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PRIMERA DE JUAN, Cap. 1 / 2, Dr. Stephen Jones


30 de diciembre de 2017



En la introducción a la Primera Carta de Juan, él dice en 1 Juan 1:1, "lo que hemos visto [horao, mirar fijamente] con nuestros ojos", usando la palabra horao, "mirar". Continúa diciendo también, "lo que hemos contemplado [thaomai, "examinar de cerca]". Juan estaba enfatizando el hecho de que él era realmente un testigo ocular de Jesucristo, no simplemente había visto un atisbo de Él en una multitud. Había pasado mucho tiempo con Jesús, mientras que Simón el Mago, el creador del Gnosticismo, no había pasado nada de tiempo con Él. Por lo tanto, Juan es un testigo creíble, no como de Simón el Mago.

Hay otro ángulo en esto también. El examen cara a cara de Juan a Jesús cambió su vida en la forma en que Pablo habló en 2 Corintios 3:18:

18 Pero todos nosotros, con la cara descubierta contemplando [katoptrezo, "reflejando"] como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, así como por la acción del Señor Espíritu.

En otras palabras, somos transformados a la imagen de Cristo por encuentros cara a cara con Él, de modo que finalmente nos convertimos en una imagen especular de Él, reflejando Su gloria. Más tarde, en 1 Juan 4:12, el apóstol define la gloria de Dios en términos de manifestar amor, que es el carácter de Dios manifestado en Jesucristo. Simón el Mago nunca había tenido esta experiencia. Había mirado demasiado tiempo a los filósofos griegos y a los dualistas persas y, por lo tanto, basó sus ideas en la sabiduría de este mundo y no en la sabiduría de Dios.

La redacción en 1 Juan 1:1 sugiere que para ser un verdadero testigo de la verdad, uno no solo debe examinar a Jesús de cerca, sino que además de esto, otros deben ver evidencia de que Su gloria se refleja en su testimonio. Si el testigo permanece sin cambiar, no es probable que haya tenido un encuentro genuino con Jesús, ni debería darse credibilidad a su testimonio.


La base de la fraternidad (compañerismo, comunión)
Aquellos que reflejan la gloria de Jesús tienen algo en común, y esto es evidencia de que esas personas son parte de la misma confraternidad. La verdadera fraternidad no se basa en la cultura, la etnicidad o una membresía común en una organización religiosa. Es fácil hacerse miembro de algo o someterse a un solo líder religioso. Pero Juan no dice nada de ser cambiado por examinar de cerca a un líder religioso (como él mismo). Juan no era el Cristo, sino solo un testigo de Cristo. Señaló, no a sí mismo, sino a Jesús, como lo hizo Juan el Bautista antes que él (Juan 1:20,29,30,34).

La palabra griega koinonia se traduce como "comunión o compañerismo". La palabra tiene que ver con comunicación, comunidad y comunión. Algunas denominaciones hoy restringen la comunión a los miembros de su organización religiosa, que llaman la iglesia. Al excluir a los creyentes genuinos que han tenido encuentros cara a cara con Jesús, muestran que basan su compañerismo en la membresía y sumisión a líderes denominacionales, más que en su relación con Jesucristo mismo.

Esencialmente, no entienden el significado de la palabra iglesia, ya que la equiparan con una organización terrenal en lugar de con "la asamblea general y la iglesia de los primogénitos que están inscritos en el cielo" (Hebreos 12:23). Además, la base de la comunión ha cambiado de la gracia a través de la fe en Cristo a la creencia en largos credos que requieren mucho más que la simple fe.

Juan, sin embargo, expone la verdad acerca de la comunión de la siguiente manera:

1. Las condiciones de la comunión (1 Juan 1)
2. La conducta de la comunión (1 Juan 2)
3. Las características de la comunión (1 Juan 3)
4. Precauciones sobre la comunión (1 Juan 4)
5. La causa de la comunión (1 Juan 5)


Siete razones para la carta de Juan
La primera razón declarada para la carta de Juan se da en 1 Juan 1:4, que dice:

4 Os escribimos estas cosas para que vuestro gozo se complete.

Como veremos más adelante, la segunda razón de Juan para escribir esta carta se encuentra en 1 Juan 2:1,

1 Hijitos míos, os escribo estas cosas para que no pequéis

Una tercera razón se encuentra en 1 Juan 2:12,

12 Os escribo, hijitos, porque vuestros pecados os han sido perdonados por amor de su nombre.

Una cuarta razón se encuentra en el siguiente versículo, 1 Juan 2:13,

13 Os escribo a vosotros, padres, porque conocéis a Aquel que ha sido desde el principio.

Una quinta razón se encuentra en 1 Juan 2:21, donde nos enteramos de la preocupación de Juan por los engañadores.

21 No os he escrito porque no sepáis la verdad, sino porque la sabéis, y porque ninguna mentira procede de la verdad.

La séptima y última razón de la carta de Juan se encuentra en 1 Juan 5:13,

13 Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna.

Estas siete pueden organizarse según un quiasma o paralelismo hebreo:

A Que nuestra alegría se complete
   B Para que no pequéis
      C porque vuestros pecados han sido perdonados
         D Porque Le conocéis
      C Porque sabéis la verdad
   B Para contrarrestar a los engañadores
A Para que sepáis que tenéis vida eterna

En tales quiasmas hebreos, A y A, B y B, C y C, son paralelos. La característica de el del medio (en este caso, D) es el clímax, el punto más importante que se está presentando.

Por lo tanto, vemos la conexión entre nuestro regreso al gozo completo (A) y el conocimiento que tenemos de la vida eterna (A). Es imposible tener tal gozo sin la seguridad de que tenemos vida eterna. Cuando los líderes religiosos hacen de la voluntad ("obras") del hombre la base de la vida eterna, en lugar de la voluntad ("gracia") de Dios, no es posible tener esa seguridad, porque todas las obras del hombre no alcanzan la gloria de Dios.

Del mismo modo, hay una conexión entre no pecar (B) y no ser engañado (B). El engaño, especialmente el autoengaño, hace que los hombres pequen. De esto se trata el antinomianismo, la anarquía, que muchos en la Iglesia enseñan hoy.

También hay una conexión entre que nuestros pecados sean perdonados (C) y saber la verdad acerca de la sangre de Jesús (C). Solo la sangre de Jesús nos limpia de todo pecado (1 Juan 1:7).


Todos estos propósitos distintos alcanzan su culminación al conocerle (D), que es el pensamiento central que Juan nos presenta.

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Dr. Stephen Jones

PRIMERA DE JUAN, Cap. 1 / 1, Dr. Stephen Jones




29 de diciembre de 2017



Juan comienza su primera carta en 1 Juan 1:1-3 de esta manera:

1 Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y palparon nuestras manos, acerca de la Palabra de Vida; 2 (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y nos fue manifestada); 3 lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos también; para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo.

Juan dejó en claro desde el principio que estaba hablando de cosas como un testigo ocular en un tribunal de justicia. No estaba hablando de cosas que había escuchado de otros, sino de lo que había visto con sus ojos y tocado con sus manos.

En otras palabras, Juan personalmente había visto y conocido a Jesucristo. Por lo tanto, cualquier cosa que los demás pudieran decir acerca de Él, lo que otros pudieran decir que había enseñado, sus testimonios no tendrían peso si no estaban de acuerdo con el testimonio de Juan. Aquellos que intentaron afirmar que Jesús enseñó los principios del Gnosticismo, por ejemplo, eran simplemente falsos y mentirosos testigos.

En segundo lugar, Juan le dice a su audiencia que Jesucristo era de carne y hueso como cualquier otro hombre. No solo podía ser "visto" sino también "palpado". Aquellos que afirmaban que el cuerpo de Jesús era solo una ilusión, en realidad no le conocían como le conoció Juan. La filosofía griega, que afirmaba que un Dios bueno nunca podría habitar en carne maligna, basaba su punto de vista en la falsa premisa de que la materia era mala.

Además, para Juan, esto era un problema de "confraternidad". Uno debía creer en la verdad del testimonio de Juan para "tener comunión con nosotros". La supuesta fe en Cristo debe estar enraizada y arraigada en la verdad. Si un griego, persa o cualquier otra persona deseara unirse a la confraternidad de los verdaderos creyentes, debía abandonar la noción de que la materia fue creada intrínsecamente malvada y aceptar la verdad de que Jesucristo era el Verbo hecho carne. Esto es inherente a creer que Él era y es el Hijo de Dios.

La declaración inicial de Juan es consistente con su declaración inicial en su evangelio, donde el apóstol equipara a Jesucristo con la Palabra que existió desde el principio y era la misma Palabra por la cual todas las cosas fueron creadas. Por lo tanto, cuando Génesis 1:3 dice: "Entonces Dios dijo", debemos entender que la palabra hablada era Jesucristo mismo.

Juan 1:4 dice además que "en Él estaba la Vida", es decir, la vida inmortal y todo lo que brota de esa Vida, incluida la "luz", que es pura verdad. Juan nos dice que el universo físico fue creado por el poder de la Vida y de la Luz que era inherente a la Palabra, Jesucristo. La idea griega de que la materia fue creada por el diablo ("demiurgo") es una mentira fundamental que contamina toda filosofía construida sobre esa premisa y evita que los hombres tengan una verdadera comunión con Dios y con la Iglesia.

En otras palabras, dice Juan, que uno crea en Génesis 1:1 es primordial. Uno debe tener fe en que Dios -y no el diablo- creó los Cielos y la Tierra. Uno debe conocer el origen de la materia para entender la posterior encarnación de la Palabra en carne humana. El tema del origen de la materia es importante y fundamental para el verdadero cristianismo, porque es la premisa sobre la cual se construye la encarnación de Jesucristo.

El nacimiento virginal de Cristo, junto con el concepto de la encarnación como Hijo de Dios, es también la premisa fundamental para nuestra propia habilidad y autoridad para convertirnos en hijos de Dios (Juan 1:12,13). Si la encarnación de Jesús fue una mera ilusión, entonces no hay razón para pensar que nosotros mismos podamos convertirnos en hijos de Dios, ya que ambas se basan en la misma ley y el mismo proceso. Por lo tanto, Juan estableció esta verdad fundamental desde el principio, porque tenía la intención de construir sobre ella más tarde en su enseñanza acerca de los hijos de Dios engendrados por el Padre.

Hay un fuerte grupo de gnósticos dentro de la iglesia católica romana hoy en día, un grupo que se remonta al tiempo de las Cruzadas. Los Caballeros Templarios, formados en 1099, se convirtieron a este sistema de creencias después de encontrarse con ellas en el Medio Oriente. Eventualmente, fueron reprimidos en 1307, pero estos caballeros gnósticos simplemente pasaron a la clandestinidad. Con la organización Templaria suprimida, los caballeros se unieron a otras Órdenes y continuaron sus creencias y rituales en secreto.

Recientemente se han sentido lo suficientemente seguros como para salir a la luz pública. Su debut llegó con la publicación del libro de Dan's Brown, El Código DaVinci, seguido de la película del mismo nombre. Al mismo tiempo, Laurence Gardner comenzó a publicar sus libros para explicar las premisas del cristianismo gnóstico. Hoy es el principal portavoz de los gnósticos y del príncipe Miguel de Albania, un Stewart que dice ser el verdadero heredero del trono de Inglaterra.

Pero también me he encontrado con bastantes maestros bíblicos hoy que han absorbido la enseñanza gnóstica, ya sea que lo sepan o no. Algunos de ellos basan su enseñanza en la idea de que la materia es una "ilusión", pensando que su perspectiva es espiritual. No es espiritual, sino gnóstica, y no hace nada para honrar a Aquel que creó la materia. Todo lo que Dios creó tiene valor, y Dios ama todo lo que Él creó. Afirmar que es solo una ilusión le deshonra y degrada.

Porque ahora estamos viendo la aparición de los gnósticos, que dicen que el Gnosticismo es el verdadero heredero del título "cristianismo", y porque (por extraño que parezca) esos gnósticos incluso reclaman a Juan como su santo patrón, es importante que comprendamos los escritos de Juan y cómo luchó contra la enseñanza gnóstica.

La declaración inicial de Juan en su Primera Carta deja en claro que se trata de una cuestión de confraternidad. El propósito de la carta de Juan era hacer que los hombres se arrepintieran de sus ideas griegas y gnósticas sobre el origen de la materia, para que "también tengan comunión con nosotros" (1 Juan 1:3). Si tales hombres escuchan la Palabra de Vida y son engendrados por esa Palabra, se convierten en hijos de Dios.


Más adelante en la carta de Juan, él hablará más sobre esto.

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INTRODUCCIÓN A LA PRIMERA EPÍSTOLA DE JUAN, Dr. Stephen Jones



Introducción a la Primera Epístola de Juan

28 de diciembre de 2017


Juan escribió sus epístolas muchos años después de escribir su evangelio. El Comentario de la Biblia Wycliffe dice que la Primera Epístola de Juan probablemente fue escrita alrededor del año 90 d.C., poco tiempo antes de que el apóstol fuera exiliado a la Isla de Patmos. Fue exiliado después de que el gobierno, bajo el reinado de Domiciano, no logró matarle al hundirle en aceite hirviendo. (Ver Tertuliano, Sobre Prescripción Contra Herejes, XXXVI).

En ese tiempo, por supuesto, Juan había estado viviendo en Éfeso durante muchos años. Una versión temprana del evangelio había sido traída primero a Éfeso por Apolos, un discípulo de Juan el Bautista. Su evangelio fue actualizado por Aquila y Priscila, cuyo desalojo de la ciudad de Roma les trajo a Éfeso. Allí, el apóstol Pablo se encontró con ellos en el 53 d.C., durante su segundo viaje misionero.

Aunque Pablo había establecido la iglesia de Éfeso, Juan luego se mudó allí desde Jerusalén y se convirtió en el Apóstol Mayor. Su autoridad fue indiscutible por el resto de su vida. Juan vivía fuera de los límites de la ciudad con una comunidad de creyentes en una colina conocida como el Monte Ayasuluk, que daba al inmenso Templo de Artemisa.

Juan protegió las iglesias en Asia contra las herejías que ya se estaban formando en el primer siglo. Estas herejías aparecieron favorecidas por la mentalidad y cultura griegas, y la enseñanza cristiana quedó así en desventaja. Mientras que Juan enseñaba el punto de vista hebreo sobre la Creación, las herejías enseñaban el punto de vista griego. El punto de vista hebreo decía que un Dios bueno creó todas las cosas y las declaró muy buenas (Génesis 1:31). El punto de vista griego decía que el diablo creó toda la materia física del universo, haciéndola inherentemente malvada.

Las herejías del Gnosticismo y el Docetismo, que surgieron en el primer siglo, fueron inventadas por hombres que agregaron algunos elementos cristianos a la religión griega y persa. El Gnosticismo fue fundado por Simón el Mago, quien aparece en la historia de las reuniones evangelísticas de Felipe en Samaria, en Hechos 8. El Docetismo apareció un poco más tarde, enseñando que la aparición de Cristo en la Tierra solo era una apariencia, o ilusión, de carne humana, porque supuestamente Dios nunca habitaría carne humana porque era inherentemente malvada.

Juan, por supuesto, replicó esto completamente en el evangelio, diciendo en Juan 1:14, "y la palabra se hizo carne y habitó entre nosotros". Nuevamente, él escribe en 1 Juan 4: 2,3,

2 En esto conoced el Espíritu de Dios; todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne procede de Dios; 3 y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne no procede de Dios; y este es el espíritu del anticristo …

Obviamente, Juan estaba muy preocupado por estas herejías que afirmaban tener la verdadera revelación y conocimiento (gnosis) de Dios. Pero su conocimiento se basaba en la sabiduría griega, que a su vez era anímica (psychikos), no espiritual (pneumatikos). Los apóstoles habían caminado con Jesús y le habían tocado físicamente, por lo que fueron testigos presenciales de la verdad. Además, cuando el Espíritu Santo vino sobre ellos en el Aposento Alto, la experiencia demostró nuevamente que el Espíritu Santo podía habitar la carne humana. Pentecostés mismo desmintió el Gnosticismo, el Docetismo y la religión griega en general.

La tercera herejía que Juan contrarrestó, especialmente en su Primera Epístola, es el Antinomianismo (o "anarquía"), que proviene indirectamente de la cultura inmoral de la religión griega. Debido a que el conocimiento (gnosis) se consideraba superior a la virtud o la moralidad, la Ley Divina se consideraba vinculante, demasiado restrictiva, demasiado opresiva. Los griegos tendían a pensar en el pecado en términos de ignorancia, mientras que las Escrituras hebreas enseñaban que el pecado era anarquía (iniquidad, infracción de la Ley o sin Ley) (1 Juan 3:4).

Los griegos trataban de erradicar el pecado mediante la educación, mientras que los hebreos cubrían el pecado mediante el sacrificio de sangre. Por lo tanto, los filósofos griegos trataron de abordar el problema del pecado en un aula, mientras que los profetas hebreos trataron con el pecado en un tribunal de justicia. Estos métodos para tratar con el pecado fueron radicalmente diferentes.

El Gnosticismo, el Docetismo y el Antinomianismo fueron todos disputados por Juan en sus escritos. No obstante, estas ideas volvieron a incursionar en el pensamiento cristiano a medida que pasaban los siglos. Me he encontrado con todos ellos incluso hoy, pero la herejía más común en la Iglesia de hoy es el Antinomianismo, que enseña que la Ley de Dios fue colocada en la Cruz. Muchos no parecen entender que la Cruz y la sangre de Jesús cubrieron el pecado, no dejando de lado la Ley, sino cumpliendo con su demanda. En otras palabras, Jesús honró la Ley cumpliéndola al pie de la letra y satisfaciendo sus demandas. De hecho, las demandas de la Ley profetizaban acerca de Cristo, porque nunca hubo dudas desde el principio de que Él haría todo lo que la Ley ordenaba, incluso hasta el punto de morir como sacrificio por el pecado. Jesús no murió para que los creyentes pudieran ser anárquicos; murió para que los creyentes pudieran ser liberados de la esclavitud del pecado. El Antinomianismo es el intento del hombre anímico de mitigar la conciencia mientras conserva el derecho a pecar. Brota del alma caída de uno, no de su espíritu. El alma (desde que Adán pecó) ha deseado pecar continuamente, y el Antinomianismo es una expresión de este deseo.


En su Epístola de Fraternidad Juan establece los fundamentos de la comunión con Dios y entre los hermanos. Al exponer las bases de la comunión, el apóstol profundiza hondamente hasta que llega a sus orígenes en el libro de Génesis.

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Dr. Stephen Jones

DÓNDE VAN AL MORIR CUERPO, ALMA Y ESPÍRITU, Dr. Stephen Jones




La relación entre el alma y el espíritu (del libro "Las Sentencias [Juicios] de la Ley Divina", cap. 3)

El alma no tenía existencia previa antes que Dios soplara el aliento de vida en la nariz de Adán, porque el hombre fue un ser viviente en ese momento. Cuando se elimina ese aliento, el alma deja de existir en su estado de consciencia que llamamos "vida".

El alma está unida a la carne y depende del cuerpo físico para su consciencia. Levítico 17 muestra esto con toda claridad, diciendo en el versículo 11, "la vida [Heb. nephesh, "alma"] de la carne está en la sangre". La frase, "el alma de la carne", o "el alma carnal", como podría traducirse, muestra que el alma es de carne, o carnal. Es por esto que el apóstol Pablo habla de lo anímico, o del hombre natural, como carnal, de carne. El alma es la parte de nosotros que es carnal. Es el "hombre viejo" exterior de cada uno de nosotros (Rom. 6:6), que se deriva de la mortalidad y la debilidad de Adán. Esto está en contraste directo con nuestro espíritu, que, al ser vivificado por una relación con Cristo, es el "hombre nuevo" interior. Tendremos más que decir sobre esto en nuestra próxima sección que trata el espíritu del hombre.

Pablo dice en 1 Tes. 5:23,

23 Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.

Cuando Pablo habla de "por completo", enumera las tres partes de "vuestro ser". Ellas son espíritu, alma y cuerpo. Hay una diferencia entre el alma y el espíritu, que los hombres pueden ver si usan bien la Palabra de Verdad. He. 4:12 dice que la Palabra es más cortante que toda espada de dos filos y puede dividir el alma y el espíritu. Eso por sí solo muestra que el alma y el espíritu son dos cosas diferentes. Ellas pueden ser separadas.

La mejor manera de entender la relación entre el espíritu, el alma y el cuerpo es pensar en ellos en términos de sus contrapartes físicas.

Espíritu = aliento o viento [Heb. Ruaj = espíritu, aliento]

Alma = sangre (Lev 17:11)

Cuerpo = carne (indiscutible)

El aliento da oxígeno a la sangre, que a continuación lo lleva por las arterias y capilares al cuerpo. Incluso, el espíritu da vida al alma, que está en la carne. La relación entre el espíritu y el alma se representa en la relación entre la respiración y la sangre. Son diferentes, pero es el espíritu el que da vida al alma. Sólo cuando Dios sopló el aliento de vida en Adán se convirtió en un alma viviente.

Cuando se le quita el aliento a un hombre, su carne y su sangre mueren. Incluso, cuando Dios quita el aliento de vida de un hombre, tanto su cuerpo como el alma mueren. La mente de un hombre, la voluntad, y la emoción no puede funcionar al margen de su carne (cerebro). Las experiencias fuera del cuerpo que los hombres a menudo nos cuentan a nosotros después de ser revividos de la muerte, no son una función del alma consciente, sino de la consciencia del espíritu. Como veremos en breve, el espíritu y el alma tienen cada uno una consciencia separada.

El alma no es la parte del hombre que trasciende la muerte. El alma comprende la mente, voluntad y emoción, que dependen del Espíritu de Dios para su existencia y del cuerpo físico (cerebro) para su expresión. Tiene una consciencia, siempre y cuando esté con vida por el aliento o espíritu de Dios. Cuando el espíritu se separa del cuerpo, el cuerpo no puede sobrevivir, porque Santiago 2:26 dice, "el cuerpo sin espíritu está muerto". Pero tampoco puede sobrevivir el alma sin el cuerpo, ya que es mortal. El asiento de la vida está en el espíritu.


El espíritu

El mejor ejemplo de esto en la Biblia es la muerte de Jesús. El cuerpo de Jesús fue puesto en la tumba de José de Arimatea (Juan 19:38-42). Como ya hemos demostrado anteriormente, el alma de Jesús fue al Hades. Pasamos ahora a la idea de que el espíritu de Jesús volvió a Dios.

El espíritu, es decir, el espíritu del hombre, a diferencia del Espíritu Santo de Dios, es la parte del hombre que trasciende la muerte. Eclesiastés 12:7 habla de la muerte, diciendo:

7 entonces el polvo vuelve a la tierra, de donde procede, y el espíritu vuelve a Dios que lo dio.

En el Nuevo Testamento encontramos que esta idea continuó en la muerte de Jesús. Lucas 23:46 cita el Salmo 31:5 al dar últimas palabras de Jesús:

46 Y Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró.

Este detalle se registra en Mateo 27:50 de esta manera:

50 Y Jesús clamó otra vez a gran voz, y entregó el espíritu.

Así vemos que el espíritu de Jesús no fue a la tumba de José con Su cuerpo, ni fue al Hades con su alma (Hechos 2:27). Fue a Dios, quien se lo había dado a Él. La verdadera pregunta es si el espíritu de una persona tiene o no una consciencia distinta de la consciencia del alma.


La consciencia del espíritu del hombre

El espíritu del hombre tiene una consciencia que es distinta de la consciencia del alma. El hecho de que el espíritu tiene una mente consciente no debería ser una sorpresa. El Espíritu de Dios (es decir, el Espíritu Santo) posee una mente consciente. Dios es espíritu (Juan 4:24) y no necesita el cerebro físico o mental del alma para poder funcionar conscientemente. Gen. 6:3 dice: "Mi Espíritu no siempre se esforzará (contenderá) con el hombre". Tal esfuerzo requeriría un comportamiento consciente. Isaías 11:2 habla del Espíritu de sabiduría, de inteligencia y de consejo. Tales cosas también requieren consciencia. En 1 Cor. 2:16 se nos amonesta a tener la mente de Cristo. En Ef. 4:23,24 "el espíritu de vuestra mente (entendimiento)" se identifica con el "nuevo yo" (NASB) o el "hombre nuevo" (KJV):

23 y que seáis renovados en el espíritu de vuestra mente, 24 y vestíos del nuevo hombre, el cual, en la semejanza de Dios, ha sido creado en la justicia y santidad de la verdad.

Evidentemente, es una mente espiritual y un ser interior que tiene consciencia.

Los espíritus inmundos también tienen una consciencia, como leemos muchas veces en las Escrituras. Por ejemplo, Marcos 9:26 dice de un espíritu inmundo, "entonces el espíritu gritando y agitándole con muchas convulsiones, salió".

El hombre está hecho a imagen de Dios; por lo tanto, parece razonable decir que el espíritu del hombre también tiene una consciencia. Pablo nos dice en 1 Cor. 2:14 que las cosas divinas no se pueden entender con la mente (literalmente "el alma") natural, sino que deben entenderse con la mente espiritual. Él dice,

14 Pero el hombre natural [psujikós, "anímico"] no acepta las cosas del Espíritu de Dios; porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. 15 Pero el que es espiritual juzga (evalúa) todas las cosas, sin embargo, él mismo no es juzgado (evaluado) por ningún hombre. 16 … nosotros tenemos la mente de Cristo.

Pablo habla de la carne de Adán y de la mente del alma como el "hombre viejo" en Rom. 6: 6, Ef. 4:22 y Col. 3:9. Ese "hombre" no se refiere a un "hombre" exterior que pudiera estar delante de nosotros. Se trata de un "hombre" interior que debe ser crucificado con Cristo, para que la mente espiritual (el "hombre nuevo") del Último Adán sea dominante en nuestras vidas.

A nivel secundario, una persona anímica es una gobernada por la mente anímica heredada de Adán. Una persona espiritual es una gobernada por la mente espiritual heredada del último Adán-Cristo. Tenemos dos mentes, dos consciencias, que operan en nuestras vidas. Por lo tanto, tanto el alma como el espíritu tienen una mente consciente propia. Una, que es la sede de la mortalidad, debe ser crucificada con Cristo para que la otra, la sede de la inmortalidad, se levante.

La mente del alma depende del cuerpo de carne para el fin de funcionar. La mente del espíritu, sin embargo, es independiente del cuerpo de carne, pero depende del Espíritu de Dios para su vida y capacidad de pensar. Es esta mente la que no muere con el cuerpo o el alma. Es esta mente la que "vuelve a Dios" cuando el cuerpo y el alma mueren.

Entonces, ¿qué significa esto? ¿Dónde va el espíritu cuando "regresa" a Dios?

Para responder a eso, uno debe dejar de tratar de pensar carnalmente. El Cielo no se "encuentra" en algún lugar en o más allá de las estrellas. El espíritu no tiene que viajar a ninguna parte. No se necesita una cierta cantidad de tiempo para ir desde el Cielo a la Tierra o de la Tierra al Cielo. Ezequiel 44:17, en sentido figurado, habla de ello como cambiarse de ropa. Pablo usa la misma terminología en 2 Cor. 5:2-4. Cuando Jesús se apareció a Sus discípulos después de Su resurrección, demostró Su capacidad de moverse de la carne a la forma de espíritu en un instante (Lucas 24:36).

Cuando una persona muere, su espíritu permanece en el reino del espíritu, donde no hay ni tiempo ni distancia. Es siempre en el ámbito de "Yo soy". No es "yo era" o "Yo seré". No es "Estoy aquí" o "estoy allí". Todo el tiempo es uno. Todo el espacio es uno. En el espíritu, todas las cosas simplemente son. Es sólo en el reino terrenal donde estamos constreñidos por el tiempo y el espacio. Para entender la existencia espiritual, tenemos que pensar "fuera de la caja".

En ese reino espiritual, y desde esa perspectiva, Jesús dijo: "Antes que Abraham fuese, yo soy" (Juan 8:58). Abraham estaba muerto desde una perspectiva terrenal de duración determinada del hombre, pero vivo desde la perspectiva espiritual eterna de Dios. Los fariseos no entendían eso, porque no veían las cosas desde la perspectiva espiritual de Dios. Ya que Abraham se levantaría de los muertos (en la futuro perspectiva temporal de la Tierra), y puesto que Abraham se convertiría en un ser espiritual ya no estaría limitado por el tiempo o el espacio ¡lo que significa que Abraham existe en última instancia, desde el principio de la Tierra! Porque salir del espacio-tiempo continuo de la Tierra es existir siempre y estar con vida para siempre.

¿Por qué? ¿Cómo? Porque una vez que una persona ha cruzado la barrera del tiempo-espacio que limita nuestro presente cuerpo de Adán, él puede volver a entrar en el reino de la Tierra en cualquier momento y lugar que elija. ¿Podrá decidir acompañar a Jesucristo a visitar a Abraham y luego Sodoma, como leemos en Génesis 18:2 y 19:1? ¿Por qué no? ¿Podrá ser enviado a Juan para darle la revelación, como leemos en Rev. 22: 8, 9?

8 Y yo Juan soy el que oyó y vio estas cosas. Y cuando oí y vi, me postré para adorar a los pies del ángel que me mostraba estas cosas. 9 Y él me dijo: No hagas eso; yo soy consiervo tuyo y de tus hermanos los profetas y de los que guardan las palabras de este libro; alaba a Dios.

¿Quién era ese ángel? No era más que un hombre como Juan, pero en una condición glorificada. Creo que era un hombre del futuro (desde la perspectiva de Juan), un hombre que había recibido el cuerpo glorificado que ya no estaba limitado por el tiempo o el espacio. Él era un profeta que Dios envió para mostrar a Juan lo que le fue dado en el libro de Apocalipsis. Ese profeta pudo haber estado muerto desde hacía mucho tiempo (desde la perspectiva terrenal de Juan). Tal vez fuera Moisés, Isaías, o Jeremías. No hace ninguna diferencia. Dios no es Dios de muertos, sino de vivos. Esto es lo que Jesús quiso decir cuando asombró a la gente diciendo en Mateo 22:31,32,

31 Pero respecto a la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído lo que fue dicho por Dios, diciendo: 32 Yo soy el Dios de Abraham, y el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? Él no es el Dios de muertos, sino de vivos.

Estas no son cosas fáciles para que nuestras mentes anímicas lo entiendan. De hecho, nuestra mente anímica no puede concebir tales cosas, porque están fuera de su ámbito de experiencia. Sólo la mente espiritual puede entenderlas, y, de hecho, tal entendimiento es perfectamente natural para esa mente. La mente carnal es severamente ejercitada con tales pensamientos, y es fácil desarrollar un caso de hematoma cerebral.

Así también es la doctrina conocida como "pre-existencia". ¿Quizá el hombre pre-existía antes de la Creación? Muchos enseñan esto. Hubo un tiempo cuando enseñé en contra de ello. Luego, cuando empecé a oír la voz de Dios hablándome a mí, de repente me puse a experimentar la sensación de cosas que sabía en mi mente espiritual que mi mente anímica no sabía o creía. Fue en ese momento que me di cuenta de que tenía dos mentes conscientes dentro de mí. Sólo entonces comprendí las palabras de Jesús y de Pablo que han sido citadas

El hecho es que todos los hombres en el futuro recibirán un cuerpo espiritual transformado, que podrá en ese punto trascender el tiempo y volver al pasado e interactuar con los acontecimientos históricos y la gente hasta a Adán y antes de su Creación. ¡Eso nos lleva a la aparente contradicción de que en el futuro vamos a pre-existir! Ese es el estado del ser en el que Dios ahora nos ve desde Su punto de vista espiritual. Él ve lo que será como si ya lo fuera. Si vamos a ser inmortales algún día, entonces, desde la perspectiva de Dios ya somos inmortales, porque la inmortalidad viene con el cuerpo espiritual que trasciende el tiempo.


Vestirse con el cuerpo glorificado

¿Cuán importante es entender estas cosas? Para mí, era importante porque dejé de discutir con las personas mayores la cuestión de si los hombres son mortales o inmortales. Me encontré con que ambas partes tenían razón, pero ambas partes tenían una comprensión inadecuada del espíritu.

Dejé de discutir con las personas mayores la cuestión de si los hombres se iban al Cielo al morir o al suelo en espera de una resurrección. Me pareció que ambos tenían razón en algunos aspectos, pero ambas explicaciones eran insuficientes. La verdadera cuestión no es si vamos o no a "ir al Cielo" como nuestra recompensa, sino más bien una cuestión de ser revestidos de ese tabernáculo de arriba, de que lo mortal sea absorbido por la vida (inmortalidad). Es ese el polvo-cuerpo glorificado que Adán se le dio como herencia al principio. Esa es la herencia que él perdió por el pecado. Y esa es la herencia que él debe recuperar en el Gran Jubileo.

Así, en lugar de concebir nuestra herencia como algunos bienes raíces celestiales en una Tierra llamada "Cielo", debemos pensar en términos de heredar la Tierra, empezando por nuestra propia "tierra". Debemos heredar primero la porción de polvo de que fuimos hechos antes de que podamos pensar en extender ese dominio al resto de la Creación. Heredamos esa "tierra" a través del cumplimiento de la Fiesta de los Tabernáculos.

Nuestro polvo no es el problema. Adán fue hecho del polvo, pero no era mortal. Él tenía la capacidad espiritual para comunicarse directamente con Dios. Tenía un cuerpo glorificado. Sólo lo perdió después de que él pecó. Ahí fue cuando se encontró "desnudo". Él estaba "desnudo" en el sentido de que ya no estaba vestido de una tienda que es de lo alto (2 Cor. 5:1-4). El camino de vuelta a la herencia se representa en la gran alegoría histórica del viaje de Israel de Egipto a la Tierra Prometida. Ese viaje está marcado por días especiales llamados días de fiesta, que significan los pasos que cada uno de nosotros debe tomar en nuestro propio viaje personal.

El primer día de fiesta es la Pascua. Comenzamos nuestro viaje por la aplicación de la sangre del Cordero a nuestros postes de la puerta (oídos) y dinteles (la frente, es decir, nuestras mentes). Cuando ponemos nuestra fe en la sangre del Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, hemos experimentado la Pascua para nosotros mismos. Esto se llama "Justificación".

La segunda gran fiesta era Pentecostés, que conmemoraba el día que Dios le habló al pueblo en el Monte Sinaí y les dio la Ley (Éxodo 20). Cuando escuchamos Su voz y somos guiados por el Espíritu (la columna de fuego y la columna de nube), Él comienza a escribir Su Ley en nuestros corazones para enseñarnos obediencia. Este es el segundo gran paso hacia la Tierra Prometida. Esto se llama "Santificación".

La gran fiesta final era la Fiesta de los Tabernáculos, que marcaba el día que Israel habría entrado en la Tierra Prometida, si hubieran hecho caso a Caleb y Josué. Porque se negaron, ellos murieron en el desierto sin haber recibido las promesas. Pero se nos amonesta a hacer lo que Israel no pudo hacer. La Tierra Prometida es nuestra herencia. Representa, no el Cielo, sino el tabernáculo celestial que nos vestirá cuando recibamos ese cuerpo glorificado. Esto se llama "Glorificación".

Y es por eso que debemos obtener una mejor comprensión de estos días santos. Ellos profetizan no sólo de los acontecimientos históricos en la línea de tiempo de la historia, sino también describen alegóricamente el camino desde Egipto (cuerpo mortal) a la Tierra Prometida (herencia del cuerpo inmortal). Que Dios nos conceda que seamos vencedores como Caleb y Josué y que no dejemos de alcanzar ninguna de Sus promesas.