundo nivel de ser hijo como adolescentes. Este es el tiempo del verdadero entrenamiento, cuando el padre comienza a entrenar a su hijo en su oficio de aprendiz y a enseñarle la Ley. Nosotros, quienes hemos recibido el Espíritu de Dios, también hemos entrado en tal entrenamiento para prepararnos para la tercera posición de ser hijos.

La Fiesta de Tabernáculos nos da el modelo profético del tercer nivel, hijo maduro o huiothesia. Será conferido sobre aquellos que han aprendido y han madurado bajo las dos primeras etapas de hijo. Será conferido sobre aquellos que tienen la mente de su Padre divino, quienes hacen sólo aquellas cosas que ven hacer a su Padre. Será conferido sobre aquellos que han aprendido a apreciar las disciplinas de su Padre y las reglas de la casa. Será conferido sobre aquellos que han entrado en el acuerdo completo con su Padre en todos los asuntos, siempre y cuando no queden desacuerdos básicos con sus leyes, métodos, y políticas, ya que tales hijos todavía no tienen su mente, ni tampoco realmente la entienden en absoluto.

Si miramos al cuadro más grande, podemos ver como estos tres niveles de ser hijo se aplican a Israel, la Iglesia y los Vencedores en la progresión de la historia. En la Edad de la Pascua Israel funcionó bajo el primer nivel de autoridad divina, y Dios estuvo con ellos (Traductor: Creemos que la unción pascual de vida es interna; por lo tanto sería en ellos) desde el principio.

Entonces vino el tiempo para Dios hacer una nueva cosa, ya que el pueblo de Dios había alcanzado la edad espiritual de trece años. El día de Pentecostés en el segundo capítulo de Hechos fue, en este sentido, el bar mitzvah de sus hijos. En esta Edad de Pentecostés el Espíritu de Dios está dentro de nosotros (Traductor: Creemos que la investidura de poder es externa, por tanto, sería con o sobre nosotros). Nuestro nivel de autoridad espiritual aumenta bastante para hacer el trabajo de restaurar la tierra para Él, ya que este es "el oficio" de Dios que Él enseña a sus hijos. Sin embargo, la Iglesia está en su etapa de rebelión de "adolescente" y generalmente piensa que lo sabe todo; tiene la impaciencia y el exceso de confianza en sus posiciones doctrinales que uno esperaría de un adolescente típico. La Iglesia sabe justamente lo suficiente para creerse sabia y tiene justamente lo suficiente de la autoridad de ser hijo para ser peligrosa. El problema más grande es que la Iglesia piensa de sí misma como adulta y capaz de decidirse entre lo bueno y lo malo, sin la necesidad de consultar las reglas de la casa (las Leyes de Dios). De hecho, algunos de estos hijos piensan que Dios es demasiado opresivo y realmente no sabe lo que Él hace. Ellos discrepan con Él y hacen nuevas reglas que satisfacen su entendimiento y, al poco tiempo, piensan que sus propias reglas son, de hecho, "las nuevas leyes de su Padre", cuando éstas sólo son tradiciones de hombres.

Nuestro crecimiento en Cristo se manifiesta sobre todo por nuestra disposición a ser siervos, no por nuestra insistencia en ser tratados como hijos privilegiados. Aquellos de nuestros hermanos que hoy insisten en entronizarse, ahora realmente están actuando como “niños malcriados”. Corren de aquí para allá “nombrándole” y “exigiéndole” como niños en una juguetería. Sus enseñanzas de prosperidad se parecen al apetito de un adolescente por todas las cosas finas en la vida—sin tener que trabajar por ellas.

Pero ¿quién está deseoso de sufrir las privaciones del desierto, para poder ser entrenado y disciplinado como hijo? ¿Quién está deseoso de aprender la destreza de su Padre? ¿Quién está deseoso de dar un paso en el fuego? En su inmadurez muchos piensan de sí mismos que son hijos ya perfeccionados, sin necesitar más de tal disciplina y entrenamiento como siervos. Piensan de ellos mismos que ya son espiritualmente maduros y esperan ser servidos, en lugar de servir. Su revelación de ser hijo maduro, huiothesia, se tuerce por su impaciencia.

Nosotros debemos aprender la responsabilidad hoy, para poder recibir la autoridad después. Dios siempre tiene su tiempo designado, y nosotros necesitamos conocer su Tiempo Designado según lo revelado en su Palabra.


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